jueves, 17 de diciembre de 2009

Sacrificio 2

Sacrificio 2



Rossìya:

Se había pactado que habría otra reunión en dos días ante la falta de organización de la primera y unas ausencias importantes. Quedarme por los alrededores no me molesta, hace mucho menos frío que en moscú y la compañía hace que me divierta. La noche anterior con Yao, por ejemplo... Y quizás esta noche con Toris.
Ese pequeño ha estado esquivándome lo mas discretamente que ha podido, pero por desgracia para el su fuerte no es el disimulo. Tampoco me gusta la forma en la que mira a Polonia. Tendré que tomar medidas si la cosa llega a mas.

La mañana siguiente a la primera reunión, Eduard y Raivis se presentaron en la recepción del hotel donde nos quedábamos. No sé donde habrán pasado la noche, pero Toris no venía con ellos. Después de que Yao despejara mi habitación, les hice pasar para que limpiasen el desorden.

-¿No falta uno de vosotros? -pregunté sonriendo, mientras daba la segunda vuelta a mi bufanda.

-Ah, si... -Eduard estaba nervioso- Toris quiso hacer algo de turismo...

Raivis, quien cambia las sábanas, está temblando mas de la cuenta, lo que hace mas evidente la situación. Me acerqué despacio a Eduard, que se quedó estático, y lo acorralé junto a la ventana, golpeando con mi mano derecha la pared, junto a su cabeza.

-No me estaréis mintiendo, ¿verdad? -sonreí- Porque me disgustaría muchísimo.

-N-no, señor... -tragó en seco y se puso pálido- Le aseguro que está...

-¿En serio? -interrumpí, acercándome mas a el. Escuchaba los latidos de su corazón golpear su pecho con fuerza y Raivis gimoteaba mas allá- ¿Donde habéis pasado la noche?

-P-pues en... -se detuvo cuando le acaricié la cabeza, sin despegarme lo mas mínimo- En el hotel de... Polonia. Puesto que usted se había ido, el nos dejó... quedarnos allí.

Lo suponía. Lo mas probable es que Toris siga con el. Este chico es tan cabezota, no parece entender mis palabras para nada.

-Entiendo -salí de mis reflexiones y me enderecé, sin dejar de sonreír. Antes de que Eduard pudiera sentirse a salvo, alcé la mano y lo abofeteé. Tan fuerte que sus gafas terminaron por caer al suelo.

Raivis soltó un grito ahogado junto a la cama, tapándose la boca con las sábanas limpias y apretando los ojos, lloriqueando.

-Mentir está muy feo -canturreé-. Voy a salir; reflexiona sobre tus actos, ¿vale?

Con un gesto propio de maestra de guardería me giré hacia la puerta y desaparecí por ella.

No tengo muy claro donde se está hospedando el Polaco, pero no es algo que no se pueda averiguar. Con la nueva noticia de una segunda reunión, la búsqueda resultaría de lo mas sencilla.


Lietuva:

Las noches sin pesadillas son poco frecuentes.
Puesto que la mayoría de las veces me despierto empapado en sudor frío, recordando desastres o imaginándome futuros oscuros, tanto para mi como para mis personas conocidas, abrir los ojos lentamente y bostezar tras incorporarme en una cama mullida, limpia y cómoda era mas de lo que podía desear.

La noche anterior había salido de la ducha y me había vestido con uno de los albornoces del hotel. Por nada del mundo iba a quedar sin ropa y exponer mis heridas; mucho menos estando Feliks delante. Sería vergonzoso a la par que humillante. No quiero que se preocupe, tengo la suficiente fe en que podré sobrellevar todo esto yo solo hasta que encuentre una solución plausible que nos ponga a salvo a los tres.
Eduard me comunicó que Feliks había salido a la recepción del hotel y que tardaría, por lo que me adelanté y cogí prestado un huequecito de la cama. Dí un par de vueltas y acabé dormido antes de darme cuenta.

Normalmente me levanto temprano para preparar el desayuno, pero al mirar el reloj vi que eran pasadas las diez. Miré a mi alrededor y no vi a nadie.

-¿Feliks? -le llamé a medida que salía de la cama y caminaba hacia la otra parcela de la habitación. Habían tres mantas dobladas sobre el sofá y una nota sobre la mesita.

“He salido a La Corte, nada importante.
Como sé que no lo harías por miedo a molestar, me he tomado la libertad de pedirte el desayuno; lo tendrás en la cama a las 10:30. Volveré pronto, ¡ni se te ocurra irte!


Aunque no estuviera firmada, este corazoncito en la esquina me hace tener una idea bastante acertada de quien la ha escrito. Sonreí ante la idea de un Feliks levantándose temprano para “nada importante”. Luego corrí a hacer la cama; el desayuno estaría por llegar de un momento a otro y no quería que encontrasen el cuarto desordenado.
Antes de que pudiera estirar las mantas, tocaron la puerta.

-¡Por favor, pase! -alcé la voz- ¡Siento las molestias!

Estiré las sábanas, blancas como la noche anterior, sin ningún rastro de sangre ni nada igualmente desagradable. Mullí las almohadas y procedí a estirar la manta principal. Tras el chasquido de la puerta al cerrarse no se había escuchado nada mas.

-¡Lo siento, iré a ayudarle enseguida! -planché la superficie de la cama con las manos y corrí hacia la segunda parcela- Disculpe. Muchas gracias por su trabajo...

Mi cuerpo cambió tan rápido de temperatura que no pude reaccionar en un buen rato. Rusia estaba frente a la mesita, alzando la nota que instantes antes acababa de leer. Al verme aparecer, se giró y me sonrió al tiempo que la arrugaba entre su puño enguantado y la tiraba al suelo con desinterés.

-Buenos días, Toris. Así que estabas aquí después de todo.

Tuve un mal presentimiento a cerca del estado de mis hermanos al no verlos por allí.

-S-Señor Rusia. Buenos días -intenté destensar los músculos de la cara para sonreír- No le esperaba por aquí...

-No, supongo que no -miró a su alrededor- ¿Estás solo?

-Si.

-¿Y Polonia? -siguió preguntando, caminando a pasos cortos alrededor de la mesa, mirando y mirando.

-Él está... -miré de reojo la puerta, nervioso- Salió temprano. ¿Quiere hablar con el sobre algo?

-Que va -negó infantilmente antes de detenerse frente a mi y mirarme por fin-. Tengo otra forma de comunicarle lo que quiero que sepa.

Antes de preguntar me sujetó del pelo con fuerza y me arrastró al otro lado de la habitación, donde me empujó a la cama, boca abajo. Acto seguido hincó una rodilla en ella y tiró de los pliegues del albornoz hasta dejarme la espalda al descubierto. El frío de la mañana hizo que mis músculos se contrajeran.

-Muchas veces pienso que te gusta que te castigue, Toris -pasó la mano suavemente por todas mis heridas-.Espero que no sea el caso, o dejará de resultar divertido, ¿no crees?

En la segunda pasada, apretó los dedos y me enterró las uñas, reabriendo gran parte de los cortes. Temblé y me mordí el labio, negándome a quejarme. Según la lógica de Rusia, los castigos son “por nuestro bien”, por lo que quejarse por este “favor” que nos hace está prohibido. A cada grito de dolor se cobrará dos o tres golpes mas.

-¿Como has pasado la noche? -volvió a interrogar, mientras yo veía como la manta se manchaba con las primeras gotas de sangre- ¿Polonia folla bien? ¿O quizás disfrutas siendo tu el que domina por una vez? Que dilema.

-S-Se equivoca... -intenté explicarme, aunque sé que en ese tipo de situaciones es imposible. Pero no quiero que Feliks caiga conmigo en esto.

-¿En serio? -me levantó el albornoz- ¿A quien pretendes convencer si ni siquiera llevas puesta ropa interior?

Anoche no me la puse porque una herida me surca desde la costilla hasta mas abajo de la espalda. Quería descansar un poco... Por supuesto, no atenderá a razones. Lo noté separarme las nalgas y exponerme completamente ante el, como tantas otras veces. Apreté la colcha entre mis puños y hundí mas los dientes en mi labio inferior al sentir dos de sus dedos atravesarme de golpe.
Seguía sujetándome con saña por la espalda y mucha mas sangre seguía cayendo en la cama.

-Servicio de habitaciones -se escuchó de repente tras la puerta de entrada. Mi cuerpo se tensó tanto que apreté los dedos de Rusia en mi interior inconscientemente, como impidiendo que se moviese.

Alcé la cabeza y miré a Rusia. No sé lo que le pasó por la cabeza cuando sonrió. O quizás lo sabía demasiado bien.

-Adelante -dijo entonces. Traté de levantarme, pero sujetándome de nuevo por el pelo me devolvió a la cama, enderezándose luego. El joven trabajador entró seguido de un sonido metálico (supongo que del carrito con la comida).

-Nos han pedido un desayuno a esta hora, ¿es aquí? -preguntó con vocecilla de adolescente. Lancé como pude una mirada a Rusia, que había girado la cabeza hacia el chico.

-Si, desde luego -sonrió. A partir de ese momento apreté los ojos y recé porque aquel desconocido no pudiese verme tras la figura de Rusia.

-¡Perfecto! -tintinear de platos y cubiertos- La especialidad de hoy era el desayuno francés, ya verá que bueno.

-Seguro que si.

A los dos dedos que tenía dentro se le sumó un tercero. Arqueé la espalda y mordí la manta. Aquello resultaría humillante si se descubriese, por no decir que estoy sangrando y algo muy diferente al frío me hace temblar.

-¿Se encuentra bien? ¿Quiere algo mas?

-No, nada -empujó mas adentro y reprimí un quejido como pude-. Buen trabajo.

-¡Muchas gracias, Señor! Disfrute de lo que quede de su estancia -lo escuché despedirse entre el retumbar de mis propios latidos. Tras escuchar la puerta cerrarse, sollocé.

-Vaya, que suerte. Desde su punto de vista solo me ha visto a mi -carcajeó Rusia, mientras se ayudaba de los dedos de su otra mano para expandir mi entrada como si se tratase de algo de goma.

-¡Ah...!

Duele...

-Vamos Toris, ¿que tienes que decir en estos casos? -susurró, empujándome a un lado para darme la vuelta. Cuando mis heridas abiertas se frotaron contra la manta solté otro quejido involuntario. Rusia me miraba, esperando las palabras que siempre me obligaba a decir antes de dar el golpe de gracia a sus castigos.

Abriendo las piernas y apartando la vista, frustrado, dije:

-P-Por favor...

Él se inclinó hacia mi y antes de morderme y embestirme brutalmente, su voz engañosa de niño me susurró “Buen chico”.



Polska:

No podría explicar que es lo que sentí en ese momento.
A parte de la sensación de pérdida, la frustración por no haber podido proteger algo importante, la ira y el rencor hacia aquel que había osado entrometerse entre nosotros...

Cuando volví a la habitación de aquel hotel cerca del Bronx me asaltaron todas esas emociones, una a una, con una fuerza aplastante. Por un momento sentí que mis piernas no aguantarían tanto peso, pero sin saber como se movieron hasta alcanzar la cama de la parcela del fondo, llena de sangre.
El carro de la comida descansaba en mitad del salón y tirado en el suelo, de camino al baño, un albornoz igual de rojo que las sábanas.

No se que tipo de expresión me desfiguró el rostro. No se cual le siguió después, mientras observaba todo aquello. Solo se que la determinación de la que carecía para realizar mis ideas había dejado de ser un problema.

[…]

No asistí a la segunda reunión que se llevó a cabo en La Corte. Tampoco me comuniqué con Toris durante toda la tarde y la noche de ayer. No necesitaba que nadie me lo explicara; estaba claro lo que había pasado en la habitación. Las cicatrices de Toris en la espalda que vi mientras se duchaba, los ruegos de Estonia, las leyendas oscuras sobre Rusia... Todo encajaba siniestramente dando paso a algo que no quería creer, pero que igualmente seguía ahí, frente a mis narices. No hacer nada... No poder hacer nada... No era mi estilo.

Tras cada reunión recuerdo que me despedía de Toris en el aeropuerto. Si me pongo a analizar su expresión ahora puedo notar su reticencia a irse y volver a Rusia. O quizás me lo parezca ahora que me he enterado de todo.
¿Para que demonios se habrán reunido otra vez hoy? Como les gusta molestar. Le preguntaré a Eli mas tarde, al menos para fingir un poco que me interesa.
Estoy en uno de los pasillos de La Corte, alejado de la entrada a la sala principal pero lo suficientemente cerca para intervenir cuando sea necesario. La reunión de hoy es menos ruidosa que la primera que tuvimos y se está alargando mas de la cuenta. Me aburro...

Cuando se abrió la puerta al fin quince minutos después me oculté en una de las salas de menor uso. Escuché, como no, a Alfred saliendo uno de los primeros, hablando de algo con la boca llena de comida basura. La voz de Arthur grita detrás, junto a la calmada de Francis.
Normalmente Toris sale uno de los últimos al estar recogiendo el papeleo (si no lo hace apuesto que no podría dormir por las noches), y sus hermanos suelen quedarse con el. Aprovechando este sentido de la responsabilidad podré actuar...

Mirando por el resquicio de la puerta estaba cuando lo veo aparecer, tan enorme como siempre. Alzó una mano al tiempo que se detenía a un lado de la puerta tras la que estaba, despidiéndose de China. Muchos mas le pasaron de largo, discutiendo cosas que dejaron de oírse cuando Rusia giró la cabeza y me miró de reojo, completamente serio.

Me sobresalté, y tras erguirme y fruncir el ceño dejé a la puerta balancearse, abriéndose, mientras iba a tomar asiento en una de las mesas de aquella sala pequeña, iluminada solo por un resquicio de ventana abierta.

-¿Quieres algo de mi? -preguntó con su voz suave y sonrisa falsa, cerrando la puerta tras el.

-Es como si supieras que te buscaba, ¿no? -crucé las piernas sobre la mesa.

-Es que tienes un olor desagradablemente dulce.

Chasqué la lengua y arrugué mas las cejas. La verdad, aún me da miedo. En un espacio que ni siquiera es muy pequeño, estar a solas con el es asfixiante. Te da una sensación de querer escapar lejos de esa mirada suya.

-Ahórrate los comentarios. Quiero proponerte algo.

-¿Vas a rendirte y a ser uno conmigo? Que sorpresa...

-¡Ya te gustaría! -hice una mueca escéptica, golpeando la mesa con el puño mientras a Rusia parecía divertirle demasiado todo aquello-Es sobre Liet, ¡Liet!

Entreabrió los ojos y mi cuerpo retrocedió por instinto. Su sonrisa se acentuó mientras se acercaba a pasos cortos hacia donde estaba sentado.

-Ah, claro. El pequeño Toris. Si has venido específicamente a hablar conmigo es porque has cogido la “indirecta” que te dejé en la habitación del hotel, ¿no?

No te me acerques, maldito lunático...

-¿¡Como puedes...!? -me mordí el labio. Aquellos gritos no me llevarían a ninguna parte- Es despreciable. ¿Estás tomando ventaja de el? Eres...

-Es él el que está dispuesto a sacrificarse por los demás -me interrumpió descaradamente-. También tiene algo de culpa por ser tan débil, ¿no?

Alejate...

-¡Ese no es motivo para hacer lo que te venga en gana! Ni tu ni nadie tiene derecho a gobernarle, y menos bajo amenazas sin fundamento.

-¿Eso me lo estás diciendo tu? ¿En serio? -soltó una carcajada leve y se me heló la sangre.

-E-estoy diciendo lo que pienso sobre lo que haces, ¡y no te acerques mas! -me encaramé sobre la mesa, como si mi instinto me gritase algo, avisándome. Rusia quedó frente a mi, a unas pocas pulgadas de la mesa . El silencio se hizo tan espeso e incómodo que por un momento pensé que no podría seguir respirando.

Fue entonces cuando se inclinó, golpeando la mesa con ambos brazos, cada uno a un lado de mi, mirándome con sus ojos relampagueantes de malicia, moviendo los labios despacio mientras hablaba.

-¿Cual es la intención de toda esta palabrería? Si no tienes algo mas sólido con lo que querer salvar a Toris, no me hagas perder el tiempo.

Estoy asustado. ¡Estoy asustadísimo, maldita sea! Este tipo es... Es como si absorbiera cada pensamiento positivo de mi mente. Que sensación tan desagradable. Aléjate. ¡Aléjate!

-Que decepcionante -comentó antes de volver a erguirse, lanzándome una mirada descontenta y volviendo a sonreír mientras se daba la vuelta y pretendía alejarse.

-¡Espera! -contradiciendome a mi mismo, estiré el brazo y le sujeté de la manga de la chaqueta. A pesar de detenerse, no se giró- Quiero... Por Liet... ¡Quiero cambiar lugares con él!



Rossìya:

La segunda reunión resultó mas entretenida que la primera, indudablemente.
Ver a Toris encorvado sin querer pegarse al asiento fue todo un espectáculo y la cara de Eduard presentaba aún el signo del golpe que le dí. El resultado de todo aquello era que Raivis estuviera tan afectado como los otros dos, no dejando de temblar sin atreverse a mirarme directamente.
Que trío mas lindo.

Cuando salí fue muy obvio que hacían tiempo para no tener que hacerlo conmigo. No es que me importe; saben perfectamente que tienen que regresar al hotel para así volver a moscú, así que de nada sirve evitarme. Aunque el hecho de salir yo solo fue bastante productivo, ya que tenía a alguien inesperado con muchas ganas de hablar conmigo.

Metidos en aquella sala de juntas diminuta, comenzó una perorata demasiado empalagosa para mi gusto. Su postura altanera sobre la mesa fue mermando a medida que me iba haciendo con el control de la conversación, encaramándose a ella como si con eso ya fuese inmune a lo que pudiese hacerle.

Este crío es demasiado testarudo. Por mucho que le hagan parece regenerarse como alguna especie de asqueroso bicho. Como molesta. Precisamente por eso está tentando a su suerte...

-¿Que quieres cambiar lugares con él? -repetí su petición absurda. Siendo sincero, aquello no me lo esperaba.

Lancé una mirada a su mano, que sostenía la manga de mi gabardina. Luego dí media vuelta y le miré, por un momento fingiendo una sorpresa que ya se me había pasado.

-S-si -está asustado, es tan obvio-. Todo lo que le haces a él... házmelo a mi.

Mis labios se curvaron con disgusto ante todo aquel autosacrificio que nunca antes había experimentado en mi persona. Luego comencé a reírme ruidosamente, llevándome una de las manos a la cara para soltar un suspiro tras la carcajada.

-¿Estás hablando en serio? -aunque aquella petición no había sonado firme, sé que que hablaba en serio. Sin embargo, no parece haberse planteado lo malo que puedo llegar a ser.

-¡Claro que si! -tiró de mi manga, frunciendo el ceño y alzando la voz- Todos los abusos, todos los... Todo lo que le obligas hacer como si fuera tu juguete, ¡hazlo conmigo!

Recuperé mi sonrisa ligera mientras le miraba con los ojos entrecerrados, cogiéndole la mano que sujetaba mi ropa y apretándola con mas fuerza de la necesaria, volviendo a acercarme hasta la mesa donde estaba subido.

-¿A caso tienes idea a lo que te estás prestando? ¿Que es lo que sabes a cerca de lo que sufre Toris?

-He visto sus cicatrices. He visto la sangre en las sábanas de la cama. Quiero que dejes de hacerle todo eso. Solo quieres a alguien con quien ensañarte, ¿no? Pues aquí estoy.

Como si pudieras aguantar todo lo que Toris aguanta, nenaza insoportable...

-Oh, pero no es solo “ensañamiento”. Hay muchas otras cosas que no sabes, ignorante Polonia -tiré de su mano a un lado, dejándome un ángulo de lado perfecto para empujarlo boca abajo contra la mesa, retorciéndole el brazo tras la espalda mientras sus pies pataleaban, colgando.

-¿¡Que haces!?

-Si te alarmas solo por esto, ¿como vas a poder sustituir a Toris? -me pegué a su, hay que admitir, generoso y redondo trasero y me incliné a su oído- Mira, el itinerario de “mi juguete” incluye complacerme en todo cuanto diga, sin protestar, sin quejarse y sin tener derechos de ningún tipo. Eso incluye, por supuesto, juegos dolorosos, humillantes y aún mas dolorosos. ¿Estás interesado en el puesto?

El mocoso se revolvió ante mis sarcasmos un segundo, para luego quedarse inusualmente quieto.

-¿Complacerte... en todo? Tu... ¿Que has hecho exactamente con Toris?

Se lo que está pensando... Sé que quiere preguntarlo, pero que le da miedo la respuesta. También sé que está enamorado de el, y por consecuente Toris le corresponda. Todo aquello estaba resultando demasiado fácil.

-Me lo he follado -susurré, y se puso tenso-. Muchísimas veces, además. En el cuarto, en el hotel, en el despacho, en el baño de La Corte... ¿Quieres mas detalles? Si la chupa bien o algo; aunque supongo que eso ya lo sabrás muy bien.

-¡Cállate! -por un segundo pareció que estaba llorando, pero me lleve una desilusión al ver que no- Solo... Solo quiero que le dejes en paz.

-¿A cambio de joderte a ti? Es que no me ha quedado claro el concepto, da.

-...Si -tembló-. A... A cambio de... joderme a mi, déjale tranquilo.

-¿Y?

Apretó el puño sobre la mesa y tembló de nuevo, como tragándose una pelota enorme de orgullo. Que mono~

-P-Por favor... Lo que quieras. Haré lo que quieras. Pero no le toques... Deja de hacerle cosas que le hagan daño, sea lo que sea. No lo soporto...

-Cuanto le quieres, ¿eh? Estar dispuesto a sacrificarse de este modo, es admirable. Pero dime, ¿si follamos no le estarás siendo infiel? En tal caso eres tu el que le estaría haciendo daño...

-¡Deja de poner pegas a todo! ¿Aceptas el trato o no?

Le aparté aquella ridícula melena del cuello y le mordí, clavándole los dientes en la piel mientras le escuchaba gritar y quejarse. Cuando me separé, la marca de mi dentadura era perfecta.

-El sello del contrato- me separé y le empujé contra la mesa, desinteresandome por el momento- Ven a Rusia mañana. Y mas vale que estés preparado.

-¡Un momento! -gritó, palpándose el cuello con una mueca de dolor. ¿Y ahora que?- ¿Como sé que cumplirás tu palabra?

Vaya, es menos tonto de lo que parece...

-Que desconfiado. Toris se lo cuenta todo a uno de sus hermanos. El te podrá decir si le hago algo o no -me dirigí a la puerta, sonriente ante el juego que había venido rodando hasta mi-. Eso será, claro, si logras satisfacerme. ¡Nos vemos mañana~!

No le veo capaz de soportar lo que Toris, así que... ¿Por qué no lo hago tres veces peor?

sábado, 28 de noviembre de 2009

Sacrificio 1

Sacrifice
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En incontables ocasiones, el destino es caprichoso. Puede escondernos a nuestra persona destinada durante años o simplemente ponértela delante unos efímeros segundos, para igualmente perderla de nuevo.
Sin embargo, atesoras aquellos instantes sin ser consciente de que el destino está de por medio. Sin ser consciente de que la felicidad no será eterna. Y sin esperar, mucho menos, que se transformara en tragedia.

La mente de un niño alberga la inocencia que concede la ignorancia. Es un sin saber que un adulto ansía desde el momento en el que es consciente de las desgracias del mundo.



Sacrificio 1

Polska:

Tengo un recuerdo claro de cuando aún era pequeño. Me veo a mi mismo ante una vasta tierra, donde la hierba crecía sin control y el viento la agitaba a placer. En aquel escenario solitario, un gran árbol al borde del desfiladero; bajo su falda, tres flores de pétalos blancos.
No sé por qué, pero es mi recuerdo más vívido. Quizás es porque, años después, conocí bajo aquel árbol a un niño curioso y miedica; no fue hasta mucho tiempo después que volví a encontrarle, conociendo al fin su nombre y peleando codo con codo en la batalla de Grünwald...

Ah, pero esas son viejas historias. Ambos hemos tenido que seguir protegiendo lo nuestro, aunque eso implique tener malas relaciones. Los campos pobres y las flores sobre acantilados ya no existen. La evolución de los siglos y las cicatrices de las guerras sin embargo, nos perseguirán por siempre.

Cuando aquella mañana sonó el despertador, lo apagué con mas fuerza de la usual. Un enorme peluche de un pony me daba los buenos días desde los pies de mi cama, mientras que yo me repetía mentalmente que no son nada buenos y me enroscaba de nuevo entre las mantas. Maldigo el dichoso clima que hay en la parte norte, es insufrible...

-¡Feliks! ¡Sé que estás despierto, sal de la cama! -me gritó una voz de mujer desde abajo. Como no, ha venido. Lo que me extraña es que no hubiera aparecido mas temprano.

Poniéndome la manta a modo de capa, salí de la habitación, arrastrándola escalera abajo hasta llegar a la cocina, donde ya alguien estaba usándola.

-¿Que haces, Eli? La casa huele raro... -me deslicé hasta los fogones donde estaba Hungría con su traje largo y su pelo recogido.

-¡No digas eso! He preparado tortitas al estilo Inglés.

-Los ingleses solo hacen comida basura, ¿por qué no puedo ir a desayunar al Poezja? -protesté. No quiero meterme al cuerpo una comida tan ordinaria...

-Porque pasan de las ocho y no da tiempo de un desayuno mas sustancial -Eliza me sirvió una torre de panes aplastados y redondos en un plato, echándole luego por encima miel- ¿Quieres llegar tarde a una reunión donde estará él?

Puf, ha puesto su sonrisa de fanática, así que es obvio de lo que quiere hablarme. Hace mucho le conté sobre un chico que podía llegar a gustarme mas que a mi mismo, y desde entonces se ha subido a la parra con la misma historia. Aunque no puedo negar que me gusta hablar de ello...

-¡Claro que no llegaré tarde! Osea, ¿por que piensas que él no me esperará? ¡Me ama!- pinché aquella masa dorada y acabé comiéndomela. Está mejor de lo que pensé.

-¿¡Ya te vas a declarar¡? O puede ser... ¡Se te ha declarado él! -le brillaron los ojos.

Puse mi pose especial de meditación y no respondí.
Hace mucho tiempo que ya conozco a Toris, y pese a nuestras continuas riñas (tiene la mala costumbre de darle importancia a todo), podría decir que nos llevamos bien. Además, el parece haberse resignado, así que tengo ventaja.

Tras desayunar y enfundarme en mi uniforme militar verde, salí de casa con un ligero equipaje de mano. Ahg, la humedad del norte me rizará las puntas...


Lietuva:

“¿Quien eres tu? ¡Que pequeño!”

Se mas maduro, se supone que eres el mayor.

“Tu nombre suena muy formal, así que te llamaré Liet.”

A muchas personas no les gustaría que te tomes tantas confianzas...

“¡No siempre puedes salvarlos a todos! ¡Estamos en guerra, maldita sea!”

Pero quiero intentarlo... No me gusta ver sufrir a los demás. Quiero que vuelvas a reconfortarme con tu brillante sonrisa cuando todo esto acabe. Por favor...

“Esta vez no puedo ayudarte, Liet... ¿será el fin?”

Espera... No te lo he dicho. No puedes irte sin escucharme. Espera, por favor... Feliks...


He despertado con el miedo al fuego y desolación absoluta de mis sueños. Feliks ha desaparecido tras la oscuridad de mis párpados y en su lugar visualizo mi propia mano izquierda sobre la almohada. Siento mi cuerpo pesado y adolorido al levantarme, y la luz que entra por las ventanas me ciega momentáneamente. Una enorme figura se viste a un lado de la cama, y mi cuerpo reacciona solo, aunque se rompa, ante esa presencia.

-Al fin te despiertas. Tenemos que irnos, así que no seas perezoso -El Señor Rusia sonríe mientras se abotona el largo abrigo oscuro. Tenía el pelo húmedo, por lo que supuse que hacía tiempo que se había levantado para ducharse.

-S-Si, enseguida... -Me incorporé, entre sábanas salpicadas de sangre, mordiéndome el labio y deslizándome al borde de la cama para levantarme. Las piernas me flaquearon al aguantar todo mi peso y me fui contra la mesa de noche. El vaso que estaba encima se balanceó y se hizo añicos contra el suelo.

-Limpia antes de irnos -fueron las últimas palabras de Rusia antes de salir por la puerta de la habitación.

Muchas mañanas han sido en las que me he despertado de esta manera. Siempre lo mismo, siempre repitiendo lo del día anterior. El espejo siempre me muestra mi rostro pálido, cansado, resignado. Mi cuerpo lleno de marcas y sangre seca que el agua de la ducha se encarga de limpiar, al igual que mi frustración. No sé como he aguantado, ni como he actuado como si no hubiera pasado nada.
Solo sé que no quiero mostrarle esta imagen de mi a él... No podría mirarle a la cara.

Me pican las heridas. Al ponerme la ropa me arde la espalda. Sin embargo, una vez salgo de esta habitación, la sonrisa afable acude a mis labios por inercia. Me siento un embustero.


Llegar a la sala de reuniones y encontrarme con gente agradable es un descanso. De alguna forma me siento protegido, porque es improbable que el Señor Rusia haga algo en un lugar como este; sobre todo teniendo a mas gente con la que meterse.
Pero nada de eso es comparable a cuando le veo a lo lejos, destacando tanto entre risas, poses extrañas y su inigualable expresión facial.
Coincido en que es un cabezota, que tiene ocurrencias que me cansan y que nunca me hace caso, pero me gusta su fuerza de carácter y su espíritu de lucha. No tienen nada que ver con su aspecto.

-¡Liet! -me llama mientras le devolvía el saludo al Señor América. Lo veo venir corriendo y pararse frente a mi.

-Buenos días, Feliks -le sonreí. Me gusta sonreírle, porque siempre me devuelve el gesto.

-Si, buenas. ¿Sabes algo de la reunión de hoy?

-¿No te leíste el comunicado? -no sé por qué me sorprendo.

-Solo la parte de arriba -dijo despreocupadamente-, lo demás era letra pequeña y aburrida, ¿no?

Suspiré. Este es el Feliks que algunas veces me saca de mis casillas. Parece que viviera en otro mundo. Y aún así, acabo explicándole todo el programa de la reunión de hoy; al menos hasta que aparece Inglaterra y Francia, que lo abordan para hablarle de algo que seguramente no escuchará.

Cuando me giro para buscar mi asiento en aquella gran mesa ovalada, me enfrento sin esperarmelo a los ojos penetrantes de Rusia, que al cabo de un segundo de sostenerle la mirada sonríe.
Tengo un mal presentimiento de esto. Y como recordándomelo, mi cuerpo siente una sacudida heladora de pies a cabeza.


Polska:

Habían muchos rumores entre las naciones sobre infinidad de cosas, y uno de los que mas me habían llamado la atención se comentaba ahora delante de mis narices.
Después de dar largas a Francis y Arthur, de los cuales no escuché ni la mitad de lo que me decían, observé a Toris, que de repente parecía nervioso mientras buscaba donde sentarse.
No sé si fui demasiado obvio, pero Francis se metió delante en tono conspirador.

-No te recomiendo que dirijas planes de expansión contra Lituania. Ya es propiedad de Rusia...

-Es una nación a tener en cuenta, no es muy recomendable tenerlo como enemigo.

-Pero muchos han entrado en guerra con el cuando... -intenté decir, cuando Francis me estampó su gran manaza en la boca.

-Olvídalo -puso una cara contraída muy rara, como si pretendiese darme miedo-.Ese tipo es tan escalofriante que ni siquiera le afectan las maldiciones. Se dice que absorbe países enteros y los transforma a voluntad para...

-Si, si -me lo quité de encima- Rusia somete y esclaviza países. Lo de siempre.

Tengo muy presente todo eso. Las historias sobre Rusia son muy extensas y bastante fluidas, siendo imposible no haberlas oído. Además, tiene ese tipo de aura amenazante de la que sensatamente te apartas.

-¡La reunión va a empezar! ¡A sentarse, peña! -gritó Alfred desde su sitio. Al parecer se había tomado su tiempo, puesto que en la pizarra habían un montón de garabatos sin sentido. Como siempre, a su lado de la mesa hay un Big mac y una Coca-cola.

Total, la conferencia de hoy era mas de lo mismo. Estoy cansado de tener Deja vù a cada rato. Alfred habla, propone algo surrealista, Arthur se mete de por medio y lo rechaza (obviamente), Francis saca a relucir sus dotes “seductoras” por algún motivo, Vash salta de su sitio a la mínima de cambio (armado...), Veneciano quiere pasta (como siempre), Kiku está de acuerdo con unos o con otros, Heracles duerme (es el mas listo de todos)...

Todo eso, claro está, hasta que se levanta Ludwig... Otro que tiene un aura bastante imponente, sobre todo cuando empieza a pegar berridos. No sé para que tanta discusión; al final todos serán míos.


-Hey, ¿os hace ir a comer? -Escuché a Alfred preguntarle a Toris. Caminando al frente, Francis y Yao aceptaron inmediatamente la propuesta. Rusia, pegado a Letonia y Estonia, amenazaba a estos dos últimos con una sonrisa a aceptar la invitación también. Siendo como es, Toris no podía negarse a las súplicas silenciosas de sus “hermanos”, por eso acabamos todos en una hamburguesería (como no).

A veces, y solo a veces, me sorprendo por la manera de engullir de Alfred. Come tan rápido que parece que no mastique nada. Al paso que va, para la próxima reunión no cabrá en su asiento.

-¿No comes nada, Feliks? -oí al vocecilla de Liet preguntándome. Miré mi plato, intacto, y luego a él.

-Ah, si... -me había pedido ensalada de pollo y patatas. Pinché con el tenedor, sin llegar a coger nada. Al otro lado de la mesa, Arthur discutía con Alfred, armando alboroto- Liet, ¿donde pasarás la noche?

-... Supongo que los cuatro nos quedaremos en el hotel -respondió. Siempre responde en plural, como si todos ellos fueran un pack irrompible. Me pone nervioso.

-¿Por qué no vienes al mío? -a pesar de lo que pueda parecer, me dan vergüenza este tipo de insinuaciones. Y aún mas si al mirar de reojo a Liet, me lo encuentro sonrojado.

-Ah... Es que...

-¿No quieres? -insistí, mientras los gritos de los demás se acentuaban hasta el punto de no entender de que estaban hablando.

Liet sonrió, con ojos brillantes y mejillas encendidas mientras asentía. Daba la impresión de ser tremendamente feliz. Inundado por ese gesto, le devolví la sonrisa.
Entre aquellos idiotas escandalosos, destacábamos bastante.


Eesti:

Tener una mirada puesta en tu persona cada segundo es insoportable. Sientes que tu intimidad se va por la borda y se volatiliza. Ya debería haberme acostumbrado, aunque una persona con una vida un poco mas normal no tendría por qué hacer algo como eso.

Por suerte, durante la comida todos se han ido dispersando. Francia y América están en una máquina con un mecanismo similar a una grúa de construcción, donde al parecer debías sacar objetos de entre todos los que estaban. Inglaterra tiene la esperanza de que le sirvan un té Earl Grey de alta calidad en una hamburguesería, llevando un tiempo bastante significativo pegado al mostrador.

El Señor Rusia no está. Y tras por fin revisar el lugar cuatro veces mas y no verlo (ni a China tampoco), pude suspirar de alivio. Ahora al menos podría intentar comer sin que se me atascara la comida en la garganta.

-Eduard, quiero sal -susurró Raivis, señalando hacia el bote de condimento mas allá. Al parecer ha pensado lo mismo que yo y quiere aprovechar para comer. En principio iba a pedirle a Toris que me lo alcanzara, pero parecía tan suelto hablando con Polonia que ni quise molestarle. Es el menos que se merece que le destrocen estos momentos de paz...

No me costó mucho darme cuenta de que los dos están enamorados. Y aunque nunca los haya oído admitirlo en voz alta, se ve que tienen un tipo de comprensión en la cual las palabras sobran. Sinceramente no pensé que acabaría así, ya que Toris parecía sentir algo hacia Bielorrusia las veces que la veía en casa de Rusia. Supongo que ciertas cosas pueden resultar impredecibles...

-Acabo de acordarme... -hablé, dejando la taza de café de vuelta a la mesa- que la llave del hotel la tiene Rusia.

Esa frase fue el detonante para que Toris comenzara a preocuparse. Tras poner ojitos y despedirnos de los pocos que quedaban allí, caminamos rumbo al hotel de Polonia, donde nos ha permitido quedarnos. Supongo que volveremos al nuestro a primera hora de la mañana, al menos para dejar a Toris a solas con el un par de horas antes de volver a casa.

Raivis ha caído rendido en el sofá incluso antes de ubicarme en aquella habitación tan espaciosa. Toris ha pedido permiso para usar el baño y Polonia parece rebuscar en los armarios mantas para nosotros.

-Muchas gracias por dejar que nos quedemos.

-No te preocupes -contestó, efectivamente despreocupado-. Lo único es que tendrás que dormir en el suelo, no hay mas sillones.

-No me importa -sonreí levemente. No era cuestión de quejarse.

-Perfecto. Voy a llevarle una toalla a Liet, si quieres usar el baño adelante -comentó antes de cerrar el armario y caminar hacia la otra parcela de la habitación, donde estaba la gran cama y el baño.

Cogiendo una de las mantas, abrigué a Raivis, que gimoteó en sueños. Luego busqué un lugar iluminado donde situarme yo, así aprovecharía para hacer un esquema detallado del tema de reunión de hoy. A mi modo de ver, este tipo de reuniones tendrían que hacerse mas de un día, puesto que hay debates importantes que deben ser atendidos para...

“Voy a llevarle una toalla a Liet”

Que tonto... Que tonto soy. ¿Por que me doy cuenta de algo tan importante justo ahora? ¡Seré...! No sé cuentas veces me auto-reproché mientras corría hacia el baño, rezando porque Polonia no hubiera llegado a entrar... Pero fue inútil.
Allí estaba, de pié dentro del baño. Su mirada estaba fija en el plato de ducha de la esquina, donde Toris, de espaldas a la puerta, dejaba que el agua se llevase parte del dolor de las heridas, algunas tan recientes que teñían el agua de rojo. Entre aquel decorado de mármol blanco, nada de aquello se podía ocultar ya.

En una reacción instintiva, sujeté a Polonia del brazo y lo arrastré fuera. Nunca me ha gustado actuar violentamente, pero la situación requería un poco de dureza de carácter. Le lancé una mirada entre suplicante y frustrada con la esperanza de que entendiera un poco la situación sin necesidad de que Toris se llegase a enterar.

-...¿Que demonios...? -parecía en blanco.

-Esto... Hay una explicación... -balbuceé. Parece que yo también me he quedado frío- Por favor, no le digas a Toris que le has visto.

-¿Que quiere decir eso? -giró el rostro hacia mi lentamente, como recuperando facultades tras un shock- ¿¡Que demonios ha pasado!?

¡Ah, no, no! Que gritase es una de las cosas que no quería que pasara.

-Por favor, escucha, no debes...

-¡Explícamelo! ¿Por qué...? ¿¡Quien...!? -pareció quedarse pensativo un momento, abriendo los ojos en sorpresa y llevándose una de las manos a la boca- No puede ser...

-¿Eduard? -escuché entonces la voz de Toris, y casi me deja de latir el corazón. Dejando a Polonia un segundo, fui hacia el baño, recogí la toalla que había dejado caer y convencí a Toris de que todo estaba bien. Luego volví junto a la cama para poner las cosas en claro antes de que saliera de la ducha.

-Polonia, es importante que Toris no sepa que sabes lo de sus heridas. No quería que nadie lo supiese, y menos...

-¿¡Que!? -recibí de su parte una mirada de odio tan intensa que me asustó. Luego alargó el brazo y cogió la pechera de mi chaqueta- ¡En lugar de decir eso tendrías que evitar que las tuviera! ¿Que has estado haciendo? ¡Eres un inútil!

-Ve-Verás...

-Es Rusia... Es el, ¿¡verdad!? Ese maldito y sádico bastardo...

Antes de que despertase a Raivis y alertase a Toris, le sujeté el brazo y lo empujé hacia atrás. Ambos caímos con un ruido seco a la gran cama de la habitación. Poco importa ahora el modo, pero no puedo permitir que la cosa vaya a mas.

-Si, es Rusia -admití, y antes de que Polonia comenzase a despotricar, continué-. Nos utiliza como quiere, nos da órdenes humillantes y eres severamente castigado si no cumples sus normas. Pero todo esto no es ni la cuarta parte de lo que ha tenido que sufrir Toris. Él, que por sus hermanos ha hecho cosas impensables sin tener en cuenta su propia seguridad y salud... ¿Crees que me gusta oír los gritos de dolor de mi hermano mayor? ¿Crees que puedo soportar cuando llora? Dime, ¿que sentirías si viniese a mitad de la noche bañado en sangre a tu cuarto pidiéndote por favor que le ayudes a curarse las heridas? ¿¡Te gustaría!? ¡No sabes nada!

Gradualmente he ido alzando la voz y noto mi cuerpo temblando. La cara que tengo debajo se distorsiona ante las lagrimas en mis retinas. Tengo que darme prisa...

-El no quería que lo supieras -hablé, mas calmado-. No quiere preocuparte, no quiere que hagas locuras. Por favor... Te lo ruego, no le digas nada. Es importante para el que especialmente tu no lo sepas. Por favor...

Mi voz suena extraña, nasal. No es muy común en mi exaltarme tanto, pero creo que gracias a ello he dejado clara la situación. Polonia sin embargo parece un mar de contradicciones. Aprieta los labios mientras con el brazo se tapa los ojos, como a punto de llorar.

-Está bien... -habló con un hilo de voz- Lo entiendo. Está bien.

Sacrifice


Personajes:
Lietuva (Lituania/Toris),
Polska (Polonia/Feliks),
Rossìya (Rusia/Ivan),
Eesti (Estonia/Eduard).

Género: Drama, Yaoi.
Fandom: Hetalia.

domingo, 15 de noviembre de 2009

G-2

G-2

Fandom: Trinity Blood.
Género:
Yaoi / Humor.
Pareja:
León x Petros.




El plan estaba fallando. Y eso eran malas noticias si analizábamos la expresión de Catherina en aquellos momentos, sentada tras su mesa mientras sus fríos ojos permanecían cerrados y fruncidos, como si le atravesara un intenso dolor de cabeza.
Al otro lado, sentados en las sillas dispuestas por la habitación, León García de Asturias, el cura español y Petros Orsini, director de la Inquisición, esperaban el veredicto.

Todo había empezado con una misión. La falta de agentes y la inconformidad con su hermano, el Cardenal Francesco, habían obligado a Catherina a enviar al único agente disponible al imperio germánico. Por supuesto, su hermano se tomó la libertad de enviar sus propias tropas, y algo que había comenzado como un simple mandato había acabado en guerra.
Una guerra entre “hombres del mismo bando”.
No es que fuera un hecho aislado el que dos compañeros pelearan. Incluso no siendo compañeros y solo compartiendo causas y objetivos, las peleas resultaban bastante normales. Pero eran intolerables cuando se lanzaban al ruedo, olvidándose de todo a su alrededor, dejándose la vida para darle un puñetazo a su adversario...

...Y los gastos de la sede subían y subían.

-Han sido...-Catherina consultaba de nuevo la lista que le había facilitado la hermana Kate, que parpadeaba a un lado de la mesa, como asustada-: tres restaurantes, una posada, un monumento importante de la plaza mayor. Eso sin contar los daños y prejuicios de los ciudadanos y la total falta de disciplina ante la guardia germánica.

La mano le temblaba ante todas aquellas facturas. Desgraciadamente no era la primera vez. Los encuentros de Ax y la Inquisición habían sido nefastos la mayoría de las veces, pero cuando se juntaban aquellos dos monstruos la cosa pasaba a mayores. Petros y León parecían haberse jurado odio mutuo, y ningún elemento les impediría intentar matarse entre si.

-Esto ha llegado demasiado lejos -la voz serena de Catherina daba mas miedo que una que mostrara enojo-. Me es imposible seguir ignorando esta situación. Lo siento, pero esto requerirá medidas drásticas. A parte de que los gastos saldrán de vuestro sueldo...

-¿¡Que!? -gritó el Padre León, reviviendo de su silla junto a la ventana- ¿¡Significa eso que se me suman días de cárcel!? ¡No es justo! ¡Siempre es ese amargado el que empieza!

-¿¡Como has dicho!? -otro grito atronador y Petros se alzó- ¡No me compares con un animal salvaje como tu, hereje convicto! Eres tu el que parece tener algún tipo de problema conmigo y con como ejerzo mi trabajo...

-¿En serio? Será porque vas gritando “herejes, herejes, a la hoguera” cuando ves pasar a cualquiera delante de ti...

-¿¡QUE INSINÚAS!? -se acercó, y de entre todos los agentes, era el único que podía mirar a los ojos a León desde una misma monstruosa altura- ¡Si quieres decirme algo dilo ahora, sucio perro callejero!

-¡Ni te me acerques, tío! ¡Esa cara tuya que parece estar oliendo mierda me pone enfermo!

….Y así era como empezaban los disturbios. Diez minutos después, tras cargarse parte del despacho de Catherina, ambos se encontraban en los calabozos mas seguros de Roma, enjaulados en una misma celda que no parecía capaz de soportar sus auras guerreras.

-...Pues vaya con la señora, si que ha sido drástica...

-Todo esto es culpa tuya. Indigno.

Y así estallaba su primera pelea dentro de la celda.

[…]


Día 1...

Como era lógico, tanto sus hábitos, armaduras o crucifijos y las armas de combate que solían utilizar se les fueron confiscadas. A cambio, recibían un uniforme a rayas que les quedaba ceñido. Por lo menos, hasta que consiguieran algunos de su talla...

-No lo puedo creer. Con esto he manchado el nombre de la Inquisición para siempre... -Petros se miraba la ropa tras cambiarse en los vestuarios con una docena de reclusos mas.

-No te creas. Si la Inquisición admite tipos como tu no es que tuviera muy buena reputación -se sinceró León, mientras echaba una partida de cartas con los compañeros del pabellón de al lado. La vida de detenido no le suponía muchos problemas y estaba prácticamente adaptado.

(Día 1, 16:47 de la tarde. Estalla la segunda pelea entre las dos moles. Esa noche se van a la cama sin cenar)



Día 2...

Tras la pelea del día anterior, no habían podido solucionar el uso de las camas. Ambos se negaban a dormir en la litera de abajo, por lo que, demostrando una brutalidad que acojonó a los demás recluidos, partieron el conjunto y los transformaron en camas individuales, una en cada esquina de la celda para “no verse las caras”.
A parte, se les suministró uniformes mas holgados.

-Pareces demasiado acostumbrado a estar encerrado -había mencionado Petros aquella mañana tras el desayuno. Ahora estaba sentado en la cama leyendo uno de los libros de la biblioteca.

-No es que esté acostumbrado. Solo me resigno y tengo paciencia, ¿te suena? -contraatacó León. Estaba tirado en la cama sin hacer nada, como digiriendo aún el desayuno.

-¿Es que no tienes moral? Se supone que eres un emisario de Dios. ¿Por qué te encerraron en primer lugar? No quiero compartir una celda con un delincuente.

-No te incumbe. ¿Y a quién llamas delincuente, señor-limón-arrugado?

A Petros le salió una vena en la frente tan gruesa como su dedo pulgar.

-Jeh. No me provocarás con unos insultos tan infantiles-a pesar de sus palabras, el libro temblaba en sus manos ante el apretón que le estaba dando-. Cuando antes te ignore antes me dejarán salir. La justicia espera por mi fuera de estas paredes, es injusto que un creador de Paz como yo esté encerrado con los que ya he ajuiciado.

León soltó una sonrisita socarrona.

-¿Creador de paz? ¿Lo dice el apodado “caballero de la destrucción”? -se incorporó de lado y señaló con el pulgar hacia fuera de la jaula- Además, deberías moderar tus comentarios aquí. Muchos de tus “ajusticiados” querrán venganza.

Petros se percató de todas las miradas asesinas que se dirigían a su persona. Sin embargo, no pudo importarle menos.

(Día 2, 10:21 de la mañana. Sin saberlo Petros, comenzaron a circular planes en su contra.)

Aquella tarde...

Una hora después del almuerzo los reclusos se hallaban en el patio. Era un pequeño momento de libertad vigilada y cortada por una gran pared alrededor.
León aprovechaba esos momentos para ejercitar su cuerpo con las pesas... Lo malo era que Petros también.

-¡Venga, venga! ¡Estás flojo, chico! ¿No puedes seguir mi ritmo? -León hacía sentadillas con una barra llena de pesos sobre los hombros. No llevaba camisa y exponía una sonrisa de animal feroz y arrogante.

-¿¡Quién dice que no puedo!? ¡Soy el director de la Inquisición! -Petros gritaba al aire su posición en la sociedad sin ningún miedo, mientras imitaba a León justo en frente de sus narices.

-¡Pues te llevo siete de ventaja! -jadeaba León.

-¡Esas te las has inventado! -jadeaba igualmente Petros.

(Día 2, 15:12 del mediodía. Tras haber competido en todo lo imaginable y no haber concluido con resultados satisfactorios, las dos moles se enzarzan en una pelea, llevándose por delante a un agente que intentaba detenerlos. Tras el permiso adecuado, ambos fueron recluidos severamente en la Habitación de Castigo.)

Esa noche...

La Habitación de Castigo era una diminuta parcela donde cabían tres hombres de constitución normal. Pero hablando en términos monstruosos, los dos integrantes de aquel momento estaban en pié, a oscuras, de frente y completamente apretujados.

-¿Cuánto llevamos aquí? Se me ha dormido la mano...-León parecía haberse calmado tras las primeras cuatro horas allí dentro.

-¿Es la mano que lleva posada en mi muslo todo este tiempo? -gruñó Petros, moviéndose lo poco que le permitía el otro cuerpo contra el.

-¡Eh, deja de moverte! ¡Le vas a dar a mi chico! -protestó el español, refiriéndose claramente a su entrepierna.

-¡No seas obsceno! ¡Un sacerdote no debería hablar así! -replicó el Italiano entonces, adelantando el rostro mínimamente para que al otro le llegase el grito con mas claridad.

-¡Pero deja de chillarme, Demonios!-contradiciendo sus palabras, gritó- Este lugar es estrecho, y tu voz me llega perfectamente aunque no quiera oírla. Ah, estoy sudando... Nunca me habían metido aquí, es tu...

-¡No es mi culpa! Un jugador como tu me arrastró a la competencia esta tarde, no tuvo nada que ver con mis deseos.

-No habrán tenido nada que ver, pero quien se pica...

-¡Calla! No tengo porque seguir escuchando las tonterías de un inútil miembro de Ax. ¡No te me pegues tanto! -Petros comenzó a agitarse tanto que las paredes de aquel habitáculo se quejaron.

-¡Eh, eh, quieto! En serio, que me das en mis joyas de la corona... -León también se movía, intentando evitar a Petros.

Cinco minutos de forcejeo después, el Inquisidor miraba hacia la pared, dándole la espalda a León, que tenía “sus joyas” protegidas firmemente por un mullido cojín de carne blanda.

-¿Y ahora que, genio? ¿Es que querías esta posturita desde el principio o que? -León sonó entre la burla y la vergüenza escasa.

-¡¡Deja de insinuar perversidades!! ¡Y mantén a ESO en su sitio, grandísimo pervertido!

-¿De donde viene eso de pervertido? ¡Eres tu el que está frotando ese culo redondo contra mi! -se movió, dando una palmada a un lado del muslo de Petros.

-¡No tengo un culo redondo! Ni que fuera una mujer...

-¿Ah, si? ¿Y esa melenita brillante y cuidada? -seguía moviéndose mientras Petros quería cambiar posturas de nuevo.

-¿¡Que tiene de malo!? ¿Quieres que todos vayamos como tu, pareciendo pordioseros!?

-¡Tienes una boca muy grande, señor agriado! Sigue moviéndote y descubrirás lo que tengo yo grande...

-...¡¡Maldito hereje descontrolado!!

Cuando los carceleros abrieron la puerta media hora después, la escena de dos hombres sudando y jadeando (por haberse peleado) creó una idea equivocada de aquellos dos prisioneros.



Día 3...

Por algún motivo, Petros a abandonado los libros y se ha puesto a jugar una partida de cartas. Lo que no se esperaba era que en aquel juego se apostara ropa. Es decir, a cada partida que perdías, te quitabas una prenda. Y puesto que el uniforme que llevaban eran dos piezas, pues...

-¡Enfermos! -Reacción de Petros al enterarse de que iba el asunto. Aunque al final, para que nadie le llamase “cobarde”, jugó hasta que se retiró “amistosamente” tras perder siempre.

En el comedor, a la hora del almuerzo, las conspiraciones contra Petros continuaron, mientras veían pasar al aludido con su bandeja y luciendo una coleta alta en su pelo claro. Un grupillo especialmente sospechoso, dispuesto en la mesa mas apartada de la entrada, planeaba sus cosas, pues estaban hablando de un animal de casi tres metros.

En el patio, León intercambiaba revistas X que había conseguido de a saber que lugar por una caja de tabaco. Era lo que se llamaba el mercado de los reclusos, y como no hacían daño a nadie, pues era permitido. Pero todo aquello acabó siendo en vano, puesto que Petros le tiró los cigarrillos por la taza del váter cuando se percató de que se pondría a fumar en la celda.

(Día 3, 22:53 de la noche. Otra pelea que los manda a ambos a la enfermería.)



Día 4...

Petros está hasta las narices de que le miren cuando sale al patio o camina por los pasillos hasta el comedor. También está hasta las narices de que León ronque incluso metiendole calcetines en la boca. Hace mucho que se ha cansado de los tres libros interesantes que habían en la biblioteca y echaba en falta agarrar su Screamer entre sus puños.

-Sigue confiándote y dentro de nada te harán agarrar algo igual de duro que ese ventilador tuyo... -había comentado León, recibiendo luego un almohadazo departe del Inquisidor para que dejara de ser tan gráfico.

Sin embargo, el Padre Dandelion tenía otros planes a seguir, y eso lo demostró aquella misma noche, cuando al apagar las luces de las celdas y activar las del pasillo, comenzó a hacer ruidos extraños.
Al otro lado de la habitación estaba Petros, sobre la que antes era la litera de arriba. Abrió los ojos y enfocó escasamente la pared. Iba a girarse para meterle otro calcetín en la boca si era necesario, cuando escuchó algo que no era un ronquido ni de lejos...

-Llevas mucho tiempo ahí dentro, ¿verdad? -su voz sonaba ronca- Ahh, ya lo creo. Vamos, alcemos el mástil de la salvación~

Y se pone a canturrear mientras gime...

“¿Que demonios...?”

-Umm... Que reacción mas increíblemente rápida. Estás en forma, chico... -cualquier ser humano se plantearía el hecho de estar hablándole a su pene.

Desde luego, era lo que Petros pensaba en ese instante. Y, aparte de absurdo, le parecía increíblemente denigrante. ¿Aquel animal en celo se estaba masturbando? ¿Con él en la misma habitación? ¿¡Con el aún despierto!? Y por el amor de todos los cielos, ¿¡de verdad estaba hablando con...!?

Petros frunció el ceño, mientras escuchaba gemidos mas intensos, mas graves, como si estuvieran jadeando en su oreja. De hecho, no lo parecía, es que sentía perfectamente un aliento tibio con ligero aroma a tabaco.

-¿¡!? -se levantó de un salto, mirando a la oscuridad. León estaba justo a su lado, perfectamente vestido y sacandole la lengua- ¿¡Que estabas haciendo!?

-¿Que crees tu que hacía? -interrogó con tono burlón- Por mucho que prediques la justicia y las leyes de castidad, lo primero que has pensado es que me la cascaba, ¿no? ¿Quién es el pervertidillo ahora, Hermano Petros?

Petros se puso rojo, pero de ira. Sacó el puño de entre las sábanas y lo estampó en la cara de León, que cayó al suelo ruidosamente.

-¡Deja de hacer cosas innecesarias! -le gritó antes de arrebujarse de nuevo en su cama, mirando hacia la pared.

León se levantó, curiosamente sin tomar venganza de ese golpe. Solo tenía una sonrisita de satisfacción en el rostro.

-¿A que ha venido eso? Ni que se le hubiera levantado... -murmuró antes de volver a su lecho.

(Día 4. Petros no durmió esa noche...)



Día 5...

Los planes y conspiraciones contra cierto hombre han llegado a un punto en el que no se puede volver atrás. La Cardenal Catherina Sforza ha estado recibiendo informes nada satisfactorios sobre la conducta de los dos recluidos, por lo que no levanta aún el castigo. Pasa sus tardes trabajando, estresandose y bebiendo té.

En la comunidad de prisioneros, el mas fuerte se ha alzado con el “liderazgo” de las parcelas. Aunque tal título se lo habían dado a León los cuatro blandengues que jugaban con el a las cartas, así que no estaba justificado.
Petros seguía demasiado ajeno a las miradas que le echaban, y seguía pasando los días regañando, peleándose con León (al cual ni miraba desde la escenita de la noche anterior), entrenando en el patio (o la celda) y volviéndose a leer libros (que al final sirvieron mas como medio para pegarle a León sin levantarse de la cama).

Esa tarde...

El almuerzo de esa tarde se compuso de algo parecido a una ensalada de atún y un potaje de un color bastante poco apetitoso. Por algún Azar del destino, Petros y León habían acabado sentados unos frente al otro. Los coleguillas del español hablaban del juego de cartas que habían echado esa mañana.
Pero...

-¿¡Quieres dejar de robarme comida, muerto de hambre!? -aunque no había alzado la voz, la voz de Petros se escuchó perfectamente entre el jaleo del comedor.

-No seas amargado, solo son aceitunas... -la respuesta de León fue calmada, a su ritmo, mientras seguía pasando las olivas de la bandeja de Petros a la suya.

Petros asestó un golpe de tenedor tan fuerte que este se quedó clavado en la mesa, atrapando al de León.

-No quiero ponerme a mencionarte todos los mandamientos que has roto en estos cinco días, pero este será el último que me muestres.

-¿De que estás hablando? ¡Dame tus aceitunas! -pasa a cogerlas con la mano directamente.

-¡Ah! ¡Asqueroso maleducado! ¡Deja de robarme!

-¡Pero si ni siquiera te gustan! Te he visto apartarlas, joder...

-¡Como si juego a la pelota con ellas! ¡Ten ética!

-¡¿Pero que ética ni que cojones?! ¡Que solo quiero comer aceitunas, no niños!

(Día 5, 14:07 de la tarde. Otra pelea. Los celadores no tienen ideas de como detenerles, y puesto que la Cámara de Castigo estaba ocupada, los mandaron a cada uno a una punta del recinto, custodiados por seguratas personales.)

Esa tarde, León...

La bestia de Ax estaba haciendo lo que mejor se le daba: ser un bestia.
Estaba en el patio, picándose con unos matones que parecían armarios empotrados haciendo flexiones. Al final, y no se sabe como, han acabado siendo amigos y al rato estaban jugando un partido de baloncesto...
El carisma de los españoles...

Esa tarde, Petros...

El inquisidor a acabado en las duchas. Con la pelea a acabado con comida por encima, y a parte de eso necesitaba paz y silencio al menos cinco minutos.
Se quitó el uniforme sucio, lo hizo una pelota y lo tiró al carrito enorme de la ropa sucia que estaba a la entrada. Luego caminó a aquel espacio de baldosas cutres color blanco, viejas ya, con los telefonillos de las duchas con un diseño antiguo saliendo de la pared, entre tuberías.
Prendió la mas alejada de la puerta (por suerte ahí el agua era templada) y se metió bajo ella. El agua le recorrió el cuerpo marcado en cuestión de segundos.

El estar al frente del campo de batalla, en las misiones mas descabelladas como “un Justiciero”, había dejado marca en aquel cuerpo escultural, donde no parecía sobrar nada. Su piel ligeramente blanca y tersa, donde cada músculo destacaba de forma intimidante. De hecho, no parecía que nadie fuese tan estúpido como para querer enfrentarse a aquella mole de mas de dos metros...

-¿Todo listo? ¡Vamos a ello!

-¡Roger!

...sin embargo, las personas estúpidas aún existían. Y los que parecían querer morir a manos de Petros Orsini no eran ni mas ni menos que tres hombres; uno delgado y pálido, el otro bajito y musculoso y el último parecía un San Bernardo. Quizás pudieran representar una amenaza si se fusionaran y entrenaran durante medio siglo.
Aunque por donde estaban (escondidos en el trozo de viga de la entrada antes de las duchas) no parecían querer atacar. Mas bien acechaban a la presa.

-Apunta bien...-susurró el San Bernardo, mientras el escuálido hombrecillo se llevaba a la boca una especie de cerbatana.

-¿Puedo darle en el culo? Me hace ilusión... -voz de pervertido.

-¡Centrate! -le instó el musculoso con voz ronca.

Al segundo después, un destello de aguja cortaba el aire casi inexistente de la habitación, impactando en la espalda de Petros. Este ni me inmutó...

-Te dije que ese era muy suave. Dispara el de la dosis alta...

-Pero si fallo desde aquí... -cargó en el tubo un frasco improvisado de cristal, con una gran aguja en medio- Ahí va, rezad...

Cuando iba a enfocar el objetivo, este ya no estaba. Se quedó con la cerbatana en alto, mirando a ambos lados, al igual que sus compañeros. No negaron que mas de uno se lo hizo encima cuando Petros reapareció tras la viga, toalla envuelta a la cintura y ceño fruncido.

-¿Queréis algo?-interrogó, con voz tosca.

Ante los balbuceos de los otros tres, y los movimientos innecesarios, la capsula de cristal cayó del tubo al suelo, clavándose limpiamente en el pié del Italiano.

-¿Hm? -corearon los cuatro. Los tres iniciadores del acoso vieron aquel liquido desaparecer, y se miraron con complicidad.
Petros simplemente se inclinó, se despegó aquella aguja del pié y la tiró al fondo de las duchas. Luego ignoró a los otros y salió fuera, donde le esperaba el segurata con un recambio de ropa.

Dentro del baño, pasó una rosa del desierto... algo bastante bizarro.

-¿Que acaba de pasar?

-Quizás la dosis era poca... Os dije que para un tipo tan grande hacía falta lo suficiente para tumbar a un toro.

-¿Y si hubiera palmado? Mejor ideamos otra cosa...

Los tres intentos de secuestradores/violadores salieron a conspirar aún mas.

Esa noche...

León llegaba a la celda cuando el sol casi se ocultaba. Había tenido entretenimiento de sobra con el baloncesto, y los guardias parecían disfrutar viéndolo (y apostando), por lo que alargaron su hora de recreo. Cuando al fin se dio un baño y el segurata vio prudente dejarlo en su celda con su compañero, se retiró, mientras León se estiraba, emitiendo un gruñido de satisfacción extremo.

-¡Ha sido una tarde productiva! Y hemos ganado, no está mal...-caminó a su cama y se sentó- Para la próxima han dicho que como regalo a nuestra victoria nos regalaran unos puros, así que a dejarnos la piel. ¡Eh, Rumiante! ¿Acostado tan temprano?

Se dirigió a Petros, en la cama de enfrente, donde este le daba la espalda mirando a la pared. Tenía la sábana cubriéndole casi por completo, aunque ni siquiera la propia cama era lo suficientemente grande como para abarcarle del todo.
El Director de la Inquisición no abrió la boca. Ni aún cuando León hubiera dicho mal su apodo, denigrándolo tanto. Permaneció inmóvil a ojos del cura español, bajando y subiendo el cuerpo en una respiración pesada.

-¡Que aburrido eres! -dijo, lanzandole una zapatilla, que rebotó en la pared, se deslizó por la sábana y volvió al suelo. Luego se tumbó, cruzando los brazos tras su cabeza, pensando en que tipo de estrategia podría utilizar al día siguiente.

Los ruidos de fuera comenzaban a apagarse a cada minuto que pasaba. Los guardias cerraban las celdas, hacían inspección rutinaria y se retiraban a sus propias parcelas. De fondo se oyó la última puerta de salida al patio cerrándose con llave, mientras el que hacía guardia se disponía a pasar media noche en vela hasta cambiar de turno.

Cuando el silencio se hizo (a excepción de algún ronquido lejano), León pudo oírla. Aquella respiración pesada proveniente de su misma celda, aquel jadeo constante que parecía querer ser reprimido a cualquier coste. Dandellion giró la cabeza en la oscuridad, distinguiendo apenas el manto blanco de la cama. Que el recordase, Petros nunca había roncado, ni siquiera se movía mientras dormía. Ahora sin embargo podía oír hasta los fuertes latidos de su corazón.

-Oye, ¿estás bien? -preguntó despreocupadamente. Al no obtener respuesta se incorporó hasta sentarse en la cama, manteniendo fija la vista- ¡Hey, contéstame!

Lo único que volvió a oír en respuesta fueron jadeos bajo la sábana.
León acabó levantándose, caminando hacia el e inclinándose para oírle mejor. El Italiano parecía estar asfixiándose por segundos, aunque dudaba seriamente que una congestión pudiera matar a un tipo como aquel.

-Eh, si has pillado un resfriado llama al celador, no pretendas que te traiga sopita a la cama... -Alzó la mano y la posó en su hombro con la intención de moverlo hasta obtener alguna respuesta. Pero en lugar de una protesta o un “¡No me toques!”, le agitó por completo el cuerpo un sobresalto demasiado serio. León arrugó el entrecejo, volvió sobre sus pasos y buscó entre la funda de su almohada el encendedor que en su día se había agenciado. Luego volvió junto a la cama de Petros, dándose en las canillas con el canto de somier. Prendió el mechero y volvió a inclinarse...

El Inquisidor parecía estar despierto, pero completamente ido. Tenía los ojos dilatados y entrecerrados, y un leve fruncimiento de cejas en su frente perlada de sudor, en la que se adhería su flequillo recto y claro. Descansaba de lado con el cuerpo completamente relajado, y su pecho se hinchaba y deshinchaba por su respiración, cada vez mas rápida.
León comprobó, tras pasar el shock de la imagen inicial, que incluso temblaba. Si todo aquello estaba siendo posible en un tipo como aquel, solo se podía pensar en dos cosas: Que la gripe que había cogido era cojonuda o que la gripe no era una gripe, y entonces ya estaríamos hablando de algo mas serio.

Alzando la mano hasta su frente, intentó comparar temperaturas entre el y Petros. Sin duda parecía mas tibio, pero era un tipo de calor que emanaba del cuerpo entero. Antes de dar la voz de alarma, lo empujó suavemente (o todo lo suave que se puede ser con un enorme cuerpo como aquel) hasta dejarlo boca arriba. Agarró las sábanas y las arrojó a su cama.

-Idiota, si tienes fiebre no te tapes... -mencionó, observando como el uniforme carcelario se pegaba a aquel cuerpo pálido, resaltandolo todo.

...y “todo” quería decir TODO.

El Italiano, pareciendo reaccionar ante el propio estado de su cuerpo traidor, hizo un esfuerzo sobrehumano para incorporarse hasta sentarse, emitiendo un gruñido cuando su notable erección chocó contra sus ingles.

-¿Que pasa? -preguntó, con voz ronca y jadeante- ¿Ahora tienes como hobby... ver como duermo o que?

León, que despertó de su lapsus momentáneo, no se desvió del tema. Señaló a los bajos de Petros e inquirió, con rostro sorprendido:

-La tienes tiesa.

-¡Muy elocuente, genio! ¿Por un casual te has dado cuenta de que, como hombre que soy, puede ponerseme tiesa? -como no, Petros contraatacó.

-¡Si, pero supuestamente a ti no te tiene que pasar! Tu eres un frígido santurrón que calienta menos que el sol de abril...

-¡Perdona que sea un hombre honrado y trabajador que no piensa en cascársela todos los días! No me compares contigo, bestia.

-¡Ja! -León se encogió de hombros y sonrió, arrogante- Yo no me la casco, normalmente me lo hace la que yo quiera...

-Las mentiras también son pecado -sonrió de medio lado Petros, obviando su inconformidad.

-Deja de joder si no quieres ser tu el que me haga un trabajito -retador.

-Ni muerto... -por su forma de mover los labios pareciera que fuera a decir algo mas, pero se cortó de repente, inclinándose hacia delante, jadeando de nuevo. Un espasmo doloroso le había recorrido el cuerpo desde su entrepierna.

León, dejando la discusión para un momento mas propicio, soltó una sugerencia mientras se rascaba distraidamente la punta de la nariz.

-Hasta que no hagas algo no te bajará. Y te aseguro que duele lo suyo...

-No seas ridículo... -Petros habló contra sus piernas. Cuando se alzó, su pelo se deslizó por sus hombros, brillando ante la diminuta llama del mechero -Apaga eso y vuelve a tu lugar.

-No seas gruñón, solo estoy intentando darte un consejo. Seguro que no te has masturbado nunca... -dijo, soltando una risita el tiempo que el encendedor se apagaba, recalentado.

Se hizo el silencio. La respiración pesada de Petros seguía llenando la celda. León no se movió de su sitio, hasta que se dio cuenta de que su compañero no había contraatacado a su última burla.

-... ¿¡Es en serio!?

-¡Cierra el pico! ¿¡Que te importa a ti!? -se oyó al otro en la oscuridad.

-¡Claro que me importa! Eres raro de cojones, ¡quiero disecarte!

-Deja de decir tonterías...¡Ahh!

-...

El silencio que se hizo después de aquel gemido fue incómodo por ambas partes. Dandellion había pasado la fase de las burlas y había entrado en la de la compasión y el calor del momento. Por el contrario, Il Ruinante estaba por pedir a sus doce apóstoles que crearan un muro a su alrededor para que nadie le oyese hasta que se le pasase todo aquello.

Los muelles de su cama crujieron, y sus ojos se agrandaron, mirando a la oscuridad. Demasiado cerca, sonó una voz con olor a tabaco.

-Venga, que te ayudo.

-... ¿¡Que!?

-Que te ayudaré a hacértelo, hombre. Venga, sin mariconadas...

-¿¡Se puede saber que estás diciendo!? -Petros intentó golpear a donde pensaba que estaba, pero su brazo cayó sin fuerzas sobre, las que supuso, eran las piernas de León.

-No es para montar un escándalo -le cogió el susodicho brazo-. Eres tu el que ha despertado mi curiosidad. ¿Que edad tienes? Y aún eres...

-¡Olvídalo! -lo cortó- Si tengo que aprender, eres la última persona de quien lo haría...

-Seguro que tampoco te han besado -León parecía tener un objetivo marcado, y no escuchaba nada mas.

-No voy a caer en tu jueguecito infantil... ¿¡!?

León había tirado de su brazo y, tras palpar su rostro, le había cogido de la nuca y le había besado salvajemente. Su lengua experta se abrió paso por la boca reticente del Inquisidor, que se revolvía todo lo que su escasa fuerza le permitía, mientras el Agente de Ax permanecía inmutable, hundiéndose cada vez mas en el.
Cuando al fin le dejó respirar, lo primero que se oyó fue una palabrota de Petros, seguido de amenazas de muerte variadas y gráficas.

-Lo sabía. Tu primer beso, ¿eh? No me extraña, con esa cara de tócame y te mato que tienes no atraes a las chicas... -volvió a buscar a tientas, dando con lo que buscaba- O igual no te van las chicas. Como eres Italiano...

-¡Discriminador! -volvió a gemir cuando León apretó con su mano enorme su miembro por encima del pantalón. Sujetandole el brazo de un golpe, intentó volver a amenazar- Te lo advierto... Pasa de este punto y eres hombre muerto.

La respuesta de su interlocutor fue como una burla muy obvia, puesto que ignorándolo a él y a su fuerza dudosa, posó la otra mano en su hombro y lo devolvió a la cama, que crujió ante dos pesos encima.

-Creo que algo por aquí está mas duro que antes. Que casualidad que fuera después de darte el mejor beso de tu vida, ¿no? -en la oscuridad, León sonrió- Anda, no. Que no tienes con quien comparar...

-¿Estás de listillo o es que quieres morir a mis manos? -no desistiendo, Petros le cogió por la pechera de la camisa desgastada.

-Quiero que tus manos me hagan otra cosilla -respondió si pudor- No te preocupes, el Padre Dandellion te transmitirá sus habilidades.

Para recalcarlo, hizo tres movimiento precisos, de arriba a abajo sobre su miembro. El cuerpo bajo el se revolvió, inquieto, excitado y jadeante.

-P-Para de una vez... No tiene gracia.

-Un poco si, ¿no crees? -carcajeó, apartándole de un manotazo el puño nada firme que le agarraba de la ropa- Dejará de tenerla cuando te estrenes.

Presionó con la rodilla aquel miembro escondido bajo la tela, pero igual de notable, mientras sus manos hacían un alarde de fuerza bruta y le desgarraba la camisa del uniforme de la cárcel. Tan ocupado como estaba en intentar apartar aquella pierna de sus bajos, Petros no pudo esquivar un segundo beso frenético, donde otra vez aquella lengua tomaba ventaja de la suya, saliendo de su boca y deslizándose a su cuello.

-¡A...Asqueroso! ¡No me muerdas! -gritó al notar la presión de los dientes, gimiendo instantes después ante un nuevo empellón de aquella absurdamente placentera rodilla.

-Se me hace raro desvirgar a alguien. Bueno, ya iba siendo hora. A veer, pezones, pezones... -León de comentarista.

-¿¡Que vas a hacer con mis...!? ¡¡Nnhg!! -Recibió el primer mordisco en uno de ellos, mientras el otro era retorcido entre dos dedos. Se arqueó, frotándose completamente contra su muslo, estallando en un orgasmo antes de que pudiera de darse cuenta de algo mas.
Su gemido fue aplacado por la palma de su mano, como su último intento de resistencia.

León alzó la vista hasta donde creía que estaba su rostro. Luego se enderezó, palpando su entrepierna de nuevo, pegajosa y temblorosa.

-Eso ha sido rápido. Ni siquiera he usado la mano, cuanta energía.

Recuperando el aire y avergonzado (a su manera), Petros notó cada músculo de su cuerpo destensarse lentamente. Al menos agradecía que no hubiera luz... Aunque aún así correría la sangre española en aquella jaula...

Escuchando un frufrú de ropa distante, puesto que su propio corazón le golpeaba los tímpanos, pudo volver a incorporarse, buscando a León para empezar su masacre con un puñetazo bien dado en sus narices entrometidas.

-De esta no te libras, bastar... ¿? -algo extremadamente duro y caliente se posó en su mejilla. Una mano ajena también se tomó la libertad de hundir los dedos en el pelo de su coronilla.

-Te toca. Chúpamela -directo y conciso.

-¡¡¡¿¿¿???!!! -cuando intentó retroceder, la mano lo empotró contra las ingles del moreno- ¿¡Has perdido la cabeza!?

-Deja de chillar y usa la boca para algo mejor. Es tu culpa; al final me he calentado yo también. ¡Así que a chupar!

-¡¡Quítame eso de la cara, degenerado!!

-Llegados a este punto no se puede volver atrás. Acepta lo que venga como un hombre.

-¡Esto no tiene nada que ver con ser un hombre! -seguía teniendo intentos fallidos de separarse- ¡Aléjate de mi!

-No seas infantil... -la voz de León sonó mas calmada, como si quisiera acabar con la discusión en aquel punto y pasar a lo que le interesaba realmente. Antes de que Petros pudiese protestar con alguna de sus contestaciones mordaces y críticas (donde fijo que mencionaba a la iglesia), el moreno le introdujo dos de sus dedos gruesos en la boca, forzando su mandíbula ante los intentos fallidos de darle un mordisco.

-¡Unhg! -Petros intentaba apartarle la mano antes de ponerse a tratar empujarle por completo, sintiendo una sacudida inoportuna en el cuerpo cuando León había recurrido a los pezones nuevamente. Aún así se mantuvo en sus trece y no dejó entrar algo mas que aquellos dedos a su boca.

-Cabezota...-chasqueó la lengua el español, retirándose de aquella batalla perdida.

Petros se limpió el hilo de saliva que le escurría por el mentón, mirando a las sombras.

-¿Quién haría algo así? No seas ridículo.

-¡Ja! Te he dado la posibilidad de hacerlo sin dolor; ahora arrepiéntete todo lo que quieras -aquella voz no sonaba muy jovial, cosa que se demostró al segundo después, cuando a tientas buscó la cabeza de Petros y de un empujón la atrapó contra la cama.

El chirriar de los muelles decía que la endeble estructura no aguantaría mas saltos como aquel, y menos el peso del gigante que ahora se movía hasta situarse de espaldas al otro enorme hombre.
La voz del Inquisidor se escuchó ahogada, entre jadeos y la tela de las sábanas.

-¿¡Y ahora que se te ha ocurrido!?

-¿No puedes adivinarlo? -sonrisita burlona, agarrando el elástico del pantalón para bajarlo hasta dejarlo a medio muslo. La mano de León tuvo que ejercer mas fuerza aplastante a la mano que retenía a Petros boca abajo sobre la cama- Que, ¿nervioso? Debiste habérmela chupaado.

-¡Esto es increíble! Lo tuyo sobrepasa los límites de la herejía, muchacho. Eres una oveja completamente descarriada.

-Es deseo carnal no es herejía. Aunque es verdad que estoy separado del rebaño desde hace mucho-soltó otra risa ronca antes de posar la mano en los cuartos traseros de Petros, mostrando su apreciación con un silbido-.Sabía que era redondo, no está mal.

-¡Deja de usar ese tono conmigo!-alzó el brazo, que tal y como estaba le parecía pesar mas que su propio cuerpo, y buscó el de León para apartárselo de encima.

-Y tu deja de preocuparte por cosas que no vienen a cuento -dijo, deslizando los dedos por aquel musculoso trasero hasta encontrar lo que buscaba entre aquella oscuridad absoluta- Vale, ¡ahí voy!

Tras canturrear su última frase, forzó su dedo índice, ligeramente húmedo tras la batalla oral, a perderse en terrenos inexplorados. Claro que Petros no se esperaba aquello, y el quejido de sorpresa que emitió, seguido del escalofrío de su cuerpo (que seguía traicionándole) hicieron que León quisiera acelerar el proceso y, como no, las burlas.

-¿Todo bien, Hermano Petros? ¿Duele mucho? -esto último lo preguntó algo mas serio- Me estás apretando demasiado, podrías intentar relajarte al menos...

Silencio...

A excepción de la respiración pesada del Inquisidor y los muelles de la cama, no se oía nada mas. Fue como si todo se hubiera detenido de repente para que la situación pudiera ser procesada y asumida...

-Eh, ¿sigues aquí? -burlón.

-Q-...¿Que estás... haciendo? -apretó los dientes al notar como su entrada se expandía contra su voluntad por segunda vez ante la invasión de otro dedo- Tu... maldito inmoral...

-¿Que? ¿Dándote cuenta de la situación? -moviendo lentamente aquellos dos dedos, presionando mas su cabeza contra la colcha- No te equivoques, aunque lo parezca no es que te vaya a violar o algo. Te estoy “echando una mano”.

-¡Me parece a mi que el que no ha entendido la situación eres tu! ¡Y suéltame, se me está durmiendo el cuello!

-Tu mandas -dijo. Para cuando apartó la gran mano de su cabeza, ya estaba situado, colocado y preparado. Palpó el cuerpo del otro, sujetándole por la cintura antes de empujar, primero la punta y luego, con ayuda de la fuerza ejercida en el otro cuerpo, parte de su miembro.

-¡¡Ahhg-...!! -Petros se mordió el labio ante la primera punzada de dolor, bajando de nuevo la cabeza hasta dar con las sábanas- Saca... ahora mismo...

-Menos quejarse y mas relajación. Estás tan apretado que no puedo ni moverme, respira hondo al menos. ¿O es que tienes el culo tan estrecho como la mente?

-Maldita sea... ¿quien es el que está... haciendo cosas raras aquí? -jadeó, notando como lentamente entraba cada centímetro de dureza del otro- Saca eso... de mi...

-¿Puedes hacerme caso y respirar? -exasperado- Como me cabrees te la meteré toda y entonces si que gritarás.

-Insolente... -a pesar de no verle, giró el rostro a un lado, buscando algo parecido a su silueta. El único indicio que tenía de que estaba ahí era el apretón en sus caderas y que le estaba penetrando sin ningún consentimiento-. Abandona este deplorable acto... ahora mismo y acepta el castigo de... ¡¡Nnhg!!

León había podido, entre respiración y respiración, embestirle tras haber repetido el vaivén de dentro a fuera, entre las paredes calientes y semi-relajadas de Petros, que pese a negarse, tuvo que admitir que era menos doloroso si dejaba de resistirse. De igual manera, siguió poniéndoselo difícil como buen cabecilla de la Inquisición que era.

-Para casos como el tuyo hace falta lubricante... -León jadeaba ante las cortas embestidas incompletas que podía dar entre aquella estrechez-.Muchas quejas, pero... -dejó de empujar y buscó su miembro, agarrándolo tras deslizar la mano por su estómago bien formado- vuelves a estar duro.

-No niegues tu culpa... en todo esto -gimió por lo bajo, notando el cuerpo igual de pesado que su brazo- Dio! No tendré piedad...

-Supongo que haga lo que haga vas a seguir queriendo cortarme la cabeza, ¿verdad? -preguntó, afianzando su agarre a los costados de Petros, sacando su hombría hasta los límites y volviendo a empujar, esta ver sin contenerse lo mas mínimo.
Por fuerza mayor, Petros aceptó toda aquella longitud con un gemido ronco que hizo eco entre las pareces de la penitenciaría.

Los próximos minutos fueron una exposición de gemidos roncos del español, seguido de algún que otro forcejeo y las negaciones de Petros por gemir, llegado al punto ya fuera de placer o dolor. León había comenzado a masturbarle, siguiendo un ritmo que a cada momento se hacía mas violento y ansioso.

-¡¡Nnnhg!! -sintiendo el cuerpo arder mas que nunca, Petros tuvo su segundo orgasmo. León quiso tener algo de consideración y redujo sus arremetidas.

-¿Cuando orgasmos piensas tener antes de que yo llegue a uno? ¡Que envidia! -apartó la mano de su miembro, húmeda por el semen, y la deslizó por su pecho hasta atrapar uno de los pezones, tomando impulso de nuevo para seguir embistiendo.

-Esto... es humillante... -la voz del inquisidor sonaba a alguien con seria sed de venganza homicida.

-Mira el lado positivo... -León jadeaba, notando su deseado orgasmo acercarse, aumentando su rudeza- Ya tendrás algo de lo que hablar... con tus compañeros de trabajo -se arqueó- Ah, me corro...

La protesta sobre la burla perdió fuerza ante el siguiente aviso. Petros frunció el ceño al notarle demasiado entusiasmado hundiéndose en su interior, culminando dentro suyo con el mismo consentimiento con el que había comenzado todo aquello.

[…]


-Según informes de la guardia... -La mujer rubia que estaba sentada tras la mesa sostenía un grueso tocho de folios prensados, mientras su rostro resignado se apoyaba en su otra mano, palpándose las sienes- vuestra mala conducta ha superado a la buena. Me hace sentir vergüenza sobre el tipo de gente que contrato...

-No sea mala, señora -León sonrió, casi estando de acuerdo. Estaba frente a la mesa con su uniforme bien arreglado y su pelo limpio y peinado.

Hacía tan solo dos horas que había salido de la celda que compartía con Petros y le había dado el tiempo justo para adecentarse ante la llamada al despacho de Catherina que la hermana Kate le había hecho llegar.

La cardenal dejó caer los papeles sobre la mesa, mirando a León con sus ojos fríos como cuchillas.

-Espero que al menos ambos hayáis aprendido algo de todo esto. Vuestros destrozos seguirán siendo parte de vuestros gastos hasta que podáis estar en la misma habitación sin mataros.

-Se lo haré saber al hermano Petros... - sonrió dudosamente ante la educación que tenía que mostrar- Pero no espere gran cosa; creo que ese hombre vendrá a matarme en serio un día de estos.

-Prefiero no preguntar que es lo que has hecho -suspiró, percatándose de algo luego- A propósito, ¿donde está el Director de la Inquisición?

-Pues...


Solo le hizo falta el aviso de que ya podía abandonar la prisión para ponerse en marcha. Se dio un baño, se enfundó en su orgulloso uniforme de la Inquisición y recuperó su arma, ignorando cualquier dolor corporal que pudiera estar sintiendo.
Enfiló por los pasillos con un objetivo en mente: devolverle a León todos los orgasmos que se atrevió a dejarle dentro en forma de golpes en el culo. El Screamer parecía indicado para tal fin, sobre todo después de haber escapado esa mañana, mucho antes de que Petros por fin hubiera despertado.

-Tiene una nave esperando fuera. Si no tiene problema hay una misión que... -uno de los directivos de la prisión quedó hablando solo cuando Petros se había detenido tres celdas mas atrás.

Un hombrecillo delgado y pálido, otro bajito y musculoso y un último que parecía un San Bernardo se giraron a mirarle, empalideciendo a la vez.

-Espero que no hayáis pensado que me había olvidado de vosotros -con voz de ultratumba y desenfundando las dos partes del Screamer de su cinturón, Petros se dispuso a saldar una de sus cuentas con los herejes que parecían no aprender la lección de la justicia.

… Y eso solo era el principio.

viernes, 9 de octubre de 2009

Gerbiami Enemy

Gerbiami Enemy
(Querido enemigo)

Género: Drama.
Pareja: Ivan/Toris/Feliks (Rusia/Lituania/Polonia)
Serie: Hetalia.




Una ráfaga rápida de aire caliente atravesó la gélida brisa que llenaba el lugar de escarcha helada, al mismo tiempo que el eco desgarrador de una detonación hacía que mi corazón se detuviese.
El tiempo se detuvo por completo, y se volvió como una de esas escenas de películas que pasan a cámara lenta. Era un efecto devastador, doloroso y lleno de angustia.
Antes de que pudiese pretender mover cualquier parte de mi cuerpo, mi alma quebrada lanzaba un grito, manifestandolo a través de mi garganta obstruida.

-¡¡Noo...!!

[…]

Tras mucho tiempo soportando la agonía y los maltratos, las amenazas despiadadas y los innumerables ultrajes, he querido ponerle fin. No aguanto mas. Mis hermanos no aguantan mas. Y me niego a seguir dejando que ellos sufran.

He conocido a alguien que me ha dado el valor para alejarme de Rusia. Alguien optimista, temerario y algo extravagante, que se niega a dejarme encallado en este bucle que humillaciones.
Feliks es una persona extraña. Es posesiva, habladora, orgullosa y tiene unos gustos muy peculiares. No niego que me utiliza como quiere, pero no es nada comparado a lo que sufría con Rusia. Los días con el son divertidos, felices y entretenidos. Me gusta preocuparme por el, porque es todo lo contrario a mi.

A veces le envidio...
Me gustaría no tener miedo ante los planes de rebelación que llevamos a cabo por las tardes. Me gustaría poder sentarme y hablar sin estar mirando a mi alrededor por si alguien me vigila. Me estoy volviendo paranoico, quiero acabar con esta situación que parece no querer dejarme respirar.

En estas situaciones, Feliks se limita a colgarse de mi y reñirme como si fuera un niño al que le da miedo dormir solo. Con una sonrisa y una lógica que solo el puede entender, aviva en mi la llama de coraje que creía extinta. Muchas veces me encuentro dándome ánimos a mi mismo, repitiéndome que aquello era para un bien mayor, para que mis hermanos fueran felices, para que podamos vivir sin presiones. Estoy convencido de que saldrá bien. No tenemos malas intenciones, solo queremos librarnos de las que tienen los demás hacia nosotros.

Aquel día en concreto, la organización de tropas y el plan de avance en el ataque fue abrumador. Incluso me costaba creer que alguien como Feliks, que parecía tan delicado y frágil, pudiera liderar con firmeza a todo un país, sin flaquear, manteniendo siempre la cabeza alta.
Fue admirable. Y me veo a mi mismo queriendo ser como él.

-La capital tiene que caer. Le haremos salir de su agujero a la fuerza, pero cuidado. Rusia no es el tipo de persona que pierde la calma con facilidad.

El plan tenía un pequeño apartado donde yo debía sacar a mis hermanos de la casa de Rusia, puesto que no les había contado nada sobre este golpe de estado. Claro que no, no podría soportar involucrarlos; yo mismo les romperé las cadenas y los liberaré.
Feliks estaría al frente, respaldándome, ya que parecía haberme leído el miedo en los ojos y no quería dejarme solo. Si todo salía bien le deberé todo esto de por vida.


Irrumpimos en la mansión en silencio, mientras el corro de voces y gritos de guerra se escuchaba de fondo desde fuera. Sonido de disparos y aullidos de dolor se entremezclaban en mi cabeza de manera insoportable, haciéndome temblar ante la imagen que quedaría tras terminar todo esto.
Feliks, leyendo mi miedo como tantas otras veces, me cogió de la mano y me dedicó una sonrisa antes de ponerse serio y hacerme un gesto hacia la segunda planta con la cabeza.
Yo asentí, alzando el rifle contra mi pecho antes de seguirle de cerca, mirando a cada rincón de la casa, cubriéndole.

La mansión de Rusia siempre había dado algo de miedo. Era un lugar demasiado grande para una persona, donde los pasos hacían eco y los ventanales se llenaban de nieve cuando había tormenta. Incluso viviendo los tres y llenando algo de espacio, seguía pareciendo tétrico. Por no decir que se tardaba en limpiar una eternidad...

Subimos las escaleras sin descuidarnos. Observando detenidamente cualquier cosa que se moviera. La cortina del ventanal alto del pasillo de la segunda planta casi hizo que abriera fuego al verlo ondear de forma tan calmada que parecía fuera de lugar. Respiré hondo, intentando calmarme.

-No dudes ahora, Toris -me dijo Feliks con firmeza. Tragué saliva y asentí, llegando hasta el.

Se oía un leve sollozo desde el interior de uno de los cuartos, que recordaba como un salón independiente donde muchas veces Rusia se encerraba por horas. Tras un último gesto de aviso, Feliks derribó la puerta de dos golpes, apuntando a la primera figura que vio en la sala.
Era Rusia.
Yo imité su gesto y le apunté tras dar unos pasos mas al frente.

-Vaya, bienvenido de nuevo, Toris -me saludó con su sonrisa de amabilidad fingida-.Sabía que no tardarías en volver conmigo...

-¡Entrega a los bálticos! -se precipitó Feliks en un segundo, llegando junto a mi con la cabeza de Rusia en su punto de mira.

-¿Por que tanta prisa? -susurró con aire gélido, sin dejar de sonreír- ¿Por qué no hacéis como este pequeño y os ponéis cómodos?

A medida que hablaba se iba apartando de la ventana, y lo que vi me dejó pegado al suelo. Raivis estaba atado a una silla de madera, de las tantas que habían en el comedor. Temblaba y lloraba, mientras en sus ojos se reflejaba el pánico por el que estaba pasando. Atado firmemente a su boca había un trozo de tela blanca a modo de mordaza.

-¡Raivis! -me adelanté corriendo, ignorando a Feliks que pretendía detenerme. Llegué hasta el, queriendo desatarle y sacarle de allí, pero no alcancé a rozar su pequeño cuerpo tembloroso.

Un golpe rápido y certero me dio en el hombro, haciéndome retroceder y caer el suelo. El rifle desapareció en alguna parte del cuarto.

-¡Vamos, no tengas tanta prisa! -Rusia sostenía una larga tubería de metal, mellada en algunos puntos- Letonia y yo estábamos manteniendo una conversación civilizada antes de que irrumpieras en casa como un salvaje. Parece que no has aprendido nada, Toris...

-¿Civilizada? ¿¡De que demonios está hablando!? -saqué el valor para gritar, sujetándome el hombro mientras intentaba levantarme- ¡Sus días de autoridad terminarán hoy! ¡No seremos los juguetes de nadie! ¡Ya basta!

La sonrisa de Rusia no se movió. No es que pensase que alguien como yo le diera miedo, pero aún así...

-Que mal. Alguien te ha estado dando demasiadas malas influencias...-Sus ojos se clavaron en Feliks, que aún le apuntaba. Y aunque estuviera sonriendo, sus ojos eran dos témpanos que no auguraban nada bueno.

-¿Malas influencias? -contraatacó Feliks- Sólo le he enseñado como es ser libre. No me bajes al nivel de bastardos como tu. ¡No te muevas!

-Oh, ¿fuiste tu? -dijo Rusia, que parecía no importarle la mortalidad de las balas y había cambiado de lugar en la habitación, esta vez situándose tras Raivis-. No pareces el tipo de país capaz de alentar a otros, eres tan poquita cosa...

Se me hizo un nudo en la garganta cuando posó su mano enguantada en la cabeza de Raivis, haciéndolo encogerse mas.

-P-por favor, no...Raivis...-Mis ganas de luchar me abandonaron por completo en aquel momento. Sentía que era capaz de volver a recibir sus latigazos y castigos con tal de ver a mi hermano pequeño fuera de su alcance.

-¿Estás asustado, Toris? -me miró, como si todo aquello le divirtiese mucho. No, estoy seguro de que se divertía.

-¡No le escuches, Liet! -Feliks se movió de lugar sin dejar de apuntar, quedándose a mi lado- No caigas de nuevo, reponte.

-¿Quieres a tu hermano? -continuó Rusia, y es como si su voz fuera la única que sonara en mis oídos- Piénsalo bien. Puede que el responsable de su muerte seas tu, Toris...

Aquella frase me dejó frío. Aquel tono de burla penetró en mi mente, convirtiéndose en un eco ensordecedor y temible. No podría vivir con esa culpa...El mero echo de tratar de imaginármelo ya me carcomía...
Y como si fuera una luz al final de un túnel oscuro, la voz de Feliks me llegó de nuevo, alta y clara.

-¡Deja de tratar de asustarle! ¡Toda su vida ha estado siguiendo todos tus chantajes por el bien de sus hermanos, dale un respiro! ¡Que seas un sádico amargado no es excusa para que te cebes del dolor de los demás! Tu solo te has buscado que te dejen tirado...

Una débil sonrisa apareció en mis labios, y me dispuse a mirarle para agradecerle sin palabras aquello que estaba haciendo por mi. Pero cuando me quise dar cuenta, mi boca esbozó algo distinto a una sonrisa. Noté a mi cuerpo tensarse al tiempo que giraba la cabeza hacia Rusia, que sostenía mi rifle y apuntaba a mi lado con el cañón expulsando un humo blanco. Frunciendo las cejas, me llegó el sonido de la detonación que aún perduraba en el cuarto, seguido de aquel olor a pólvora tan desagradable...

Todo se movía demasiado lento para mi gusto.
La sonrisa de Rusia haciéndose mas larga...
Los ojos de Raivis cerrándose con fuerza, sollozando...
Los míos, por el contrario, abriéndose de par en par mientras me giraba hacia Feliks, que caía de espaldas contra el suelo...

-¡¡Nooo...!!

El sonido sordo que produjo su cuerpo cayendo se mezcló con el estridente sonido del arma revotando en el suelo del despacho. Su melena rubia se esparció por el suelo, al igual que la sangre que comenzaba a brotar de su herida.
Los sollozos de Raivis se convirtieron en un llanto que me despertó de aquella burbuja angustiosa y silenciosa.

-¡Feliks! -corrí hacia el, dejándome caer junto a su cuerpo, que no se movía- Por Dios, Feliks, respondeme...

Tenía el balazo en un punto muy delicado del pecho y un pulso débil e irregular, pero respiraba No quise moverle con la esperanza de que aún se pudiese hacer algo.

-Vaya, ¿aún no está muerto? -escuché la despiadada voz de Rusia acercarse, y sus botas de piel se detuvieron a escasos metros de nosotros. El cuerpo me tembló de rabia, frustración y un gran nudo en la garganta me impedía entonar bien las palabras.

Le escuché suspirar con ese desinterés suyo antes de que resonase en mi mente el chasquido del arma cargándose. No sé que me impulsó. Quizás la rabia de ese momento o el rencor de toda una vida, pero agarré el rifle de Feliks y me levanté todo lo firme que pude, apuntando a aquel desalmado antes de que pudiera hacer un intento de rematar a Feliks.

-¡Suelte el arma! -grité, con el ceño fruncido y los músculos tensos.

-¿Oh? -Rusia puso una cara de sorpresa demasiado fingida- ¿Vas a dispararme, Toris?

-¡Lo haré! Esta vez se acabó... -tragué en seco, sintiendo la garganta como papel de lija- No tiene ningún derecho a retenernos aquí, y Feliks... Feliks no... -le miré, tirado en el suelo detrás de mi, sin reaccionar. Me tembló el labio inferior, al cual mordí con rabia. Cuando volví la vista al frente, Rusia se había acercado lo suficiente como para pegar el pecho al cañón del rifle.

-Tu no puedes dispararme -dijo en un susurro gélido, antes de tirar su arma al otro lado del cuarto-.Yo podría, pero tu no.

Le miré, sorprendido. La actitud de Rusia podía ser muy desigual en muchas ocasiones, pero aquello era tan extremo. Destilaba tanta confianza, tanta...

-N-No me tiente... -Puse el dedo en el gatillo.

El no dejó de sonreír ni por un momento.

-Si tanto me odias no te retengas y dispara, Toris. ¿O es que eres tan cobarde que no puedes matar a una persona? ¿Son recuerdos duros para ti? No has aprendido nada en todo este tiempo, por lo que veo... -sus palabras estaban cargadas de odio. Un odio invisible pero que dañaba por igual-. ¿Debería azotarte mas para que comprendieras que poco valor tienen ciertas vidas, Toris? Seguro que sabes que alguien como tu nunca podrá superar una existencia como la mía.

-Cállese... -el nudo en mi estómago comenzaba a apretar mas y mas.

-En este mundo los débiles están acabados. Las reglas de la sociedad favorecen a los que son fuertes. La gente de bajo nivel como tu lo entiende, ¿verdad?

-Ya basta...-Estoy temblando. ¿Por que..? No puedo controlar mi cuerpo...-Usted... Usted es todo apariencia, ¿o me equivoco? Muchas veces se ha sentido solo... Y seguro que hasta a llorado. Usted también fue... alguien débil en su día...

-Las cosas cambian. Y si son para mejor es un cambio bien recibido. Aunque todo eso sea cierto, se ve gratamente compensado por todo lo que ganas -entrecerró los ojos y me miró, haciéndome temblar mas- Aunque, ¿que puede saber alguien como tu, que no puede defender a nadie?

-¿Que...?

Rusia señaló al cuerpo de Feliks, muy calmado. Incluso mas que yo.

-Ahí hay otro que morirá por tu culpa si no te das prisa y me matas. ¿Podrías vivir con dos muertes a cuestas? Porque yo lo dudo. Eres demasiado bueno. Siempre sacrificándote por los demás, sin preocuparte por ti mismo. ¿Eres feliz viviendo así?

-Usted no podría entender por qué hago...

-Lo entiendo -me cortó-. Lo haces porque no tienes autoestima, ¿verdad? Quieres compensar tu carencia de valor siendo buena persona y ayudando a los demás, como un apoyo moral inútil.

-N-no es verdad... -no me noto los dedos. Estoy temblando mas que antes.

-Oye, Toris...-Se inclinó hacia mi, empujando el arma con su pecho hasta que el mango dio contra el mio- Seguro que te gustaba estar conmigo. Por mucho que digas odiarme, nunca serás capaz de apretar el gatillo. Nunca tendrás el valor suficiente para escapar de tus miedos. Por mucho que te alejes, no podrás deshacerte de mi influencia...

Estoy llorando. En algún momento las lágrimas han bajado como un torrente por mis mejillas sin mi permiso, silenciosas y abundantes, como si mi alma no hubiera soportado aquella presión y se estuviera desahogando. No quiero estar aquí...
Quiero salir corriendo... Quiero gritar... Cualquier cosa para no sentirme como me siento en estos momentos.

-Cállese...

Mis piernas flaquearon ante su presencia aplastante, y me vi cayendo al suelo sin fuerzas, dejando caer el rifle en mi regazo como si fuese un juguete carente de valor. Escuché a mi hermano pequeño intentando gritar mi nombre entre un llanto mucho mas sincero que el mío.
Junto a mi, la sangre de Feliks seguía fluyendo. ¿Por qué no estoy haciendo nada? ¿Por qué permitía todo aquello?
Observé atentamente mi mano, temblorosa, inútil. Aquello era lo mas lejos que podía llegar, y lo odio...

-Eres débil -dijo Rusia tras soltar una risita juguetona- Eres débil y lo admites, lo que te hace mas patético aún. Por eso todos saben que no vales, y te utilizan.

Escuché sus pasos, y solo pude alzar la cabeza para asegurarme de que no le hacía nada a Raivis.

-No te guardo rencor por rebelarte contra mi, Toris -Rusia se adjudicaba el rifle que tenía en uno de los soportes de la pared, ajustándose la bufanda al cuello antes de seguir caminando hacia la puerta-. Porque sé que volverás algún día. Cuando estés lo suficientemente atormentado, nos volveremos a ver.

Desapareció por la puerta, cerrándola. Sus pasos dejaron de oírse al segundo, y todo quedó en un silencio siniestro.

-Raivis...-murmuré, levantándome. Mi cuerpo entumecido pudo responderme lo suficiente para ir a desatarle- ¿Estás bien?

El se me abrazó, temblando mas que nunca, asustado y estallando en llanto. Por suerte parecía estar perfectamente, aunque tardará en recuperarse del susto. Mascullando disculpas, lo aparté.

-Por ahora tienes que ser fuerte, ¿vale? Saldremos de aquí enseguida...

-P-Pero... El...-giró la cabeza y miró a un lado, y a mi se me cortó la respiración al seguir su mirada.

Feliks seguía sin moverse, y demasiada sangre se extendía alrededor de su cuerpo.

-¡¡Feliks!! -corrí hacia el, dejándome caer en el suelo para cogerle en brazos, manchándome de sangre- ¡Feliks, háblame! ¡Despierta!

Estaba blanco como una hoja de papel y sus labios se tornaban color morado. Y como recogiendo el último hálito de vida que le quedaba, tosió ásperamente y entreabrió los ojos. Su usual mirada verde brillante estaba muy lejos de parecerse a la que me dedicó en esos momentos.

-Ah... Toris...-volvió a toser- ¿Estás...bien?

-¡No me preguntes eso cuando eres tu el que está así! -grité, sosteniéndolo con firmeza. El corazón se me encogió cuando vi a Feliks esbozar una sonrisa afectada.

-Que tonto...-dijo- ¿Dónde está...Rusia?

-...N-no he podido... -admití, y me sentí fatal- No he podido hacerlo, Feliks. No he podido matarlo. Yo...

Sentí una caricia en la mejilla. Feliks había sacado fuerzas para alzar la mano y tratar de reconfortarme. La sujeté antes de que cayera sin fuerzas, sin poder evitar llorar de nuevo.

-Cuando estés preparado...podrás -declaró, haciendo un gesto de dolor-. No dudes la próxima vez...

-¡!...¿Feliks? ¿Por qué estás hablando como si fueras a...? ¡Feliks!

Se había quedado inmóvil. Sus ojos sucumbieron ante el peso de los párpados y su mano alzada perdió la poca fuerza que tenía. Mi mejor amigo que quedó completamente rígido en mis brazos, mientras a mi solo se me ocurría temblar, llorar y asustarme.

-¡¡Feliks!!


[…]


El tronar melódico de la iglesia hizo que las aves de la plaza salieran en bandada. El revolotear apurado dejó constancia de su presencia cuando cayeron del cielo sus plumas oscuras.

La ceremonia había terminado con una hermosa demostración en memoria de los caídos. La bandera Polaca y la Lituana hondeaban como una sola, y los soldados uniformados se estrechaban la mano antes de irse. Mi hermano Edward me dio una palmada en el hombro antes de irse junto a Raivis, teniendo la acertada idea de que estaría mejor a solas por un momento.

En el cementerio, nuevas tumbas se habían alzado. Las lápidas ceremoniales, blancas como el marfil, presentaban las inscripciones de todos y cada uno de los que yacían allí.

-Esto no tendría que haber acabado así... -dije en voz alta. El simple hecho de estar allí de pié, vistiendo mi uniforme tras no haber hecho nada en esta guerra que comenzó por mis propios intereses ya era torturante.

Me acerqué a una de las lápidas y dejé una flor blanca sobre la base, haciendo una pronunciada reverencia. Todo aquello dolía mucho. Era demasiado triste, insoportable...

-Todo sigue igual. A pesar de la independencia, continúo buscando ayuda de los demás. Al parecer aún te necesito, Feliks...

Alcé la vista al cielo, apretando los puños mientras la brisa hacía un intento por relajarme.
“Los débiles sucumben ante los fuertes”. Es una ley demasiado cruel.
Tras una nueva reverencia, me encaminé por aquel mar de lápidas hasta salir del camino de piedras y traspasar las puertas hacia la plaza, donde ya no quedaba nadie.

-¿Estás llorando otra vez? -escuché su voz.

-Claro que no. Solo que no me parece justo.

-Las guerras son así. Sé un poco agradecido, estás vivo.

Observé como se acercaba a mi desde la fuente con andar torpe y el taconeo hueco de una muleta. Su rostro burlón seguía imperturbable.

-¿Que hay de ti, Feliks? ¿Por que no estás en el hospital? -hablé mientras echaba a andar lentamente, lejos de la iglesia.

-¿Estás de broma? Me aburría en ese sitio. Son mis hombres también, y tenía todo el derecho de asistir a sus funerales.

-Piensa en tu salud, ¿quieres? Un poco mas y tu... -no pude terminar la frase.

-¿Me hubieras traído flores también? He visto que has dejado un lirio en cada una de las tumbas. Deja de sentirte culpable de una vez o te patearé el culo.

A pesar de los años, siempre diré que Feliks es la cosa mas inconstante del mundo. Nunca sabes con que te saldrá en los momentos menos apropiados.

-¿Patearme qué? Si ni siquiera puedes andar -me permití una sonrisa-. Venga, volvamos al hospital, irresponsable.

-Si vuelvo allí moriré de verdad. ¿Has probado esa comida? ¡Que asco!

-Pues te invitaré a comer, pero luego vuelves.

-Pesado...

Aún falta demasiado para ser libres.
Pero momentos como este son exclusivamente míos.