viernes, 9 de octubre de 2009

Gerbiami Enemy

Gerbiami Enemy
(Querido enemigo)

Género: Drama.
Pareja: Ivan/Toris/Feliks (Rusia/Lituania/Polonia)
Serie: Hetalia.




Una ráfaga rápida de aire caliente atravesó la gélida brisa que llenaba el lugar de escarcha helada, al mismo tiempo que el eco desgarrador de una detonación hacía que mi corazón se detuviese.
El tiempo se detuvo por completo, y se volvió como una de esas escenas de películas que pasan a cámara lenta. Era un efecto devastador, doloroso y lleno de angustia.
Antes de que pudiese pretender mover cualquier parte de mi cuerpo, mi alma quebrada lanzaba un grito, manifestandolo a través de mi garganta obstruida.

-¡¡Noo...!!

[…]

Tras mucho tiempo soportando la agonía y los maltratos, las amenazas despiadadas y los innumerables ultrajes, he querido ponerle fin. No aguanto mas. Mis hermanos no aguantan mas. Y me niego a seguir dejando que ellos sufran.

He conocido a alguien que me ha dado el valor para alejarme de Rusia. Alguien optimista, temerario y algo extravagante, que se niega a dejarme encallado en este bucle que humillaciones.
Feliks es una persona extraña. Es posesiva, habladora, orgullosa y tiene unos gustos muy peculiares. No niego que me utiliza como quiere, pero no es nada comparado a lo que sufría con Rusia. Los días con el son divertidos, felices y entretenidos. Me gusta preocuparme por el, porque es todo lo contrario a mi.

A veces le envidio...
Me gustaría no tener miedo ante los planes de rebelación que llevamos a cabo por las tardes. Me gustaría poder sentarme y hablar sin estar mirando a mi alrededor por si alguien me vigila. Me estoy volviendo paranoico, quiero acabar con esta situación que parece no querer dejarme respirar.

En estas situaciones, Feliks se limita a colgarse de mi y reñirme como si fuera un niño al que le da miedo dormir solo. Con una sonrisa y una lógica que solo el puede entender, aviva en mi la llama de coraje que creía extinta. Muchas veces me encuentro dándome ánimos a mi mismo, repitiéndome que aquello era para un bien mayor, para que mis hermanos fueran felices, para que podamos vivir sin presiones. Estoy convencido de que saldrá bien. No tenemos malas intenciones, solo queremos librarnos de las que tienen los demás hacia nosotros.

Aquel día en concreto, la organización de tropas y el plan de avance en el ataque fue abrumador. Incluso me costaba creer que alguien como Feliks, que parecía tan delicado y frágil, pudiera liderar con firmeza a todo un país, sin flaquear, manteniendo siempre la cabeza alta.
Fue admirable. Y me veo a mi mismo queriendo ser como él.

-La capital tiene que caer. Le haremos salir de su agujero a la fuerza, pero cuidado. Rusia no es el tipo de persona que pierde la calma con facilidad.

El plan tenía un pequeño apartado donde yo debía sacar a mis hermanos de la casa de Rusia, puesto que no les había contado nada sobre este golpe de estado. Claro que no, no podría soportar involucrarlos; yo mismo les romperé las cadenas y los liberaré.
Feliks estaría al frente, respaldándome, ya que parecía haberme leído el miedo en los ojos y no quería dejarme solo. Si todo salía bien le deberé todo esto de por vida.


Irrumpimos en la mansión en silencio, mientras el corro de voces y gritos de guerra se escuchaba de fondo desde fuera. Sonido de disparos y aullidos de dolor se entremezclaban en mi cabeza de manera insoportable, haciéndome temblar ante la imagen que quedaría tras terminar todo esto.
Feliks, leyendo mi miedo como tantas otras veces, me cogió de la mano y me dedicó una sonrisa antes de ponerse serio y hacerme un gesto hacia la segunda planta con la cabeza.
Yo asentí, alzando el rifle contra mi pecho antes de seguirle de cerca, mirando a cada rincón de la casa, cubriéndole.

La mansión de Rusia siempre había dado algo de miedo. Era un lugar demasiado grande para una persona, donde los pasos hacían eco y los ventanales se llenaban de nieve cuando había tormenta. Incluso viviendo los tres y llenando algo de espacio, seguía pareciendo tétrico. Por no decir que se tardaba en limpiar una eternidad...

Subimos las escaleras sin descuidarnos. Observando detenidamente cualquier cosa que se moviera. La cortina del ventanal alto del pasillo de la segunda planta casi hizo que abriera fuego al verlo ondear de forma tan calmada que parecía fuera de lugar. Respiré hondo, intentando calmarme.

-No dudes ahora, Toris -me dijo Feliks con firmeza. Tragué saliva y asentí, llegando hasta el.

Se oía un leve sollozo desde el interior de uno de los cuartos, que recordaba como un salón independiente donde muchas veces Rusia se encerraba por horas. Tras un último gesto de aviso, Feliks derribó la puerta de dos golpes, apuntando a la primera figura que vio en la sala.
Era Rusia.
Yo imité su gesto y le apunté tras dar unos pasos mas al frente.

-Vaya, bienvenido de nuevo, Toris -me saludó con su sonrisa de amabilidad fingida-.Sabía que no tardarías en volver conmigo...

-¡Entrega a los bálticos! -se precipitó Feliks en un segundo, llegando junto a mi con la cabeza de Rusia en su punto de mira.

-¿Por que tanta prisa? -susurró con aire gélido, sin dejar de sonreír- ¿Por qué no hacéis como este pequeño y os ponéis cómodos?

A medida que hablaba se iba apartando de la ventana, y lo que vi me dejó pegado al suelo. Raivis estaba atado a una silla de madera, de las tantas que habían en el comedor. Temblaba y lloraba, mientras en sus ojos se reflejaba el pánico por el que estaba pasando. Atado firmemente a su boca había un trozo de tela blanca a modo de mordaza.

-¡Raivis! -me adelanté corriendo, ignorando a Feliks que pretendía detenerme. Llegué hasta el, queriendo desatarle y sacarle de allí, pero no alcancé a rozar su pequeño cuerpo tembloroso.

Un golpe rápido y certero me dio en el hombro, haciéndome retroceder y caer el suelo. El rifle desapareció en alguna parte del cuarto.

-¡Vamos, no tengas tanta prisa! -Rusia sostenía una larga tubería de metal, mellada en algunos puntos- Letonia y yo estábamos manteniendo una conversación civilizada antes de que irrumpieras en casa como un salvaje. Parece que no has aprendido nada, Toris...

-¿Civilizada? ¿¡De que demonios está hablando!? -saqué el valor para gritar, sujetándome el hombro mientras intentaba levantarme- ¡Sus días de autoridad terminarán hoy! ¡No seremos los juguetes de nadie! ¡Ya basta!

La sonrisa de Rusia no se movió. No es que pensase que alguien como yo le diera miedo, pero aún así...

-Que mal. Alguien te ha estado dando demasiadas malas influencias...-Sus ojos se clavaron en Feliks, que aún le apuntaba. Y aunque estuviera sonriendo, sus ojos eran dos témpanos que no auguraban nada bueno.

-¿Malas influencias? -contraatacó Feliks- Sólo le he enseñado como es ser libre. No me bajes al nivel de bastardos como tu. ¡No te muevas!

-Oh, ¿fuiste tu? -dijo Rusia, que parecía no importarle la mortalidad de las balas y había cambiado de lugar en la habitación, esta vez situándose tras Raivis-. No pareces el tipo de país capaz de alentar a otros, eres tan poquita cosa...

Se me hizo un nudo en la garganta cuando posó su mano enguantada en la cabeza de Raivis, haciéndolo encogerse mas.

-P-por favor, no...Raivis...-Mis ganas de luchar me abandonaron por completo en aquel momento. Sentía que era capaz de volver a recibir sus latigazos y castigos con tal de ver a mi hermano pequeño fuera de su alcance.

-¿Estás asustado, Toris? -me miró, como si todo aquello le divirtiese mucho. No, estoy seguro de que se divertía.

-¡No le escuches, Liet! -Feliks se movió de lugar sin dejar de apuntar, quedándose a mi lado- No caigas de nuevo, reponte.

-¿Quieres a tu hermano? -continuó Rusia, y es como si su voz fuera la única que sonara en mis oídos- Piénsalo bien. Puede que el responsable de su muerte seas tu, Toris...

Aquella frase me dejó frío. Aquel tono de burla penetró en mi mente, convirtiéndose en un eco ensordecedor y temible. No podría vivir con esa culpa...El mero echo de tratar de imaginármelo ya me carcomía...
Y como si fuera una luz al final de un túnel oscuro, la voz de Feliks me llegó de nuevo, alta y clara.

-¡Deja de tratar de asustarle! ¡Toda su vida ha estado siguiendo todos tus chantajes por el bien de sus hermanos, dale un respiro! ¡Que seas un sádico amargado no es excusa para que te cebes del dolor de los demás! Tu solo te has buscado que te dejen tirado...

Una débil sonrisa apareció en mis labios, y me dispuse a mirarle para agradecerle sin palabras aquello que estaba haciendo por mi. Pero cuando me quise dar cuenta, mi boca esbozó algo distinto a una sonrisa. Noté a mi cuerpo tensarse al tiempo que giraba la cabeza hacia Rusia, que sostenía mi rifle y apuntaba a mi lado con el cañón expulsando un humo blanco. Frunciendo las cejas, me llegó el sonido de la detonación que aún perduraba en el cuarto, seguido de aquel olor a pólvora tan desagradable...

Todo se movía demasiado lento para mi gusto.
La sonrisa de Rusia haciéndose mas larga...
Los ojos de Raivis cerrándose con fuerza, sollozando...
Los míos, por el contrario, abriéndose de par en par mientras me giraba hacia Feliks, que caía de espaldas contra el suelo...

-¡¡Nooo...!!

El sonido sordo que produjo su cuerpo cayendo se mezcló con el estridente sonido del arma revotando en el suelo del despacho. Su melena rubia se esparció por el suelo, al igual que la sangre que comenzaba a brotar de su herida.
Los sollozos de Raivis se convirtieron en un llanto que me despertó de aquella burbuja angustiosa y silenciosa.

-¡Feliks! -corrí hacia el, dejándome caer junto a su cuerpo, que no se movía- Por Dios, Feliks, respondeme...

Tenía el balazo en un punto muy delicado del pecho y un pulso débil e irregular, pero respiraba No quise moverle con la esperanza de que aún se pudiese hacer algo.

-Vaya, ¿aún no está muerto? -escuché la despiadada voz de Rusia acercarse, y sus botas de piel se detuvieron a escasos metros de nosotros. El cuerpo me tembló de rabia, frustración y un gran nudo en la garganta me impedía entonar bien las palabras.

Le escuché suspirar con ese desinterés suyo antes de que resonase en mi mente el chasquido del arma cargándose. No sé que me impulsó. Quizás la rabia de ese momento o el rencor de toda una vida, pero agarré el rifle de Feliks y me levanté todo lo firme que pude, apuntando a aquel desalmado antes de que pudiera hacer un intento de rematar a Feliks.

-¡Suelte el arma! -grité, con el ceño fruncido y los músculos tensos.

-¿Oh? -Rusia puso una cara de sorpresa demasiado fingida- ¿Vas a dispararme, Toris?

-¡Lo haré! Esta vez se acabó... -tragué en seco, sintiendo la garganta como papel de lija- No tiene ningún derecho a retenernos aquí, y Feliks... Feliks no... -le miré, tirado en el suelo detrás de mi, sin reaccionar. Me tembló el labio inferior, al cual mordí con rabia. Cuando volví la vista al frente, Rusia se había acercado lo suficiente como para pegar el pecho al cañón del rifle.

-Tu no puedes dispararme -dijo en un susurro gélido, antes de tirar su arma al otro lado del cuarto-.Yo podría, pero tu no.

Le miré, sorprendido. La actitud de Rusia podía ser muy desigual en muchas ocasiones, pero aquello era tan extremo. Destilaba tanta confianza, tanta...

-N-No me tiente... -Puse el dedo en el gatillo.

El no dejó de sonreír ni por un momento.

-Si tanto me odias no te retengas y dispara, Toris. ¿O es que eres tan cobarde que no puedes matar a una persona? ¿Son recuerdos duros para ti? No has aprendido nada en todo este tiempo, por lo que veo... -sus palabras estaban cargadas de odio. Un odio invisible pero que dañaba por igual-. ¿Debería azotarte mas para que comprendieras que poco valor tienen ciertas vidas, Toris? Seguro que sabes que alguien como tu nunca podrá superar una existencia como la mía.

-Cállese... -el nudo en mi estómago comenzaba a apretar mas y mas.

-En este mundo los débiles están acabados. Las reglas de la sociedad favorecen a los que son fuertes. La gente de bajo nivel como tu lo entiende, ¿verdad?

-Ya basta...-Estoy temblando. ¿Por que..? No puedo controlar mi cuerpo...-Usted... Usted es todo apariencia, ¿o me equivoco? Muchas veces se ha sentido solo... Y seguro que hasta a llorado. Usted también fue... alguien débil en su día...

-Las cosas cambian. Y si son para mejor es un cambio bien recibido. Aunque todo eso sea cierto, se ve gratamente compensado por todo lo que ganas -entrecerró los ojos y me miró, haciéndome temblar mas- Aunque, ¿que puede saber alguien como tu, que no puede defender a nadie?

-¿Que...?

Rusia señaló al cuerpo de Feliks, muy calmado. Incluso mas que yo.

-Ahí hay otro que morirá por tu culpa si no te das prisa y me matas. ¿Podrías vivir con dos muertes a cuestas? Porque yo lo dudo. Eres demasiado bueno. Siempre sacrificándote por los demás, sin preocuparte por ti mismo. ¿Eres feliz viviendo así?

-Usted no podría entender por qué hago...

-Lo entiendo -me cortó-. Lo haces porque no tienes autoestima, ¿verdad? Quieres compensar tu carencia de valor siendo buena persona y ayudando a los demás, como un apoyo moral inútil.

-N-no es verdad... -no me noto los dedos. Estoy temblando mas que antes.

-Oye, Toris...-Se inclinó hacia mi, empujando el arma con su pecho hasta que el mango dio contra el mio- Seguro que te gustaba estar conmigo. Por mucho que digas odiarme, nunca serás capaz de apretar el gatillo. Nunca tendrás el valor suficiente para escapar de tus miedos. Por mucho que te alejes, no podrás deshacerte de mi influencia...

Estoy llorando. En algún momento las lágrimas han bajado como un torrente por mis mejillas sin mi permiso, silenciosas y abundantes, como si mi alma no hubiera soportado aquella presión y se estuviera desahogando. No quiero estar aquí...
Quiero salir corriendo... Quiero gritar... Cualquier cosa para no sentirme como me siento en estos momentos.

-Cállese...

Mis piernas flaquearon ante su presencia aplastante, y me vi cayendo al suelo sin fuerzas, dejando caer el rifle en mi regazo como si fuese un juguete carente de valor. Escuché a mi hermano pequeño intentando gritar mi nombre entre un llanto mucho mas sincero que el mío.
Junto a mi, la sangre de Feliks seguía fluyendo. ¿Por qué no estoy haciendo nada? ¿Por qué permitía todo aquello?
Observé atentamente mi mano, temblorosa, inútil. Aquello era lo mas lejos que podía llegar, y lo odio...

-Eres débil -dijo Rusia tras soltar una risita juguetona- Eres débil y lo admites, lo que te hace mas patético aún. Por eso todos saben que no vales, y te utilizan.

Escuché sus pasos, y solo pude alzar la cabeza para asegurarme de que no le hacía nada a Raivis.

-No te guardo rencor por rebelarte contra mi, Toris -Rusia se adjudicaba el rifle que tenía en uno de los soportes de la pared, ajustándose la bufanda al cuello antes de seguir caminando hacia la puerta-. Porque sé que volverás algún día. Cuando estés lo suficientemente atormentado, nos volveremos a ver.

Desapareció por la puerta, cerrándola. Sus pasos dejaron de oírse al segundo, y todo quedó en un silencio siniestro.

-Raivis...-murmuré, levantándome. Mi cuerpo entumecido pudo responderme lo suficiente para ir a desatarle- ¿Estás bien?

El se me abrazó, temblando mas que nunca, asustado y estallando en llanto. Por suerte parecía estar perfectamente, aunque tardará en recuperarse del susto. Mascullando disculpas, lo aparté.

-Por ahora tienes que ser fuerte, ¿vale? Saldremos de aquí enseguida...

-P-Pero... El...-giró la cabeza y miró a un lado, y a mi se me cortó la respiración al seguir su mirada.

Feliks seguía sin moverse, y demasiada sangre se extendía alrededor de su cuerpo.

-¡¡Feliks!! -corrí hacia el, dejándome caer en el suelo para cogerle en brazos, manchándome de sangre- ¡Feliks, háblame! ¡Despierta!

Estaba blanco como una hoja de papel y sus labios se tornaban color morado. Y como recogiendo el último hálito de vida que le quedaba, tosió ásperamente y entreabrió los ojos. Su usual mirada verde brillante estaba muy lejos de parecerse a la que me dedicó en esos momentos.

-Ah... Toris...-volvió a toser- ¿Estás...bien?

-¡No me preguntes eso cuando eres tu el que está así! -grité, sosteniéndolo con firmeza. El corazón se me encogió cuando vi a Feliks esbozar una sonrisa afectada.

-Que tonto...-dijo- ¿Dónde está...Rusia?

-...N-no he podido... -admití, y me sentí fatal- No he podido hacerlo, Feliks. No he podido matarlo. Yo...

Sentí una caricia en la mejilla. Feliks había sacado fuerzas para alzar la mano y tratar de reconfortarme. La sujeté antes de que cayera sin fuerzas, sin poder evitar llorar de nuevo.

-Cuando estés preparado...podrás -declaró, haciendo un gesto de dolor-. No dudes la próxima vez...

-¡!...¿Feliks? ¿Por qué estás hablando como si fueras a...? ¡Feliks!

Se había quedado inmóvil. Sus ojos sucumbieron ante el peso de los párpados y su mano alzada perdió la poca fuerza que tenía. Mi mejor amigo que quedó completamente rígido en mis brazos, mientras a mi solo se me ocurría temblar, llorar y asustarme.

-¡¡Feliks!!


[…]


El tronar melódico de la iglesia hizo que las aves de la plaza salieran en bandada. El revolotear apurado dejó constancia de su presencia cuando cayeron del cielo sus plumas oscuras.

La ceremonia había terminado con una hermosa demostración en memoria de los caídos. La bandera Polaca y la Lituana hondeaban como una sola, y los soldados uniformados se estrechaban la mano antes de irse. Mi hermano Edward me dio una palmada en el hombro antes de irse junto a Raivis, teniendo la acertada idea de que estaría mejor a solas por un momento.

En el cementerio, nuevas tumbas se habían alzado. Las lápidas ceremoniales, blancas como el marfil, presentaban las inscripciones de todos y cada uno de los que yacían allí.

-Esto no tendría que haber acabado así... -dije en voz alta. El simple hecho de estar allí de pié, vistiendo mi uniforme tras no haber hecho nada en esta guerra que comenzó por mis propios intereses ya era torturante.

Me acerqué a una de las lápidas y dejé una flor blanca sobre la base, haciendo una pronunciada reverencia. Todo aquello dolía mucho. Era demasiado triste, insoportable...

-Todo sigue igual. A pesar de la independencia, continúo buscando ayuda de los demás. Al parecer aún te necesito, Feliks...

Alcé la vista al cielo, apretando los puños mientras la brisa hacía un intento por relajarme.
“Los débiles sucumben ante los fuertes”. Es una ley demasiado cruel.
Tras una nueva reverencia, me encaminé por aquel mar de lápidas hasta salir del camino de piedras y traspasar las puertas hacia la plaza, donde ya no quedaba nadie.

-¿Estás llorando otra vez? -escuché su voz.

-Claro que no. Solo que no me parece justo.

-Las guerras son así. Sé un poco agradecido, estás vivo.

Observé como se acercaba a mi desde la fuente con andar torpe y el taconeo hueco de una muleta. Su rostro burlón seguía imperturbable.

-¿Que hay de ti, Feliks? ¿Por que no estás en el hospital? -hablé mientras echaba a andar lentamente, lejos de la iglesia.

-¿Estás de broma? Me aburría en ese sitio. Son mis hombres también, y tenía todo el derecho de asistir a sus funerales.

-Piensa en tu salud, ¿quieres? Un poco mas y tu... -no pude terminar la frase.

-¿Me hubieras traído flores también? He visto que has dejado un lirio en cada una de las tumbas. Deja de sentirte culpable de una vez o te patearé el culo.

A pesar de los años, siempre diré que Feliks es la cosa mas inconstante del mundo. Nunca sabes con que te saldrá en los momentos menos apropiados.

-¿Patearme qué? Si ni siquiera puedes andar -me permití una sonrisa-. Venga, volvamos al hospital, irresponsable.

-Si vuelvo allí moriré de verdad. ¿Has probado esa comida? ¡Que asco!

-Pues te invitaré a comer, pero luego vuelves.

-Pesado...

Aún falta demasiado para ser libres.
Pero momentos como este son exclusivamente míos.