jueves, 17 de diciembre de 2009

Sacrificio 2

Sacrificio 2



Rossìya:

Se había pactado que habría otra reunión en dos días ante la falta de organización de la primera y unas ausencias importantes. Quedarme por los alrededores no me molesta, hace mucho menos frío que en moscú y la compañía hace que me divierta. La noche anterior con Yao, por ejemplo... Y quizás esta noche con Toris.
Ese pequeño ha estado esquivándome lo mas discretamente que ha podido, pero por desgracia para el su fuerte no es el disimulo. Tampoco me gusta la forma en la que mira a Polonia. Tendré que tomar medidas si la cosa llega a mas.

La mañana siguiente a la primera reunión, Eduard y Raivis se presentaron en la recepción del hotel donde nos quedábamos. No sé donde habrán pasado la noche, pero Toris no venía con ellos. Después de que Yao despejara mi habitación, les hice pasar para que limpiasen el desorden.

-¿No falta uno de vosotros? -pregunté sonriendo, mientras daba la segunda vuelta a mi bufanda.

-Ah, si... -Eduard estaba nervioso- Toris quiso hacer algo de turismo...

Raivis, quien cambia las sábanas, está temblando mas de la cuenta, lo que hace mas evidente la situación. Me acerqué despacio a Eduard, que se quedó estático, y lo acorralé junto a la ventana, golpeando con mi mano derecha la pared, junto a su cabeza.

-No me estaréis mintiendo, ¿verdad? -sonreí- Porque me disgustaría muchísimo.

-N-no, señor... -tragó en seco y se puso pálido- Le aseguro que está...

-¿En serio? -interrumpí, acercándome mas a el. Escuchaba los latidos de su corazón golpear su pecho con fuerza y Raivis gimoteaba mas allá- ¿Donde habéis pasado la noche?

-P-pues en... -se detuvo cuando le acaricié la cabeza, sin despegarme lo mas mínimo- En el hotel de... Polonia. Puesto que usted se había ido, el nos dejó... quedarnos allí.

Lo suponía. Lo mas probable es que Toris siga con el. Este chico es tan cabezota, no parece entender mis palabras para nada.

-Entiendo -salí de mis reflexiones y me enderecé, sin dejar de sonreír. Antes de que Eduard pudiera sentirse a salvo, alcé la mano y lo abofeteé. Tan fuerte que sus gafas terminaron por caer al suelo.

Raivis soltó un grito ahogado junto a la cama, tapándose la boca con las sábanas limpias y apretando los ojos, lloriqueando.

-Mentir está muy feo -canturreé-. Voy a salir; reflexiona sobre tus actos, ¿vale?

Con un gesto propio de maestra de guardería me giré hacia la puerta y desaparecí por ella.

No tengo muy claro donde se está hospedando el Polaco, pero no es algo que no se pueda averiguar. Con la nueva noticia de una segunda reunión, la búsqueda resultaría de lo mas sencilla.


Lietuva:

Las noches sin pesadillas son poco frecuentes.
Puesto que la mayoría de las veces me despierto empapado en sudor frío, recordando desastres o imaginándome futuros oscuros, tanto para mi como para mis personas conocidas, abrir los ojos lentamente y bostezar tras incorporarme en una cama mullida, limpia y cómoda era mas de lo que podía desear.

La noche anterior había salido de la ducha y me había vestido con uno de los albornoces del hotel. Por nada del mundo iba a quedar sin ropa y exponer mis heridas; mucho menos estando Feliks delante. Sería vergonzoso a la par que humillante. No quiero que se preocupe, tengo la suficiente fe en que podré sobrellevar todo esto yo solo hasta que encuentre una solución plausible que nos ponga a salvo a los tres.
Eduard me comunicó que Feliks había salido a la recepción del hotel y que tardaría, por lo que me adelanté y cogí prestado un huequecito de la cama. Dí un par de vueltas y acabé dormido antes de darme cuenta.

Normalmente me levanto temprano para preparar el desayuno, pero al mirar el reloj vi que eran pasadas las diez. Miré a mi alrededor y no vi a nadie.

-¿Feliks? -le llamé a medida que salía de la cama y caminaba hacia la otra parcela de la habitación. Habían tres mantas dobladas sobre el sofá y una nota sobre la mesita.

“He salido a La Corte, nada importante.
Como sé que no lo harías por miedo a molestar, me he tomado la libertad de pedirte el desayuno; lo tendrás en la cama a las 10:30. Volveré pronto, ¡ni se te ocurra irte!


Aunque no estuviera firmada, este corazoncito en la esquina me hace tener una idea bastante acertada de quien la ha escrito. Sonreí ante la idea de un Feliks levantándose temprano para “nada importante”. Luego corrí a hacer la cama; el desayuno estaría por llegar de un momento a otro y no quería que encontrasen el cuarto desordenado.
Antes de que pudiera estirar las mantas, tocaron la puerta.

-¡Por favor, pase! -alcé la voz- ¡Siento las molestias!

Estiré las sábanas, blancas como la noche anterior, sin ningún rastro de sangre ni nada igualmente desagradable. Mullí las almohadas y procedí a estirar la manta principal. Tras el chasquido de la puerta al cerrarse no se había escuchado nada mas.

-¡Lo siento, iré a ayudarle enseguida! -planché la superficie de la cama con las manos y corrí hacia la segunda parcela- Disculpe. Muchas gracias por su trabajo...

Mi cuerpo cambió tan rápido de temperatura que no pude reaccionar en un buen rato. Rusia estaba frente a la mesita, alzando la nota que instantes antes acababa de leer. Al verme aparecer, se giró y me sonrió al tiempo que la arrugaba entre su puño enguantado y la tiraba al suelo con desinterés.

-Buenos días, Toris. Así que estabas aquí después de todo.

Tuve un mal presentimiento a cerca del estado de mis hermanos al no verlos por allí.

-S-Señor Rusia. Buenos días -intenté destensar los músculos de la cara para sonreír- No le esperaba por aquí...

-No, supongo que no -miró a su alrededor- ¿Estás solo?

-Si.

-¿Y Polonia? -siguió preguntando, caminando a pasos cortos alrededor de la mesa, mirando y mirando.

-Él está... -miré de reojo la puerta, nervioso- Salió temprano. ¿Quiere hablar con el sobre algo?

-Que va -negó infantilmente antes de detenerse frente a mi y mirarme por fin-. Tengo otra forma de comunicarle lo que quiero que sepa.

Antes de preguntar me sujetó del pelo con fuerza y me arrastró al otro lado de la habitación, donde me empujó a la cama, boca abajo. Acto seguido hincó una rodilla en ella y tiró de los pliegues del albornoz hasta dejarme la espalda al descubierto. El frío de la mañana hizo que mis músculos se contrajeran.

-Muchas veces pienso que te gusta que te castigue, Toris -pasó la mano suavemente por todas mis heridas-.Espero que no sea el caso, o dejará de resultar divertido, ¿no crees?

En la segunda pasada, apretó los dedos y me enterró las uñas, reabriendo gran parte de los cortes. Temblé y me mordí el labio, negándome a quejarme. Según la lógica de Rusia, los castigos son “por nuestro bien”, por lo que quejarse por este “favor” que nos hace está prohibido. A cada grito de dolor se cobrará dos o tres golpes mas.

-¿Como has pasado la noche? -volvió a interrogar, mientras yo veía como la manta se manchaba con las primeras gotas de sangre- ¿Polonia folla bien? ¿O quizás disfrutas siendo tu el que domina por una vez? Que dilema.

-S-Se equivoca... -intenté explicarme, aunque sé que en ese tipo de situaciones es imposible. Pero no quiero que Feliks caiga conmigo en esto.

-¿En serio? -me levantó el albornoz- ¿A quien pretendes convencer si ni siquiera llevas puesta ropa interior?

Anoche no me la puse porque una herida me surca desde la costilla hasta mas abajo de la espalda. Quería descansar un poco... Por supuesto, no atenderá a razones. Lo noté separarme las nalgas y exponerme completamente ante el, como tantas otras veces. Apreté la colcha entre mis puños y hundí mas los dientes en mi labio inferior al sentir dos de sus dedos atravesarme de golpe.
Seguía sujetándome con saña por la espalda y mucha mas sangre seguía cayendo en la cama.

-Servicio de habitaciones -se escuchó de repente tras la puerta de entrada. Mi cuerpo se tensó tanto que apreté los dedos de Rusia en mi interior inconscientemente, como impidiendo que se moviese.

Alcé la cabeza y miré a Rusia. No sé lo que le pasó por la cabeza cuando sonrió. O quizás lo sabía demasiado bien.

-Adelante -dijo entonces. Traté de levantarme, pero sujetándome de nuevo por el pelo me devolvió a la cama, enderezándose luego. El joven trabajador entró seguido de un sonido metálico (supongo que del carrito con la comida).

-Nos han pedido un desayuno a esta hora, ¿es aquí? -preguntó con vocecilla de adolescente. Lancé como pude una mirada a Rusia, que había girado la cabeza hacia el chico.

-Si, desde luego -sonrió. A partir de ese momento apreté los ojos y recé porque aquel desconocido no pudiese verme tras la figura de Rusia.

-¡Perfecto! -tintinear de platos y cubiertos- La especialidad de hoy era el desayuno francés, ya verá que bueno.

-Seguro que si.

A los dos dedos que tenía dentro se le sumó un tercero. Arqueé la espalda y mordí la manta. Aquello resultaría humillante si se descubriese, por no decir que estoy sangrando y algo muy diferente al frío me hace temblar.

-¿Se encuentra bien? ¿Quiere algo mas?

-No, nada -empujó mas adentro y reprimí un quejido como pude-. Buen trabajo.

-¡Muchas gracias, Señor! Disfrute de lo que quede de su estancia -lo escuché despedirse entre el retumbar de mis propios latidos. Tras escuchar la puerta cerrarse, sollocé.

-Vaya, que suerte. Desde su punto de vista solo me ha visto a mi -carcajeó Rusia, mientras se ayudaba de los dedos de su otra mano para expandir mi entrada como si se tratase de algo de goma.

-¡Ah...!

Duele...

-Vamos Toris, ¿que tienes que decir en estos casos? -susurró, empujándome a un lado para darme la vuelta. Cuando mis heridas abiertas se frotaron contra la manta solté otro quejido involuntario. Rusia me miraba, esperando las palabras que siempre me obligaba a decir antes de dar el golpe de gracia a sus castigos.

Abriendo las piernas y apartando la vista, frustrado, dije:

-P-Por favor...

Él se inclinó hacia mi y antes de morderme y embestirme brutalmente, su voz engañosa de niño me susurró “Buen chico”.



Polska:

No podría explicar que es lo que sentí en ese momento.
A parte de la sensación de pérdida, la frustración por no haber podido proteger algo importante, la ira y el rencor hacia aquel que había osado entrometerse entre nosotros...

Cuando volví a la habitación de aquel hotel cerca del Bronx me asaltaron todas esas emociones, una a una, con una fuerza aplastante. Por un momento sentí que mis piernas no aguantarían tanto peso, pero sin saber como se movieron hasta alcanzar la cama de la parcela del fondo, llena de sangre.
El carro de la comida descansaba en mitad del salón y tirado en el suelo, de camino al baño, un albornoz igual de rojo que las sábanas.

No se que tipo de expresión me desfiguró el rostro. No se cual le siguió después, mientras observaba todo aquello. Solo se que la determinación de la que carecía para realizar mis ideas había dejado de ser un problema.

[…]

No asistí a la segunda reunión que se llevó a cabo en La Corte. Tampoco me comuniqué con Toris durante toda la tarde y la noche de ayer. No necesitaba que nadie me lo explicara; estaba claro lo que había pasado en la habitación. Las cicatrices de Toris en la espalda que vi mientras se duchaba, los ruegos de Estonia, las leyendas oscuras sobre Rusia... Todo encajaba siniestramente dando paso a algo que no quería creer, pero que igualmente seguía ahí, frente a mis narices. No hacer nada... No poder hacer nada... No era mi estilo.

Tras cada reunión recuerdo que me despedía de Toris en el aeropuerto. Si me pongo a analizar su expresión ahora puedo notar su reticencia a irse y volver a Rusia. O quizás me lo parezca ahora que me he enterado de todo.
¿Para que demonios se habrán reunido otra vez hoy? Como les gusta molestar. Le preguntaré a Eli mas tarde, al menos para fingir un poco que me interesa.
Estoy en uno de los pasillos de La Corte, alejado de la entrada a la sala principal pero lo suficientemente cerca para intervenir cuando sea necesario. La reunión de hoy es menos ruidosa que la primera que tuvimos y se está alargando mas de la cuenta. Me aburro...

Cuando se abrió la puerta al fin quince minutos después me oculté en una de las salas de menor uso. Escuché, como no, a Alfred saliendo uno de los primeros, hablando de algo con la boca llena de comida basura. La voz de Arthur grita detrás, junto a la calmada de Francis.
Normalmente Toris sale uno de los últimos al estar recogiendo el papeleo (si no lo hace apuesto que no podría dormir por las noches), y sus hermanos suelen quedarse con el. Aprovechando este sentido de la responsabilidad podré actuar...

Mirando por el resquicio de la puerta estaba cuando lo veo aparecer, tan enorme como siempre. Alzó una mano al tiempo que se detenía a un lado de la puerta tras la que estaba, despidiéndose de China. Muchos mas le pasaron de largo, discutiendo cosas que dejaron de oírse cuando Rusia giró la cabeza y me miró de reojo, completamente serio.

Me sobresalté, y tras erguirme y fruncir el ceño dejé a la puerta balancearse, abriéndose, mientras iba a tomar asiento en una de las mesas de aquella sala pequeña, iluminada solo por un resquicio de ventana abierta.

-¿Quieres algo de mi? -preguntó con su voz suave y sonrisa falsa, cerrando la puerta tras el.

-Es como si supieras que te buscaba, ¿no? -crucé las piernas sobre la mesa.

-Es que tienes un olor desagradablemente dulce.

Chasqué la lengua y arrugué mas las cejas. La verdad, aún me da miedo. En un espacio que ni siquiera es muy pequeño, estar a solas con el es asfixiante. Te da una sensación de querer escapar lejos de esa mirada suya.

-Ahórrate los comentarios. Quiero proponerte algo.

-¿Vas a rendirte y a ser uno conmigo? Que sorpresa...

-¡Ya te gustaría! -hice una mueca escéptica, golpeando la mesa con el puño mientras a Rusia parecía divertirle demasiado todo aquello-Es sobre Liet, ¡Liet!

Entreabrió los ojos y mi cuerpo retrocedió por instinto. Su sonrisa se acentuó mientras se acercaba a pasos cortos hacia donde estaba sentado.

-Ah, claro. El pequeño Toris. Si has venido específicamente a hablar conmigo es porque has cogido la “indirecta” que te dejé en la habitación del hotel, ¿no?

No te me acerques, maldito lunático...

-¿¡Como puedes...!? -me mordí el labio. Aquellos gritos no me llevarían a ninguna parte- Es despreciable. ¿Estás tomando ventaja de el? Eres...

-Es él el que está dispuesto a sacrificarse por los demás -me interrumpió descaradamente-. También tiene algo de culpa por ser tan débil, ¿no?

Alejate...

-¡Ese no es motivo para hacer lo que te venga en gana! Ni tu ni nadie tiene derecho a gobernarle, y menos bajo amenazas sin fundamento.

-¿Eso me lo estás diciendo tu? ¿En serio? -soltó una carcajada leve y se me heló la sangre.

-E-estoy diciendo lo que pienso sobre lo que haces, ¡y no te acerques mas! -me encaramé sobre la mesa, como si mi instinto me gritase algo, avisándome. Rusia quedó frente a mi, a unas pocas pulgadas de la mesa . El silencio se hizo tan espeso e incómodo que por un momento pensé que no podría seguir respirando.

Fue entonces cuando se inclinó, golpeando la mesa con ambos brazos, cada uno a un lado de mi, mirándome con sus ojos relampagueantes de malicia, moviendo los labios despacio mientras hablaba.

-¿Cual es la intención de toda esta palabrería? Si no tienes algo mas sólido con lo que querer salvar a Toris, no me hagas perder el tiempo.

Estoy asustado. ¡Estoy asustadísimo, maldita sea! Este tipo es... Es como si absorbiera cada pensamiento positivo de mi mente. Que sensación tan desagradable. Aléjate. ¡Aléjate!

-Que decepcionante -comentó antes de volver a erguirse, lanzándome una mirada descontenta y volviendo a sonreír mientras se daba la vuelta y pretendía alejarse.

-¡Espera! -contradiciendome a mi mismo, estiré el brazo y le sujeté de la manga de la chaqueta. A pesar de detenerse, no se giró- Quiero... Por Liet... ¡Quiero cambiar lugares con él!



Rossìya:

La segunda reunión resultó mas entretenida que la primera, indudablemente.
Ver a Toris encorvado sin querer pegarse al asiento fue todo un espectáculo y la cara de Eduard presentaba aún el signo del golpe que le dí. El resultado de todo aquello era que Raivis estuviera tan afectado como los otros dos, no dejando de temblar sin atreverse a mirarme directamente.
Que trío mas lindo.

Cuando salí fue muy obvio que hacían tiempo para no tener que hacerlo conmigo. No es que me importe; saben perfectamente que tienen que regresar al hotel para así volver a moscú, así que de nada sirve evitarme. Aunque el hecho de salir yo solo fue bastante productivo, ya que tenía a alguien inesperado con muchas ganas de hablar conmigo.

Metidos en aquella sala de juntas diminuta, comenzó una perorata demasiado empalagosa para mi gusto. Su postura altanera sobre la mesa fue mermando a medida que me iba haciendo con el control de la conversación, encaramándose a ella como si con eso ya fuese inmune a lo que pudiese hacerle.

Este crío es demasiado testarudo. Por mucho que le hagan parece regenerarse como alguna especie de asqueroso bicho. Como molesta. Precisamente por eso está tentando a su suerte...

-¿Que quieres cambiar lugares con él? -repetí su petición absurda. Siendo sincero, aquello no me lo esperaba.

Lancé una mirada a su mano, que sostenía la manga de mi gabardina. Luego dí media vuelta y le miré, por un momento fingiendo una sorpresa que ya se me había pasado.

-S-si -está asustado, es tan obvio-. Todo lo que le haces a él... házmelo a mi.

Mis labios se curvaron con disgusto ante todo aquel autosacrificio que nunca antes había experimentado en mi persona. Luego comencé a reírme ruidosamente, llevándome una de las manos a la cara para soltar un suspiro tras la carcajada.

-¿Estás hablando en serio? -aunque aquella petición no había sonado firme, sé que que hablaba en serio. Sin embargo, no parece haberse planteado lo malo que puedo llegar a ser.

-¡Claro que si! -tiró de mi manga, frunciendo el ceño y alzando la voz- Todos los abusos, todos los... Todo lo que le obligas hacer como si fuera tu juguete, ¡hazlo conmigo!

Recuperé mi sonrisa ligera mientras le miraba con los ojos entrecerrados, cogiéndole la mano que sujetaba mi ropa y apretándola con mas fuerza de la necesaria, volviendo a acercarme hasta la mesa donde estaba subido.

-¿A caso tienes idea a lo que te estás prestando? ¿Que es lo que sabes a cerca de lo que sufre Toris?

-He visto sus cicatrices. He visto la sangre en las sábanas de la cama. Quiero que dejes de hacerle todo eso. Solo quieres a alguien con quien ensañarte, ¿no? Pues aquí estoy.

Como si pudieras aguantar todo lo que Toris aguanta, nenaza insoportable...

-Oh, pero no es solo “ensañamiento”. Hay muchas otras cosas que no sabes, ignorante Polonia -tiré de su mano a un lado, dejándome un ángulo de lado perfecto para empujarlo boca abajo contra la mesa, retorciéndole el brazo tras la espalda mientras sus pies pataleaban, colgando.

-¿¡Que haces!?

-Si te alarmas solo por esto, ¿como vas a poder sustituir a Toris? -me pegué a su, hay que admitir, generoso y redondo trasero y me incliné a su oído- Mira, el itinerario de “mi juguete” incluye complacerme en todo cuanto diga, sin protestar, sin quejarse y sin tener derechos de ningún tipo. Eso incluye, por supuesto, juegos dolorosos, humillantes y aún mas dolorosos. ¿Estás interesado en el puesto?

El mocoso se revolvió ante mis sarcasmos un segundo, para luego quedarse inusualmente quieto.

-¿Complacerte... en todo? Tu... ¿Que has hecho exactamente con Toris?

Se lo que está pensando... Sé que quiere preguntarlo, pero que le da miedo la respuesta. También sé que está enamorado de el, y por consecuente Toris le corresponda. Todo aquello estaba resultando demasiado fácil.

-Me lo he follado -susurré, y se puso tenso-. Muchísimas veces, además. En el cuarto, en el hotel, en el despacho, en el baño de La Corte... ¿Quieres mas detalles? Si la chupa bien o algo; aunque supongo que eso ya lo sabrás muy bien.

-¡Cállate! -por un segundo pareció que estaba llorando, pero me lleve una desilusión al ver que no- Solo... Solo quiero que le dejes en paz.

-¿A cambio de joderte a ti? Es que no me ha quedado claro el concepto, da.

-...Si -tembló-. A... A cambio de... joderme a mi, déjale tranquilo.

-¿Y?

Apretó el puño sobre la mesa y tembló de nuevo, como tragándose una pelota enorme de orgullo. Que mono~

-P-Por favor... Lo que quieras. Haré lo que quieras. Pero no le toques... Deja de hacerle cosas que le hagan daño, sea lo que sea. No lo soporto...

-Cuanto le quieres, ¿eh? Estar dispuesto a sacrificarse de este modo, es admirable. Pero dime, ¿si follamos no le estarás siendo infiel? En tal caso eres tu el que le estaría haciendo daño...

-¡Deja de poner pegas a todo! ¿Aceptas el trato o no?

Le aparté aquella ridícula melena del cuello y le mordí, clavándole los dientes en la piel mientras le escuchaba gritar y quejarse. Cuando me separé, la marca de mi dentadura era perfecta.

-El sello del contrato- me separé y le empujé contra la mesa, desinteresandome por el momento- Ven a Rusia mañana. Y mas vale que estés preparado.

-¡Un momento! -gritó, palpándose el cuello con una mueca de dolor. ¿Y ahora que?- ¿Como sé que cumplirás tu palabra?

Vaya, es menos tonto de lo que parece...

-Que desconfiado. Toris se lo cuenta todo a uno de sus hermanos. El te podrá decir si le hago algo o no -me dirigí a la puerta, sonriente ante el juego que había venido rodando hasta mi-. Eso será, claro, si logras satisfacerme. ¡Nos vemos mañana~!

No le veo capaz de soportar lo que Toris, así que... ¿Por qué no lo hago tres veces peor?