jueves, 11 de junio de 2009

2-Confianzas

Episode 2- Confianzas
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Había salido a beber con sus compañeros de trabajo. Después de su movida noche pasada con un extranjero, le apetecía ser exótico, libre. Aunque claro, ¿cuando no había sido libre Fuji Syuusuke?
Salieron tarde del último bar de Ginza, despidiéndose hasta mañana. Pero Fuji no estaba por la labor de volver a casa por el momento...

El despertador sonó, y lo maldijo hasta lo infinito por tener un sonido tan estridentemente estresante. Lo paró con la mano, intentando quedarse un ratito mas en la cama.

-¡FUEGO! ¡La casa se quema!-Escuchó en el silencio de la mañana. Botó del colchón como si tuviera corriente y salió escopeteado al salón,mirando a ambos lados para localizar indicios de llamas...Pero el único fuego que vio fue el de autocomplacencia en los ojos de Fuji, que estaba sentado en el sofá que le había regalado a Momo ayer, tomándose tranquilamente un tazón de chocolate caliente; como si el hecho de estar allí a las seis y media de la mañana fuese algo normal.

-¡Buenos días!-Sonrisa al canto.

-¿Se puede saber que haces?-Preguntó Ryoma, perplejo.

-...¿Bebiendo chocolate?

-No me refería a eso...

-¡Oh, tranquilo! Hay para ti también. ¿Quieres que vaya a por unos churros?

Ryoma suspiró, resignado, y caminó a encerrarse en el baño para adecentarse e ir a la escuela.

Diez minutos después despertó Momo. Y otra vez Fuji tuvo la oportunidad de verlo medio desnudo.

-Hola, sem...¿pai? ¿Que haces aquí? ¿Por donde has entrado?-Preguntó en mitad de un bostezo.

-He hecho la escalada de la lagartija y me he colado por la ventana-Sonrió.

-Oh...¿Es chocolate?-Señaló la taza, sin darle la menor importancia a que se hubieran colado en su casa.

El primer grupo de la mañana se encaminó al laboratorio cinco, dispuestos a proseguir la investigación de como clonar una oveja y modificar sus genes para que hablara; cosas normales que se hacen todos los días, vamos. Abrieron la puerta, comentando el nuevo nombre que le iban a dar a aquella nueva especie y en qué se gastarían el dinero del premio nobel cuando vieron un bulto sospechoso en la mesa de los tubos de ensayo. La mesa,desordenada, con restos de lo que antes fueron animales a medio diseccionar, las probetas con sustancias burbujeantes o que cambiaban súbitamente de color o se volvían transparentes, envases de comida china y un bote de leche de marca barata.

Se acercaron con cautela. Aquel cuerpo tenía hasta una masa de polvo acumulada encima.

-¿Inui-kun?-Lo llamó uno. El líder del grupo de acercó con una escobilla y comenzó a limpiarle el polvo como si se tratase de una estatua.

-¡No, Kaoru, no es lo que parece! ¡El jugo me obligó!-Se despertó de repente, levantándose y dejando el corazón de los presentes a la altura del esófago. Tomó consciencia que estaba en el laboratorio y se subió las gafas, recuperando la normalidad.

-Inui-kun, ¿ha pasado la noche aquí?-Preguntó el serio líder.

-Afirmativo-Se sacó la bata blanca, y a pesar de que era de mañana el aula se oscureció y sonó un trueno, mientras las lentes de Inui brillaban-.Y por fin está terminado...jojojo, ¡Terminadooo!

Todos estuvieron de acuerdo en que parecía el creador de Frankestein. Lo vieron ir hacia la nevera para conservar y sacar de ella con unas pinzas un medidor del tamaño de un vaso,mientras usaba mascarilla.

-La perfección líquida-Dijo, siniestro, y un vapor con forma de calavera salió de la bebida-¿Un trago?-Los invitó.

Los chicos retrocedieron, recordando las leyendas que circulaban por la universidad. Como la que decía que un joven e inocente muchacho accedió a probar la misteriosa bebida Inui y no se lo volvió a ver; o esa otra que afirmaba que Inui era un extraterrestre que usaba líquidos extraños para poner a la humanidad de su parte y así gobernar el planeta; o la última que decía que usaba elementos químicos para convertir a la gente en pokemons. Que peligro...
Pero mientras analizaban todas esas leyendas, Inui ya se los había hecho tragar a base de chorritos que salían de una pistola de agua que antes no estaba en escena.

Un grito retumbó en el distrito de al lado, seguido de la sirena de una ambulancia.
Inui, satisfecho de los resultados, salió a la calle.

Oishi se había levantado en su gran apartamento de dos habitaciones y cocina americana, con un salón de metros y metros cuadrados y su terraza al sol. Por su gran ventanal se colaban los rayos de sol que se salvaron después de que lo opacaran repentinamente unas nubes negras (Las de Inui xD), resaltando lo increíblemente limpio que estaba todo.

Vamos, que Oishi Syuichirou estaba forrado de pasta.

Había ido a la cocina con un pelo fuera de su sitio después de levantarse, se había preparado un café y había abrazado a sus gatos. Porque a Oishi le encantaban los gatos; sobretodo los pelirrojos.

-Buenos días, Kiku-chan-Acarició la cabeza a uno-¿Tienes hambre, maru-chan? ¿Y donde está Eiji?-Miró a su inmenso salón para verse a un gato de nueve kilos sobando en el sofá, totalmente aplatanado.
Fue hacia allí al ver que no reaccionaba al ruido de la lata de comida y lo zarandeó un poco.

-¿Eiji?-Se le quebró la voz-¿No tienes hambre? ¿Eiji? ¿¡Estás bien!? ¡Responde, Eiji!-Un foco iluminó a Oishi-¡No puedes dejarme, noooo! ¡Querido y amado Eiji!-El gato gordo e inerte le mandó un zarpazo en la cara con la advertencia de que le dejara dormir y se callara la boca. Los otros dos gatos miraron a su amo con gotas azules junto a las orejas: desde luego era el amo más dramático del mundo.

Superado este trauma, Oishi tomó su taza y fue al escritorio de su segunda habitación, a la que el llamaba "despacho", pero que mayormente utilizaba cuando tenía que planchar la ropa o coser alguna prenda. Abrió el portátil, dispuesto a continuar con una novela que empezara ya hace una semana; puso las manos sobre el teclado...

20 minutos después...

Oishi seguía con las manos en el teclado, pero no había escrito nada. Tenía como fondo de pantalla a su gordo gato Eiji hasta que pudiera conseguir una foto del Eiji verdadero.

-Mi amado Eiji...-suspiró-¿cuando comenzarás a notarme? ¡Oh, grandísimo Dios, has que nuestro amor florezca!-De a saber donde, había cogido una calavera humana y la había alzado en una mano,mirándola fijamente mientras el foco lo volvía a iluminar, gastando luz-¡He ahí la cuestión! ¿Me querrá? ¿No me querrá? ¡Oh, designios de la vida!-Como se notaba que era actor de teatro. Dramático hasta la médula.

Y mientras, su gordo gato dormía panza arriba, soñando con lasaña.

El culpable de las depresiones de Oishi por un amor supuestamente no correspondido se hallaba feliz de la vida en su puesto de asistente de chef. El jefe había visto muy oportuno ponerlo de cara al público por su irresistible encanto infantil. El tipo se estaba haciendo de oro gracias a nuestro ignorante pero encantador neko, que saltaba de un sitio a otro en los límites de la cocina y el salón.

-¡Hoi, hoi! Hoy de postre hay...-Dio una pirueta, destapando la fuente del postre con una coreografía mas que ensayada-¡helado!

Clientas desmayadas por el dulce brillo que Eiji desprendía. Dejó de un salto de bailarina de ballet la fuente de helado de fresa con virutas de chocolate y una capa de nata en la mesa 7, deseándoles buen provecho.
Mimi-chan, la clienta asidua, cogió la cucharilla larga para probar aquel manjar...pero una mirada la detuvo.
Eiji estaba agachado junto a la mesa con un dedo en la boca y con ojillos brillantes. Era demasiado tentador, demasiado delicioso, absolutamente apetitoso...y el helado también lo era. Al final, con cierto rubor en las mejillas y una mini gotita deslizándose por su cabeza, dirigió la cuchara a su boca, donde Eiji, con rostro gatuno, comió la porción de helado.
Un "¡oohhh!" general se escuchó. Sin embargo el jefe, con su super técnica de patada voladora lo mandó a las cocinas de nuevo.

-¡No te aproveches de tus encantos para esto, Kikumaru!

-Nyaa, pero si solo fue un poquitoo... Como se pasa, jefe.

-Por listo el pago de ese helado saldrá de tu sueldo.

-¡Pero si no me lo comí!

-¡He dicho!-El gato se encogió ante aquel hombrecillo de un metro treinta-¡Y ve a atender a los nuevos clientes!

-Siii, sii-Salió, teniendo la impresión de que lo trataban como un camarero. Pero al ver que el nuevo cliente era Akutsu volvió de un soplo a la cocina-¡No quiero hablar con ese!

-¿Pero que dices? ¡Vuelve ahí fuera!-Lo arrastró. Eiji se agarró de los marcos de la puerta.

-¡Que no, jooo! ¡Que me da miedo! ¡Ese tipo roba y come bebés!

-....¡Deja de decir idioteces y sal!-Lo aventó afuera tan lejos que acabó sobre la mesa en la que Akutsu se había sentado.

El del pelo de punta lo miró, expandiendo una sonrisa sarcástica.

-Si tu eres la especialidad del día, dame ahora mismo la hoja de reclamaciones.

-Nya, ¿Por qué estás aquí pudiendo estar en otra parte?-Akutsu frunció el ceño y Eiji Kikumaru hizo lo que un hombre sensato debe hacer: esconderse entre las ollas de la cocina.

Inui llegaba a casa de Kaidoh allá por el mediodia. Abrió la puerta con confianza, pues no llevaba seguro y entró.
Su apartamento era pequeño. Nada más entrar estaba la cocina y la nevera quedaba tras la puerta. Una barra americana separaba un salón estrecho, en el cual tenía una alfombra con pesas y aparatos pequeños de gimnasia.

-Este es mi Kaoru...-Se dijo, esquivando todo aquello y caminando hacia la habitación derecha.

Kaidoh salía del baño, que estaba al fondo junto a la cocina, envuelto en una toalla de cintura para abajo mientras que con otra se secaba el pelo. Su impresionante oído de serpiente (¿?) detectó ruido y su vista movimiento dentro de su cuarto. Cogió la toalla que tenía en las manos como si fuera una soga para ahorcar gente y se acercó despacio. Se preparó y saltó sobre aquel sujeto frente a su cama, tapándole la cara con el trapo húmedo y colgándose de su espalda.

-¡Quieto, bastardo!-Tanto se movió que acabó botándolo en la cama, aún sin dejarlo ir.

Inui se esforzaba por no morir asfixiado.

-Kaoru...¡Kaoru, soy yo!

-¿Ahh?-aflojó la fuerza del agarre, dejando a Inui darse la vuelta. Efectivamente, estaba sentado a horcajadas sobre su sempai-¿Pero qué...?

-Tranquilo-Le mostró las manos-, soy yo, ¿lo ves?

-Inui-sempai, has allanado mi casa.

-Eso no es del todo cierto. No tenías el seguro. De lo cual me alegro ahora mismo-Y sonrió, refiriéndose a la posturita que ambos mantenían. Kaidoh apartó la mirada, incómodo, dispuesto a levantarse. Cosa que no logró cuando Inui lo sujetó por el brazo, aprovechando la sorpresa de su Kouhai para cogerlo suavemente por la nuca con la otra mano y dirigirlo hacia sus labios.

Kaidoh abrió los ojos al verse besando a Inui, sintiendo la lengua del otro intentando penetrar en su boca. Muy a su pesar, Inui cortó el beso, no queriendo sobrepasar la duración permitida por la consciencia de Kaidoh.

-Q-¿Que haces?-Fue lo único que se le ocurrió preguntar a un alucinado Kaidoh.

-Me sentía nostálgico. ¿Desde hace cuanto que no hago esto? ¿Desde el instituto?

-Aquella vez no significó...

-Si significó. No te mientas, Kaoru. Aún estoy esperando la respuesta a la pregunta que te formulé hace cuatro años.

Kaidoh tragó saliva. Se acordaba de aquella escena muy bien, y recordaba perfectamente lo avergonzado que se sintió en el momento en el que Inui se le declaró. A partir de aquel momento le permitía besarle o abrazarle con caricias que no pasaran de la ropa, pero nunca le había contestado.

-De todas maneras, olvídalo-Quiso levantarse. Se sentía demasiado tenso. De nueva cuenta, Inui se lo impidió.

-No puedo olvidarlo. Kaoru, sabes que te quie...

-¡No lo digas!-Gritó.

-...

El ambiente serio que se había formado en esta supuesta historia de humor se desvaneció cuando Momoshiro, con todo su morro, apartó la puerta y entró a la habitación.

-Eh, Mamushi, ¿tienes un poco de...?-vio la escena de Kaidoh, completamente rojo sobre los muslos de un Inui inmutable, que seguía sujetándolo por los brazos y el cuello-Oh, disculpad. No sabía que os estabais enrollando-Soltó una risita y desapareció.

-¿¡Que...!? ¡¡Oye tu, espera!!-Bajó de la cama por fin, queriendo seguir a Momo, pero Inui se le abrazó a la pierna.

-¿Lo ves? ¡Lo nuestro es inevitable, querido!

-¡Quita, coño!-Lo pateó, mandándolo a la otra punta del salón-¡Tu, pedazo de idiota, ESPERA he dicho!-cogió carrerilla para echar abajo la puerta de enfrente.

Fuji venía por el corto pasillo que había después de subir las escaleras, vestido formalmente y cargando un maletín de mano negro. Vió como Kaidoh pateaba la puerta de Momo y este le gritaba palabrotas desde dentro. Miró al interior del piso de Kaidoh y vio a Inui tanteando el suelo en busca de sus gafas, con un gran chichón en la cabeza.
No se arrepintió de haber venido.

Kawamura entraba en la cafetería que había cruzando la calle. Se sacó el abrigo y lo colgó en el perchero junto a la puerta de entrada,pidiendo en la barra una bebida fresca y algo para picar. Mientras esperaba vio que desafortunadamente, el sofá del fondo estaba ocupado...Pero era Oishi el que estaba en él.

-¡Oishi!-Le tocó el hombro y la cara de un depresivo Syuichirou lo miró-Oi...shi, estás pálido, pareces Casper-Cogió sus cosas y se sentó junto a el, dejando el vaso y el plato del dulce en la mesa.

-Pensé que Eiji moría hoy...

-¿¡Eiji!? ¿¡Que pasó!?

-Pero, ¡no pienses burradas hombre! ¡Me refiero al gato!

-¡¿Nuestro gato Eiji casi muere!?-seguía asustado Taka-san.

-¡Me refiero a mi gato Eiji, un gato con cuatro patas y una cola! ¡Un gato!-Aclaró entre berridos Oishi, igual de asustado.

....

Después de recuperar la normalidad, continuaron hablando.

-Pero bueno, está bien, pasó el susto.

-No es solo eso-Se llevó las manos a la cara, dramatizando otra vez. Suerte que se había dejado la calavera en casa-¡Estoy locamente enamorado!

Taka-san se atragantó con el dulce de crema.

-¿Eh?

-¿Que harías tú en mi lugar, Kawamura? ¿No es para deprimirse?

-No te preocupes, Oishi. Seguro que es un capricho, como los tamagochis; siempre quieres uno-Bebió de su vaso.

-Han pasado cinco años y aún estoy enamorado-Kawamura escupió la bebida.

-¿¡Tanto!?-Oishi le miró con cara de perro apaleado-Quiero decir, que admirable-asintió, no creyendoselo ni él.

-Tengo que conseguir que me note...-Pensaba en voz alta.

-Pero vamos, tu eres un chico amable, maduro y muy buena persona. Es imposible que no te haya notado ya-Lo intentaba animar.

-...¿En serio?-Recuperaba poco a poco su ego.

-Claro. Sé tu mismo y le gustarás.

-Sé tu mismo y te notará menos-Se escuchó desde atrás. Ryoma llegaba con su uniforme de instituto, con una ponta en la mano. Se sentó en el sofá individual, dejando su cartera con los libros a un lado.

Oishi puso ojitos brillantes.

-¿Por que dices eso, Echizen?-Al borde del llanto.

-Pues es que como sigas así ya no solo se te va a pasar el arroz, se te va a oxidar hasta la cazuela-Ryoma y su versión de la cruda realidad.

Un aura oscura envolvió a Oishi.
En estas entran Inui; con el chichón en la cabeza y las gafas agrietadas y Fuji, mas sonriente y brillante que nunca.

-¡Hola a todos!-Saludó-Echizen, ¿ya vuelves de la escuela?

-Si quieres me quedo a pasar la noche allí.

-Creo que deberías subir y ayudar a Momo. Al parecer se hirió el brazo en su trabajo y fue a pedirle a Kaidoh un poco de medicamentos. O eso me han contado-Y miró a Inui.

-¿Se hirió?-Preguntó Taka-san-¿Es grave?

-Será grave si se queda más tiempo a solas con Kaidoh.

-Ese idiota...-Se levantó Ryoma, cogiendo su cartera.

-Que sorpresa. ¿Vas a ayudarle?-Preguntó Inui, que a pesar de los años, seguía con la fastidiosa costumbre de tomar datos de los demás. Ryoma no contestó y salió de la cafetería.
Los demás siguieron intentando sacar a Oishi de su depresión.

El pequeño ya no tan pequeño de Seigaku terminó de subir las escaleras y estaba por abrir la puerta del apartamento cuando la voz de Momo salió del apartamento de enfrente.

-¡¡Au, Ahh!! ¡Estúpido, eso duele!

-¡Pues mantente quieto, quejica! ¡En primer lugar no debería estar haciéndote esto! ¡Buscate la vida!

Ryoma pegó la oreja a la puerta.

-¡Ah! ¡Espera! ¿Que haces? ¡No derrames eso ahí, mamushi! ¡¡UAAHHHHH!!

Ryoma dio un salto hacia atrás.

-¡Aprende a hacerlo tu mismo, no es tan difícil! ¡O pídele al mocoso que te lo haga!

-Cabronazo, lo has hecho a propósito. Solo quieres silenciarme porque te vi haciéndolo con Inui.

-¡¡No estábamos haciendo nada!!

-Que no dice. ¡Pero mírate, si estás rojo! Si apagase la luz ahora mismo tu cara iluminaría la habitación.

-¡¡Que no era nada!! ¡Pero tampoco quiero que lo vayas diciendo por ahí, cotilla!

-¡EH! ¡Eso ha dolido!

-¡Deja de hacer fuerza, me pones nervioso!

A estas alturas, Ryoma ya se había desentendido del tema, había dejado su uniforme en el sofá del apartamento que compartía con Momo y se había metido bajo el chorro de agua caliente de la bañera.

Estaba considerando muuuy seriamente el volver a casa con sus padres. Cosa que pasaría tan pronto como le dijera a Momo que lo de que tenía trabajo era una grandísima mentira.

Y mientras, aquellos dos...

-Ya está-Terminó de vendarle el antebrazo-Me debes la botella de alcohol, los algodones y la venda.

-¡Ya te vale!

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