Rossíya
El viento soplaba con fuerza. Le daba en la cara, le helaba los párpados y le entumecía la parte que la bufanda no podía tapar.
Giró sobre si mismo y miró hacia atrás... ¿Donde estaba?
Mirase donde mirase, un manto de nieve blanca y nubes grises le vigilaban. El silbido del viento fue lo único que pudo escuchar, ya que no alcanzaba ni a hoy su propia respiración, ni siquiera los latidos de su propio cuerpo.
Alzó las manos, cubiertas con guantes gruesos de lana y algodón. Luego se palpó el pecho, donde su enorme y grueso abrigo impedía que se congelase. Sus ojos amatista, entrecerrados ante la corriente de viento y aguanieve, otearon en busca de algún resquicio de camino, de horizonte...
¿Cuando se había perdido? ¿Cuando había comenzado aquella tormenta? Es mas...¿Que estaba haciendo allí?
Retrocedió unos instantes antes...¿Que estaba haciendo antes de aparecer en aquel lugar inhóspito y familiar?
Duramente familiar...
Oh, si. Estaba en una reunión de estado. ¿Quién estaba hablando? Estados Unidos...¿O Alemania, quizás? No lo recordaba... No recordaba nada. Sentía su mente pesada entre aquel panorama desolador, aunque ya tuviese que estar acostumbrado a el...y a la soledad que suponía.
Separó sus manos del pecho y dio un paso al frente, hundiendo la bota de piel en la nieve. Frunciendo el ceño e intentando mirar al frente, siguió avanzando. Pero le daba la impresión de no moverse; como si el paisaje a su alrededor lo hiciera por el.
Cuando se detuvo para ajustarse la bufanda, una potente ráfaga de viento fría se la arrebató del cuello, y quedó instantáneamente helado mientras la veía desaparecer entre los nubarrones, elevándose en el aire como muchas había deseado poder hacer él mismo...
Bajó la vista, y no tuvo tiempo para lamentarse, pues descubrió un manto de nieve impecable de huellas tras de si. El viento pegaba fuerte, y era muy posible que las hubiera tapado a su paso...Pero descartó esa teoría cuando levantó los pies de su sitio, primero uno y luego otro...Y el suelo no parecía sucumbir ante su peso. La nieve seguía allí, plana e impasible como un cristal.
Miró a los lados, rodó los ojos con lentitud atisbando el suelo y tenía intenciones de mirar al cielo, cuando algo mas que el silbar tenebroso del viento helado le llegó desde lejos.
Fue como un grito...
Una vocecilla mezclada con el aire...Como si saliera de los propios copos de nieve que ahora le atosigaban el rostro.
Frotándose los ojos con la manga del abrigo, volvió a girarse al punto que, principalmente, estaba siguiendo. El viento describió hondas, como esquivándole, y aquel llanto hizo eco con mas fuerza en aquel lugar que parecía un mundo aislado.
Era como un susurro lastimero...Como el sollozo de un niño asustado que se ha perdido en una gran ciudad.
Dio una vuelta completa sobre su eje, usando su brazo para cubrir parcialmente sus ojos y poder ver. Hacía rato que no sentía parte de la cara, pero ese detalle ahora no le interesaba tanto.
Dio dos pasos torpes hacia delante...Y luego cuatro zancadas a un lado, arrastrado por la ventisca. Allí no había nadie...No debería haber nadie, incluido él.
Retrocedió y cogió impulso para volver a su punto de partida, cuando se paró en seco.
Frente a él, un niño.
Un joven ataviado con una gran toga gris, que se azotaba peligrosamente con el viento, dejando ver una ropa muy fina cubriéndole su cuerpo delgado. Tenía los puños apretados contra los ojos, mientras su llanto se oía tan claramente que parecía sobrenatural. Fue como si todos los demás sonidos del lugar se apagasen de golpe.
Rusia alargó el brazo, titubeando, hacia aquella personita abatida. Sus manos ahora sin guantes aparecieron frente suya, y por un momento se quedó traspuesto. Miró al joven, que en algún momento había adoptado una postura recta, con mirada baja y brazos caídos hacia un lado. El llanto seguía arremetiendole contra los oídos, pero desde luego ya no provenía de aquel muchacho que poco a poco levantaba cabeza para mirarle con ojos fríos, distantes y desconfiados...
...de color amatista.
Soportó aquella mirada idéntica a la suya. Aquella mirada que poseía de niño, llena de soledad.
Cuando lo vio avanzar un paso hizo un ademán de alejarse, pero no supo porque no lo hizo. Se quedó allí, clavado en el suelo, dejando que aquel viento silenciosamente siniestro le azotara el cuerpo, mientras se veía a si mismo de niño deteniendo su paso de pies descalzos frente a el, estirando unos pálidos y delgados brazos, cerrando los ojos y se aferrándose a su cintura.
“Volvamos”-dijo en un perfecto Ruso, y no supo exactamente a que se refería. Bajó la cabeza para ver el brillo de aquellos ojos mirándole, sin rastro alguno de abatimiento- “Ya no tenemos que estar aquí. No tenemos que estar solos...Volvamos con ellos”
Y nada mas terminar esa frase, el tiempo pareció volver a fluir. El fuerte silbar del viento y la incómoda aguanieve le obligó a volverse a cubrir. Y como si fuese parte de aquella fría atmósfera, el pequeño había desaparecido.
“Aquí no debería haber nadie...” -susurró. Antes de que el frío le abandonase de golpe, y todo lo que le rodeaba comenzase a desvanecerse.
-¿Decías algo? -Un rostro de melena rubia se le puso delante. Su vestimenta era tan extravagante que le hizo parpadear.
Miró tras de si y vio a unas caras familiares salir de la sala donde minutos antes estaban reunidos. Luego volvió la vista hacia el frente, ubicándose.
-Nada, Francia-san -Le dijo, sin perder la calma. El rubio, tras sonreír levemente, se alejó por el pasillo junto a Inglaterra y China, que iba gritando algo de ir a comer.
-¡Señor Rusia!-La voz de Lituania le llegó por la espalda, y sus pasos apresurados lo llevaron hasta su lado-. Ha estado muy callado durante la reunión...¿Dónde está su bufanda?
Ante la pregunta, Rusia se palpó el cuello. Efectivamente, no la tenía puesta. Metió las manos en los bolsillos de su grueso abrigo y tampoco halló sus guantes.
-¿Se la ha dejado en la sala? -preguntó Lituania, dispuesto a volver atrás.
-No...-Y como si fuera un espejismo de su propia subconsciencia, vio a aquel joven descalzo y con toga correr delante suyo, con sus complementos faltantes expuestos, dando una vuelta completa hacia él para sonreírle antes de desintegrarse de nuevo, como una voluta de humo transparente.
-No hace falta- repitió, echando a andar. Lituania le siguió algo confuso.
-¿Está seguro? Porque puedo...
-¿En serio tienes tiempo de preocuparte por esas cosas? Aún estoy esperando que supliques y vuelvas a mi regazo para unirnos...
Lituania se puso pálido y se estremeció, ya no manteniendo tanta distancia con el otro.
-Eso es...
-Vamos, se uno conmigo-dijo con convicción, saliendo del edificio y sintiendo el suave viento en el rostro y aquel olor a flores propia de la primavera.
Y mientras Lituania se deshacía en torpes excusas para negarse, sintió que aquel espejismo y el compartían el mismo pensamiento simultaneo. Complacido con ello, se puso en marcha de nuevo.
“Tan cálido...”
Giró sobre si mismo y miró hacia atrás... ¿Donde estaba?
Mirase donde mirase, un manto de nieve blanca y nubes grises le vigilaban. El silbido del viento fue lo único que pudo escuchar, ya que no alcanzaba ni a hoy su propia respiración, ni siquiera los latidos de su propio cuerpo.
Alzó las manos, cubiertas con guantes gruesos de lana y algodón. Luego se palpó el pecho, donde su enorme y grueso abrigo impedía que se congelase. Sus ojos amatista, entrecerrados ante la corriente de viento y aguanieve, otearon en busca de algún resquicio de camino, de horizonte...
¿Cuando se había perdido? ¿Cuando había comenzado aquella tormenta? Es mas...¿Que estaba haciendo allí?
Retrocedió unos instantes antes...¿Que estaba haciendo antes de aparecer en aquel lugar inhóspito y familiar?
Duramente familiar...
Oh, si. Estaba en una reunión de estado. ¿Quién estaba hablando? Estados Unidos...¿O Alemania, quizás? No lo recordaba... No recordaba nada. Sentía su mente pesada entre aquel panorama desolador, aunque ya tuviese que estar acostumbrado a el...y a la soledad que suponía.
Separó sus manos del pecho y dio un paso al frente, hundiendo la bota de piel en la nieve. Frunciendo el ceño e intentando mirar al frente, siguió avanzando. Pero le daba la impresión de no moverse; como si el paisaje a su alrededor lo hiciera por el.
Cuando se detuvo para ajustarse la bufanda, una potente ráfaga de viento fría se la arrebató del cuello, y quedó instantáneamente helado mientras la veía desaparecer entre los nubarrones, elevándose en el aire como muchas había deseado poder hacer él mismo...
Bajó la vista, y no tuvo tiempo para lamentarse, pues descubrió un manto de nieve impecable de huellas tras de si. El viento pegaba fuerte, y era muy posible que las hubiera tapado a su paso...Pero descartó esa teoría cuando levantó los pies de su sitio, primero uno y luego otro...Y el suelo no parecía sucumbir ante su peso. La nieve seguía allí, plana e impasible como un cristal.
Miró a los lados, rodó los ojos con lentitud atisbando el suelo y tenía intenciones de mirar al cielo, cuando algo mas que el silbar tenebroso del viento helado le llegó desde lejos.
Fue como un grito...
Una vocecilla mezclada con el aire...Como si saliera de los propios copos de nieve que ahora le atosigaban el rostro.
Frotándose los ojos con la manga del abrigo, volvió a girarse al punto que, principalmente, estaba siguiendo. El viento describió hondas, como esquivándole, y aquel llanto hizo eco con mas fuerza en aquel lugar que parecía un mundo aislado.
Era como un susurro lastimero...Como el sollozo de un niño asustado que se ha perdido en una gran ciudad.
Dio una vuelta completa sobre su eje, usando su brazo para cubrir parcialmente sus ojos y poder ver. Hacía rato que no sentía parte de la cara, pero ese detalle ahora no le interesaba tanto.
Dio dos pasos torpes hacia delante...Y luego cuatro zancadas a un lado, arrastrado por la ventisca. Allí no había nadie...No debería haber nadie, incluido él.
Retrocedió y cogió impulso para volver a su punto de partida, cuando se paró en seco.
Frente a él, un niño.
Un joven ataviado con una gran toga gris, que se azotaba peligrosamente con el viento, dejando ver una ropa muy fina cubriéndole su cuerpo delgado. Tenía los puños apretados contra los ojos, mientras su llanto se oía tan claramente que parecía sobrenatural. Fue como si todos los demás sonidos del lugar se apagasen de golpe.
Rusia alargó el brazo, titubeando, hacia aquella personita abatida. Sus manos ahora sin guantes aparecieron frente suya, y por un momento se quedó traspuesto. Miró al joven, que en algún momento había adoptado una postura recta, con mirada baja y brazos caídos hacia un lado. El llanto seguía arremetiendole contra los oídos, pero desde luego ya no provenía de aquel muchacho que poco a poco levantaba cabeza para mirarle con ojos fríos, distantes y desconfiados...
...de color amatista.
Soportó aquella mirada idéntica a la suya. Aquella mirada que poseía de niño, llena de soledad.
Cuando lo vio avanzar un paso hizo un ademán de alejarse, pero no supo porque no lo hizo. Se quedó allí, clavado en el suelo, dejando que aquel viento silenciosamente siniestro le azotara el cuerpo, mientras se veía a si mismo de niño deteniendo su paso de pies descalzos frente a el, estirando unos pálidos y delgados brazos, cerrando los ojos y se aferrándose a su cintura.
“Volvamos”-dijo en un perfecto Ruso, y no supo exactamente a que se refería. Bajó la cabeza para ver el brillo de aquellos ojos mirándole, sin rastro alguno de abatimiento- “Ya no tenemos que estar aquí. No tenemos que estar solos...Volvamos con ellos”
Y nada mas terminar esa frase, el tiempo pareció volver a fluir. El fuerte silbar del viento y la incómoda aguanieve le obligó a volverse a cubrir. Y como si fuese parte de aquella fría atmósfera, el pequeño había desaparecido.
“Aquí no debería haber nadie...” -susurró. Antes de que el frío le abandonase de golpe, y todo lo que le rodeaba comenzase a desvanecerse.
-¿Decías algo? -Un rostro de melena rubia se le puso delante. Su vestimenta era tan extravagante que le hizo parpadear.
Miró tras de si y vio a unas caras familiares salir de la sala donde minutos antes estaban reunidos. Luego volvió la vista hacia el frente, ubicándose.
-Nada, Francia-san -Le dijo, sin perder la calma. El rubio, tras sonreír levemente, se alejó por el pasillo junto a Inglaterra y China, que iba gritando algo de ir a comer.
-¡Señor Rusia!-La voz de Lituania le llegó por la espalda, y sus pasos apresurados lo llevaron hasta su lado-. Ha estado muy callado durante la reunión...¿Dónde está su bufanda?
Ante la pregunta, Rusia se palpó el cuello. Efectivamente, no la tenía puesta. Metió las manos en los bolsillos de su grueso abrigo y tampoco halló sus guantes.
-¿Se la ha dejado en la sala? -preguntó Lituania, dispuesto a volver atrás.
-No...-Y como si fuera un espejismo de su propia subconsciencia, vio a aquel joven descalzo y con toga correr delante suyo, con sus complementos faltantes expuestos, dando una vuelta completa hacia él para sonreírle antes de desintegrarse de nuevo, como una voluta de humo transparente.
-No hace falta- repitió, echando a andar. Lituania le siguió algo confuso.
-¿Está seguro? Porque puedo...
-¿En serio tienes tiempo de preocuparte por esas cosas? Aún estoy esperando que supliques y vuelvas a mi regazo para unirnos...
Lituania se puso pálido y se estremeció, ya no manteniendo tanta distancia con el otro.
-Eso es...
-Vamos, se uno conmigo-dijo con convicción, saliendo del edificio y sintiendo el suave viento en el rostro y aquel olor a flores propia de la primavera.
Y mientras Lituania se deshacía en torpes excusas para negarse, sintió que aquel espejismo y el compartían el mismo pensamiento simultaneo. Complacido con ello, se puso en marcha de nuevo.
“Tan cálido...”
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