martes, 28 de septiembre de 2010

Slave

I



El primer latigazo había resonado en aquel calabozo de una manera tan brutal que era increíble no escuchar un alarido de dolor detrás. El murmullo de las cuerdas que le ataban las manos, o la sangre salpicando lentamente en el suelo, seguido de algún que otro gruñido frustrado y de odio al dirigir la mirada al que tenía delante.

Lo admitía, aquella situación se le había ido de las manos unas horas antes, pero acabar así era algo demasiado humillante. Solo esperaba que su señor no se enterase nunca de aquello.

-¡¡¡!!! -abrió el único ojo que tenía visible entre las vendas y el largo pelo negro, soltando un mudo quejido hacia las paredes de la estancia, mientras el olor a carne quemada y el silbar del hierro candente pegado a la piel se opacaban hasta desaparecer; en su costado, justo por encima de la suelta hakama, quedó aquella quemadura, adornando su antes tersa piel junto con las marcas de los latigazos.

-Es suficiente -aquella voz potente y clara hizo apartarse a los tres vasallos, que ya preparaban una nueva tanda de objetos para seguir con aquel trabajo macabro-. Eres demasiado cabezota para ser el perro de Sanada. Salid, ya me encargo yo.

El prisionero miró con odio al hombre que tenía delante, escuchando de fondo el chirriar de las puertas al cerrarse. Ahora el silencio lo llenaban los pasos de su único acompañante, seguido del crepitar del fuego de las antorchas y el fogón. Las manos ajenas se deslizaron por su reciente quemadura hasta bajar hasta la cinta que bordeaba su cadera, manteniendo la hakama en su precario sitio, deshaciendola de un ligero movimiento para que esta cayese sin mayor problema al suelo.

-Veamos si con esto quieres hablar, Rokurô Unno~

[…]

Si la situación anterior a aquella había sido devastadora para su orgullo, la que le siguió ya había acabado de derrumbarlo. Mordiendo la mordaza que le habían puesto nada mas capturarle, apretó el ojo izquierdo, como si con ello pudiese tener algún tipo de alivio a lo que le estaba haciendo aquel hombre.

Su grueso y duro miembro le atravesaba sin piedad una y otra vez, manteniéndose colgado de las cuerdas del techo de manera dolorosa, quemandole las muñecas. Los incisivos de su atacante se clavaban en sus pezones hasta marcarlos, siguiendo un camino hasta su clavícula y su cuello, mientras le miraba con aquella expresión tan soberbia y ruín.

-Las tropas pronto llegarán al castillo -hablaba el otro con su voz atronadora, jadeando cuando embestía al desprotegido cuerpo de Rokurô, sujetándole las nalgas para separarlas y tener mas acceso a su maltrecha entrada-. Nos cargaremos a su amo y daremos comienzo a la guerra. ¿Que puede hacer la casa Sanada, si todos los guerreros que tiene son putas como tu? -rió por su propio comentario, antes de acallarse y salir de su interior, dejándolo frente a si con aquella camisa ceñida y desgarrada por los latigazos como única prenda.

Rokurô le lanzó al otro una mirada de odio extremo. Si pudiera deshacerse de la mordaza podría dejarlo fuera de combate con sus ondas de sonido... Miró a su alrededor con sutileza, intentando encontrar algo que pudiese usar para liberarse y hacer frente a aquel lunático sádico. Sin embargo, este se adelantó antes, tomándole del mentón con fuerza.

-Tienes una cara bonita. Y un cuerpo bonito. Es fácil deducir por que ese astuto de Sanada te quiere en su bando -estiró una sonrisa macabra, bajando para delinear su cuello mordido y marcado con sus dedos hasta sus pezones, los cuales golpeó. Saltándose todo el recorrido restante, dio un agresivo apretón a la hombría del mas joven, que se arqueó de dolor, gruñendo.

-¿Te la pone dura que te viole? Puede que en lugar de interrogarte te ofrezca unirte a nosotros a cambio de torturarte por la noche, ¿te gustaría? -lo masturbó sin delicadeza, para luego sacar la katana de su funda y colocársela al cuello- Se dice que el mejor afrodisíaco es el miedo. ¿Tienes miedo, Rokurô Unno? -coló la punta de la espada por los vendajes de su ojo derecho, aflojandolos antes de bajar-. No estoy seguro. ¿Debo sacártelo todo a base de gritos de dolor y angustia o con gemidos y súplicas?

De un movimiento rápido y certero, cortó la cuerda que le mantenía unido al techo, haciéndolo caer estrepitosamente al suelo. Antes de que pudiese recomponerse, lo levantó, lanzandolo contra el pozo de agua que utilizaban también para las torturas. Utilizando los restos de la cuerda, ató su cuello, dejandole las manos a la espalda. Apretándolo contra la fría piedra, se posicionó tras él, le abrió las piernas y le sujetó del pelo, irguiendole hasta que arqueó la espalda.

-Seguro que si Sanada se quedase sin su jueguetito se tomaría mas en serio todo esto -el filo de la katana tanteó peligrosamente la entrada del rehén-. ¿Tu que piensas? -la afilada punta parecía demasiado determinada en atravesar aquella carne. Sin embargo su propietario acabó incorporándose, enfundando y volviendo a sujetar las nalgas de Rokurô, abriendo su entrada todo lo que le era posible antes de volver a penetrarlo de una estocada.

-¡¡Ung...!! -la queja se escuchó a través de la mordaza, mientras sentía al otro llenarle entre embestidas brutales, sujetando la cuerda de su cuello y sus brazos para mantenerle erguido, asfixiandole mientras parecía reírse solo entre gruñidos de placer. Su cuerpo vibraba entre envite y envite, quedándose sin aire poco a poco. A aquellas alturas tenía el cuerpo entumecido, y ya no sabía que herida le dolía mas. Cuando al fin pudo dejar caer la cabeza e hizo intentos de toser y recuperar el aire, su reflejo en el agua le recordó su aspecto absolutamente deplorable. No podía presentarse así frente a su Señor, nunca...

-Tienes un culo perfecto para esto -escuchó un gruñido a sus espaldas, mientras el otro le levantaba una de las piernas y lo ladeaba, hundiéndose del todo en su revuelto interior-. Podría estarte follando siempre, chaval~ ¡Ngh!

Tras unos golpes de cadera, Rokurô sintió arder sus entrañas al sentir el semen ajeno llenandole por completo. Sus desgarres interiores se quejaron hasta hacerle temblar, frustrado y furioso; notando como el movimiento no cesó hasta momentos después, cuando parte del orgasmo se había rebosado
y recorría ahora sus muslos. Una vez salió, le dio la vuelta, dejando su espalda apoyada en el borde del pozo. Con una sonrisa, el albino le miró.

-Creo que he cambiado de idea. ¿No te gustaría unirte a las filas de Tokugawa? -el afamado “Dragón de un solo ojo” le miró de manera hambrienta y cruel, como si acabase de declarar una guerra de propio interés personal.

domingo, 18 de abril de 2010

Sacrificio 3

Sacrificio 3


Eesti:


Cuando una persona esta feliz asumes que le ha pasado algo bueno. Es normal pensar que está de buen humor porque algo agradable ha pasado, y a su vez te alegras por de que le vaya todo tan bien.

… Pero con Rusia eso no se aplica.
Su escala de felicidad mide considerablemente nuestro grado de infelicidad y agonía. Cuando la balanza pesa mas por su lado, nuestro lado de eleva y suben las probabilidades de que caigamos al vacío. Es algo desagradable de pensar.

Tras salir de la reunión y asegurar que no habrían mas hasta nuevo aviso, quiso volver de inmediato a Moscú. A pesar de que solía quedarse muchas veces en Estados Unidos un tiempo por sus tratados y alianzas, aquella vez pareció muy dispuesto a volver a casa. Tras las interminables horas de avión para volver a pisar las frías tierras Rusas, su sonrisa parecía mantenerse aún.

Toris tenía cara de resignación mientras deshacíamos las maletas. El Señor Rusia se había retirado a su despacho en el piso superior y pronto exigiría una taza de algo caliente o Vodka. Si era lo primero, tendría posibilidades de salir ileso. Si era lo segundo, por el contrario...

Me pregunto si debería contarle sobre Polonia... No, mejor no. Bastantes preocupaciones pueden atormentarlo en un día como para decirle que su mejor amigo sabe su secreto mas inconfesable. Solo lograría estresarle aún mas y no quiero.

Doblando la ropa de la maleta al cajón estaba cuando Toris se me acercó, ya terminando con lo suyo (siempre era mas rápido que yo ordenando).

-Raivis se ha dormido. Nunca ha soportado los viajes en avión, le agotan -comentó, sacando una camisa de cuadros para sacudirla y volverla a doblar.

-A decir verdad son un poco pesados, pero ya te acabas acostumbrando -yo por mi parte, seguía sacando y metiendo ropa en otro lado como mismo estaba- Creo que a las reuniones posteriores no tendremos que ir.

-Feliks... -sacó el tema. Paré en seco el chaleco beige que iba en el cajón de abajo y le miré de reojo, intentando adivinar que sería lo que le estaba rondando por la cabeza-. No he visto a Feliks desde aquella mañana en el hotel. Temo que le haya pasado algo o...

Me miró una cara que he acabado bautizando como “Cara No. 7: el lamento del cachorro”, por su gran expresividad a la hora de demostrar preocupación a través de sus increíbles ojos verdes.

-¿O...? -le insté a seguir, guardando el chaleco y viendo como Toris volvía a desdoblar la camisa de cuadros que tenía en las manos.

-Es que Rusia fue a buscarme al hotel -bajó la voz, mirando a su espalda por si el nombrado se aparecía-, y pasó... Ya sabes.

Y tanto que lo sé...

-¿Y Polonia lo vio? -pregunté. Si era así me quitaría un peso de encima, pero al mismo tiempo me daría una pena terrible.

-El había salido a coger el comunicado de la segunda reunión -explicó rápido-. Pero todo quedó... lleno de sangre. Quise cambiar las sábanas, pero Rusia prácticamente me arrastró fuera de la habitación. ¿Crees que habrá visto...?

Se está angustiando. Lo noto tan bien que es como si su angustia me subiera a mi por la garganta.
Me incliné hacia el, atrapandole un mechón castaño tras la oreja.

-Si no ha venido a dar contigo es probable que no lo haya visto -es la primera vez que hablo sin estar seguro de lo que digo-. Alguna de las trabajadoras del hotel habrá cambiado las sábanas en su rutina de limpieza.

-Ah, si -pareció aliviarse, y eso lo consiguió que me sintiese mal por mis palabras-. Si, será eso. Si no hubiera contactado conmigo...

Le quité la camisa de cuadros, que doblaba y desdoblada una y otra vez y la guardé en el cajón.

-Todo irá bien -debería callarme-. Ya sabes como es Polonia, a veces desaparece por estar haciendo cosas incomprensibles. Quizás esté pensando en cambiar de color su casa otra vez...

Toris rió levemente, mirando al suelo.

-Puede que si. El también tiene trabajo después de todo -su voz aún sonaba insegura, pero como si estuviera intentando convencerse de que efectivamente todo iba bien-. Lo siento Eduard. Creo que me preocupo por nada.

-No te preocupes. Entiendo como te sientes -no, no lo sé.

-Iré a hacer té -dijo mientras se retiraba a la cocina. Miré por encima del hombro como se alejaba, intentando volver a tener la energía de siempre. Era verdad. Yo tampoco había vuelto a ver a Polonia después de que descubriese lo de sus heridas. Y muy dentro de mi espero ingenuamente que en serio esté entretenido eligiendo color para las paredes de su casa....


Lietuva:

Creo que estoy pensando demasiado. Muchas veces Feliks ha desaparecido por días, y cuando por fin se dignaba a ponerse en contacto conmigo lo hacía como si nos hubiésemos visto el día anterior. Esa es la personalidad irresponsable de Feliks a la que estoy acostumbrado. Y aunque nuestra relación haya cambiado en los últimos meses no significa que el hecho de que me preocupe vaya a cambiar.

El silbido de la tetera me despertó de mis cavilaciones. La saqué del fuego y serví dos tazas, una de las cuales le dejé a Eduard sobre la mesita de su habitación. La otra la subí en una bandeja hacia el despacho de Rusia. Estaba tan metido en Feliks y estaba tan resignado ante el hecho de que en cualquier momento recibiría una paliza que simplemente llamé a la puerta, pasando tras su voz dándome permiso desde dentro.

-Señor, he hecho té -me acerqué a su mesa, parándome en seco frente a ella al ver a un lado la botella de vodka semi-vacía. Rusia dejaba el vaso grueso a un lado, haciendo tintinear los cubitos de hielo de dentro.

-Oh, Toris. A ti quería verte~ -se levantó de la silla al tiempo que me inclinaba un poco para dejar la bandeja. Cerré los ojos, aún asustado de las cosas que le pasaban por la mente. Apreté el puño, intentando que mi voz sonase lo mas serena posible.

-¿Que desea... Señor? -era una pregunta tonta. Ya lo sabía. Iba a...

-Gestiona ese papeleo de ahí -me señaló su mesa, donde había un montoncito de folios esparcidos a un lado-, y ponlo luego en la carpeta de subcategorías. Iré a dormir un rato, despiertame a las nueve.

Salió del despacho antes de que pudiera reaccionar. La puerta se cerró y quedó todo en silencio, mientras yo solo me limité a parpadear, tan asombrado que tuve que girarme y comprobar si realmente se había marchado. ¿Estaba tan cansado que me ha perdonado por esta vez?
Volví a mirar al frente, y mis ojos se encontraron con la botella de Vodka. Luego rodeé la mesa y revisé el papeleo, como ausente.

-... -supongo que tengo que estar aliviado de momento. A no ser que cuando vaya a despertarle haga lo que no ha hecho segundos antes. Rezaré en cualquiera de los casos.

[…]

A lo largo de esta pesada tarde a nevado. El frío es bastante común, y aquella nevada parecía inofensiva. Sin embargo no he podido tender la colada. El papeleo que Rusia me pidió archivar está hecho, la casa está limpia y Eduard me ha hecho el favor de salir a por los ingredientes de la cena. Raivis se ha despertado hace poco expresando sus ganas de comer un plato tradicional bien caliente para mitigar un poco el clima.

Tras picar unas verduras y dejarlas en un bol a la espera de Eduard, subí a la habitación de Rusia, tocando levemente en la puerta. No se si tenía algo importante que hacer a las nueve, pero en todo caso me había dicho de despertarle.

-Disculpe, Señor... -sin embargo, ya estaba despierto, sentado en la cama terminando de atarse las botas y levantándose luego para ponerse la gabardina-. ¿Va a salir? Hace un rato ha comenzado a nevar.

-Si, ya lo he visto -se acercó al ventanal, corriendo un poco la cortina para mirar fuera-.Así está bien, no empeorará de momento.

-¿Quiere que le prepare café o...?

-No, ahora tengo prisa -se enrolló la bufanda al cuello y caminó hacia mi con esos pasos pesados que me estremecían el cuerpo-. No se cuando volveré. Sed buenos~

Me pasó de largo, sonriendo como un niño que va a cometer una travesura. Una vez mas me dejaba escapar. Y una vez mas me quedé frío al salir ileso. Miré hacia atrás para verlo enfilar el pasillo hasta doblar la esquina y bajar por las escaleras.

Se iba...

No es que deseara que se ensañase conmigo como normalmente lo hace, pero no quería albergar la esperanza de que ya se había cansado de mi y no me volvería a tocar, porque sé que no es cierto.

-Ah... Me tiemblan las manos...


Rossìya:

¿Quien iba a decir que era divertido no molestar a Toris también? Aunque nada se puede comparar a sus expresiones de dolor y un resentimiento que intenta fingir.

Sintiéndolo por el, estoy demasiado impaciente por otro asunto como para prestarle atención. Tanto que apenas pude dormir al retirarme a mi habitación. Es la emoción de tener a alguien nuevo a quien hacer sufrir hasta la saciedad. Alguien que tiene que aguantar lo que sea por ser tan débil y no encontrar otra forma para proteger a los demás.

Ha pasado mucho tiempo desde que te humillé de verdad, Polonia...

Me lo encontré frente al hotel Marriott, en Tverskoy. Estaba tan cerca de casa que apenas me tomó mas de veinte minutos llegar. No salir de Moscú para nuestros encuentros garantiza, a parte de mi diversión, que Polonia coopere mucho mas si cabe en este juego.
Iba vestido de ciudadano corriente, y eso solo me hizo sonreír mas.

-¿Piensas que así puedes pasar desapercibido? -le pregunté, sonriendo, pasándolo de largo hasta cruzar y llegar a la recepción del hotel.

-No quiero oír eso de ti -su voz era un susurro de terror absoluto, como si se tratase de algún tipo de prostituta virgen. Eso solo hace que quiera verlo bañado en su propia sangre, gritando y retorciéndose.

No me costó demasiado conseguir una de las habitaciones mas altas, mientras el polaco parecía un crío perdido entre la multitud, siguiéndome como un animalillo al matadero. Subimos en uno de los ascensores con ambientación antigua del hotel, mientras el conserje que lo manejaba daba su ensayada bienvenida. Por desgracia, tuve que interrumpirle~

-Espero que estés preparado para lo que viene, Polonia -sonreí al rubio, que estaba lo mas alejado de mi que podía-. Estoy impaciente por dar de si ese culo tuyo~

Ante esto pareció crisparse. No solo porque sabía que lo haría, sino porque estaba anunciándolo frente a alguien mas. El chico que nos acompañaba me miró de reojo, sonrojado, mientras solo pude dedicarle una sonrisa.

-¿Podría pedir que no nos molestase nadie? -dije, confiando en la inteligencia del servicio.

-P-por supuesto, señor. Se le pondrá un aviso en la puerta.

-¡Perfecto~! -llegamos al piso, y Polonia pareció darse mucha prisa en salir del ascensor, como si estuviese asfixiándose dentro. No pasé por alto la mirada del conserje ante el cuerpo delgado y pequeño de este. Una idea me cruzó tan rápido la mente que no pude evitar exponerla abiertamente.

-Dejaré la puerta abierta esta noche -dije casualmente, mientras me perdía por el pasillo hasta la habitación donde pensaba quedarme lo justo y necesario.

En realidad un lugar mediocre estaría bien para domar a alguien como Polonia, pero en aquel hotel los ventanales mas grandes están en las suites de arriba, y no puedo desaprovecharlos. Algo como un simple cristal puede satisfacer muchos de mis deseos.

Nada mas abrir la puerta, empujé a Polonia dentro, cerrando tras de mi. El crío está temblando, como un ratoncito al que han acorralado en una esquina. Recuerdo las primeras veces de Toris y no eran tan patéticas como aquello...
Sin decir nada, avancé a zancadas hacia él, que por instinto intentó rehuirme. Le cogí del pelo y le obligué a encararme, pegándose a mi.

-Intenta no ponerte a llorar tan rápido o no será divertido~

-N-no estoy llorando -me miró con una cara que pretendía ser de desafío. Le tiré del pelo a un lado, haciéndole emitir un gruñido de queja. Me incliné y le mordí el cuello con saña, mientras aquel quejido se convertía en un grito. Cuando lo empujé contra el suelo quedó arrodillado en el, temblando.

-Veamos, ¿por dónde debería empezar a humillarte? -caminé hacia el mini-bar mientras me quitaba la bufanda y me sacaba la gabardina, dejándolas en un taburete. Saqué de entre el cinturón la tubería y jugueteé con ella entre mis dedos, sacando de paso una botella de vodka de la nevera.

-Perdona que no te ofrezca nada, pequeño Polonia -sonreí-. Bastante te voy a hacer tragar, así que~

Dí un largo trago, volviendo con él. Tras sujetar el cilindro por la curvatura de arriba, clavé la punta de rosca de abajo en su muslo.

-¡Ahh...! -sujetó la base de hierro, como queriendo sacársela de encima. Que sea rebelde aún estando aterrorizado es un punto a su favor y sus gritos, tan diferentes a los retenidos de Toris hacen que quiera oír mas...

Levanté la tubería de su pierna, viéndole encogerse. Caminé, despacio, hasta quedar a su espalda. Después de dar otro trago directamente de la botella le golpeé con el pié en la espalda hasta dejarle a gatas contra el suelo, alzando el hierro para darle otro golpe a un lado del muslo. Es mejor retener la fuerza por ahora. Si le rompo algo sería un verdadero problema.

-Ngh.... Uhg... -tembló mas ante la segunda y la tercera arremetida, apretando los puños, seguramente adolorido. Con una sonrisa en los labios le bajé el pantalón y la ropa interior con la curva en forma de gancho de mi “arma” hasta las rodillas, donde los pisé para que me sirviera de paso como retención por si intentaba huir.

-Vaya hombre, ¿te has desmayado ya? -pasé la punta del cilindro entre sus nalgas, y lo sentí tensarse- Te advierto que aunque te desmayes violaré tu cuerpo inerte hasta que te despiertes gritando.

Acaricié con el frío material entre sus piernas, delineando sus muslos y su pálido trasero. Tenía un cuerpo que parecía de porcelana, como si nadie lo hubiese tocado nunca. Eso de alguna manera me disgusta y a la vez me llena de regocijo. Pensar que seré yo quien le marque me emocionó tanto que enterré sin contenerme el cilindro dentro suyo, moviendolo en círculos sin ninguna delicadeza mientras daba otro trago.

-¡¡Ahh!! ¡Ahhg, espe-ra...! No tan... dentro... ¡Ahh-...! -se retorció en el suelo, arañando la madera.

Me pregunto cual es el límite... ¿Cuanto puedo entrar en el sin desgarrarle nada? Interesante cuestión. Aunque parece que no podré satisfacer mi curiosidad, puesto que el polaco parece a punto de vomitar o, en su defecto, mearme la alfombra. Saqué el cilindro, observando su entrada enrojecida mientras temblaba y sollozaba como una niña.

-Si pretendes remplazar a Toris tendrás que hacerlo mejor -alcé la botella y la vertí toda encima de el. Soltando un quejido de sorpresa, giró la cabeza para mirarme.

-¿Estás diciendo que no puedo... quejarme? -es demasiado arrogante. Pero esa mirada de desafío con la que intenta intimidarme es demasiado tentadora. Si. Dan ganas de desfigurarle por completo esa expresión a base de un dolor y una humillación suficientes como para que no vuelva a ser arrogante nunca mas.

-Por supuesto que no. Puedes quejarte todo lo que quieras, ahí está la gracia~ -agité la botella para terminar de rociarle con las últimas gotas del alcohol. Luego tiré la botella a un lado, haciéndola añicos contra el suelo-. De hecho, juguemos a algo...

Dejé de pisarle la ropa y me alejé de el, buscando entre tarareos un encendedor en los cajones del mini-bar. Cuando encontré uno con las siglas del hotel me giré hacia el, chasqueando la piedra y encendiéndolo, mostrandole la llama.

-¿Que tal llevas el calor, querido Polonia?

Creo que ha entendido el concepto. Lo sé, porque tras pensar el sentido de la pregunta a abierto los ojos de golpe, como dándose cuenta de que estaba empapado de vodka y yo tenía un mechero en la mano. Está tan blanco que en estos momentos le quedaría estupendo un decorado rojo hecho con su propia sangre~


Polska:

No puede hablar en serio...
Siempre pensé que Rusia no era de fiar y que daba un miedo de muerte, pero...

Liet... ¿que es lo que has estado aguantando durante tanto tiempo?

-Por tu cara diría que no soportas los lugares calientes, ¿verdad? -se me acercó, chasqueando la piedra del mechero una y otra vez, mientras mi instinto empujaba mi cuerpo lejos de él a cada paso que daba.

-¿Que... vas a hacer?

-Es obvio, ¿no? ¿Tu que crees? -sonrió, y tal y como estaban las cosas me pareció la expresión de un ser peor que un demonio. Mi mirada alternaba entre el y la diminuta llama del mechero mientras me arrastraba por el suelo, alejándome.

-N-no... -estoy temblando, y mi sentido de la razón se esfuma tan rápido que asusta- E-es imposible que hicieras cosas así... con Liet...

-No seas inocente -volvió a rebatir-. ¿Alguna vez dije que te haría exactamente lo mismo que a él? Tienes que aguantar cualquier cosa que pase por mi mente si quieres salvarle. El dolor, la agonía, la muerte...

Tiene que ser una broma...

-¡Eso no...!

-¿Ah? ¿Dices que lo darías todo por Lituania menos tu vida? -mi espalda chocó contra el bajo de la cama, y fue cuando aprovechó para inclinarse, cogerme del pelo y acercarse- Que mal amigo eres, Polonia~

Escuché por incontada vez el rasgar de la piedra. A un lado, la llama del mechero vibró, reflejándose en mis ojos aterrados. Supongo que solo con mi cara ya Rusia debe estar divirtiendose demasiado...
Solté un grito que salió desde lo mas profundo de mi garganta. Un grito de pavor, de frustración. No pensaba en que nadie pudiese venir y salvarme de la nada, soy mas realista. Comencé a llorar ante la presión en mi garganta, que apenas me dejaba respirar. Temblé mucho mas que antes, si eso era posible, esperando que todo acabase rápido...

¡No! ¡No quiero acabar así! Liet... ¡Quiero ver a...!

-Solo bromeaba~

-... - se me cortó la respiración, y mi cuerpo no reaccionó durante un rato. Todo a mi alrededor pareció quedar en silencio, mientras veía como Rusia lanzaba el encendedor a la otra punta del cuarto, tirándome del pelo hasta apoyar mi pecho sobre la cama y dejarme de rodillas en el suelo.

-¿Pensabas que follarme cadáveres calcinados era uno de mis hobbys? -y lo dice sonriendo...- Tenéis una idea de mi de lo mas divertida~

Me quedé paralizado, y parecía haber perdido toda la fuerza de golpe. De fondo, el tintinear del cinturón de Rusia y el bajar de la cremallera del pantalón. Solo cuando lo tuve prácticamente encima desperté de mi atontamiento, y mis músculos parecían reaccionar del entumecimiento propio de un susto como el de esperar tu propia muerte.

-¡Ah...! -pude coger aire antes de que me embistiese sin contemplaciones, empujándome contra la cama- ¡¡Ahhhhg!! ¡Ngh!

Siento perfectamente como mi interior se desgarra. Duele... ¡Duele! Mientras sale y entra, algo tibio recorre mis muslos, y no hace falta mirar para ver que estoy sangrando, conteniendo el llanto sobre la colcha.

-Como esperaba de alguien con un cuerpecillo así, estás tan estrecho que es hasta incómodo - lo oí decir antes de darme un golpe con la mano abierta en una de las nalgas. Sujetándolas luego las dos, me las separó-. No puedo entrar del todo, así que relájate.

Estoy seguro de que no ha dicho eso por mi. Después de todo, relajado o no sigue empujando, llenándome completamente a la fuerza. Tras pocos envites sentí sus dientes sobre mi espalda, como si quisiera arrancarme la piel.

-¡Ahh! ¡No...! -me contraía cada vez que apretaba o golpeaba brutalmente dentro de mi, sacándome mas y mas gemidos. Tenía el estómago tan revuelto que no me extrañaría nada que acabase vomitando.

-¿”No”? -repitió, retrocediendo y dando otra estocada- ¿Te vas a correr ya~? -tras la pregunta bajó una de las manos a mi miembro, apretándolo y frotándolo luego, ensañándose con la punta. Los golpes de su cadera contra mi trasero hacen un ruido espantoso, y su gruesa hombría no deja de atravesarme sin piedad. Cuando pienso que esto no ha hecho mas que empezar no puedo evitar pensar en Liet...

Tantas preguntas me pasaron por la mente para él que me marearon. ¿Cuanto tiempo ha sido? ¿Desde cuando pones esa falsa sonrisa en la cara y repites una y otra vez “todo está bien”? ¿Que lugares ha alcanzado en tu cuerpo la furia de Rusia? ¿Y en tu mente? ¿Por qué nunca has pedido ayuda...? Liet...

-¡¡Ahh!! ¡Unh! -no se si fue un orgasmo, o si acabé soltando todo lo que retenía mi vejiga tras las embestidas profundas del Ruso. Creo que me importa mas no perder el sentido en aquellos momentos o, en su defecto, correr al baño para vomitar...

-Vaya, parece que no te disgusta tanto como dices, Polonia~ -escuché de nuevo su voz, clavándome las uñas mientras jadeaba y seguía moviéndose. Maldita su asquerosa ironía... - Umn... Parece que yo también...

Se separó de mi y se levantó, dándome la vuelta e hincando una rodilla sobre la cama, alzándome la cabeza y dejándome en una postura muy incómoda, puesto que mi espalda se doblaba hacia atrás desde el suelo hasta la cama. Sujetándome de nuevo por el pelo me embistió la boca, y por tercera vez en aquel día me volví a quedar sin aire. Se me humedecieron los ojos, esta vez con una sensación desagradable subiéndome por la garganta, mientras aquel monstruo la atravesaba como si nada.

-¡¡Nghf!! ¡Ungh! -no puedo respirar...

-Vamos... -jadeó, mientras alguna gota de sudor se deslizaba desde su rostro hasta el mio-. Sé buen chico y tragatelo todo~

-¡¡!! -se vació completamente dentro de mi boca. Su semen atravesó mi garganta, sin posibilidad de escupirlo. Apretó mas mi pelo mientras su cuerpo enorme se agitaba con los espasmos de su orgasmo.

Bastardo enfermizo...

Liberando mi boca, se apartó, pudiendo dar una larga bocanada mientras los restos de aquel líquido asqueroso goteaban hasta mi pecho. No pudiéndolo evitar por mas tiempo, me incliné hacia delante y vomité.

-Oh, eso es muy desagradable, Polonia. Menuda una forma de cortar la pasión del momento~

Me pasó de largo mientras sonreía, y al poco escuché los muelles de la cama. Claro que estando mas centrado en vaciar mi estómago en la alfombra me importaban poco sus intenciones en ese momento. Tosí, con un sabor agrio inundándome el paladar.
Quiero darme un baño y volver a casa si eso ha sido todo por...

-¿Cuanto tiempo te vas a quedar ahí? -le escuché, girando la cabeza para verle acomodado en la cama, apoyado en el cabecero- Venga, te toca moverte a ti~

… Fui como que un poco ingenuo al pensar que me dejaría ir sin mas. No pudiendo huir ni negarme a causa de un trato que yo mismo hice, me limpié los labios y me levanté, subiendo a la cama mientras las piernas me temblaban. Fijándome ahora de cerca, vuelve a estar duro... O quizás aún no estaba satisfecho. ¿Cuándo demonios me dejará en paz...?

-Aún tengo para rato, pequeño Polonia -pareció leerme la mente-. Sube. Ahora quiero correrme dentro de ti, da~

No se si me da mas asco él por lo que hace o me lo doy a mi mismo por obedecerle. Mi único consuelo es que Liet no tendrá que hacerlo nunca mas.
Sujetándome a sus hombros, coloqué las piernas a ambos lados de su regazo, sentándome mientras él me guiaba hasta volver a embestirme de una sola vez.

-¡Ngh...!

-¿Te has acostumbrado? -preguntó, moviéndome en círculos antes de instarme a moverme, no dejando de poner de su parte- Estás tan caliente~

-O sea... cálla-te... -ya bastante tengo con mover las caderas para ti, aunque sea algo de mi propia elección.

Rusia se limitó a sonreír e inclinarse hacia delante, arrancándome la ropa que me quedaba para morderme los pezones hasta enrojecerlos completamente, sorbiendo, dejando chupones casi morados y marcas de dientes por todo mi pecho.

-¡Ah! ¡Ahhh! -me sorprendió cuando se acercó a besarme, pero no pude siquiera negarme cuando noté como mordisqueaba mi labio inferior, haciéndolo sangrar. Tuve suerte de que al apartarme no me arrancase un pedazo...

-Eres bastante fácil de manejar, Polonia -dijo-. Creo que no me cansaría nunca de violar un cuerpo tan patético como este.

-...

Nunca me paré a pensar en ello. ¿Me veré obligado a complacerle durante el resto de mi vida? Los tratos normalmente tienen fecha de espiración, pero... ¿Esto lo tenía? ¿Cuando tendré un momento para verle?

“Pero dime, ¿si follamos no le estarás siendo infiel? En tal caso eres tu el que le estaría haciendo daño...”

Esas palabras me cayeron encima como una enorme y pesada losa de piedra, sumando los remordimientos a mi lista de cargas.

-¡¡Ahh!! ¡Duele! - temblé cuando Rusia volvió a morder uno de mis pezones, tirando de el luego. Por supuesto me ignoró, apretando aún mas fuerte como castigo a la queja.

Alcé la cabeza al techo, mordiéndome el labio inferior, notando como volvía a correrse dentro de mi.

[…]

La verdad, no se cuantas horas han pasado, aunque si las suficientes como para que el Vodka se haya secado y mi cuerpo a penas me responda.

-Señor... ¿está bien que me corra dentro... otra vez?

-¿Lo preguntas después de hacerlo tres veces? -Rusia soltó una risita ante las palabras jadeantes del conserje, que me embestía con total libertad sobre la cama.

-Bueno, ya sabe... -pareció reírse también-. El cliente manda... ¡Ngh!

No tengo fuerzas para gritar. Me duele tanto todo el cuerpo que ya no se por que parte empezar a quejarme. El semen ya rebosa desde mi interior y es un milagro que no haya vuelto a vomitar.
Cuando el desconocido por fin se alejó me dejé caer a la cama, exhausto.

No se de lo que hablaron luego. Sus voces me llegaban como un murmullo extraño. Después oí la puerta. Se había ido. Creo que voy a desmayarme...

-¿Sigues vivo, pequeño Polonia? -la voz de Rusia se acercó a la cama- Me sorprende que tan poca cosa como tu haya aguantado tanto. ¿Que tal si te recompenso~?

Eso no me da buena espina... Y como para confirmar me levantó de la cama, arrastrándome hasta estamparme contra el gran ventanal de la habitación. Aún no había amanecido, pero eso no impedía que no se me viera desde fuera.

-N-no...

-¿A que hay buenas vistas desde aquí? Quería compartirlas contigo~ - te odio.

-¡Alguien podría...! ¡Haa! -gemí contra el cristal cuando se deslizó fácilmente dentro de mi, de nuevo...

-Ver como otro te la metía me la ha puesto dura -me susurró, comenzando a moverse, apartando mis manos para exponerme al exterior-. Disfruta de las vistas de Moscú mientras vuelves a correrte~

Ese primer día aprendí que Rusia no tiene un límite establecido en cuanto a maldad contra los demás. También que mi odio por el tampoco lo tiene...