viernes, 12 de febrero de 2010

Onmyōji

Onmyōji


I



Recuerdo que cuando era pequeño, me preguntaba incesantemente sobre hechos sobrenaturales. Preguntas de niños como si existían los fantasmas o el monstruo de debajo de la cama. Por supuesto, si expones dudas así a la gente mayor que te rodeaba simplemente se limitaban a sonreír, acariciarte la cabeza y decir que “solo eran cuentos”.

Sin embargo, nunca dejé de hacerme ese tipo de preguntas. ¿Que pasa si están ahí, pasando a nuestro lado, mirándonos o amenazándonos de algún modo? ¿Que pasa si se enteran de nuestros secretos mas preciados? ¿Y si nos ven haciendo cualquier tipo de cosa que implique privacidad?
Cuando me planteé todo eso, me dio miedo... Mas que miedo, de repente me sentía observado, acosado. ¿Y si estaban ahí en ese mismo instante? Observándome y burlándose de mi impotencia infantil...

Debido a ello, dejé de pensar. Me convertí en alguien completamente escéptico a temas relacionados con fantasmas y espíritus. Las leyendas y los monstruos del folclore pasaron a ser invenciones para niños asustadizos y gente que se aburría mucho y creían en ellos.


-¡Rei! ¡Matsu-chan ha venido a buscarte!

-¡Estoy bajando!

Ya han pasado unos años desde que dejé ese mundo de preocupaciones absurdas. Ahora soy un estudiante medio de instituto como otro cualquiera, donde los días pasan entre el estudio, las salidas con los amigos y el intento fallido de algunos por conseguir una novia. Todo va bien así.

-¡Oye, Rei! ¡Eres un lento! -me gritó Matsuko a la entrada de mi casa una vez me vio salir, con la tostada aún colgando en la boca.

Es mi vecina y amiga de la infancia, con la cual he contado para muchas cosas. Vamos al mismo instituto aquí, en Sapporo, aunque no estamos en la misma clase.

-Lo siento. El despertador no ha sonado y... -no puede seguir hablando porque me dio con la maleta donde llevaba los libros.

-¡Seguro que te ha sonado, pero lo has vuelto a apagar! ¿O me equivoco? -efectivamente... -Demonios, ¿que voy a hacer contigo? Hoy tenemos que pasar a buscar a Akiyoshi-kun, date prisa, bobo.

-Eh, no me llames “bobo” solo porque me haya dormido.

-¡Deja de quejarte que te doy!

Cuando las mañanas empiezan así (que suele ser casi siempre, puesto que mi hábito de dormirme es bastante frecuente) me hace sentir que la vida es común. Me gusta mi vida común tal y como está. Me gusta recoger a mis amigos y estudiar juntos, o escaparnos de alguna clase para leer manga. A lo que otros llamarían aburrido, yo lo considero agradable.

El tiempo de hoy es especialmente agradable. Acabamos de empezar el nuevo curso escolar y pronto tendremos nuestra primera salida de estudio para los exámenes de primer trimestre. Por los pasillos de la escuela ya se nota el revuelo tratando de adivinar a donde habría que ir de viaje, con los consiguientes comentarios de espiar a las chicas en los baños...

-¡Yo-shi-yu-ki-saaaaan~!

Aquella desagradable voz me puso los pelos de punta. Cuando quise girarme a mirar, una bola de pelo rubia ya se había colgado de mi cuello, frotando su mejilla contra la mía mientra hacía ruidos raros.

-¡Mmna, Yoshiyuki! Good Morning! Hoy estás taaan guapo como siempre~ -su voz melosa me eriza la piel y su acento me sigue pareciendo raro, aunque lleve un año y medio escuchándolo.

-Eh... -intenté sonreír- Buenos días a ti también, Liliaden.

-¡Nnnh, que frío! -me cogió de la cintura e hizo uno de esos gestos de películas románticas pasados de moda- Dije que podías llamarme “Lily”

No pude disimular el tic en la ceja. Lo siento, me supera. Liliaden es un alumno de intercambio extranjero que se incorporó a la escuela hace casi dos años. En este curso me ha tocado tenerlo en la misma clase, para variar... Y la razón por la que lo llamo por el nombre es porque su apellido es absurdamente largo. Liliaden von no-se-qué. Aunque tenga un aspecto de mujer innegable, llamar a un hombre “Lily” es... escalofriante.

-¡Piérdete, Romeo! -intervino Akiyoshi entonces, con su voz grave- ¡No haces mas que manosear y manosear! ¡Estúpido Yanki indecente!

-¿¡A quien llamas indecente!? -se escandalizó el rubio- ¡Y no me compares con esos idiotas zampa-hamburguesas! Soy de la burocracia, pequeño... -otro gesto pasado de moda.

-¡En tus sueños!

Y ahí empezaba otra pelea por a saber que motivo. Yo mientras, como siempre, me escabullí dentro del aula para echar una cabezada en lo que el profesor llegaba. Ocupé mi sitio junto a la ventana, crucé los brazos sobre la mesa y me recosté. Mientras, en el pasillo, me llegaban mas insultos en inglés y mas ruidos de pelea...

-¿Has oído eso de que va a venir uno nuevo? -un grupo de compañeros hablaban dos mesas al frente.

-Pensé que el cupo de esta clase estaba lleno. Además, el curso empezó hace dos semanas.

-Quizás hayan aprovechado la plaza libre de Rika -Rika era una compañera que empezó el curso con nosotros, pero que se tuvo que retirar tres días después por enfermedad-. No es justo, ella puede volver.

-He oído que es un chico guapísimo -a esto le siguieron grititos de chica que solo me hicieron rodar los ojos.

-Bien, bien. A vuestros asientos, por favor -el profesor entró, quedando tras el atril, mientras el barullo desaparecía y los alumnos dejaban de comportarse como animales (lo digo por aquellas dos bestias del pasillo). Tras la reverencia y el saludo, el primer punto del día fue, efectivamente, el chico nuevo.

El nombre que escribió el profesor en la pizarra me pareció raro. Y no solo a mi, puesto que los cuchicheos de como deberían leer aquellos kanjis llenaron el aula. Después todo se quedó en un mortal silencio al aparecer por la puerta el mencionado.

Era un chico mas alto que el propio profesor, de figura estilizada, rostro perfecto y pelo largo y negro. Se veía tan sedoso que por un momento fruncí el ceño. Mi pelo era un mar de remolimos descontrolados, después de todo, tsk...

-¿? -vi como despegaba la vista del suelo y miraba al fondo de la clase, junto a la ventana, donde estaba yo sentado. Con aquel flequillo extremadamente largo, aquello me pareció una escena de película de miedo.

-Kohaku Shiro estará entre nosotros a partir de ahora. Tratadle bien.

¿Que le “tratemos bien”? Este chaval desprende hostilidad por todos sus perfectos e invisibles poros, sensei...

A la salida de clase, el tal “Shiro” ya tenía un club de fans apostado alrededor de su mesa. Las preguntas mas frecuentes de las chicas eran si salía con alguien, si tenía móvil, si le apetecía salir a algún sitio de camino a casa...
Sinceramente, lo mas que quiero saber yo de él es a que viene ese nombre. A parte de que es demasiado raro, no le pega para nada por lo siniestro que parece. Aunque en realidad me da igual. Solo espero que no se me peguen mas tíos raros...

-¡Rei! -Matsuko salía de la clase de al lado, corriendo hacia las escaleras para alcanzarme- Hoy no puedo volver a casa contigo, voy de compras con las chicas.

-No hay problema -le hice un gesto con la mano y sonreí. Cuando desapareció por el pasillo, me dispuse a bajar las escaleras. Mala idea.

-¿Te vas solo, Honey? -el acento de Liliaden me susurró al oído, mientras yo iba dándome cuenta de que casi me chocaba contra su pecho- ¿Quieres que te lleve en coche?

-No -me negué rápidamente, sonriendo como podía-. Vivo cerca, así que...

-¡Mmna, no seas modesto! -y tu no seas tan irritante, por favor...- ¡Lily te llevará al cielo~!

¿¡Ah!? ¿En que demonios está pensando ahora? Si hay algo que le caracteriza es, a parte de extravagante, tener unas manos hábiles capaces de moverse sin que apenas las veas. Parecía mentira que momentos antes estuviéramos a una distancia dudosa en un tramo de escaleras y que ahora me tuviera pegado a el acorralado en una esquina de la pared.

-E-espera un momento, Lilia-...

-¡No tengas miedo, Darling~! -canturreó, y cuando me alzó el mentón y lo encaré su expresión pareció haber cambiado completamente. De la de idiota playboy que tenía siempre a una serena y maliciosa- Esta vez, por fin me darás tu... ¡!

Se puso pálido un segundo y luego hizo una mueca de disgusto. Pegada a su mejilla, la punta de una espada de madera, usada en los entrenamientos intensivos de Kendo. Justo detrás, Akiyoshi, que amanaba un aura asesina mas espesa de lo normal.

-Tu... capullo... -voz pasivo-agresiva- ¿¡Que estás tratando de hacer!? ¡¡Quítale las manos de encima o te mato!!

-¡Serás bárbaro! ¿¡Como te atreves a interrumpir esta increíble love history!?

Me dio exactamente igual lo oportuno que había sido Akiyoshi en aquel momento, o si volvían a pelearse como esta mañana. Solo salí corriendo antes de que alguno de los dos se diera cuenta. Llegué al final del tramo, saltando los dos últimos escalones mientras escuchaba un tintineo peculiar emerger de alguna parte. Luego salí, alejándome todo lo posible para que aquellos dos no pudieran alcanzarme.

En serio, mi vida sería mucho mejor si no me acosasen. Recuerdo que ellos dos llegaron al mismo tiempo al instituto, empezando el trimestre del año pasado. Su presencia desde el primer día fue completamente cargante, ya que no se gustaron desde un principio y siempre discutían por cosas tontas. Poco después, y no se a santo de que, estaba metido entre sus disputas como si fuera un objeto que se estaban rifando...

-Ah. Me cansan de una forma demasiado absurda...

Cuando llegué a casa (en la cual no había nadie), subí a mi habitación, me cambié, intenté peinarme el pelo (fracasando de nuevo) y acabé durmiéndome sobre el tatami. Tuve un sueño donde solo se oía el sonido de un cascabel tintineando suavemente, mezclándose a destiempo con el maullido ronco y lejano de un gato.

Fue cuando sentí un escalofrío, como si tuviera a alguien gritándome al oído. Me levanté de golpe del suelo, nervioso y agitado. Me acaricié el oído, que me zumbaba y miré por la ventana al ver que aún no había anochecido.
Desde el alféizar, un gato blanco de ojos ámbar me devolvió la mirada antes de desaparecer, haciendo tintinear el cascabel que llevaba atado al cuello.

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