jueves, 20 de agosto de 2009

Desires

- Desires -
Género: Hard Yaoi.
Pareja: Ivan x Toris (Rusia x Lituania).




Se deslizaba entre sus piernas como si conociera el camino con antelación, mientras aquella piel se estremecía, ya fuera miedo o placer. El golpe en su muslo derecho tomaba color a medida que pasaban los minutos, tornándose rojo y morado, mientras los sollozos casi se aplacaban ante lo imponente que suponía mi presencia para el.
Me divierto viéndole temblar, derrumbarse, pidiéndome con la mirada que no le hiciera daño. Me complace su atropellada manera de hablarme, sus gestos nerviosos y sus ganas de alejarse de mi, aunque no lo haga.

Toris es un cúmulo de sensaciones para alguien como yo...
Alguien responsable, taimado, preocupado por su familia.
Un soñador con deseos de libertad.

-Abre mas las piernas -ordené.

Aquel día estaba irritado. Ir a las reuniones de estado no es algo que me guste; a no ser que tenga la oportunidad de apabullar a alguien. Cuando volvía a casa todo era igual. El frío, la nieve y aquella insoportable sensación de soledad que pretendo esconder con una sonrisa.
Ah, me molesta...

Presioné la punta de aquel cilindro que siempre me acompañaba sobre el fino hilo de la ropa interior de Toris, que llevaba inclinado sobre mi mesa mas de diez minutos sin dejar de tiritar de miedo. Llevaba un elaborado vestido de sirvienta verde y blanco, con un bajo bastante corto, unas medias semitransparentes y una ropa interior que se componía de hilos meramente.
Los grandes tacones negros no se habían despegado del suelo ni una sola vez desde que le obligué a exponerse de esa forma a mi, deslizándolos torpemente hacia los lados para acatar mi último capricho.

Estábamos en un despacho de la segunda planta. Sentado cómodamente en mi silla, había apartado su falda, le había golpeado, acariciado, humillado... Sin ni siquiera usar las manos. Paseaba aquel metal frío por su generoso y firme atributo trasero, colándolo entre aquellas piernas hasta rozar su miembro, envuelto en una fina capa de tela.

-Tienes un orgullo increíblemente bajo, Toris -esbocé una risa cruel en mi rostro, escuchándole jadear contra mi mesa- ¿Conocerán tus hermanos esta parte de ti?

Un espasmo recorrió su cuerpo, y vi su cabeza girar a un lado para mirarme, con esos grandes ojos verdes llenos de lágrimas y temor absoluto.

-P-Por...favor, mis hermanos...No, yo...

Sé lo que vas a decir. Harías lo que fuera por tus hermanos, y eso me da mas ventaja de la que ya tenía. Porque eres débil, porque tienes miedo y no quieres sufrir y eres patéticamente complaciente.

La punta del cilindro desapareció en su interior al sortear el hilo de la ropa, haciéndole gritar hasta llevarse las manos a los labios para no repetirlo. Ellos estaban en casa. Ellos podrían verle, y eso le horrorizaba. Y aún así, reaccionaba a todo lo que le hacía.

-Eres un pervertido- declaré antes de apartar aquel hierro inanimado y actuar con mis propias manos. Me incliné ligeramente hacia delante, puesto que lo tenía tan cerca que podía escuchar los latidos de su corazón golpeando frenéticamente su pecho. Presioné el moratón que le había quedado en el muslo, y volvió a gimotear. Me saqué los guantes de piel para separarle las nalgas e introducir dos de mis dedos en una embestida certera.

-¡Ahh...! -se quedó sin aire aguantando mas gemidos, mientras me movía en su interior cada vez mas rápido, disfrutando enormemente al notar aquellas paredes blandas y calientes palpitar y estremecerse tanto como su cuerpo entero.

-¿Me tienes miedo, Toris? -le susurré desde mi asiento, con un tono de voz tan jovial que solo logró que se temiera lo peor. De echo, ese el el efecto que quiero conseguir.

-P-Por supuesto q-que no... señor-¡Aahh!

No pudo contener el grito cuando metí a la fuerza los dos dedos de mi mano contraria, sumándose a los que ya hurgaban en su interior y tirando de aquella estrecha entrada, ensanchandola como mismamente me convenía.

-Puedo ver tu interior -solté una risita- ¿Por qué no eres un buen chico y lo sostienes?

Vacilando, pero sabiendo que no podía negarse, alzó los brazos y los deslizó por sus caderas hasta posicionar los dedos donde tenía los míos, mirando por encima del hombro mis movimientos mientras me deleitaba por enésima vez de su sufrimiento.
Aparté la silla y me saqué el abrigo y la bufanda. Todo ello sin dejar de mirarle, con calma y detenimiento, regodeándome de aquel instante, grabando cada vibración de su piel, cada jadeo que emitiese para obtener así mi placer propio.

-Ah... eh, yo... -Se le quebraba la voz a cada bocanada que daba, no soportando mi mirada y cerrando fuertemente los ojos.

-¿Tienes algo que decir? -pregunté, amable, mientras impedimentos de mi propia ropa iban desapareciendo- No te veo bien, tienes que abrirlo mas.

-Ku-..mn, S-si... -alzó la cadera e hizo algo mas de fuerza con sus brazos, exponiéndome su interior obedientemente mientras hago lo propio y saco a relucir mi atributo; en estos momentos igual de duro que el suyo.

-A veces pienso que te gusta como te trato...-le susurré antes de embestirle, con tanta fuerza que sus brazos se recargaron por instinto en la mesa antes de golpearse, haciendo ademanes que querer alejarse del dolor que ahora le invadía.

-Ah...¡Ahh! S-señor, no...¡Uhaa! -Boqueó, y volvió a sollozar. Un hilillo de saliva goteó de sus labios a la mesa, mientras intentaba parar unos gemidos inevitables.

No te contengas. Grita. Suplícame. Llora. Apretame mas en tu interior. Esta inocencia tuya te hace tan condenadamente adictivo...

Lo sujeté de las caderas, tan fuerte como pude, y continué embistiendole brutalmente, aumentando el ritmo, haciéndole daño y escuchándole gemir debajo de mi, suplicándome, intentando mantener el equilibrio sobre los tacones de aguja que le había echo ponerse.

-¡S-Señor, por...favor! Me... hace daño...Uh, ¡Ahh!

-¿Te hago daño? -repetí antes de deslizar una mano a su miembro para apretarlo, haciéndole arquearse- En mi opinión te está gustando bastante, ¿verdad? ¿Te vas a correr?

-N-no puedo... yo...esto...

-No estás hablando claro -en este punto mi voz era mas un susurro que, a oídos de Toris, era increíblemente indimidante. Sujeté su brazo y lo retorcí tras la espalda, apoyándome luego en ella para lograr hundirme mas en su interior.

Su semen salpicó en mi antes brillante mesa de madera mientras profería un grito a lo alto del techo, contrayéndose lo suficiente como para, momentos después, hacerme terminar a mi, presionando su piel tan fuerte que daba la impresión de que quisiera marcar mis dedos en ella.
Gruñí, mordiéndome el labio mientras mi sonrisa complacida no me abandonaba. Después le solté y salí de el, viendo como sus rodillas flaqueaban hasta dar con el suelo.

Entre respiraciones agitadas y sollozos, no se atrevía a levantarse.
Me senté en la silla, observándole antes de volver a hablar.

-No pienses que hemos terminado. Ven aquí -dije lo suficientemente claro como para que se sintiera amenazado. Tras mirarme, sonrojado y abatido, dio media vuelta y se acercó a mi a gatas, apoyándose en mis rodillas ante mi gesto con la mano.

Sus ojos alternaban entre los míos, el suelo y mis bajos, como intentando adivinar que quería que hiciera. Sin dejarle muchas opciones, posé mi mano en su cabeza y lo empujé hacia mi miembro, dejando clara la orden.
Titubeando, sin poder parar de temer por sucesos futuros, obedeció tan rápido como pudo, lamiendo con torpeza toda mi extensión, rozando con los labios la punta antes de que le obligase a engullirla.

-Eres muy lento -le marqué mi ritmo con la mano, importándome bastante poco si respiraba o no. Observé mi mesa, manchada. Miré el suelo, que tampoco se había salvado.
Será interesante ver como Eduard limpiaba todo aquello...

Tras de mi, el viento y la nieve azotaban la ventana, y eso solo hizo que me irritara mas.
Aparté a Toris de un empujón, y le hice levantarse conmigo, acercándome tanto a él que huyó por ya por inercia torpemente hacia atrás, dando con la mesa de nuevo.

-S...¿Señor?

-Esta vez quiero verte la cara -dije, sonriendo ante la visión de dicho espectáculo, antes de devolverle de un golpe a la mesa. Su espalda chocó contra la superficie con un ruido sordo y un quejido que salió de sus labios.

Sujeté el borde de aquella falda e hice que la mantuviera con los dientes antes de abrirle mas las piernas y penetrarle por segunda vez en aquella tarde.
Volvió a gritar, dejando escapar la tela que se encargó de volver a recoger y apretar entre sus manos, mientras las mías perforaban cruelmente sus muslos.
Sus ojos brillaban por las lágrimas y un placer que se negaba a admitir.

-¿Te gusta mas así? -pregunté, tentado.

Me miró como si le hubiese revelado que le iba a matar, apartando la mirada hacia sus bajos, como pensando seriamente la respuesta.

-Yo...

Atento estaba a su respuesta, disfrutando cada segundo de sus dudas, cuando tocaron la puerta. Detuve mis embestidas, y creo que a Toris se le detuvo el corazón al escuchar la débil voz de Raivis desde el otro lado de la puerta.

>>S-Señor, verá... E-estoy buscando a... Toris...

Miré la puerta, escuchando aquel leve reclamo, y luego bajé la vista a Toris al notar a su cuerpo temblar mas que nunca. Se había quedado pálido, y su expresión de pánico y suplica solo hizo que me endureciera mas dentro suyo.
Me lamí el labio inferior, me incliné hacia delante y hablé a la puerta.

-¿Eres consciente de que interrumpes mi trabajo preguntándome esa tontería? -Moví la cadera hacia detrás, despacio, para embestirle sin reparos. Su expresión solo hizo que quisiera hacerle gritar mucho mas.

>>S-Si, Señor, lo...lo siento... Pensé que no estaba haciendo nada, como nunca le he...visto hacer nada...

La sinceridad de este niño me hace querer torturarle hasta dejarle mas bajo de lo que es.
Sentí un tirón en la camisa, y vi como Toris se aferraba a mi pecho como nunca le había visto, moviendo los labios sin decir una palabra, suplicando que parase.
Como si fuera a hacerlo...

En respuesta, aproveché su postura y le mordí el cuello, mientras buscaba entre los pliegues de aquel uniforme su pecho y pellizcaba sus pezones. Desesperado, mordió un trozo de la tela que le había dado, cubriéndose la boca con las manos en un intento de no hacer ni un solo ruido.

-Le mandé fuera hacer unas compras...-dije, gruñendo luego ante otra embestida, donde el interior de Toris se contrajo tanto que pensé que terminaría en aquel momento. Ahora había caído en un llanto incontrolable y mudo.

>> P-pero no dijo nada de sa-salir...

-¡Ahh-!

Ese no pudo retenerlo cuando comencé a masturbarle, mas rápido que el propio ritmo de mis embestidas. Se movía, nervioso, no sabiendo de donde sostenerse, estando a punto de gritar ante su segundo orgasmo.
Hasta que paré mi mano y apreté el puño, impidiéndole terminar mientras un escalofrío de placer me recorría entero ante toda la frustración, toda la impotencia que estaba sintiendo Toris en aquel momento glorioso.

-Eso no es problema mio -contesté mirándole y moviéndome lentamente en su interior.

>>S-si...Lo siento...

Le escuché irse al segundo después, arremetiendo con fuerza, sin detenerme hasta lograr volver a correrme dentro suya. Cogí su mano y la llevé a su hombría hinchada para que continuara con mi trabajo.

-Vamos. Quieres correrte también, ¿verdad? Solo admítelo -incité, y al poco estaba acariciándose, primero con vergüenza, y luego a un ritmo que le convenía mas hasta terminar, una vez mas, antes que yo.

-¿Cuando dejarás de fingir que esto te disgusta? -le susurré, divertido, antes de llenarle por completo de mi esencia.

Aquello terminó en un profundo silencio, donde de vez en cuando se oían los quejidos de Toris mientras su cuerpo seguía recibiendo espasmos al llorar.
De nuevo sentado en la silla, mientras daba un trago de vodka, lo miré, aún en mi mesa.

-¿Cuanto tiempo piensas estar ahí? ¿Quieres que llame a tu hermano y se nos une?

Como un resorte, se levantó con un quejido, quedándose en pié frente a mi mientras se frotaba los ojos para parar las lagrimas. Mis dos orgasmos resbalaban por sus piernas de forma obscena.

-Ellos no... Por favor, señor... -Suplicando de nuevo.

Di otro trago a la botella.

-Mientras sigas portándote así de bien... me lo pensaré -extendí de nuevo la sonrisa que al parecer helaba a todo el mundo. Toris tembló, mientras me hacía una pequeña reverencia.

-C-con su permiso...-dijo, dando media vuelta y caminando hacia la puerta con bastante equilibrio sobre los tacones. Antes de que pudiera escabullirse, alcé la voz en mi última orden:

-Dile a Eduard que suba -cuando me miró, temiéndose lo peor, continué- Solo es para que limpie.

Observé la mesa, cubierta de los restos de la diversión de aquella tarde. La botella quedó rozándome los labios, mientras pensaba en todos los detalles que le daría a Estonia mientras limpiase, imaginándome todas y cada una de sus reacciones.
Aunque ninguna llegará a ser tan placentera como las de Toris...

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