sábado, 13 de junio de 2009

Community

Otro día mas...

Bostezo, acomodándome en lo que ha sido mi "hogar" los últimos... ¿Cuánto tiempo ha pasado? Ya no lo recuerdo. Tampoco cambiaría nada si rememorara el como llegue a semejante estado de decoloración humana.

Inconcebible.

Pero aún así, con orgullo, altanería, y algo que podríamos llamar dignidad, seguimos aquí.

Siendo sinceros, ¿a quien le queda dignidad dentro y fuera de estas paredes? Tiene que ser alguien muy estúpido para creer en ideales propios y toda esa basura.
El mundo se resume en dos: "Tu"y"el resto".
Hacer las cosas por bien propio, nunca teniendo otro objetivo en mente. No es tan fácil como parece.
Esto en ocasiones, me aburre horriblemente.

Supuestamente, como ser humano sensato y cobarde, encarcelado en un mar de ocupaciones y ligado patéticamente a la vida, tendría que sentir todo lo que fuera sinónimo de miedo en una situación como esta.

"Será que no soy humana" -Recita mi monólogo interior.

En estas condiciones, desde luego que no; ya que hemos sido renegados al estado de animales.
Compañeros de juegos, proveedores de placeres inmundos y, por decir, insalubres.

La comunidad. Así suelen llamarla los mas veteranos. Que sandez.
Yo, que llegué cuando las tres quintas partes de "la comunidad"estaban a medio llenar, podría considerarme una veterana. Aunque eso no incluya estar de acuerdo con las opiniones ajenas.
Estés donde estés, sigues haciendo y diciendo las cosas como a ti te beneficien, ¿o no?

Un familiar chirrido de verja oxidada llega a oídos de toda la comuna. Un resquicio de luz se intensifica hasta que la gran puerta queda abierta a medias.

Chasquido de cadenas. Murmullos de pasos.
Uno nuevo.

Como recuerdo haber mencionado, llevo aquí mucho tiempo. Mas del deseado, sin duda. Y no es la primera vez que veo aparecer a uno nuevo. Atados, con rostros crispados por el terror, con ojos bañados en lágrimas, demostrando la desesperación infinita que alberga el corazón.

Curioso sentimiento.

Veo que lo dirigen hacia mi estrecha y elevada celda. Hay que mencionar que aquí, en la comunidad, "convivimos", por así decirlo, en jaulas elevadas y adjuntas de un metro de alto, setenta centímetros de ancho y uno noventa de largo.

Hay muchísimo tiempo libre, y lo he calculado.
La "acogedora"estancia incluye un revoltijo de mantas con imitación al terciopelo muy calientes para el invierno, todo hay que decirlo.

Unos susurros imperceptibles se escuchan frente a mi y a mi izquierda. Esto también es costumbre; que analicen a base de palabrería al nuevo sujeto de la colección. A veces me irritan.
Dos de los guardias que llevan esta peculiar perrera pasan de largo mi celda, dándome una mirada de refilón. Mirada que les devuelvo doblemente cargada de impertinencia y rencor infinito.

Han depositado al nuevo en una celda contigua a la mía. Una muy junta, cabe decir. La última vecina que tuve me hizo la vida aún mas imposible de lo que por si ya era. Se acabó suicidando; con la consiguiente paliza a mi persona por creer en la errónea suposición de que la había matado yo.
Le quitan la cadena del collar de cuero atado a su cuello. Lleva los brazos atados a la espalda y ha caído de cualquier manera en el montículo.
Es un chico. Si, un chaval muy delgado, de tez pálida y cabello oscuro e indomable.

Cierran la puerta y echan la llave. Uno de los guardias ha debido pillarme observándolo, porque se acerca a mis barrotes, golpeándolos con la correa de hierro.

-Mas te vale que no aparezca muerto mañana-Me dice, sonriendo con reproche.

-Creo que deberías preocuparte mas por ti-Le devolví la amenaza.

Emitió un gruñido, hizo tintinear mas las cadenas y se encaminó a la salida con su compañero.
El resquicio de luz se extinguió.

-¡Espere! ¡Porfavor, no me dejen aquí! ¡Oigan! Por...por favor...-Gritaba, y su voz se quebraba por los sollozos de su garganta. Se convulsionaba, mirando al suelo del rectángulo, musitando ruegos.

-Desiste, muchacho-Dijo un hombre encerrado al frente. Normalmente era el que siempre daba aliento a los recién llegados. Cuando entenderá que no les es de gran ayuda...

-Por favor, no...quiero salir de aquí...quiero ir-me...-Hipaba, llorando-Por favor...Porfa-vor...

-Eso no está en nuestras manos, chico.

-Salir de aquí no depende ya de nosotros.

-¡Estamos en tu misma situación!

Comienza una discusión enteramente romántica para mi gusto, así que me abstengo de hablar.
Esperanzas vanas, aumentando mas su tormento. ¿Por que lo hacen? Sería mas sencillo decir que se olvidara de su pequeño mundo exterior; el que fuese que tuviera formado, porque no habría forma de salir de allí.
Esta gente me molesta.

Miro a una celda vacía frente a mi, unos puestos a mi izquierda con melancolía.

[...]

Las palabras de animo hacia el nuevo me irritan. Son una sarta de necedades sin sentido.

"Tienes que ser fuerte"

La fuerza se va por la boca cuando intentas convencerte a ti mismo de serlo.

"Debes ser valiente"

El valor se evapora al ser opacado por la desesperación.

"Todo saldrá bien"

Palabras de consuelo que se dicen cuando las cosas ya no podrían ir peor.

¿A quien intentan engañar?
Recuerdo mi primer día. Mis primeras enemistades.

"Ahorrese sus mentiras para alguien que sepa creérselas"-Había dicho a un veterano.

Desde ese día, soy como la oveja negra de este rebaño con sueños de libertad.
Solo hay uno...
Si, uno solo. Mi otra cara de la moneda. El que completa mi circulo. Mi otra mitad.

La pequeña trampilla del fondo se abre. La luz entra a raudales unos segundos, para luego pasar de largo este tétrico paraje. Ya le traían.
Tenía un aspecto desmejorado, pero su sonrisa y su andar estirado, con la frente bien alta, me dice que nada de lo que le hagan podrá hacer mella a su orgullo y dignidad.
Era el único de la comunidad que poseía una dignidad notable.

Lo encierran en la celda vacía que he contemplado por días .Refuerzan el candado, dan un golpe a los barrotes y se retiran. No espero siquiera a que abandonen el almacén.
Me apoyo en mis barras, sacando los brazos fuera en una postura despreocupada y hablo:

-¿Se dignaron a soltarte...Drake?

Él levanta la vista, peinandose el pelo con las manos hacia atrás. Adopta una posición parecida a la mía antes de inquirir:

-Creo que les va quedando mas claro a cada día que pasa que no les sirve de nada castigarme.

No se como lo logra. Su expresión diáfana, sus ojos relampagueando un orgullo que desde antaño alguien de su estirpe hubiera perdido, su sedoso pelo platino en perfecta armonía con su piel pálida y esa manera de portarse que no parece la de un recluso maltratado en medio de la nada. No. Aquel que tuviera la dicha de contemplarlo, juraría que no le sorprendía nada el estar viviendo en un estrecha celda; sino que le incomodaba que no fuera un poco mas lujosa; como alguien que busca la claridad perfecta para un salón de estar. En sus ojos no se leía; es mas: apenas había sombra de desespero, temor o ganas de acabar con todo. Ni hablar. Sus orbes plateadas y frías no demoraban a la hora de demostrar determinación, arrogancia y sarcasmo. Da la impresión de que todo esto le aburriese muchísimo.

Es un "algo" sin nombre lo que le hace especial.

-Yo tengo la marca-Le susurré con aire taciturno, apartando el cuello de la camisa roja que nos envolvía a todos los retenidos-, ¿que hay de ti?

Me sonrió con gravedad, torciendo la boca con burla. Me imitó, sacándose la camisa por los hombros y pasando una mano por su cuello, sin llegar tan siquiera a rozarlo.
Allí estaba, como supuse. La marca. El signo hecho con puro fuego que se le hacía a los "rebeldes" en la comunidad. Los que la poseen (muy pocos), son los que se venden a menor precio; no sin antes pasar por una rehabilitación para recuperar u obtener una docilidad que suele relevarte al rango de muñeca de trapo.

Obvio era que Drake la acababa de recibir, porque se veía roja e inflamada.
Aún así, seguía siendo él. Impasible, despreocupado. Ni sollozos, ni lágrimas. Su orgullo era estimable.

-Parece ser que tienes un nuevo vecino-Lo escuché, y fue cuando desperté de mis cavilaciones.

Estaba observando al chico que recientemente habían dejado.
No dije nada.

-Apuesto lo que sea a que te han dicho que no lo matases, ¿cierto?

-No se te escapa una-Lo alabé.

-Digamos que hay mucho tiempo libre y cualquier entretenimiento no es mal recibido-Miró al muchacho sin parpadear-Deduzco por las ataduras que no ha pasado la inspección.

-No. Lo harán ahora.

-¿Que?-Replicó entonces el aludido-¿Que queréis decir? ¿Que van a hacerme?Decidme, por favor...-Sollozó de nuevo, y podía notarse su cuerpo vibrar.

Drake curvó los labios de esa manera tan suya al decir con un tono que pareció teatral y carente de sentimientos agradables:

-Inspección, novato. ¿Sabes lo que es?-Esperó alguna respuesta, recibiendo una mirada del chaval-Bien. Tu ignorancia no llega a mucho. Con suerte te venderás bien.

-¡Basta de decir groserías sin sentido!-Gritó una de las mujeres veteranas.

-¡Eres un maldito insensible, 663! ¿¡Es que no sabes respetar la desgracia de otros, aún estando tu mismo implicado en ella!?

-Es evidente que no-Rió con arrogancia, mirándola de por el rabillo del ojo.

-¡Por el amor de...!

-No te atrevas a mencionarlo-Dije yo, adusta y seria-. No hay cavidad para dioses en un lugar como este.

-Exacto-Continuó Drake-. Y para tu propio saber te revelaré (ya que parece que por si sola no puedes), que solo aventuraba al nuevo en el procedimiento antes de que se le ocurriese ponerse a patalear y gritar como una estúpida chiquilla.

-¿Procedimiento? ¿Que procedimiento?-Me miró el chico. Giré la cabeza hacia él, sin cambiar la postura de mi cuerpo. Ensanché una sonrisa demoníaca, que podía expresar mil sentimientos enrevesados y psicóticos al tiempo. Le respondí.

-El procedimiento que han seguido con todos nosotros y del que, por supuesto, no lograrás librarte por mucho que chilles.

-...

-La clave es mantenerse tranquilo-Comentó Drake, sin dejar de mirarlo.

-Comprobarán tu cuerpo...-Continué yo.

-Y no te quepa la menor duda de que yo también lo haré-Puntualizó Drake, pasándose la lengua por los labios finos y rojos.

-...te quitarán esa ropa...-Continué, sin molestarme en absoluto sus paréntesis en mis frases.

-Si yo pudiera...

-...y querrán verificar si eres o no virgen-Concluí, de momento. Percibí cierto estremecimiento de oscuro placer en Drake, que paso a completar por mi:

-Si lo eres...-Se detuvo un buen rato, con una ensoñación impregnando su mente-Te pondrán un precioso lacito blanco al cuello-Su sarcasmo-, como una casta y noble doncella. A parte que los vírgenes se venden el doble de bien, ¿no es asi, Six?

-Sin duda-Respondí. Drake era el único que me llamaba así, pues el número asignado de mi celda era el 666.

Que ironía.

Un chasquido de cadenas, junto con un frufrú de la tela al agitarse llegó de la trampilla del fondo.
El grupo al completo sabe a que se debe. Nada mas llegar el sujeto, lo registran y pasan a inspeccionar su estado. Una vez al mes nos revisan a todos.

El guardia alto, seguido por un hombre de bata blanca y gafas pasan de largo mi celda para detenerse en la siguiente. El muchacho se vé tan aterrado que por un momento casi me da lastima. Pero no pudo ser.
Abren la jaula y el mas fornido lo sostiene para quitarle las ataduras a la espalda. El chico mira al suelo, dejándose hacer tal y como le habían aconsejado.

-¡Vamos, quitadle la ropa de una vez!-Levantó la voz Drake al ver tanta parsimonia. Su tono de burla con mezcla de impaciencia y lujuria hizo que el guardia de refuerzo en la puerta se acercara y le diera un golpe en el hombro con el mango del fusil.

-¡Silencio!

El conjunto que llevaba el nuevo pronto abandonó a su dueño. El guardia puso a disposición del doctor lo necesario para su analisis. Apretó los dientes para no gemir o comenzar a llorar de nuevo. Cambié de posición, sentandome apoyada en el fondo de los barrotes, mirando, inflexible. La voz celestial de Drake llegó a mis oídos.

-Dime, Six; tu que tienes tan buena panorámica, descríbeme hasta el último detalle.

-Tu, silencio-Repitió el guardia.

-Mhmm...-Ladeé la cabeza-Por lo pronto te diré que te encantaría su trasero. Es perfecto.

-¡Silencio los dos!

-¿De verdad? ¿Sabes como me gustan?

-Rendonditos y firmes, ¿no? Y parece ser que este lo es bastante.

Me llevé un golpe en el pómulo. El vigilante empuñó nuevamente su arma y me apuntó.

-No recuerdo haber autorizado charlas, ¿me equivoco?

-Seguro que si-Contestó Drake, frotándose el hombro por segunda vez-. No sería la primera vez.

El vigilante se giró hacia él.

-Muy sensato por tu parte-reforcé yo. El guardia se volvió a mi otra vez.

Los de las demás jaulas nos miraban como siempre; acobardados y en silencio. Escondidos en las sombras de su propia miseria, moviendo la cabeza de un lado a otro en calidad de reproche por nuestro comportamiento.

La inspección acabó pocos minutos después, dejando al chico con el uniforme rojo y el lazo blanco al cuello, junto con el de cuero para la correa.

-Repetitivos. Estoy experimentando cierto tedio por este uniforme-Dijo con fastidio Drake mas tarde, recostado en su cubículo con las piernas cruzadas en alto.

-No eres el único-Le dí a saber, estando en su misma posición sobre el revoltijo caliente de mantas.

Un dúo de lo mas peculiar que parecía estar de vacaciones en una playa de arena blanca...


[…]


No me agradan las mascotas...Y en toda la semana que pasó me pareció ser propietaria de una.

El nuevo. El nuevo y sus preguntas. El nuevo y sus preocupaciones. El nuevo y sus supuestos planes de futuro; en los que incluía una modesta casita con esposa e hijos (a lo que Drake, con su genérico sarcasmo, contestó: "¿Esposa? ¿Y entonces como explicas la pluma que tienes ahora?)
En fin, un día mas. Pero con los molestos sollozos de mi nuevo vecino atormentando mis oídos a cada instante. Que ordinariez, por favor.

Los demás miembros de la comunidad me han tachado de todo. De hecho, yo y Drake coincidimos en la mayoría de sus apreciaciones: Insencibles (todo un clásico), pesimistas (¿Se puede ser optimista en esta situación?), Malintencionados y juiciosos (No se a que se deberá eso), esquizofrenicos, lujuriosos, psicóticos, arrogantes (Como Drake demuestra muchas veces), presuntuosos, excesivos de confianza (No sabía que eso era un defecto...), orgullosos y hasta mencionaron narcicistas, por la obsesión que mostraba Drake con su cabello y su pulcritud a pesar de estar encerrado en una jaula como un animal.

Llegamos a la conclusión de ignorarlos drásticamente.
Cierto es que Drake y yo no tenemos un comportamiento en condiciones de recluso, pero de hecho, es mejor que estar amargándose y carcomiéndose por algo que no tiene solución.

La puerta se abre de par en par. Eso pasa cuando hay algo importante de por medio. La escasa luz del sol que entra me molesta. Los ojos luchan por cerrarse, pero me mantengo firme, acechando a quien entra por ella. Son guardias. Mas de una docena. Eso solo significa una cosa...
Miro a Drake significativamente, y veo que me devuelve la mirada al instante. Mueve sus finos labios, y dice sin palabras:

-Hora de acicalar a los perros.

El baño. Un ritual algo insulso. Quiere decir que hay un comprador, por ello la repentina necesidad de que nos lavemos ten fervorosamente hasta levantarnos la piel.
Por suerte, o por beneficio propio, usan agua caliente, y asignan un guardia para cada uno. En cierto modo, te sientes... importante.

Sacan a veinte (que es el número de guardias del primer grupo), entre ellos Drake y yo.
Diviso a un guardia particularmente alto y fornido como un tronco de grueso roble ancestral abrir la celda 663. Es cauteloso; como la mayoría, creyendo que podríamos escapar o algo parecido. Idiotas... ¿Quien sería tan estúpido de intentar escapar ahora?

Sin embargo; Drake se muestra muy cooperador a la hora del baño. Le encanta estarse hora y media bajo agua caliente y jabones de calidad suprema. Tuerce la boca en una sonrisa muy parecida a la de un duque pidiéndole un favor a su mayordomo, y deja que el vigilante le ate el ganchillo a su collar y a sus manos. Hinca una rodilla fuera de la jaula, diez centímetros separada del suelo, y estira su columna con armoniosa relajación, emitiendo un ronroneo delicado.

Mi visión de un ángel terrenal pierde su enfoque al ponérseme una gigantesca bola de grasa y barba de tres días en frente. Como odio a ese tipo.

-¿666?-Me llama, con superioridad infinita. El el mismo tipo de la frasecita `Espero que no aparezca muerto mañana'. El muy imbécil.

Mi autocontrol frío y muy bien pulido, me hace levantar la vista mientras abre los barrotes.

-¿Lista para un relajante baño comunitario?-Me restriega el comentario. Acerca su mano hacia mi collar, y, como sorprendido de que yo no tome represalias, me engancha, para luego hacer lo mismo a mis manos. Me dejo sacar fuera, y me estiro todo lo que puedo, notando un escalofrío de placer en mi cuerpo.

Noto que tira de mí, y le freno en seco.

-¿Soy yo o tu cortesía a disminuido últimamente?-Le espeto, manteniendole una baja mirada de rencor con una risita de autentica malicia.

-¿Cortesía? No veo para que puedas necesitarla; prácticamente estoy tirando de un chucho.

Un nuevo jalón, que me hizo dar unos pasos.

-Mide tus palabras, puerco estúpido.-Le escupo los insultos como flechas, sin que la macabra risa se desvanezca de mi rostro. Lo noto crisparse y avanzar hacia mí.

Drake pasa a nuestro lado, curiosamente, yendo el antes que su vigilante.

-Sería muy insensato de tu parte que hicieras lo que pretendes-Su voz armoniosa y tranquila, mientras nos pasaba de largo-.Al superior no le gustaría nada desperdiciar una mercancía como esa.

Sus palabras surgieron efecto al instante. El enorme balón que se hacía llamar persona tiró apenas de las cadenas para que caminara. Satisfecha, lo hice.

Una jauría de veinte personas encerradas en un enlosado baño no es cosa de risa. Mas que nada, porque los guardias no se molestan en repartir por sexos. Solo los "no estrenados", se bañan en un cuarto contiguo.
Y eso, ni que decir, estropeaba los planes de Drake de "conquistar" al nuevo.

Me metí bajo la ducha. Y como las otras veces, me repito que es muy agradable después de tanto tiempo. Sentir algo dulce, acariciando con delicadeza tu piel es algo que no nos podemos permitir a menudo, solo en estas ocasiones.

La empresa que nos tiene en jurisdicción es bastante famosa debido a los múltiples contactos con miembros importantes de varios países. Supuestamente, un esclavo no debe tener acceso a esa información; pero insisto en decir que tengo mucho tiempo libre.
Los compradores siempre; sin excepción, suelen ser hombres de las altas esferas, de buena familia o con descendencia lucrativa. Digamos que son lo que Drake sería si no estuviera metido hasta el fondo en el ajo. Él nunca se cansa de exhibir su pureza de sangre, como dice simpre; y que cualquier día su padre lo sacará de este suburbio y se vengará.

A veces pienso que el estúpido optimismo de los otros se le está pegando.

Algo sumamente suave recorre mi médula espinal hasta detenerse en uno de mis hombros. Es cuando dejo mis cavilaciones sin sentido y me centro en Drake, que en esos momentos comparte ducha conmigo, apoyando su mentón junto a mi cuello.

-Oye, Six...-Lo miro de reojo en señal de que lo escucho-Cuídate las espaldas-Me dice simplemente, antes de alejarse rozando significativamente la marca en mi cuello.

Me sorprende que nos entendamos tan deprisa. Al minuto de haberse alejado, me aparto de debajo del agua justo para esquivar a uno de los reclusos, también marcados. Patino sobre los restos de un jabón para apartar de un movimiento del brazo a otro mas delgado y ojeroso, cuyo rostro es de terror puro.
El primero me sorprende con un movimiento muy ágil para alguien de su tamaño, lanzándome un golpe que logro parar, pero que no por ello no me afecta.

-¡No juegues conmigo, escoria!-Le advierto. Y me regala una sucia sonrisa, avanzando hacia mi con parsimonia. Tampoco preví su ataque, nuevamente con velocidad extrema; y acabó golpeándome en el estómago.
Sobra explicar que me quedé sin respiración, y trastabillé. Esa gran masa de músculos se encargó se cogerme (como no, de la forma mas indecente que pudo) y retenerme contra las losas del baño.
Los demás miraban con miedo, interés o simplemente ignoraban lo acontecido a su alrededor.
Mi mirada y la de Drake no se desconectaron en ningún momento...

Creo que mejor me ahorro la explicación de lo que pasó después, ¿verdad?

No es por crueldad, ni por pasotismo o regodeo. Es por principios.
Una persona que se hubiera encontrado en mi situación de los baños, pensando o rogando ayuda con la mirada a Drake, sería, a mi parecer, demasiado romántica.
Como ya he mencionado, aquí cada cual defiende lo suyo. Y estoy por más que de acuerdo en ello.

Al terminar, nos suministraron uniformes nuevos y limpios, volvieron a atarnos y nos arrastraron de regreso a las celdas, previamente relucientes.
Al desenganchar la cadena y cerrar la puerta, me llevé las manos a la nariz. Era un olor asqueroso, el mas odiado tanto en sabor como en olfato que he tenido la desgracia de conocer.
Menta.

-¡Vosotros, haber si aprendéis a distribuir ambientadores!-Miré a Drake, que parecía haber pensado al mismo tiempo que yo lo dicho. Hizo una mueca de asco y me mostró un ambientador de cartón con forma de fresa.

-¿Por quién me habrán tomado?-Lo escuché murmurar, tirando el cartón fuera.

El comprador era el tipo mas horrible que he visto pisar estas zonas. Era un pijo remilgado, se veía; pero a parte de eso era alto y delgado, con un peinado de raya diplomática pasado de moda en los cincuenta, con un ridículo bigote rizado en las puntas. Apuesto que es francés. Su rostro era cetrino y sus manos, una de las cuales sostenía un bastón de plata, largas y cadavéricas.
Creo que todos en la comunidad no desean precisamente ser tocados por eso.

Se detuvo en una celda situada dos mas allá que la mía, mirando al de la jugarreta en el baño.
Escuché sus amenazas dirigidas al hombre, y este simplemente elevó la frente y lo ignoró.
Es muy vulgar utilizar las amenazas. No quiero repetirme, pero Drake y yo tenemos mejores formas de hacer las cosas; mucho mas sutiles y efectivas.

-Veamos este ejemplar-Dijo con voz de pito, acercándose a la jaula del rubio-Hola guapo.

-Señor-Le dijo Drake, dirigiéndole una mirada de fingida cortesía.

Empieza el espectáculo.

-Muy bien educado estás. ¿Dais clases de conducta?-Preguntó el millonario, mas para si mismo que para nadie. Rió el sólo de su mal chiste, aunque Drake le quiso responder:

-No. Mas bien es al contrario. Ni aunque juntaran todas sus capacidades, serían capaces de domesticar a un perro cualquiera.

El hombre dejó de reír, y frunció el ceño.

-No me corrijas, porque estaré en lo cierto, pero, ¿Qué a caso hay alguna remota posibilidad de que te creas mas inteligente que unos hombres que te someten mediante barrotes y cadenas?

Ju, es muy valiente. O muy estúpido.
Drake ensanchó una sonrisa, su mirada se oscureció como un eclipse cubriendo dos lunas en su apogeo.

-¿Someterme? ¡No me diga que eso le ha parecido!

-Indudablemente.

-Dígame la razón exacta.

-Estás alojado en una celda, prácticamente encadenado como un mugriento animal, comiendo cuando y lo que se dignen a darte, esperando su permiso para hablar o no y vestido-Se inclinó un poco mas-con la misma ropa sin clase que los demás reclusos. ¿Continúo?

-Mas le valdría que no-Apuntillé yo con malicia, sín dignarme a dirigirle una mirada directa.

El adusto señor se volvió lentamente hacia mi, mirándome por encima del hombro.
-¿Quién te ha dado permiso para hablar?

-Se lo he dado yo-intervino Drake, impasible y observándome sin parpadear. El rictus de seriedad e impaciencia se acentuó mas en el rostro del millonario. Abrió la boca varias veces, en representación de pez fuera del agua, pero no dijo nada.

Drake y yo nos mirábamos como si pudiéramos leer una conversación escrita en las pupilas del otro.

La tosecilla falsa y ronca de un tercero interrumpió por unos momentos esa significancia.

-¿A vosotros dos os venden en pareja?-Que pregunta mas tonta-No se me ha pasado por alto el hecho de que ambos lleváis la marca.

-Muy observador.

-Pero no somos un par de zapatos. No venimos de dos en dos-Dije.

-Además, con uno de nosotros basta para darle el día-Rió de lado Drake.

El aludido se alteró y el ridículo bigote pareció crisparsele.

-¿Eso crees?-Preguntó, herido en su mísero orgullo.

-No-corregí yo-, eso creemos.

Otra mirada llena de mórbida mala intención.

El invitado dio un golpe en el suelo con su bastón.

-¡Los esclavos miserables y burdos no opinan!-Chilló-Perfectamente puedo compraros y azotaros hasta la saciedad para lograr un comportamiento digno de alguien de mi categoría...

-Ja. ¿Su categoría?-Repitió Drake con sorna.

-¿Comportamiento digno de quién?-Lo imité.

Ahora le tocó apretar los dientes.

-¿Quien se cree que es?-Preguntó burlón Drake-No creo que tenga mas prestigio que el que mi familia tiene.

Esta vez, pareció interesado en lo dicho.

-¿Tu familia? ¿Pretendes que me crea que tienes algún pariente que goza de conducta impecable?

-No lo pretendo; aunque usted puede creer lo que quiera.

Dudó unos segundos antes de señalarlo con el bastón y preguntar, entrecerrando los ojos:

-¿Apellido?

-No creo que le interese.

-¿De que tienes miedo?-Rió, prepotente- ¿De no acertar con una familia poderosa?

-No, es solo que le entraría el pánico.

-Pruébame.

-Insisto en la negativa. No por duda; sino que me parece obvio. Que usted no tenga la capacidad de darse cuenta no es algo que pueda solucionar yo.

Ahí está. Drake; el recluso 663, desplegando sus dotes de aristócrata frío y calculador. Sinceramente, es un desperdicio que esté aquí encerrado con semejantes compañías.

El sujeto en cuestión; denominado como comprador, apretó los labios, sujetó con mas fuerza el bastón y dio media vuelta, continuando su camino hasta el final del almacén, observando sin mirar a las demás jaulas.
Ha sido muy aburrido. Se ha rendido demasiado pronto.

Drake hace un gesto levantando las cejas, e inmediatamente, se recuesta sobre las mantas.
Yo, sin embargo, quise seguir examinando con la mirada a aquel tipo; que al final escogió a una veterana, alegando que su nivel de conducta era, por lo pronto, admirable.
Caminó de vuelta por el pasillo, lanzándonos a ambos una matadora mirada de superioridad intelectual que no poseía ni de lejos.
No me cuesta un ápice creer que el mundo esté plagado de gente como esa.
Los guardias le guiaron hacia la puerta, tras la compra, y desaparecieron tras ella, dejando el almacén sumido en la oscuridad de costumbre.

[…]


Después de la partida de la ocupante 613, el almacén obtuvo una inmejorable atmósfera de tranquilidad y silencio; por decirlo así. Otro de los mas veteranos, el cual se autoproclamó jefe o "juez", en todo caso, le costaba mantener la boca cerrada en momentos de soledad.
El tipo en cuestión era delgado (como la mayoría en ese lugar), con inminente barba castaña y ojeras marcadas. Echando cuentas y atando cabos, creo que rozaba por poco los cuarenta. Era de los escasos mayores de edad que había; y me resultaba extraño.

El año pasado, dos guardias entraron y recorrieron el corredor balanceando sus armas como cestas de picnic, doblaron en la primera curva; antes de llegar a mi jaula, se escucharon mas pasos y el silbido de una cancioncilla. Poco después un disparo.
Luego los volví a ver, paseándose nuevamente hasta llegar a la puerta y perderse de vista.
Era una mujer que llevaba bastante ahí; o que la cogieron ya entrada en años. Al ver lo inservible que resultaba, puesto que nadie se fijaba un ápice en ella, la mataron y liquidaron una carga.

Puede que suene insensible por como recuerdo el momento, pero me da lo mismo.
Yo llevó aquí mi tiempo, aunque no sabría dictaminar exactamente cuanto.
Tampoco me interesa recordar mi pasado.

El maldito vejestorio no me deja cavilar, ni dormir ni maldecir a mis enemigos en paz. Desde mi posición recargada sobre los barrotes, con una rodilla hincada para apoyar un codo, giré mínimamente la cabeza para ver que hacía Drake mas allá.
No estaba dormido. Sacaba sus brazos fuera de la celda, entrelazándolos luego con las barras. Tenía los pies cruzados, la espalda ladeada y apoyaba su mentón en una de las bases horizontales de los hierros. Su boca, a media sonrisa de malignidad, estaba a punto de soltar algo.

Y así fue.

-¿Por qué no te callas? No recuerdo cuanto llevas alegando y desenvainando un optimismo y decoro que no poseerás nunca. Si tantos prejuicios tienes de que te tengan aquí, díselo a los guardias-Le dejó cinco segundos para que contestara, pero el hombre se limitó a apartar la mirada-¿No? Ya lo suponía. Eres igual que el resto. ¡Cobardes y sin agallas! No tenéis voluntad propia, permitís que os manejen a placer sin oponer resistencia alguna...

-¿Pretendes hacernos creer que dejarse hacer una marca en el cuello con una braza ardiendo es muestra de valentía?-Preguntó el integrante dos jaulas mas lejos de la mía, con tono seco y burlón.

Drake le envió una mirada de puro odio tan perceptible, que me sorprendió que el muchacho aún estuviera con vida.

-No pretendo enseñaros nada; simplemente porque no comprenderíais a que se debe una muestra verdadera de compostura-Le dijo en un susurro asesino. Me consta que, de haber estado suelto, lo hubiera torturado solo por el hecho de interrumpirlo.

-¡Oh, claro!-ironizó el otro chico-¡El señorito del 663 posee una dignidad rayana! ¡No se compara al montón! ¡Él es especial!-Rió con sorna-¿En serio piensas eso, rubio engreído?¿Has tenido la remota idea de que te librarías de esta condena solo con sacar pecho y decir "aquí estoy"?-Drake no lo interrumpió. Dejó que acabara de hablar, no cediendo ante su mirada-Olvidate de esos cuentos infantiles de héroes y demás. ¿Que has ganado con ello? ¿Que casi te incineren? Pues, si ese es el precio al valor, por lo que a mi respecta soy un cobarde. Los cementerios están llenos de idiotas como tú.

-Si eso es verdad-Comentó pasivamente Drake, lo que lo hacía sonar mas peligroso-Tu deberías morirte, ¿no crees? Desde luego, temeroso e idiota eres por haberte atrevido a insultarme. No obstante, difundiré mi decepción ante tu ridiculo miedo. No te voy a negar que el valor no siempre ayuda a salvar tu pellejo; por lo que tienes que adoptar medidas menos arriesgadas. Pero de ahí a tener que soportar un escozor en el cuello...-Se burló-Es un precio muy bajo.

-Estas loco. ¡Demente!-Le espetó su interlocutor, que parecía intranquilo.

-No del todo. Solo atiendo a las verdades. Y al mencionarlas; creo que la marca me sienta como anillo al dedo. Mi estilizada piel no lo merecía, desde luego. Pero reconozco que me da un toque mas acorde con mi futura profesión. ¿Tu que crees, Six?

Me metió en la conversación; y noté como el arsenal expuesto a sus palabras estiraba el cuello para mirarme o aguzaba el oído para escuchar como continuaría la plática. Cerré los ojos, suspirando y sonreí:

-Ahorrame el decirte que te ves jodidamente especial con ella, por favor.

-Jujuju. No lo haré. Me gusta oírlo, aunque lo sepa de antemano.

-Ya, claro. Algo muy genuino en ti.

-Tu también tendrías que lucirla con orgullo-Me comentó, arremangándose el cuello de la camisa roja del uniforme y acariciando, ausente, el lugar de su cicatriz reciente.

-Lo hago-Cabeceé, divertida ante la sugerencia.

-Aunque la recibieras antes que yo. Dime, ¿cuándo fue exactamente?

¿Cuando me grabaron la marca? Diría que no lo recuerdo, pero mentiría. Y aunque se me da bien hacerlo, a Drake no se le puede engañar tan fácilmente. Como ya mencioné, no calculo cuanto llevo aquí como mera mercancía, pero si hay una escena del pasado que no se va de mi cabeza:
El día que me marcaron.

Creo que fue a la semana de haberme capturado. Me sacaron de la celda y me conducieron a la portezuela que da detrás de mi campo de visión cuando estoy encerrada, junto a una gran caldera. Sín ninguna delicadeza, te sujetan entre dos, boca abajo contra un suelo cubierto de cenizas y demás basura, te inmovilizan la cabeza y con un hierro recién salido del fuego... te lo ciñen a un lateral del cuello hasta que tu piel deja de soltar vapor por la quemadura. Es doloroso. Muy doloroso. Grité como nunca en mi vida y se me empañaron los ojos, pero no lloré. No quería darles esa satisfacción a los carceleros que me miraban con rostros sádicos y expectantes.

Los demás prisioneros se distanciaron considerablemente al verme con el símbolo inigualable de un rebelde, como si pudiera contagiarlos. Los ignoré completamente. No me interesaba tener amigos; y sigue sin interesarme. Todos mis actos solo tienen que beneficiarme a mí.

Hasta que, seis días después (los conté, esperando que cicatrizara la herida y dejara de incordiarme), llegó uno nuevo. Un deslenguado lingüístico y con clase, que llevaba elegantes ropas de seda negra en contraste con su pelo rubio platinado.

Miré a Drake, que esperaba una respuesta. Ahora que lo pienso... Él vino dando guerra desde que ingresó, y me resulta extraño que lo hayan marcado hace menos de un mes.
Después caí en la cuenta de lo hermoso que era. Nadie en su sano juicio querría mancillar ese ser perfecto; pero al parecer no tuvieron opción.

-No lo recuerdo. Solo sé que fue seis días antes de que llegaras tú.


[…]


Es muy extraño que hayan compradores tan a menudo. Aunque me parece recordar que siempre, cada año, hay alguna que otra semana que se congregan como las abejas a la miel. Eso sí; todos bien vestidos y señoriales. Ricos sádicos que no tenían nada mejor que hacer sino venir de compras.

A veces me siento como un producto de limpieza que se adquiere para solucionar los problemas del hogar.

Los últimos que vi eran franceses, creo (estoy muy mal en idiomas), y los anteriores ingleses pálidos y larguiruchos. Eso me hace preguntarme... ¿en qué país estamos? Porque yo vivía en Nueva Horleans, paseaba como de costumbre por el bosquecillo cercano a mi casa, cuando el mundo se me oscureció. Solo con decir que me dormí atada y amordazada por lo largo que se me hizo el viajecito... Quizás esté en otro lugar; lo que cada día que pasa, se asegura aún mas.

Mmm... Tengo unas locas ganas de leer. Parece que han pasado años desde que toqué la cubierta de un libro, me embriagué con su olor a nuevo y me fasciné con el talento de algún escritor. Mis padres me decían que, para ser tan joven, me volcaba mucho en la lectura; y me aconsejaban salir a despejarme las ideas o a ejercitar los pies. Muy buen consejo. Si. Mira donde estoy por el.

Un tarareo... Una armoniosa voz cantando a mi lado. Que sonido tan hermoso.
Viro la cabeza a mi espalda. El chaval que trajeron hace poco está sentado hecho un ovillo en su celda, mirando al techo con expresión ausente. Se ve tan... puro.


Kagome,Kagome
Kago no naka no tori wa...
Itsu itsu deyaru?
Yoake no ban ni...
Tsuru to kame ga subetta...
Ushiro no shoumen dare?



-Que... ¿Qué es esa canción?-Le pregunto, vencida por mi curiosidad al notar el tono despreocupado pero reflexivo de la tonadilla. El muchacho gira apenas la cabeza, con una sonrisa dolorosa en los labios.

-Es popular japonesa. La cantan los niños como juego.

-¿Japonesa? ¿Eres Japonés?-Le vuelvo a preguntar. Ciertamente no lo parece. Tiene los ojos grandes y brillantes, un cuerpecillo que podría denominarse como enclenque y un alborotado pero perfecto pelo negro. Aparte, posee un color de piel muy pálido para ser del país del "sol naciente".

-Si-Se limita a decirme. Vuelve su mirada al techo, apoyando la cabeza en los barrotes a su espalda.
Es melancólico. Como todos los demás, se a resignado muy pronto a morir tras esa jaula.
Suave, como un murmullo, comienza su canción otra vez:


Kagome,Kagome
Kago no naka no tori wa...
Itsu itsu deyaru?
Yoake no ban ni...
Tsuru to kame ga subetta...
Ushiro no shoumen dare?


Es una sensación extraña. La tensión o la angustia que parecía reinar en aquel viejo y sucio almacén se a evaporado. Miro discretamente a mi alrededor para ver a los integrantes que están a mi vista completamente relajados. Respiraciones sincronizadas, párpados caídos... era algo digno de ver.

Miro a Drake, que duerme. Pocas veces lo veo dormir; y se vé perfecto. Tiene un don natural para parecerlo en cualquier situación. Es increíble.

Pero algo así no puede durar. Y menos estando donde estamos.
La puerta se abrió por quinta vez en este día, revelando a un hombre fornido de largo pelo castaño, cuyos andares se me antojaron sutiles y amenazadores. Iba flanqueado por dos guardias y adiviné que se trataría de un comprador. Venía dictando órdenes mientras se acercaba y ojeaba las celdas.

-...por lo tanto lo quiero tal y como he dicho. Este está demasiado delgado-Señaló a la prisión 621-pero me gusta su pelo rubio-Lo pasó de largo-Debe ser servicial, que sepa hacer las cosas tal y como su amo lo ordene, ¿queda claro?-Le espetó a los guardias, que se miraron entre si-¿Eh?-Insistió-Espero que tengáis algo de mi gusto en esta pocilga; y que ese algo tenga modales mejores que los vigilantes.

Comprador exigente al que le van los rubios. Instintivamente miré a Drake. Con lo irresistible que está durmiendo, será el próximo en irse en las manos de ese tipo. Le chisté para llamar su atención,pero nada. Ya podía venir un terremoto, porque no se inmutaría.

Un silencio se hizo en el almacén, hasta el punto de oírse las respiraciones entrecortadas y tensas de los demás. Mis intentos de despertar al maldito rubio no dieron resultado para cuando el comprador llegó a nuestra altura. Me miró unos segundos, evaluándome; como si se planteara si merecía la pena criticarme. Al final decidió que no, y volvió la vista al destello dorado que emitía el cabello de Drake.

-El 663, ¿eh?-Dijo, altanero. Se acercó a la celda, gritando-:¡Eh, despierta! ¡Arriba!

Solo consiguió un gruñido de protesta y que Drake le diera la espalda.
Contuve una risa. Con expresión de asco, el hombre metió la mano por entre los barrotes y zarandeó al muchacho.

-¡He dicho que levantes! ¡Vamos!-Ni caso-...¡OBEDECE, BASTARDO!-Le chilló, con un golpe en las costillas que Drake interceptó agarrándolo con maestría y velocidad inhumana por la muñeca.

-Muy al contrario; de las mejores sangres de Londres-Lo escuché decir, arrastrando las sílabas e incorporándose, aún teniendo sujeto al otro.

El comprador en cuestión no dijo nada, pero no apartó la vista de Drake. Tampoco se esforzó por liberar su mano.

-Esperad fuera-Dijo a lo que, obviamente, era a los guardias. Estos se miraron al cuarto de hora después, comprendiendo que les hablaban.

-Me temo que eso no...

-¡Es una órden, no una petición!-Dijo con tono duro sin desviar su mirada-Si os preocupa que me lleve a alguno de estos infelices bajo la chaqueta como un paquete de pilas de supermercado, vigilad las entradas entonces; pero dejadme solo. ¡Ahora!

Obedecieron con cierta reticencia, pero con temor; a pesar de ser ellos los armados. Noté un remover de la gabardina que llevaba el interesado puesta, que se apaciguó cuando los vigilantes se alejaron. Dejaron una fracción de puerta entreabierta; supongo que se han colocado en puestos inversos.

Aquel hombre de porte real, que cargaba con un ego que parecía salirsele del cuerpo, se soltó del agarre de Drake, mirándolo luego antes de decir:

-Así que tengo el honorable placer de hablar con un hermano de sangre pura, ¿es eso lo que insinúas?-Soltó una carcajada-Dime, muchacho, ¿a quién pretendes engañar?-Antes de que pudiera contestar, soltó-:¡Mírate! Un buen negociador que se precie no hubiera caído tan bajo; jamás toleraría ser carne de cañón para otros. Un vulgar esclavo, ¡es deshonroso!

Lo veo venir. Otro que se cree mas inteligente que Drake, igual que el tipo que compró a la veterana. Cierro los ojos, viendo tras mis parpados la anticipación de su derrota.
Al abrirlos, Drake comienza con su típica sonrisita de suficiencia.

-No creo que usted y yo lleguemos nunca a ser hermanos de sangre; más que nada porque la mía es infinitamente superior a la suya-No noté turbación en el comprador. Drake continuó:-Y, como bien a dicho, un buen negociador no se rebajaría tanto. Pero aquí está, en un sucio albergue de baja clase, adquiriendo un servicio que no sabe si estará o no en buenas condiciones para ejercer lo que diga, y sin ninguna seguridad de que el susodicho acate todas y cada una de las peticiones que esté dispuesto a ordenarle-Se inclinó hacia delante y finalizó en un susurró-Aplícate el cuento, "hermano".

Me reí por lo bajo, esperando los gritos alterados del hombre, que nunca llegaron. Ladeo la cabeza para intentar ver su expresión. Nada. Miro al chaval que se aloja junto a mi, haciéndole una muda pregunta con la mirada, pero me devuelve un gesto negativo con la cabeza en respuesta.

Escucho un tintineo que me hace escrutarlo de pies a cabeza. Sostiene en la mano derecha una aureola de metal con un manojo de llaves gruesas y oxidadas; cada una con un número grabado en su base. Las llaves de las cerraduras de las celdas. ¿Pero cómo...?

Me vino a la mente la escena de la agitada gabardina... ¿Podría ser que les robara las llaves a esos estúpidos en ese momento?... Este tipo se diferencia al resto. Ahora lo sé.
Sin embargo, los minutos de silencio y suspense pasaron. Hasta que al final Drake lo rompió, señalando burlón y desafiante a la cerradura de su jaula.

-¿Por qué no abres y hablamos como personas civilizadas?

Es imposible que pique un anzuelo así...

-Ju. Tienes buen ojo, chico. ¿Cual es tu nombre?

-Eso es algo que carece de interés para usted.

-¿Por qué no dejas que sea yo quién lo decida?

-¿Va a abrirme?

No se por qué, pero creo que tiene una sonrisa sádica y perturbadora en su rostro.

-Si... No te quepa la menor duda-Y, buscando la llave con el número, estiró el brazo, la insertó en la ranura y con un movimiento de muñeca quitó el doble pestillo que lo mantenía retenido.

...No me lo puedo creer. ¿Estaba soltándolo?

Me es imposible interpretarlo como una muestra de libertad. Y estaba en lo cierto.
Cuando Drake sacó un pié fuera, el comprador lo sujetó arisco pero con elegancia de la muñeca, lo terminó de sacar (con un trastabilleo por parte de Drake, quién tenía los pies entumecidos), cerró la celda y lo estampó contra ella. Al segundo, lo estaba inmovilizando por los brazos con la correa del collar, atándolos a las barras. Tras finalizar con la hebilla del sobrecuello, se retiró dando unos pasos hacia atrás.

Me quedé estática. Era la primea vez que veía a Drake con rictus confuso y alarmado; aunque su tozudez procuró esconder esto último.

-Bien-Comenzó el hombre, sacándose la gabardina y depocitandola en el techo de la celda continua a la mía-Recapacitemos sobre tus sugerencias-Se acercó a Drake, y pasó un insinuante dedo por su mejilla-Primero, comprobar si mi servicio está en buenas condiciones.

Y poco a poco, fue desnudandolo. Primero el horrible camisón rojo de ese uniforme. Me puso nerviosa. Fué sacando botón a botón con endiablada lentitud. Antes de seguir con el pantalón, jugueteó con aquel pálido torso, inclinándose un poco para morder las clavículas.
Por el gesto casi imperceptible que hizo Drake, creo que apretó demasiado.
Se apartó lo suficiente para dejarme ver la marca roja que le había hecho en su perfecta piel blanca. Un sentimiento de querer molerlo a palos me recorrió el cuerpo.

Nuestro código, por así llamarlo, era el no preocuparse por nadie mas que por ti; como ya he recalcado varias veces. Mantenerte al marguen y en silencio cuando pasaban este tipo de cosas. Normalmente, lo suelo respetar. Pero cuando se trata de Drake, no puedo evitar las punzadas de odio y rencor hacia los que se atreven a tocarle siquiera.

Cuando el impresentable se deshacía del cordón del pantalón, alzando la vista a intervalos para encontrarse la desafiante del rubio, estaba que me subía por las paredes, no literalmente hablando. Intentaba hacer caso omiso, cosa que no me creía ni yo, pero quisiera o no, mis ojos no se apartaban de la escena.

Ahora fue el pantalón el que tocó el suelo...
El tipo se enderezó, lo agarró por el cuello con la mano y le robó un beso violento, mientras sus manos se movían libremente por el joven cuerpo sin consentimiento de nadie. La impotencia que siento no se compara con nada.

Un gemido ahogado y que, como comprobé después, fuera de lugar salió de la garganta de Drake al separarse el hombre. Su mirada gris, fría como el hielo, lo escudriñaba con profundo odio.
Odio que pareció resbalarle al otro, que con un caricia burlona en la mejilla, siguió con lo suyo.

Miré a mi alrededor con disimulo en busca de algo que poder lanzarle y, con un poco de suerte y buena puntería, le daría en la cabeza y se desmayaría. Pero lo único que tenía a mano eran mis mantas y los malditos peluches. Ni un bebedero con agua ni nada. Me palpé el cuello.
El collar... Pero no funcionaría. Bastantes intentos fallidos tuve en su día intentando sacarmelo. Volteé la cabeza en ambas direcciones en busca de una idea mejor, cuando me detuve en mi vecino reciente. Observaba en cuclillas, tapándose la boca con las manos alarmado, como si se sorprendiera de que los guardias no intervinieran en un acto tal salvaje. (Suspiro) Se nota que no sale mucho, ¿eh? Pero los ojos se me iluminaron; y por primera vez me alegré de tener a alguien alojado junto a mi.

-Ssh, chico...-Lo llamé, susurrando y haciendo mínimos movimientos.

Giró la cabeza, y percibí un brillo en sus ojos que me hizo deducir que estaba a poco de echarse a llorar. Ante esto, perdí la noción del tiempo. Sacudí la cabeza, centrándome. Luego ya lo consolaría...

-Chico, necesito tu ayuda...-Le dije en un masculleo tan bajo que espero que haya oído.

-¿Que?-Su voz, a pesar de no oírse a penas, sonaba temblorosa y ronca.

-A-YU-DA-Le deletreé despacio, para que leyera mis labios.

Asintió sin pensarlo mucho, y debo admitir que no me lo esperaba. Los demás prefieren ser fieles al código autoimpuesto. Pandilla de cobardes.

-Mmhh...

Miré la escena de soslayo. Drake se mordía el labio inferior lo mas dignamente que podía, mientras el comprador le sujetaba los muslos con fuerza abrasiva.
Me volví de nuevo al muchacho, señalándome el cuello. Me imitó, tocándose el suyo propio.

-El collar...-Cogió el grueso de cuero-No, ese no...-Vigilé por si me oía el visitante-La cinta... ¿La tienes?

Se quedó pensativo una décima de segundo, antes de levantar el collarín de material duro y descubrir una cinta blanca, que había perdido su color casto. Le guiñé un ojo en señal de aprobación, antes de que él deshilachara el lazo, deslizara una vuelta por su cuello y estirara el puño para entregármelo.

Ahora solo faltaba llamar su atención de un modo poco sospechoso y convincente. Mi cerebro funcionaba a marchas forzadas. ¿Cómo chantajear a una persona que lo tiene todo? ¿Como hacerlo enfadar si es lo suficientemente maduro para ni inmutarse? Otra pregunta me rondó tras las dos primeras: ¿Cómo se consigue obtener la atención de Drake?

Sonreí con malicia que procuré no reflejar en mi voz...de momento.

-Oye, tu...-Empecé. El hombre detuvo sus movimientos y giró la cabeza en derredor, buscando a la osada persona o criatura capaz de hablarle así (Lo digo porque todos los ricos piensan lo mismo).

-Ehhh-Le zarandeé mi mano para que me viera-, estoy aquí. ¿Estás acaso ciego? Aunque no me extrañaría, por la edad y esas cosas...-Miré el techo de mi celda, esperándolo. La mala educación se aprende por algo, ¿no? Y ese era el momento para propagar mis conocimientos en la materia.

-¿Me hablas a mi, por un casual?-Se separó de Drake, que miraba impertérrito; pero no se acercó lo suficiente a mí.

-¿Hay alguno por aquí que merezca tal comportamiento sino tu?

-Se me ocurren varias respuestas a esa pregunta-Ladeó el labio en lo que pareció una mueca de asco y triunfo; pero fracasó estrepitosamente. Mas bien parecía que le hubieran pisado un pié.

-Me gustaría oírlas, pero quizás en otro momento-Agité la mano, burlona-Pero antes, tengo algo que puede interesarte...-Tono misterioso.

-Lo dudo-Me miró, esta vez si, con asco y escepticismo.

-No tienes por qué. Te aseguro que no te arrepentirás-Antes de que pudiera protestar, continué-.Te he observado desde que entraste. He calibrado y medido cada uno de tus movimientos. He memorizado todas tus palabras y he distinguido el tono con el que las has dicho. Una actuación pésima, he de decir.

-Aclaremos algo antes de continuar esta...conversación-Rió con burla-Supongo que algo que no sirve nada mas que para responder a una orden; como es tu caso, habrá recibido algún tipo de modales. ¿Estoy en lo cierto al asegurar que no paras de tutearme, sucia y maleducada mascota?

-Pues si, estás en lo cierto-Le respondí, sin asomo de arrepentimiento, e imitándole dije-: ¿Y me equivoco yo al asegurar que un tipo que dice tener buenos modales acaba de llamarme mascota?

-Sucia y maleducada mascota-Recalcó, recordándome su frase-Además-Dio tres pasos hacia mí-Los buenos criterios vinculan con la sinceridad. Y yo solo he dicho la verdad, mascota.

-Si tan sucios te parecemos-Me puse en cuclillas, agarrando los barrotes e inclinándome lo que pude hacia él-no entiendo tu iniciativa de "querer comprobar el material".

Volvió la cabeza hacia Drake, que esperaba impasible y casi desnudo, atado con las cadenas a los barrotes de su propia celda.

-Es muy diferente. No te atrevas a comparar su cara linda con la tuya.

-Ohh, así que "esa mascota"es mas de tu gusto, ¿no?

-Deja de tutearme-Frunció el ceño, visiblemente serio.

-¿Te molesta?

-No es una petición. Solo hazlo.

Sonreí de manera meticulosa, pera no delatarme. Aunque debo admitir que me estoy entreteniendo.
Abrí la boca en un mudo monosílabo, como si pensara. Al cabo, colando la cabeza por medio de dos barras, susurré:

-Creo que no. Pero aún tengo ese algo que sería una pena no saber.

Soltó una carcajada, dejándome traspuesta unos segundos. Alzó las manos a sus costados, dio media vuelta y se paseó entre risas frente a mi jaula.

-Sólo eres una persona que a sido obligada a retroceder a su estado de animal. Por favor, ¡mírate! ¿Crees de verdad que algo tuyo pueda interesarme? Sin embargo-Se dobló por la cintura, levantando el índice hacia mi-, he encontrado algo de mi agrado en este chiquero; y pienso seguir disfrutándolo-Se recompuso y fue hacia Drake, cogiéndolo del mentón y obligandolo a mirarme-. ¿No es una preciosidad? Esta carita de porcelana vale mas que la mayoría de todos vosotros juntos. ¿Si sale salvaje? Bueno-Le soltó, mirándolo y calmando la voz a una siseante-, los potrillos se doman para acabar siendo sumisos caballos.

-Intentalo-Imitó su voz Drake-Veremos dónde te deja este rebelde "potrillo".

Soltó un despectivo <¡Ja!> antes de volver hacia mí.

-No tengo ni la menor duda de que la comprobación de mi compra va a ser satisfactoria.

-Yo tampoco. Y precisamente de su... producto es de lo que quería hablarle-Le traté de usted.

-Oh, ¿has aprendido la lección? ¡Que rápido! Intuía que la capacidad mental no era mucha por aquí...-Idiota. A lo mejor se cree gracioso y todo.

-Todo el mundo tiene un punto débil-Seguí, ignorando su comentario. Me miró interrogante-.No es necesario que finja en un lugar como este. Nadie le delatará porque simplemente estamos retenidos aquí, ¿verdad?

-Aunque no lo creas, eso ya lo había intuido yo.

-¿Entonces? ¿Por qué fingir?-Me encogí de hombros, bajando mas la voz; consiguiendo el efecto deseado: que se acercara para oírme-Como bien dice, hay que comprobarlo todo. Si quiere al rubito de ahí-Señalé a Drake con la cabeza-para noches interminables de lujuria desenfrenada, tiene que tener en cuenta un factor...-Puse voz de misterio y se acercó mas.

-Habla.

-...El punto débil.

-Puedo encontrarlo.

-Oh, no amigo. A este no. Lo tiene particularmente escondido, creame. He visto a muchos intentando lo que usted, sin resultados. Pero una vez-Bajé mas la voz, a modo conspirador-un tipo dio con el punto exacto y lo tuvo a caldo toda la noche. El chaval solo era capaz de gritar y suplicar. Se veía francamente apetitoso. Incluso mas que ahora.

Pareció hacerse una imagen de Drake rodeado por las cadenas, contrastando con el blanco de su piel; su rostro ruborizado empapado en sudor, moviendo el cuerpo en un vaivén hipnótico y suspirando suplicas y por favores con una voz que paralizaba los sentidos...
Aunque creo que esa es la imagen que me estoy imaginando yo.

Ladeó la cabeza para acercar el oído y vi mi oportunidad. Disimuladamente, rodeé mis nudillos con parte de la cinta blanca y la posé en las barras.

-Verá...su debilidad es...-No acabé la frase. Saqué el puño con la cinta por un lado y la otra mano al otro. Tiré del cordón y logré apresarlo por el cuello y estamparlo contra mi jaula. Los demás miembros de mi parcela soltaron un gritito.

El hombre intentaba en vano apartar la cuerda que lo asfixiaba. Me acerqué a su oído, ya sin aguantar la malicia y la frialdad en mi voz, y le susurré:

-Para ser alguien que roba en calidad de profesional no eres muy perspicaz.

Solo atinó a balbucear. Se quedaba sin aire y comenzaba a ponerse rojo.

-Una advertencia-Bajé mas la voz, y miré a Drake. No quería que él me oyera decir esto-: Mas vale que no vuelva a verte el pelo por aquí. No te pido que renuncies a tus pecaminosos y sádicos deseos, pero como intentes volcarlos una segunda vez en él... te juro que te mataré.

Oí el ruido de la puerta y su clásico chirriar. Los guardias venían corriendo ante el corro de murmullos que sin darme cuenta, habían comenzado a pulular.
Tardaron un rato en hacer que lo soltara. Al final optaron por un aturdidor, que me dejó atontada.

El rico se repuso, peinándose el pelo y colocándose bien la ropa. Continuaba rojo, pero de la ira que sentía cuando comenzó a chillarme.

-¡¡MALDITA MUJER DEL DEMONIO!! ¡EXIJO UN CASTIGO EJEMPLAR! ¿¡COMO SE LES OCURRE TENER A UNA HOMICIDA DESQUICIADA EN VENTA!?-Se frotó el cuello-Maldita...¡MALDITA SEAS, POR SIEMPRE!

Y salió dando zancadas. Los dos guardias soltaron a Drake y lo encerraron de nuevo, lanzandole las ropas para que se vistiera. Uno de ellos devolvió a su lugar el cordón blanco; en el cuello del japonés, atándoselo con doble nudo para prevenir futuros accidentes.
Apoyada en las barras, reí, mientras mis parpados caían.

-Mmm... Las mascotas pueden morder.


[...]


Un rayo de sol especialmente ardiente se posó en mi rostro, haciéndome contraer los ojos y arrugar la nariz. Como detestaba esa manía de abrirme de par en par las persianas; una costumbre asidua en casa. Levanté perezosamente la mano para taparme la cara, con la esperanza de que eso bastara para opacar el astro que lucía radiante aquella mañana.
Olor a fresca primavera se colaba por mi ventana; pero discernía al subir desde la cocina un aroma a tortitas recién hechas y café con leche.
Mmm... Como adoro ese olor. No podría pedir nada mejor para levantarme de la cama.

Envuelta en mi pijama azul, bajé las escaleras, traspasé el comedor y entré en la cocina. Perfecta y reluciente. Blanca como la nieve, pero cálida como el verano. Y allí, sentada en la mesita, estaba mi familia. Mi madre, ataviada con un delantal rojo y con su pelo negro azabache recogido con una pinza; y mi padre, un hombre alto y delgado con gafas de montura cuadrada, pelo castaño semi largo que le caía sobre la frente, leía el periódico del día.

-Buenos días, tesoro-Dulce voz de ángel de mi encantadora madre, que me sonríe demostrándome que soy lo mas importante en su mundo.

-¿Has dormido bien?-Voz suave y pacífica de mi padre, que levanta la vista de su lectura para dedicarme su primera sonrisa de la mañana.

A veces pienso que mi familia está sacada de uno de esos libros de cuento. Unos padres perfectos, atentos, cuidadosos, responsables y que se quieren por encima de todo. Sín peleas, sin gritos ni reproches y sin ningún tipo de excusas ya oídas en diversos matrimonios.
Preocupándose a todas horas de mí, su única hija...

Me quiero sentar a desayunar, pero no puedo mover las piernas. Lo intento de nuevo, pero parece que estén pegadas al suelo. Miro a mis padres, pidiendoles ayuda; pero ellos continúan imperturbables, sonriendo y mirándome con dulzura, como inmunes a mi cara de pánico.

Me duele la cabeza. Un dolor punzante muy fuerte que me hace palparme la cien con la mano. Algo silencioso se desliza por mi mejilla. Bajo el brazo, encontrándome el dorso de la mano manchado de sangre. Me tiembla el pulso.
La respiración se me agita y el corazón se me dispara.
Siento un calambrazo en la espalda que me deja arrodillada en el suelo. Obsevo nuevamente a mis padres, que continúan riendo con ternura mientras se sumen en una oscuridad total de la que yo también caigo víctima...

Parpadeo. Lentamente abro los ojos. No hay cama, ni rayo de sol, por muy tenue que fuera; tampoco olor a desayuno recién servido, ni madre ni padre esperando mi tardanza en la cocina...

No hay nada.

Levanto ambos antebrazos con esfuerzo, pues unos brazaletes especialmente pesados me rodean cruel y dolorosamente las muñecas; entrelazados con cadenas que llegan a un segundo par en mis tobillos. Muevo un poco la cabeza para darme cuenta del collar que llevo, mas rígido y frío si cabe que el anterior. Una punzada en la espalda delata mi mala postura, y el dolor de cabeza se acentúa cuando salgo de la inconsciencia del aturdidor.

El cuarto oscuro. O, si me pongo a repasar los bautizos que cada cual le había dado, se llamaría el cuarto de tortura, o el cuarto de castigo; o incluso hubo uno que lo calificó como el absorbedor de mentes. Suena tétrico, ¿verdad? Se podría hacer una película con eso.
Realmente no es tan horrible. No digo que quisiera un lugar así para pasar mis días de soltera, si no que es tranquilo. Si excluimos el hecho de que mide poco mas de mi ancho y de mi alto, y que por ello tengas que estar tirado en el suelo hecho un ovillo; aparte de que es completamente oscuro, frío, húmedo y apesta... No está del todo mal.

Hacía tiempo que no venía por aquí. La primera vez fue cuando me gravaron la marca, la segunda unos días después de eso, la tercera... Bueno, no rememoremos eso, o no acabaría. Lo cierto es que, desde que llegué, he pasado muchas veces por este armario.
Es lo que tiene la mala conducta.

...¿Cuantos días equivaldrían al querer asesinar a un comprador?
El castigo mas largo a sido de una semana por robarle mi correa a un guardia y atizarle con ella, para luego intentar quitarle el arma. Pero no resultó. Ahora no sé con certeza cuantos días me tendrán aquí.

Bostecé. Esto va para largo y me aburro. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Uno de los muchos que estarán por llegar. Ya podrían poner calefacción o unas mantas aquí dentro.
Me quedo ensimismada mirando ese brillo tan irreal que emiten las cadenas. Inconscientemente, comienzo a tararear algo. Poco a poco, la melodía va ganando tono y letra. Me anima, lo admito.
Es como si volviera a casa con mis padres. Como si estuviera en mi perfecta existencia.


Kagome, Kagome
Kago no naka no tori wa...
Itsu itsu deyaru?
Yoake no ban ni...
Tsuru to kame ga subetta...
Ushiro no shoumen dare?


Que efímera la felicidad. Que efímeros los sentimientos. Es algo que he aprendido a comprender.
Bajo la influencia de un gran peso, las personas cambian, u optan por esconderse bajo mascaras de personalidad. No sé. Yo creo que he hecho ambas cosas. Son dos conceptos unidos, aunque parezcan totalmente opuestos. Al cambiar por las circunstancias, te conviene ser quien antes eras en algunas otras. Teorías inciertas, creo. Así logras engañar a los demás, pero, ¿que hay de ti? ¿También es necesario engañar al subconsciente? ¿No basta con las apariencias?
Drake fue quién me enseñó que no. La apariencia es importante. Puedes ser el ser mas rastrero y cruel si quieres, pero no demostrarlo cuando crees que hay alguien que te pueda favorecer en un futuro cerca. Un concepto interesante, he de decir; y con el paso irremediable de los días, he procurado perfeccionar ese estado.
Dificil, pero útil. Aunque admito que no he superado a Drake en ese aspecto. Aún.

...

Entono por enésima vez la cancioncilla del japonés en lo que me parece que es el segundo día de mi exilio. Ahí dentro no tienes noción del tiempo, pero creo que han pasado mas de cuarenta y ocho horas desde que me desperté.

Otro escalofrío me interrumpe a mitad de canción. Los pies hace mucho que se me han agarrotado y las manos descansan inertes en el poco espacio de suelo que deja mi entrepierna.
No me molesta estar aquí. Pero no soporto pensar que un comprador pueda intentar lo mismo que el anterior con el rubio. Mi preocupación secreta por él a veces me desesperaba.

Escucho el cerrojo y la palanca de seguridad abrirse. Alguien está abriendo aquel rincón oscuro y sucio donde me han encerrado. ¿No es demasiado pronto para eso? ¿O tan poco aprecio le tenían al gañán que quise estrangular?
La puerta se abrió. Una tímida luz se coló dentro. El guardia enorme y seboso que parece haberse pedido vigilarme me miraba con egocentrismo desde su altura escasa. Le devolví la mirada, notando la tirantez del collar haciendo presión en mi garganta.

-Es de mala educación entrar en mi casa sin llamar-Le dije, sonriendo con sadismo.

-Muy animada estás hoy. Perfecto. Veamos si muestras ese entusiasmo en la segunda fase de tu castigo-Se inclinó sobre mi y enganchó una correa firme y corta al collar, tirando luego para que me levantara.

Obviamente, mis pies no me respondieron, así que caí de bruces al suelo fuera del chiquero.

-¿Segunda fase?-Me reí, ignorando el hecho de que no podía moverme y estaba a su merced-¿Desde cuando se planea tan concienzudamente un castigo? ¿Estáis aburridos?

-Nos caes bien.

-¡Cuanto honor!

Al darse cuenta de que tenía inmovilizados los pies, decidió cargarme como un vulgar saco por toda la estancia, hasta pasar el almacén donde estaban los cautivos y dirigirse a una segunda estancia que me pareció mas pulcra.

Por lo que pude ver, estaba en un tipo de granja, mas parecido a una fábrica en realidad, en algún lugar alejado de ciudades; pues mas allá de los espaciosos terrenos de la construcción, sólo se veían montañas y matorrales.
Me condujo por un pasillo asombrosamente limpio, forrado de láminas de metal reluciente, dobló una esquina y luego otra en sentido contrario antes de detenerse en un cuarto de fondo, con puerta de acero; como todas las que había pasado de largo. Esta tenía una particularidad que la diferenciaba de las demás: Llevaba grabado en su centro la marca parecida a un tridente que los rebeldes llevaban al cuello.

-Adelante-Una voz firme, siseante pero a la vez tan pasiva que me heló la sangre. Entramos.

Era una habitación con láminas oscuras, sin ventana alguna, con una mesa de material estrategicamente pesado en medio y una butaca.

-Le traigo a...

-Déjala y márchate-Lo cortó con la misma voz inalterable. No pude verle la cara-Los demás que salgan de la zona. Quién ose molestarme se arrepentirá.

-Si, señor-Una reverencia conmigo a cuestas. Me llevó unos pasos mas adelante y me depositó sin mucho cuidado sobre la mesa. Reverenció al otro de nuevo y se marchó, a mi parecer, humillado.

Apoyándome en mis codos, pude medio incorporarme para ver mi compañía.
Era un hombre ataviado enteramente de negro, hasta el punto de no saber donde terminaba la camisa para dar comienzo el pantalón. Llevaba encima algo parecido a una capa que le rodeaba los hombros y se escurría de forma siniestra hacia el suelo, sin perder el color azabache.
Una maraña de pelo igual de oscuro, pero con destellos brillantes, caía por sus sienes; en uno de los lados, el flequillo casi cubría unos ojos llenos de malicia y frialdad, seguido de una coleta que atrapaba el resto, que seguía hacia abajo, no puede ver su longitud con exactitud.

Me fijé (quizás demasiado) en sus manos. Estaba cruzado de brazos, sujetándose los codos, y los pliegues de la camisa de manga larga que se adherían a ellos se abrían hasta cubrir la mitad de unas manos finas y pálidas. A decir verdad, no me fijé en nada mas a partir de ahí.

-No seas descarada-Me dijo al cabo, con la voz ya conocida.

-Me gustan sus manos-Le respondí con total sinceridad, apartando por fin los ojos de ellas.

No dijo nada. Se separó de la pared y se paseó con lentitud alrededor de la mesa donde yo estaba.
Mis pies iban despertando, aunque no lo suficiente. Y creo que tendría pocas oportunidades de escapar. El desconocido desapareció tras de mí, y a pesar de que caminaba, no se oían sus pasos.
Reapareció por mi izquierda y habló.

-Así que tu eres la que está dando tantos problemas al negocio, ¿no?

-Me halaga pero, ¿quién lo pregunta?

Se detuvo un segundo para lanzarme una mirada llena de veneno. Cuando habló de nuevo, ya había emprendido su andar.

-Como habrás supuesto-Dijo en tono casual, como no queriendo que sonara que contestaba a mi pregunta-, soy el directivo de todo esto. El cerebro integrado en un proyecto prodigioso.

-En resumen: el cabrón que nos tiene encerrados a todos-Le espeté.

-Exacto-Me susurró al oído cuando se acercó, cogiéndome del collar-. Y muestra un poco mas de respeto.

-¡Já! Lo siento, pero eso no me va.

-Estoy por enterado de tu...rechazo por las normas. Siéndote sincero, ninguno de los que han pasado por aquí se han preocupado de alguien que no fueran ellos. Sin embargo, tú pareces haber procesado cierta devoción por el 663, ¿me equivoco?

No respondí. Me soltó del collar para reír de manera maliciosa y burlona.

-Es bastante inusual, además de patético, exhibir ese tipo de sentimientos en una situación así. ¿Cómo se te ha ocurrido?-Soltó una suave carcajada que cesó enseguida-En fin, no desentrañaré el cerebro de una adolescente que está en sus años de estúpido enamoramiento.

-No puede usted estar mas equivocado-Dije, con mirada sombría y sonrisa al canto.

-¿De verdad lo estoy?

-Totalmente.

Se me acercó como un predador que vigila a una presa sumamente indefensa, como si diera por hecho que el no atraparla sería una estocada a la dignidad.

-¿Tienes-Siseó-razones de peso para llamarme mentiroso?

-Si no las tuviera no me molestaría en decir nada.

Se inclinó hacia mí antes de poner punto y final a la frase. Me miró con sus ojos de color negro profundo, como un pozo del que se desconoce el final; uno de amargura y crueles intenciones. Su pelo terminó por cubrirle parte del rostro, y su capa se deslizó por unos finos pero formados hombros hasta delante.

-Expónmelas-Hizo una mueca de media sonrisa, levantando solo una parte del labio, para luego volver a su seriedad. Esperó frente a mi lo que pude soportar. Su aliento se entremezclaba con el mío, sus ojos me hacían sentir un sentimiento diverso y sus manos... cuando aparté la mirada fue para fijarla en ellas.

-Yo sé cuales son mis razones, no creo que sea necesario convencerle a usted.

-Tu opinión es aquí la innecesaria. Lo que te he pedido; es mas, lo que te he ordenado ha sido que me lo digas. Por si no te has dado cuenta aún, me estropeas la lista de la clientela fija; y claro está que no puedo permitirte que sigas atacando a quién te venga en gana.

-Por si no se ha dado cuenta usted-rodé los ojos, sarcástica-tengo mucho tiempo libre y energía acumulada que gastar.

-Oh-levantó las cejas, mas sarcástico que yo-¿Y tu hobbie para pasar el rato es intentar matar a mis empleados? Por no decir a mis mejores clientes.

-Desgraciadamente, no ha pasado de ser un intento; pero sí.

-Respecto a la energía acumulada-Me desenganchó la correa, cogiéndome de las cadenas de las manos-; eso se puede arreglar.

Tiró de mi hasta que caí de la mesa. Me golpeé el hombro al impactar contra el piso, pero continuó tensando las ataduras hasta lograr levantarme. Me dirigió hacia la pared laminada y de un empujón me arremetió contra ella. Ahora fue la espalda la resentida. Colocó un brazo a cada lado de mi cabeza y acortó distancias por tercera vez en nuestros rostros.

Me reí, no exteriorizando ningún dolor.

-¿Qué va a hacer? ¿Violarme o algo así?

-Que vulgar. No caería tan bajo.

-Pues sus empleados han tocado fondo conmigo.

Esto preció trastocarlo, pero recompuso su ceño fruncido para decir:

-¿Quieres concretar algo?

-¡No finja no saberlo!-Alcé la voz, sin llegar a gritar-Ese maldito seboso se ha saciado cuanto a querido, siempre por orden suya.

Quedó pensativo unos segundos, lo noto. Hunde mas las cejas por algún motivo, haciendo luego nota mental de algo. Al volver a su posición anterior, me comenta un simple:

-Lo tendré en cuenta.

-¿Y eso qué quiere decir?-Mientras lo preguntaba, posó con fuerza sus manos en mis hombros (con mi constante vigilancia a cualquier movimiento), y de un tirón en seco me desgarró la camisa roja del uniforme. Los botones que sucumbían, caían al suelo en el poco espacio de dos cuerpos separados.

Cuando quise decir algo o apartarlo lejos, me empujó contra la pared, sin dejarme moverme un centímetro. Me escudriñó los hombros, las clavículas y el pecho, recubierto con lo que imagino serían moratones de succión de esa bola de grasa; pero lo hizo de una manera en la que mantuvo inmóvil la cabeza.

-Por un casual no habrás intentado matar a ese hombre en particular, ¿verdad?

La pregunta me cogió tan desprevenida que olvidé que estaba medio desnuda ante un hombre especialmente malvado.

-¿Cómo?

-Lo decía porque me harías un favor-suspiró imperceptiblemente antes de levantarme el mentón y hundir su boca en mi cuello.

-¡Ahhh!-Quise transformar ese gemido alto y claro en un grito de sorpresa o repugnancia, pero ni de lejos lo logré. Me estaba mordiendo cada vez mas fuerte por encima del collar grueso, justo en la capa de carne blanda, pero me obligué a no gritar mas. Pronto sentí una herida abierta y sangre emanando de ella. El hombre de negro prosiguió con un roce de labios hasta los míos, deteniéndose también allí a depositar mas mordidas que terminaban en rojas heridas. Sus manos se paseaban por mi estómago arañándome la superficie con brutalidad que ardía. Pero me mantuve firme y serena.

Me desprendió de la camisa hasta la mitad de la cintura y me volteó de cara a la pared. Sentí que se alejaba y cuando quise mirar para qué, el primer latigazo llegó.

-¡Ah...!-Me quedé a medio grito por la impresión, mordiéndome el labio y empeorando el ya sangrante corte.

-Quiero oír mas como ese-Me volvió a dar, cruzando mi espalda, sin reacción por mi parte-.Vámos, seguro que puedes complacerme.

-Lo siento pero-Aguanté otro golpe-,no le caerá esa breva.

Así transcurrieron diez minutos que se me hicieron eternos. El suelo estaba salpicado brevemente con gotas de sangre, aunque procuré ignorar ese pequeño contratiempo. Noté cuando se fueron haciendo mas fuertes los golpes, a causa de no darle lo que quería.
Pero me mantuve en mis trece y no volví a quejarme.

Paró la paliza cuando creo que estaba demasiado cansado; o quizás aburrido de esperar mi reacción. Me dio la vuelta, encarandome con él; cuando sentí el contacto de mis heridas con la pared. Me arqueé todo lo que me fue posible y siseé largamente, cerrando los ojos en el proceso.

-¿Duele?-Le escuché preguntar, con clara chispa de triunfo.

-Pruebe a hacercelo usted.

-Prefiero infringir el daño que recibirlo.

-Ju, ¿Y a quien no?-Entreabrí los ojos al percatarme de que me quitaba el collar. Deshacía el enganche, la herradura, los botones y el mecanismo de seguridad del que no he podido librarme.

Se pasó la lengua por los finos labios, alzó una mano para acariciar la marca a un lado de mi cuello, extasiándose con el tacto o con la imagen que tuve que mostrar cuando me la hicieron.
De nuevo me perdí en esa parte de su anatomía. Dedos largos y finos, pálidos como el resto de él.
Dejando la marca, me rodeó el cuello, haciendo presión hasta clavar las uñas y dejarme sin respiración.
-Estás obsesionada-Me susurró al oído, refiriendose claramente a mi fijación por sus manos. Luego me mordió. Fue junto a mi símbolo de rebeldía. Parecía querer arrancarme la piel, como si anhelara probar mi carne. Se me revolvió el estómago. Hizo mas presión.

Maldito dolor...

-¡Aah! ¡Pare!-Dije con voz queda. Apretó mas-¡BASTA!¡ ¡DÉJEME!-Esto último se me escapó.

Para alivio mío, se separó, atándome el collar otra vez. Se alejó un paso, mirando como me restauraba la camisa y un ligero temblor que fui incapaz de controlar me invadía las piernas.
-Sabía que podrías ser obediente si te lo proponías-Le lancé una de mis miradas mortíferas-Sin embargo, tu castigo no era este. Lo digo para que abandones ilusiones.

-¿Hay mas?-Pregunté, fingiendo emoción.

-Desde luego. Una advertencia (y esto es ser demasiado buena persona): La próxima queja proveniente de la integrante 666; un número mas que adecuado para ti, he de añadir, arrastrará con ella al ocupante de la 663.

Abrí los ojos como platos, y el temblor se me extendió por todo el cuerpo. ¿A Drake?¿Involucrarle en...? Mas le vale que sea broma...

-¿C-como ha...? ¿Que quiere decir eso?

-Oh, si incluso tartajeas. Como te ha dado por eso...-Se cruzó de brazos-Es exactamente lo que imaginas, pero mas cruel aún de lo que te esperas. Te ataré a esa misma pared donde ahora estás, sín poder mover un solo músculo, mientras yo me encargo de tu amigo-Se giró hacia la mesa-sobre esa bonita mesa de ahí.

Tragué en seco. Sé que va muy en serio, por lo que intenté algo a la desesperada:

-Entonces se rebajaría a la altura de sus guardias.

-Me rebajaría, si, pero de forma mordaz. Infringir daño psicológico y físico a la vez está fuera de las capacidades de esos inútiles.

Interiormente tuve que darle la razón, para después envolverme en sombras de angustia. No soportaría... ni siquiera me puede venir a la mente una escena como esa. Bien sé que Drake no es ningún crío desvalido, que se enfrentaría a la situación con su talante altivo e inquebrantable.
Pero el peso de ser yo la culpable de ello... Aunque no quisiera que se enterase de esto; no soporta, al igual que yo, que anden compadeciéndose de su vida.

-¿Y bien?-La voz del hombre me devuelve a la sala-¿Alguna decisión?

Lo miro inquisitivamente, frunciendo el ceño con enfado y rencor que quiero que note. Una última ojeada al suelo antes de ubicarme la camisa sobre los hombros y erguirme, desafiante.

-No se preocupe; no volverá a saber de mi existencia.

-Espero que eso signifique una sumisión de tu parte.

-Ya lo sabe-Fruncí mas el ceño.

Alzó el mentón, sin dejar de mirarme.

-Suena demasiado pomposo.

-¿Y que quiere que haga? ¿Que le suplique por mi credibilidad?

Soltó una carcajada, para mirarme con sus pequeños y profundos ojos negros entrecerrados.

-Me caes bien, ¿sabes?

-El sentimiento no es mutuo.

-Lo será-Se dio la vuelta y caminó a la puerta, haciendo ondear su capa; y pude apreciar la longitud de su recogido cabello, que le bajaba mas abajo de las caderas.

Tiene un anatomía perfecta; está mal que lo diga (supongo), pero incluso con esa ropa encima, se le vé cierto porte de...

-Antes de que te vayas, si haces el favor...

...misterio.

Suspiré. No me iba a dejar marchar hasta que lo dijera, y no me era conveniente enfadarlo ahora por las posibles consecuencias. Caminé hasta quedarme prácticamente pegada a su pecho. Alcé la cabeza a su altura, aguantando el escozor de las heridas, para decir, mirándole a las orbes oscuras que poseía:

-Prometo no arruinarle su maldito negocio; aunque tenga en cuenta que si no lo hago yo, otros estarían muy por la labor de hacerlo.

-¿Y?-Sonrío con ruindad.

-Seré todo lo sumisa que mi carácter me permita...

-No me vale.

Inspiré hondo, y rectifiqué:

-Prometo ser todo lo sumisa que pueda.

-Sigue siendo una propuesta inválida. No sé cuanto aguante tienes respecto a agresividad.

Hundí las cejas con exasperación, para encararme con él, entonando.

-Si no confía en mí, ¿cómo espera una promesa?

-Si tanto confías en ti misma, no pongas tantas condiciones-Me dijo esto en un siseo amenazador, inclinándose un poco hacia mi.

Gruñí.

-Juro ser obediente, discreta...

-Y sumisa.

-...y sumisa...

-En todos los aspectos.

-...en los aspectos que no tengan nada que ver con el sexo.

-Me parece bien. Respecto a lo de intentar matar a mis clientes...

-Procuraré no sucumbir a esa...tentación en especial. Intuyo que también querrá vivos a sus guardias, ¿no?

-A los necesarios para trabajar. Pero no echaría en falta a Kehler.

-¿Quién...?-Iba a preguntar quier era cuando una idea sincronizada con aquel hombre me hizo callar. El poli seboso que se ocupaba de mi. Parpadeé divertida y ladeé la cabeza, sonriendo.

Me devolvió lo que me pareció una risita cómplice antes de coger la correa y abrir la puerta, tirando de mi.
Era la primera vez que me dejaba llevar sin un ápice de resistencia. Salimos del edificio, recorrimos ese campo situado en un paraje desértico, caluroso y desolador y volvimos a entrar en el almacén donde se situaban las celdas.
Él caminaba frente a mi, y fui consciente de que apenas hacía fuerza con la mano al sujetar mi correa. Simplemente la sostenía, con el brazo ligeramente tendido hacia atrás. Yo no decía ni hacía nada. Podría escapar si me daba la gana (pero aún quedarían mas de docena de guardias fuera, así que lo descarto).

Para cuando me quise dar cuenta, ya estaba sentada en mi jaula, con el cabecilla de todo aquel tinglado medio metido conmigo, desenganchando el collar.

-Pago por nada. Esto no es tan difícil de hacer-Pareció comentar, cerrando la puerta y echando el pestillo y el cierre fortificado.

-Me ha cogido con un buen día-Le dije, dejándome caer en mis mantas boca abajo.
Sus pasos resonantes se evaporaron al cabo del tiempo que tardó en llegar a la salida y cerrarla.

[...]

Las horas, los días, las semanas... Se fueron sucediendo. Notaba las horas pasar, mirando el mismo panorama de siempre; me imaginaba el sol caer en el horizonte para dar paso a la luna. En fín ,mas de lo mismo. El aburrimiento para mí antes era un pasatiempo, cuando podía planear y hacer las cosas que se me antojaban.
Ahora estoy limitada.

Drake no ha podido esconder su curiosidad desde que me vio aparecer con aquel tipo que a sus ojos; no auguraba nada bueno (y llevaba razón). Pasado ese momento, me lanzaba miradas furtivas a cada momento que no estaba humillando a los demás o alimentando su ego. Se extrañó que abandonara mis hábitos homicidas; a decir verdad, tengo la sensación de que todos en la comunidad lo hicieron.
Pasaba los días tarareando sin levantarme de mis mantas la cancioncilla japonesa, en las que a veces se me unía mi vecino oriental.

Nuevos compradores pasaron por la galería.
El cuarto; un avaricioso que al parecer tenía dinero de sobra para llevarse dos, acabó tocándome la fibra sensible, pues quería a Drake y al Japonés. Cierto es que no tuve problemas intimidando con una mirada y un gesto a los tres anteriores, pero este se hacía de rogar.
Después de dar paseos alternativos de celda en celda de los dos chicos; mirándome de soslayo cuando le venía en gana, estaba listo para llamar al guardia y hacer su pedido.
Ahí fue cuando entré en acción:

-Yo que tu no haría eso-Comenté ligeramente, tumbada y jugueteando con un oso de peluche especialmente cursi. Al instante sentí todas las miradas de mi alrededor puestas en mí.

Pero la voz que me llegó no fue la del comprador. Ni de lejos...

-¿Qué se supone que estás haciendo?-Alzó la voz Drake, sín convertirla en grito, pero con deje de histeria que denotaba mal carácter.

Fingiendo no inmutarme, una máscara ejemplar que uso siempre, giré un poco la cabeza para verlo en cuclillas y sujeto firmemente a los barrotes de su puerta; y al comprador justo a un lado, observándonos alternativamente.
Volví mi vista al oso:

-Dándole un consejo a ese señor.

-¿¡Consejo!?-Sin mirarlo sé que a hecho su gesto característico con las cejas-Siempre haces lo mismo, Six, ¿acaso no quieres que abandone esta cloaca? ¿Es eso?

-En absoluto.

-¿Y tienes una excusa mejor?

-Digamos que no te conviene irte con él.

-Ya, claro. Y tampoco me convenían todos los que han pasado por aquí, ¿no?-Guardó silencio para ver si yo decía algo. Como no lo hice, continuó-Además, ¿quién demonios te crees para decidir sobre lo que me conviene o no?

-Alguien que lo sabe.

Ante esto no tuvo nada que decir. O eso creía; puesto que tomó aire para comenzar a gritarme sin su característico autocontrol:

-¿¡COMO TE ATREVES!? ¡TU NO SABES NADA DE MI! ¿COMPRENDES? TENGO EL DESEO DE SALIR DE AQUÍ TAN A FLOR DE PIEL COMO CUALQUIERA DE ESTOS...-Respiró agitado. Aparté mi mirada para posarla en el pelaje del maldito peluche-A ti...-Continuó Drake-Lo que te molesta es que escojan a alguien que no seas tu.

Golpe bajo, aunque muy pobre. Lo miré, casi matándolo con la mirada, pero impasible como hasta ahora.

-No digas cosas sin sentido. Solo piensa en como te sentirías tu, TU-Recalqué-bajo las órdenes de un tipo que se cree superior a ti a sabiendas perfectamente que no lo es ni lo será nunca. ¿O en serio piensas servirle como un fiel perrito faldero? No me lo creería aunque lo viese.

-¡Aunque te cueste creerlo hay mas opciones que obedecer!-Vuelve a gritar. Me esta doliendo la cabeza-¡Lo principal es salir de este lugar, en el exterior se planearía una fuga definitiva!

-¡Que idiota!-Reí, a mi parecer, con ruindad-¿Crees que las medidas de seguridad no serán tan estrictas una vez salgas? Aquí al menos comes, duermes y tienes algo de descanso. A servicio de alguien se te quitaría eso y mas al ver asomo de traición, ¿no lo ves?

Abrió la boca para decir algo, pero no le salió.

El olvidado comprador se había esfumado para venir acompañado por un guardia. Pero no fue a Drake al que sacó primero (de hecho, ni lo miró), sino que directamente pasó a la celda del Japonés. Abrió la puerta, enganchó grilletes y le obligó a salir. El comprador le echó un minucioso vistazo, le acarició el pelo y tocó su espalda. Con un asentimiento, se lo llevaron.
El chaval me lanzó una mirada aterrorizada, y yo solo pude hacerle un gesto de despedida con la mano en la que sujetaba el oso.

-Ah...-Drake balbuceó algo. Le miré, viendo como comprador, comprado y guardia salían por la puerta.

-Déjalo-Le dije, volviendo a mi postura apática-No te humilles pidiendo a nadie que te lleve.

Sabe que tengo razón... pero no lo dirá.
Una persona con tanto orgullo... es increíble que haya sobrevivido hasta hoy.


Kagome, Kagome...
[...]


La comida de hoy... seria difícil, por no decir imposible, buscarle una definición adecuada. Parece una masa compacta elaborada con algo que parece carne y verduras, pero que huele como una lata de comida para perros que se ha pasado de mes.
Es algo verdaderamente repugnante.

Ya me he cansado de este tipo de dieta. Mi estomago se a acostumbrado a aguantar días y días en ayuno, así que no me cuesta nada resistirme a comerme semejante bazofia.
Los guardias están insistente estos días con los suministros de comida, pues hace tres noches perdieron a uno por no asegurarse de que comía correctamente. Pienso que es por orden del tipo de negro; el cabecilla de esta organización demente. Lo que me parece raro es que no hayan cogido la posibilidad de que es precisamente por sus asquerosos platos por lo que muramos todos.

Hecho una mirada a Drake, que descansa sobre las mantas sin prestarle atención al plato. Esta todo muy tranquilo desde nuestra discusión; y sinceramente, hecho de menos dar la nota.
Y hoy era uno de eso días en el que te apetecía hacerlo...

Con un movimiento desinteresado, pero mas interesado de lo que se pueda pensar, le di un manotazo al ridículo bol y lo boté fuera de mi jaula. Una cosa es clara; y es que, aunque fuera una celda estrecha y fría, era MI celda. Y nadie mete basura sin consentimiento en algo mío.

Al momento en el que el platillo toca el suelo y se rompe, siento el sobresalto general.

-¿¡Que demonios esta pasando!?-Llega a trote un guardia. Es uno de color, muy alto, cargado con su arma-¿¡Que te crees que haces!?-Me grita, esquivando el revoltijo de comida en el suelo.

-¿Acaso no lo ves?-Le señalo lo esquivado.

-¡No te atrevas a contestarme de esa manera! No querrás pasar hasta finales de mes en la ratonera, ¿verdad?

-No se-Me encogí de hombros-¿que día es hoy?

Escuché un rechinar de dientes. Al poco un chasquido del arma cargándose. Levanté la mirada y vi, a través de mi desmesurado flequillo, que me apuntaba con el arma (una heavyweight, para ser exactos).

-Ju... ¿A donde quieres llegar con eso?

-Cierra la boca. Es lo que te espera si continuas con un comportamiento tal vulgar. Te recuerdo que no serías la única en ser quitada de en medio por ingrata e inservible.



Comencé a troncharme de risa. Y no es broma.

-¿¡QUE TE HACE TANTA GRACIA!?

Deje de sujetarme el estomago, me limpie las lagrimas y me peiné el pelo hacia atrás con los dedos (aunque no me sirvió de mucho).

-¿Vulgar? Juju... ¿Alguien que encierra a seres humanos como animales de feria para venderlos como condimentos del super, se atreve a decir que soy vulgar?

Una bala cortó el aire. Un agujero humeante apareció junto a mi cuello, perforado en la pared.

-Que mala puntería-Dije, sin moverme del sitio.

-Harás lo que se te diga que hagas. Te dejaras hacer lo que se te diga que te dejes. Manten la boca...

-¡Olvídame!-Lo interrumpí-No pienso comerme nada que provenga de este lugar. En vez de eso-Me cogí una mechón de pelo y se lo mostré-¿no podríais poner servicio de peluquería? Con esta pinta nadie querrá comprarme y no podré perder de vista tu careto.

Unas risillas indeterminadas fueron ahogadas en ambas direcciones. Parecían debatirse entre estar nerviosos y la gracia y osadía de la burla hacia el guardia. En fin...
Por otra parte, al aludido comenzó a hincharsele la vena del cuello; a tal velocidad que pensé que de esta no salia. Asió con fuerza el arma con la intención de golpearme, por lo que no me moví de lo asumido que lo tenía.

Para mi sorpresa,un nuevo tintineo de plato roto se escuchó a mi izquierda, casi de frente; y en esa celda solo estaba...

-Yo tampoco lo quiero-Lo desafió Drake, con mirada amenazante y sonrisa de total superioridad. Eché una ojeada desinteresada al suelo, y vi que también se había deshecho de su plato.

-¿Como?-El guardia pensaba a desenfreno unas respuestas a este comportamiento para después, haciendo el mismo esfuerzo mental, planear las replicas e insultos.

Me pareció que casi colapsaba. Me reí, acostándome entre mis cosas.
-Largate de aquí. No te creas mas listo que nosotros por el simple hecho de estar fuera...

-...porque no lo eres, aún estando dentro-Completó Drake, y oí el ruido sordo que indica que me imitó y se tumbó.

-Callaos, solo sois...

-"Solo somos, solo somos". ¿No hay algo mas que podáis decir? ¡Es tan patético!

-Si os esforzáis en vuestros diálogos tanto como en nuestra comida, entonces puedo entender la situación-Carcajeó Drake, siseando cada palabra con profundo odio.

Oí como los pasos apresurados del guardia se alejaban y se perdían tras la puerta de salida.

-Es increíble...

-...lo rápido que se rinden-Terminó mi frase Drake.

Cerré los ojos. Hay que estar loco para decir esto pero... Me encanta la situación en la que estoy.

-Oye, Six...

-¿Que pasa?

-Haces un gran equipo conmigo.

Solté una carcajada. Maldito mocoso...

-¿Eso es todo lo que tu orgullo te permite decir?

-Conformate.

-Ya lo hago.


[…]


Le he estado dando vueltas a una cosa: Kehler. Según el mandamás, es ese guardia que siempre me acosa. Y debo decir que me ha tocado las narices últimamente. Cuando patrullan, siempre; y recalco SIEMPRE viene a dar conmigo. En su turno de noche intentó (Por enésima vez) sobrepasarse, acción que le costó un ojo morado y un arañazo de gato en la cara. Me está resultando pesado, y nunca mejor dicho, pues así a ojo le puedo echar ciento veinte kilos de grasa corporal, en lo que no se incluye el cerebro,claro.

El gran apoyo moral que he recibido en cada uno de sus ataques a sido del siempre alentador Drake (notese, por favor, mi extremo sarcasmo), diciendo frases como:"¡A Six hay que saber hacercelo!" o "No tienes el carácter requerido que pide su exigente personalidad", entre otros.

Paso, es un caso perdido.
Pero al parecer no seria muy grave si me deshago de su presencia, pues es bastante imprescindible; información fiable de el que lo contrató, habrá que hacerle el debido caso.
Así pues, me lo encuentro una noche de patrulla.

Previamente había calculado los días que pasan hasta que le vuelve a tocar la guardia, por eso me ajuste a su horario y reservé todas mis fuerzas para el. Ya podía sentirse alagado.
La mayoría no duerme. Así como todos padecen de insomnio en un lugar como esta cárcel. Mi problema va a ser permanecer despierta. Desde niña, si tenia sueño, ya podía estar en la copa de un árbol, yo me dormía.
Drake tampoco duerme. Creo que a averiguado parte de mi plan de esta noche, pero hay algún dato que se le escapa. Lo noto en sus ojos. Lo noto cuando me mira cada segundo con el ceño fruncido entre curiosidad y desconfianza. Lo noto porque ya es tiempo que he pasado viendo sus expresiones.

Me toco el cuello por debajo del collar. Aún teniendo un consentimiento, será inevitable que esto me cueste otra marca.
Respiro hondo. Me hago crujir los nudillos. Los pasos dan una vuelta por las celdas del fondo y ahora se acercan a mi pasillo. Eso es. Vamos, ven.

-Vaya, vaya, ¿que tenemos aquí?-Estúpido gordo descerebrado-¿Aún estas ahí?

-Idiota, ¿no me ves o que?-Respondí, sentada al otro lado de la jaula. El individuo hizo un movimiento con la mano y dejó el mango del rifle en el suelo, donde se apoyó en pose chulesca.

-¿Y esa agresividad? ¿Hay luna llena? ¿Estas en tus días, monada?

-En realidad es la abstinencia lo que siempre me cabrea, ¿sabes?-Adelanté una rodilla, adoptando una agilidad de gata salvaje.

-Oh, ¿en serio?-Puso cara de obseso lujurioso-¿Crees que yo podría ayudarte en eso?

-¿Estas de broma?-Se lo tengo que poner difícil-Tu no podrías satisfacer a alguien como yo.

Pareció ofenderse.

-¿Y eso por qué? ¿Que requisitos necesitas?

-Primero, que sea una persona. No una masa compacta he identificable como tal.

Una risotada por parte de Drake. Un ceño fruncido en Kehler.

-Muy aguda estás hoy.

-Yo siempre.

-Quizás esté dispuesto a hacerte el favor aunque no quieras, ¿que te parecería eso?

-Otro intento fallido y vergonzoso que tendrías-Avancé a gatas un poco mas, hasta que un planeado tropiezo me detiene, llevándome una mano a la costilla y simulando un gruñido de dolor.

Como imaginé, al gordo se le iluminó el rostro.

-¿No me digas que estás herida? ¡Que lastima!-Su sarcasmo barato es mas que suficiente para querer desaparecerlo de la vista. Oí un tintineo: Bingo. El idiota sacaba las llaves y se disponía a abrirme.

-Oh, pero antes...-Se llevó la mano al cinturón trasero (¿?)-Adelanta las manos.

Me mostró unos grilletes.

-Je... ¿Pretendes que te haga caso?-Esto no estaba en el plan, pero no me impedirá ejecutarlo.

Sentí todos los ojos que podían vernos clavados en la escena.

-Lo harás-Dijo, y el muy necio abandonó el rifle a un lateral de mi puerta para meter sus grasientos brazos por entre los barrotes y agarrarme por las muñecas. Como buena actora, me resistí, se que eso le gusta, pero volví a fingir un dolor insoportable en el costado que me impidió la lucha.

Picó el anzuelo una vez mas. Esto acabaría rápido.

Como si fuera un desenfocamiento de mi supuesta nublada vista por el dolor, me rodé hasta el lateral donde estaba el rifle. No se dio ni cuenta. Terminó de atarme bien las cadenas para acto seguido abrir la puerta y meterse casi dentro de la celda, para enganchar al collar mas cadenas. Las del cuello las sujetó a uno de los barrotes.

Por favor, es el colmo de lo ridículo.

-Ya te tengo-Me susurró al oído, y una sensación asquerosa me hizo temblar. Fué como si un bicho especialmente pringoso se tomara la libertad de corretear por tu piel.

-Dejame en...paz-Simulé nuevo dolor, moviéndome un poco.

-¿Como piensas impedírmelo?-Dijo, ya con voz ronca. Me apartó los brazos atados a un lado. Precisamente al lado donde podía sujetar el arma. Miré a Drake un segundo. No me apartó la mirada: Al contrario, casi ni pestañeaba. El ambiente a mi alrededor era tenso. Muy tenso. Era como si todos se hicieran a la idea de que algo horrible fuera a pasar, pero no teniendo ni la mas mínima idea de lo que pudiese ser.
Panda de cobardes ignorantes.

El seboso está en su momento de gloria. Me acaba de desprender a jirones de la camisa, rompiendo todos los botones. No creo que pueda avanzas mas...

...

Un disparo a quemarropa resonó en el gran almacén, haciendo eco por un minuto entero.
Por mi impasible expresión, se diría que solo fue un sonido de bengala, o algo similar.
Sentí gotear por mi rostro la sangre que había salpicado en mi dirección. Es un sabor peculiar. Un sabor metálico que me hace pensar, desde luego. Pero ahora no estaba por la labor de ponerme a recordar viejos tiempos. Solté el rifle, que hizo nuevo ruido al caer al suelo. Luego me tocó el cadáver de ese ser inservible que caía en peso muerto sobre mi regazo.

Haciendo acopio de toda mi fuerza, pude escabullirme, y luego botarlo fuera de un empujón despectivo con el pié. Desenganché sin mayor dificultad la cadena que me retenía por el cuello en el barrote y de un salto estuve en la oscura libertad del lugar.
Miré al techo y después a la puerta, escuchando los alrededores. Una carrerilla de pesadas botas y tintineo de cadenas no tardarían en irrumpir dentro.

Supongo que a la vista de todos los que podían verme tendría que parecer un tanto anormal:
Ahí estaba, tan apacible, tan serena, goteando sangre de las manos y aún bajándome finos retazos de ella hasta la comisura de mis labios de una persona a la que acabo de matar sin ningún tipo de escrúpulo.

Pues vale.

Fue mi turno de mirar a Drake. La primera impresión fue asombro con algo muy poco parecido al miedo. La segunda, mirarme inexpresivo mientras me agachaba al cuerpo sin vida del guardia y recogía el manojo de llaves, para luego acercarme hasta su celda. Estiré la mano dentro y dejé las llaves en su regazo.
Sin mediar palabra.
Sin dejar la mirada a un lado.
Por impulso, levanté la mano y le acaricié la mejilla justo cuando la tropa hacía su ruidosa aparición.
Haciendo el tope en la cadena que separaba ambas muñecas, dí otra pasada antes de separarme y sonreír.
El me miraba perplejo, como preguntándose por qué no había tomado la oportunidad de escapar.

-Siempre quise poder tocarte, Drake-Me dio tiempo decir antes de que se me abalanzaran encima los guardias, dejandome K.O en un golpe contra el suelo.

Supongo que es predecible lo que vino a continuación. Es tan rutinario como salir a comprar el pan para la merienda. Por cierto, que hambre...
Después del Tour por la sala donde me hicieron una nueva marca (Esta vez en el pecho, puesto que en el cuello no tenía donde me luciera), me encerraron nuevamente en la ratonera asfixiante del fondo.
Lo dicho, una rutina.
Bostecé otra vez.
Un día (Según creo).
Otro día.

Ruidos desde fuera. Son los guardias. Espero que el jaleo no les haga olvidarse de que estoy aquí. Me llegan algunos gritos. Algo que me suena muy lejano y opaco. Algo como: "¡Encontradlo! No puede haber huído lejos" A lo que otro dice: Ya hemos registrado la zona, pero..."
Mmm, algo me dice que ese 'pero...' te va a costar lo tuyo.

De todas maneras sé quien se ha escapado. Sería un idiota si no lo hubiera hecho teniendo las llaves que yo le dí. Bueno, al menos uno de los dos está libre.
Indudablemente, merecía estar libre mas que cualquiera de vosotros-Me imagino que ha pensado algo así. Conociendo como es. ¿Verdad... Drake?

[...]

Creo que si se han olvidado de mi. Si me pongo a contar las horas que me he puesto a contar, ha pasado casi una semana desde el revuelo de la fuga de Drake. Encerrada ya van mas de siete días, y mi estómago me comienza a jugar malas pasadas. Ayer me pareció ver un filete flotante frente a mis narices....
En fin, mejor no pensar en eso... Pero la fatiga no era un simple rugido; ahora perecían mil agujas perforándome el estómago.
Y este calor sofocante, o el frío cuando cae la noche. No puedo entender el tiempo de estos lugares.

Recuerdo que al borde del desmallo por un desfallecimiento total, se escucharon gritos de fuera. Cosas rompiéndose y una sirena. Después una carrerilla con sonido a mocasín muy caro por el pasillo, directos a mi.
Abrieron la puerta de golpe, y me inundaron los rayos de una potente claridad. Antes de mi decaimiento, una silueta que se me antojó angelical se materializó entre las nubes de mi mente y la mala jugada de mi imaginación...

[. . .]

[. . .]

Me desperté en una montaña de mullidos cojines con olor a lavanda, y por un momento me recordó a mi sueño. Pude reponerme lo mínimo para sentarme. Me llevé una mano a la cabeza para descubrirme un vendaje.
Pero no llevaba los grilletes; aparte que vestía con una ropa que parecía licra color verde musgo, muy elegante.
La habitación de mi alrededor era inmensa. Digamos que la mitad del almacén donde me retenían hasta hace poco; si es que no estoy aún, y esto es otro sueño absurdo. Una buena cama con dosel, una cómoda con espejo, otro espejo de mas de metro y medio mas allá, un ventanal desproporcionado por donde entraban los incesantes rayos de sol y algún que otro cuadro.

Todo espacio, sin duda.
Algo mareada, me levanté y salí de entre tantos almohadones. Sobre la cómoda, una bandeja con comida y una tarjetilla con un triple seis dibujado. Sín esperar, me acerqué a zancadas y comencé a comer. Era lo mas delicioso que había probado nunca.

Pero algo bueno no puede ser permanente. Mi primera sospecha fue cuando, terminando de comer un panecillo con un empalagoso sabor a miel, alcé la vista al espejo de la cómoda que tenía de frente y me miré.
Un indomable pero limpio cabello negro llegaba hasta mis hombros. Unos soportes tapaban mis heridas curadas, pero un collar de fino y brillante cuero color verde con un cascabel en plata adornaba esta vez mi cuello.
Volví a tocarme el vendaje de la cabeza, y al poco me lo terminé sacando.

Lo que me encontré no hizo mas que acrecentar mi desconfianza y mi poco entendimiento de la situación.

En el lateral izquierdo de mi frente, tatuada a aguja de color oscuro, había una D de estilo gótico, con un diminuto 6 en rojo dentro de la base despejada de líneas.
Rozarmelo con los dedos me hizo que un estremecimiento recorriera mi cuerpo: Era reciente.

-¿Te gusta?-Escuché una voz inconfundible a un lado. Giré la cabeza lentamente para verle.

Vestido como el mas exquisito duque real, con una túnica color verde oscuro que le caía elegantemente por los hombros, unos pantalones diplomáticos terminados en mocasines de negro reluciente.

-¿Me explicas, Drake?-Dije simplemente, cruzándome de brazos.

El rubio (con un pelo mas claro si cabe que antes) se acercó, sustrayendo algo del interior de su túnica.

-Hubo una redada en el negocio encuadrada por mi padre, un hombre importante, como mencioné una vez. No necesitas saber mas-Se detuvo frente a mi.

-¿Donde estoy?-Me cogió del collar.

-Esa pregunta está fuera de lugar-Me enganchó una correa trenzada; que luego se enrolló en la mano, al collar, para tirar de mi y encarme-Y muestra mas respeto por tu nuevo amo.

-¿De qué estás hablando?-Pregunté, inexpresiva, pues ya sabía a lo que se refería.

Levantó su mano libre y acarició con rudeza la marca de mi frente, por lo que me tuve que morder el labio para no quejarme.

-Este símbolo es la prueba irrefutable de que, a partir de ahora, me perteneces. Por lo que me debes obediencia. Creo que puedes considerarte mi nueva mascota.

Lo miré sin decir nada. No entiendo porque voy a hacerlo, teniendolo de frente, soy incluso mas alta y mas corpulenta, puedo abofetearlo y largarme por la puerta de su lujosa mansión. Pero no puedo...

Hay una razón...
Una tan fuerte que me veo obligada a abandonar cualquier indicio de orgullo...
Una que no me permite revelarme y estar como en aquella cárcel...
Una de la que no puedo escapar...
La razón es porque eres tu.

-¿Hay algún problema con eso?-Me pregunta al ver que no respondo a su planteamiento como 'mascota'.

Parpadeo, dejando mis cavilaciones y sentimientos confusos a un lado.
Muestro una media sonrisa arrogante, agarro su mano y deposito un beso en ella.

-No, ninguno...amo.

Calca mi sonrisa con extrema suficiencia.
Puede que mi destino sea estar encadenada a alguien que sepa como dominarme.
Y no pude haber encontrado a nadie mejor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario