viernes, 12 de febrero de 2010

Onmyōji

II



La mañana siguiente fue como todas las mañanas. Solo que con una pequeña diferencia: todos parecían haber trasnochado.
Mi madre estaba tan cansada que nada mas hacer el desayuno había ido a echarse una siesta. Mi padre se había ido al trabajo con una ojeras horribles y Matsuko había salido de casa después que yo. Eso si que era preocupante.

-¿Que os pasa a todos? ¿No habéis dormido?

-¿Es que tu si? -me preguntó antes de bostezar- Bueno, no me extraña. Una vez que te duermes no hay nadie que te despierte...

Bueno, eso era verdad, pero...

-¿Entonces?

Matsuko me miró, con una cara que pedía a gritos una cama y suspiró.

-Gatos.

-¿Gatos?

-Una manada de gatos se pasaron maullando toda la noche -hizo un gesto con las manos para recalcar que fue exactamente todo ese tiempo-. Ya sabes, ese maullido que parece el llanto de un bebé. Me ponen los pelos de punta. Muchos vecinos salieron para espantarlos, pero no lograron ver a ninguno...

Matsuko no era muy partidaria de los animales. Sin embargo era fan de los misterios. Considero que simplemente es atracción hacia cuentos y leyendas...

-Quizás no eran gatos -se me ocurrió decir, recordando al gato blanco de la tarde anterior.

-¿Y entonces que eran? ¿Una manada de bebés llorones? ¡Eso si da escalofríos! -se abrazó, frotándose la piel.

De verdad no había oído nada mas que aquel zumbido molesto en mi oído al dormirme ayer. Ya fueran gatos o no, lo que estuvo haciendo ruido anoche no me molestó.

-Bueno, puede que para esta noche no estén. Ah, disculpe -me aparté del camino de un hombre en kimono larguísimo, devolviendole la reverencia antes de volver con Matsuko-. Cuando volvamos podemos mirar, puede que estén sobre las ramas de los... ¿Que haces?

Matsu se había parado y me había puesto una mano en la frente, enarcando una ceja. Luego comparó temperaturas con la suya propia.

-¿Seguro que has dormido? -dio media vuelta y se alejó en una carrera- ¡Deja de hablar solo y vamos! No quiero volver a llegar tarde por tu culpa.

-¿Hablar solo...? -miré hacia atrás para ver al hombre doblar la esquina -¡Eh, esta vez ha sido culpa tuya! -la seguí momentos después.

Gracias a que llegamos diez minutos después de que las clases empezaran, pude librarme de la pelea matutina de Liliaden y Akiyoshi. Me estoy planteando llegar a esta hora todos los días... Sin embargo, y como compensándome por no haber pasado un mal rato a primeras horas del día, el chico nuevo me lanzó una mirada rara tras su manto de pelo brillante y liso.

Algo así no me hubiera molestado. Simplemente ignorarle habría bastado. Pero durante las primeras horas de clase, notaba sus ojos clavados en mi. Una mirada que me acosaba desde los asientos junto a las ventanas del pasillo.

Antes de la hora del almuerzo tuvimos que cambiarnos para la clase de gimnasia. Después de correr los cien metros me daba un sueño horrible... Tan solo de pensarlo ya estaba cabeceando mientras me cambiaba a mi propio ritmo. Y otra vez había sido una idea pésima.

-Te ves adorable incluso cambiándote de ropa, Darling -Ah, genial. Ya está aquí. Y como siempre, lo noto extremadamente pegado desde atrás...

-Me alagas, pero solo me estoy cambiando... -es por inercia que el tic en la ceja me aparezca nada mas oírle. Muchos han dicho que tengo un carácter muy pasivo en lo que se refiere a confianzas ajenas, y estoy de acuerdo. Solo quiero llevarme bien con todos y no causar problemas a mi vida común...

Claro que algunas veces había que tratar de imponerse un poco. Sobre todo cuando estás solo en un vestuario con un extranjero que te ha acorralado de cara a las taquillas y ha comenzado a meterte mano descaradamente.

-Esto... disculpa... -mi sonrisa parecía ya una mueca indefinida- Tenemos que ir a... ya sabes...

-¿No me la darás a mi, Yoshiyuki? -otra vez ponía aquella voz maliciosa, mientras su mano ascendía por mi estómago desnudo- Prometo que no te haré daño~

Sentí un cosquilleo en la nuca al tenerle susurrándome sobre ella. Su mano se deslizaba con toda confianza hasta mi pecho, mientras su cuerpo se pegaba a mi espalda.

-No... eh... No se de que hablas -aparté la mirada del espejo que me permitía verme a mi mismo y a la escena en la que me encontraba, avergonzado- ¿Puedes... separarte un poco, por favor?

-No tengas miedo -no tengo miedo... -.Lo haré despacio para que no duela -vale, ahora SI tengo miedo.

-Deja de bromear, Liliaden -comencé con mi plan de evasión-. Va-vamos a llegar tarde y no...

Fue cuando, entre nervios y un forcejeo que traté de no exagerar, vi en el espejo a una mujer. Una mujer con un pasador de pelo enorme, de ojos rasgados y apariencia hermosa. Era completamente cautivadora, pero se supone que estamos en el vestuario masculino.

Cuando me di la vuelta para mirarla (y usarla de paso como excusa para salir de la situación), la puerta del vestuario se abrió de golpe. Por un momento pensé que Akiyoshi había venido a dar guerra. De todas formas, ya estaba tardando.
Liliaden chascó la lengua y se separó de mi al ver como Kohaku Shiro lo miraba fijamente desde la entrada, vestido con el uniforme de deportes. Antes de irse, me dedicó una sonrisa y me lanzó un beso (que esquivé), saliendo sin prestarle la mas mínima atención a Kohaku.

Cuando volví en mi, miré a mi alrededor, no viendo a la mujer por ninguna parte. Miré de nuevo al espejo, pensando que quizás hubiera sido algún reflejo mal interpretado.

-¿Estás bien?

-¿Eh? -el alumno nuevo seguía en la puerta. Era la primera vez que lo escuchaba hablar- Ah, si. Gracias.

-... Ten cuidado -me dijo tras una larga pausa. Luego desapareció por el pasillo.

Tampoco hacía falta una advertencia tan seria. Liliaden solo tiene una forma particular de intimar con sus amigos... Eso creo. Durante el transcurso de la clase de gimnasia pude comprobar que era un completo playboy descarado. También que en algunos momentos se auto-ralentizaba para dar mas “efecto a su belleza”, según el. Muchos encuentran divertida esa parte de el. Claro que a ellos no los manosea...

Cuando llegó el turno de mi grupo para correr, nos colocamos en la pista, estirando, a la espera de la señal. Me fijé en el pequeño cúmulo de nubes que manchaba el cielo, y como de ellas salía una curiosa nube alargada que parecía moverse notablemente mas rápido que las demás.

-¿Hm? -ladeé la cabeza, entretenido con aquel fenómeno. Parecía una anguila retorciéndose en el agua. Cuando fui a dar constancia de aquello a uno de mis compañeros de al lado, vi que me había quedado solo en la meta.

-Yoshiyuki Rei, ¿durmiéndote otra vez? -el profesor me dio en la cabeza con la libreta de anotaciones, mientras que mis mas que acostumbrados compañeros reían ante aquel despiste.

No hay duda de que si que me dormiré nada mas pisar mi habitación. Aquel día había sido demasiado largo para mi gusto.
Hoy me tocaba volver solo a casa otra vez, puesto que Matsuko tenía actividades del club de tenis. No se como, pero pude irme sin que ningún incidente volviera a asaltarme. Liliaden no parecía estar cerca y Akiyoshi estaría en el club de kendo en esos momentos, por lo que pude dar un agradable y tranquilo paseo hasta mi casa. No esperaba verme frente a esta al hombre en kimono largo con el que tropecé esta mañana, haciéndome una reverencia lenta al pasar junto a el.

-Disculpe, ¿puedo ayudarle en algo?

El desconocido me miró con uno ojos diminutos, asintiendo lentamente. Ahora que lo veo bien, parece muy mayor. Miré a ambos lados del camino, buscando a alguien que lo estuviese acompañando. Cuando volví la vista a el señalaba con una mano huesuda hacia su derecha, justo donde acababa la zona residencial y empezaba el bosquecillo.

-¿Se ha perdido? -pregunté entonces, y volvió a asentir despacio. Sonreí, afable- No se preocupe, le acompañaré.

Me coloqué la maleta bajo el brazo y le hice un ademán para que se adelantase. Con pasos cortos y pacientes, comenzamos a alejarnos de casa y recorrer el camino. El cielo se había teñido de naranja poco después de emprender la marcha y el hombre que caminaba a mi lado no dijo una palabra. El estrecho cerco que surcaba el bosque desaparecía conforme entrábamos en el, y empecé a preguntarme que tipo de persona viviría por allí.

-¿Está seguro de que es por aquí? Si no lo recuerda puedo llevarle a la comisaría para que...

Se oyó un ruido espantoso, como de algo derritiéndose y desmoronándose luego, chocando contra la gravilla. Un olor metálico mezclado con barro me inundó la nariz, haciéndome toser. Miré al hombre que tenía delante, inmóvil, mientras lo que parecía estar goteando contra el suelo de tierra del bosque fuera su propia cara.

-¡! -dí un paso atrás, frunciendo las cejas mientras un escalofrío me subía por la espalda. Poco a poco, aquel desconocido, saliendo de su encorvamiento e irguiéndose, se había girado hasta mostrar una enorme boca que le surcaba todo el rostro, ahora ennegrecido.

Fue la cosa mas espantosa que había visto en la vida. Aquello no era ni de lejos una persona, y me di cuenta de que un animal también era poco probable. Las piernas me temblaban tanto que parecí haberme quedado clavado en el suelo, mientras aquella criatura babeaba algo que parecía lodo tóxico y humeante. La maleta del colegio se me escurrió de entre las manos cuando la cabeza pareció retorcerse de un modo imposible, sacando una enorme y gruesa lengua pringosa.

-Por fin... -habló, pareciendo mas un coro de voces que una sola- Comida. Comida. ¡Comida!

Se abalanzó contra mi con una rapidez sobrecogedora. Fue como si una sombra me tapase de repente. Apreté los ojos y levanté los brazos por instinto para cubrirme, aunque contra algo así fuera completamente inútil.

Fue cuando, tras mis párpados y mi llegada al suelo tras intentar retroceder, la oscuridad fue eclipsada por un destello cegador, seguido de un grito del coro de voces y un ruido como de agua chocando contra una piedra. Cuando entreabrí los ojos, la poca brisa que llegaba a aquella parte del bosque mecía un largo cabello albino. En mitad de la túnica blanca que llevaba aquella aparición, una cuerda entrelazada roja y un cascabel, que tintineaba.
Para acabar de hacerlo aún mas extraño, de entre la ropa le salía una cola partida en dos y a los lados de la melena unas orejas de animal.

Lo mas normal que pensaría alguien con cierta coherencia es que se trataba simplemente de dos frikis metiéndose mucho en el papel del cosplay. Pero cuando el de blanco me miró, con aquellos ojos grandes color ámbar y aquella expresión neutra tan familiar solo me vino un nombre a la cabeza.

-¿Kohaku... Shiro?

1 comentario: