domingo, 7 de junio de 2009

Significado

Un indescifrable sentimiento toma forma dentro de mí. Es una sensación desagradable, como si caminases por un oscuro y estrecho pasillo durante horas y no puedas hallar el final. Es esa frustración, esa angustia de no poder salir, encontrándote completamente solo. Forzándote a ti mismo a seguir adelante aunque tus piernas ya no soporten el propio peso de tu cuerpo.

Estoy desesperado, ansioso, nervioso y asustado.
No quiero caminar por este inexistente pasillo solo, no me veo capaz de seguir andando sin más compañía que mi cruel consciencia. Es una tortura…
Así que, por favor, alguien…
No quiero estar solo.
No quiero esperar más.

“Oye…”

¿Uh?

“No está bien huir de ti mismo, ¿no crees? Los seres humanos son tan frágiles, tan sugestionables que da risa. Aún no me creo que estéis al principio de la cadena evolutiva.”

Escucho a alguien hablar. Estoy seguro de que no soy yo esta vez, no puedo serlo. Es una voz hermosa, suave y al mismo tiempo irradia una frialdad a cada sílaba que me hace estremecer.
Pero mí alrededor sigue estando oscuro, vacío.
No importa cuantas veces mire.

“¿Estás asustado?”

“Lo estoy…”

“No lo suficiente. Aún no has experimentado el verdadero miedo. Pero es una de las cosas que reafirman tu existencia, ¿no crees?”

“Si…”

No sé a donde llevará la conversación, ni tampoco sé con quién hablo pero…Un poco mas, por favor. Háblame un poco más.

“Tristeza, felicidad, rencor…Aunque algunos sentimientos sean desagradables, son una prueba de que estás vivo. Si no puedes sentir nada mas te valdría estar muerto.”

Pero yo puedo sentir algo. Puedo sentir la soledad, la desesperación…Eso significa que estoy vivo, ¿verdad?

“Lo estás”

Me ha respondido sin yo haber dicho nada. Empiezo a pensar que puedo no estar vivo…

“Ya te he dicho que si lo estás. Pero te has quedado encerrado en el puente.”

“¿En el…puente?”

“Cuando un humano está entre la vida y la muerte debe decidir si seguir caminando hacia la Muerte o volver sobre sus pasos hacia la Vida. Eso es el puente, donde tu llevas meses estando sin decidirte.”

“O sea… ¿Qué si que estoy muerto?”

“Joder, odio mi trabajo…”


Después de esas palabras sentí una brisa fría llegar de algún lugar.
Luego, el eco de unos pasos.
Y ante mí al segundo después, un hombre.
Era alto, de pelo negro, ojos rojos y un monóculo elegantemente colocado. Vestía un traje negro con corbata y cargaba una carpeta bajo el brazo.

Sentí que estaba completamente fuera de lugar.

“Cuando críos como tú me hacen trabajar horas extra no lo soporto. Y menos si son tan ignorantes”

Rebuscó en su carpeta y sacó una hoja, leyéndola entre mascullos inentendibles.

“Disculpe…Quien… ¿Quién es usted?”

“El que te echará de una patada de aquí como no te apresures y te decidas. ¡Tenía planes esta noche! Les íbamos a patear el culo a esos cupidos, pero aquí el mono humano tiene el suficiente tiempo como para hacérmelo perder también a mi”


Absolutamente fuera de lugar… ¿Y me ha llamado mono?

“Veamos, según tu informe tuviste un accidente hace seis meses. Desde entonces has estado en coma.”

“¿¡Que!?”


Le arranqué el folio de las manos y lo ojeé.
Era yo. Estaba mi foto, mi nombre, mi fecha de nacimiento y todos mis datos. Mas abajo estaba exactamente lo que aquel tipo había dicho.
He… ¡He muerto!

“¡Que no, maldita sea” –Recuperó el folio-.”Solo estás en coma, escúchame por una vez…”

“¿¡Y te parece poco!?” –Acabé gritando-. ¡Prácticamente estoy inutilizado, sin poder siquiera despertarme! ¡No quiero este tipo de vida, preferiría morir de verdad!”

“¡No me vengas con esas, llorón! No has hecho más que lamentarte todos estos meses, mientras que otros difuntos han dado sus últimos pasos hacia la muerte. ¡Patético mocoso! Si tanto quieres dejar de sufrir decídete sinceramente de una vez y sal de mis dominios, ¡payaso!"
Respiró hondo después de todo el sermón que me acaba de soltar a chillido limpio.
Ya da igual, nada de esto tiene sentido, pero…

“¿Quién eres tu? ¿Cómo te llamas?”

Me miró, pareciendo mas tranquilo que antes. Se enderezó y de la nada hizo aparecer un sombrero de copa en su mano, sacudiéndolo y poniéndoselo mientras suspiraba.

“Soy el vigilante de las almas que pasan por el puente. Abbadon Aini, centésimo vigésimo segunda generación con más de quinientos años sobre mi espalda. Adelante chico, puedes sorprenderte.”

“Eres… ¡Un Demonio!”


Arrugó las cejas, ofendido.

“¡¿Cómo te atreves!? ¡Y no me señales, criajo!

“¿Entonces no lo eres?”


“¡No! No soy un Demonio, pero tampoco un Ángel. Digamos que favorezco a ambas partes sin tener lealtad a ninguna en particular. Sólo hago mi trabajo.

“Ohh…”


“Volviendo al tema, tienes que tomar una decisión. El tiempo límite son seis meses, y mañana se cumple tu plazo. Si se encuentra alguien aquí para cuando termine dicho tiempo será un fastidio, y no me gusta que me sermoneen. Así que decide…”

“Exactamente… ¿Qué tengo que decidir? Has dicho que estaba en coma…”


“¿Aún no lo entiendes? Un cuerpo necesita un alma. A falta de ella el cuerpo solo es un recipiente vacío. En resumen, tu alma se encuentra en este momento charlando conmigo mientras que tu cuerpo…”

Se hizo a un lado y movió el brazo trazando un círculo. La oscuridad del pasillo se aclaró para mostrar, como si fuera una pantalla, una habitación de hospital donde yacía yo tumbado en una cama, mientras mamá me sostenía de la mano.

“Así está el asunto” –Lo hizo desaparecer, y la oscuridad volvió-. “¿Qué vas a hacer pues?”

“Quiero regresar a casa… Mamá…Mamá estaba llorando. No puedo dejarla sola.”

“Se siente, pero una excusa como esa no me sirve. Si vas a vivir solo por que alguien se deprimirá si tu no estás te mandaré de una patada al infierno, idiota”


Se cruzó de brazos y me miró.
Quiero vivir… Quiero poder despertarme y abrazar a mi madre, ¿Por qué no puedo?
Tengo que hacerlo, deseo seguir viviendo.

“Dime como regresar. Quiero regresar a mi casa”

“¿Por qué?”


“Quiero…seguir haciendo las cosas que normalmente hacía. Además de otras muchas que no he empezado. Aún me queda demasiado por vivir, me niego a seguir aquí solo.”

Silencio.
Alcé la cabeza y miré a mi interlocutor, que en ese momento expandía una sonrisa demoníaca.

“Bueno, eso ya me gusta mas. Has tardado en darte cuenta de que deber vivir por ti mismo, por muy egoísta que parezca. Eres un mono muy cortito…”

“¡Ya vale con lo de mono!”


“Ah, claro” –Volvió a mirar el folio, buscando algo en particular-. "Tu nombre era Richi, ¿no?"

“Es Russel”

“Vale, pues con esto terminamos esta larga travesía de seis meses”
–Hizo aparecer un sello para golpearlo sobre mi ficha. Luego ambos desaparecieron-. “Debes dar media vuelta y volver al punto de inicio”

“¿¡Pretendes que camine de nuevo seis meses hacia atrás!?”

“¡Era coña! Los humanos tenéis muy poca gracia cuando os estáis muriendo, que aburrido.”

Chasqueó los dedos, y pasé de verle solo a él a no ver nada. Es como si me hubiesen tapado la cabeza con una manta.
Al cabo de un rato, noté el peso de mi cuerpo y el dolor que solo puedes tener en vida.
Abrí los ojos, entrecerrándolos por la claridad que entraba por la ventana.
Un grito a mi lado me desorientó, y al instante siguiente mi madre se abalanzaba sobre mí, abrazándome.

-¡Hijo mío! ¡Gracias a Dios! –Lloraba, pero supongo que si es por felicidad estaba bien.
Pude alzar el brazo sano y devolverle el abrazo, entre llantos y agradecimientos a esa entidad divina que supuestamente me había salvado.
Poco después, mi madre salió a avisar al doctor con una gran sonrisa en la cara.
Suspiré, sin poder dejar de sonreír tampoco.

-Te sigues viendo igual de patético, mono.

Me sorprendió escuchar su voz de nuevo. Lo vi salir de entre alguna parte, con su andar elegante y sus ropas siniestramente bellas.

-No me llames mono, demonio. ¿Qué ocurre ahora?

-Tsk. Mira que te pones gallito cuando has recuperado tu luz y tu cuerpo. Pero estás hecho un adefesio.

Y como para recalcarlo, me alzó la mano vendada y la volvió a soltar contra la cama, haciéndome soltar un grito de dolor.

-¿¡Qué crees que haces!? ¡Que me duele!

-Pues claro. Ahí está la gracia –Y volvió a reírse.

-¿Seguro que no eres un demonio?

-Por supuesto. Los demonios son inferiores –se colocó su sombrero de copa antes de volver a mirarme-. Bien, la transacción a sido exitosa, por lo que aquí no pinto nada. También he venido a decirte que no vuelvas a mis dominios al menos hasta que me jubile. No quiero volver a oír tus quejas sin sentido, Rubi.

-¡Es Russell! –Le grité antes de que desapareciese atravesando la pared, carcajeándose.

Hasta que se jubile…No creo que pueda vivir tanto, pero intentaré no arrepentirme de mi forma de vivir.

Supongo que gracias, Abbadon Aini.

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