Miraba sin malicia como corría, como sonreía junto con sus compañeros en el campo de juego sin tapujos ni restricciones. Como si en ese momento solo existiese él y el campo, él y las personas que le rodeaban. Solo lo que tuviera que ver con él.
Y sin embargo no llegaba al pensamiento egoísta. Simple y pura entrega, persiguiendo a los enemigos con todo su cuerpo y no despegando la vista de la pelota, dejándose la piel en hacerse con ella para volver a sonreír luego ante las alabanzas de su frecuentado grupo y los seguidores de las gradas.
Mis dientes rechinaron hasta el punto de molestarme, alejándome de todo aquel sofocante gentío mientras me obligaba a desterrar los sentimientos que se arremolinaban en mi cabeza.
Hacía tres meses que habíamos perdido contra ellos. Nuestro equipo flaqueó y se confió demasiado por el hecho de ser un equipo nuevo y lleno de novatos.
No contábamos con él.
El genio oculto, con su cara pintada de inocencia y su pequeño cuerpo. Con una nimia presencia que no destacaba ni impresionaba lo mas mínimo.
Tooru. Tienes todo lo que yo no tengo. Tienes ese talento innato para el fútbol que solo aparece una vez cada años, ese carisma que hace que todos te quieran y esa forma de comportarte que da confianza a cualquiera que se te acerque.
Te odio, Tooru.
Porque eres especial. Por tu manera de ser. Por creerte que todo se soluciona fácilmente. Incluso detesto tu manera de sonreír.
Y sin embargo, día tras día sigo viniendo a verte entrenar, a ver como sigues sonriendo.
Y también me odio y te odio aún más por hacer que no pueda despegar mis ojos de ti.
Fue cuando cumplí el mes siguiendo la misma rutina. Me encontré a mi mismo esperando tu entrenamiento un cuarto de hora antes, tentado a irme y olvidarme de tu estúpida e injustificada jovialidad, pero nunca llegando a hacerlo.
Esperé, sentado bajo mi árbol mientras soplaba la fría brisa que daba la bienvenida al invierno, oculto entre las sombras de mi rencor sin mirar a nada más que al campo hasta que llegaras. Pero no lo hiciste. Nadie lo hizo. Y me pareció extraño, puesto que mi rutina decía que hacía cuarenta minutos que debías estar corriendo por el campo, hablando a voces con alguno de tus compañeros y alargando los labios para soltar una carcajada estrepitosa.
Pero no estabas. ¿Por qué no estabas allí, Tooru?
-¿Lo has oído? Uno de los miembros del club de fútbol tuvo un accidente esta mañana…
Un retazo de una conversación que estalló en llantos que pude oír desde lejos…
Moriyama Tooru
1993 – 2009
“Porque con una sonrisa los días se iluminan
hasta resplandecer”
Te odio. Por tus cosas sin sentido y por destacar mas que yo. Por dejarme antes de que te pudiera decir a la cara lo mucho que te detesto. Porque…porque ya nunca podré decírtelo.
Por hacerme llorar y golpearme con la brutal realidad mucho antes de haberte dirigido la palabra. Todo es culpa tuya.
Incluso ahora, mirando tu tumba, tengo la sensación de que sonríes. El colorido de las flores, las ofrendas y tu medalla del torneo, todo parecía cobrar mas vida estando a tu lado.
¿Por qué sigues destacando más que yo?
-Te odio…
¿Por qué no puedo parar de llorar, frustrándome a cada segundo por no haber hecho nada más que mirarte?
-Te…odio…
¿Por qué no me quedan fuerzas para mantenerme en pié? Es como si algo en mi interior se derrumbase con la intención de dejar de funcionar en cualquier momento.
-Te odio, Tooru…
Porque ya no puedo vivir sin mirarte. Por que no pasa un solo día en el que quiera ver tu sonrisa. Por que incluso mis días parecían brillar cuando oía tu voz.
Este odio por ti…lo atesoraré para el resto de mi vida.
Y sin embargo no llegaba al pensamiento egoísta. Simple y pura entrega, persiguiendo a los enemigos con todo su cuerpo y no despegando la vista de la pelota, dejándose la piel en hacerse con ella para volver a sonreír luego ante las alabanzas de su frecuentado grupo y los seguidores de las gradas.
Mis dientes rechinaron hasta el punto de molestarme, alejándome de todo aquel sofocante gentío mientras me obligaba a desterrar los sentimientos que se arremolinaban en mi cabeza.
Hacía tres meses que habíamos perdido contra ellos. Nuestro equipo flaqueó y se confió demasiado por el hecho de ser un equipo nuevo y lleno de novatos.
No contábamos con él.
El genio oculto, con su cara pintada de inocencia y su pequeño cuerpo. Con una nimia presencia que no destacaba ni impresionaba lo mas mínimo.
Tooru. Tienes todo lo que yo no tengo. Tienes ese talento innato para el fútbol que solo aparece una vez cada años, ese carisma que hace que todos te quieran y esa forma de comportarte que da confianza a cualquiera que se te acerque.
Te odio, Tooru.
Porque eres especial. Por tu manera de ser. Por creerte que todo se soluciona fácilmente. Incluso detesto tu manera de sonreír.
Y sin embargo, día tras día sigo viniendo a verte entrenar, a ver como sigues sonriendo.
Y también me odio y te odio aún más por hacer que no pueda despegar mis ojos de ti.
Fue cuando cumplí el mes siguiendo la misma rutina. Me encontré a mi mismo esperando tu entrenamiento un cuarto de hora antes, tentado a irme y olvidarme de tu estúpida e injustificada jovialidad, pero nunca llegando a hacerlo.
Esperé, sentado bajo mi árbol mientras soplaba la fría brisa que daba la bienvenida al invierno, oculto entre las sombras de mi rencor sin mirar a nada más que al campo hasta que llegaras. Pero no lo hiciste. Nadie lo hizo. Y me pareció extraño, puesto que mi rutina decía que hacía cuarenta minutos que debías estar corriendo por el campo, hablando a voces con alguno de tus compañeros y alargando los labios para soltar una carcajada estrepitosa.
Pero no estabas. ¿Por qué no estabas allí, Tooru?
-¿Lo has oído? Uno de los miembros del club de fútbol tuvo un accidente esta mañana…
Un retazo de una conversación que estalló en llantos que pude oír desde lejos…
Moriyama Tooru
1993 – 2009
“Porque con una sonrisa los días se iluminan
hasta resplandecer”
Te odio. Por tus cosas sin sentido y por destacar mas que yo. Por dejarme antes de que te pudiera decir a la cara lo mucho que te detesto. Porque…porque ya nunca podré decírtelo.
Por hacerme llorar y golpearme con la brutal realidad mucho antes de haberte dirigido la palabra. Todo es culpa tuya.
Incluso ahora, mirando tu tumba, tengo la sensación de que sonríes. El colorido de las flores, las ofrendas y tu medalla del torneo, todo parecía cobrar mas vida estando a tu lado.
¿Por qué sigues destacando más que yo?
-Te odio…
¿Por qué no puedo parar de llorar, frustrándome a cada segundo por no haber hecho nada más que mirarte?
-Te…odio…
¿Por qué no me quedan fuerzas para mantenerme en pié? Es como si algo en mi interior se derrumbase con la intención de dejar de funcionar en cualquier momento.
-Te odio, Tooru…
Porque ya no puedo vivir sin mirarte. Por que no pasa un solo día en el que quiera ver tu sonrisa. Por que incluso mis días parecían brillar cuando oía tu voz.
Este odio por ti…lo atesoraré para el resto de mi vida.
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