martes, 28 de septiembre de 2010

Slave

I



El primer latigazo había resonado en aquel calabozo de una manera tan brutal que era increíble no escuchar un alarido de dolor detrás. El murmullo de las cuerdas que le ataban las manos, o la sangre salpicando lentamente en el suelo, seguido de algún que otro gruñido frustrado y de odio al dirigir la mirada al que tenía delante.

Lo admitía, aquella situación se le había ido de las manos unas horas antes, pero acabar así era algo demasiado humillante. Solo esperaba que su señor no se enterase nunca de aquello.

-¡¡¡!!! -abrió el único ojo que tenía visible entre las vendas y el largo pelo negro, soltando un mudo quejido hacia las paredes de la estancia, mientras el olor a carne quemada y el silbar del hierro candente pegado a la piel se opacaban hasta desaparecer; en su costado, justo por encima de la suelta hakama, quedó aquella quemadura, adornando su antes tersa piel junto con las marcas de los latigazos.

-Es suficiente -aquella voz potente y clara hizo apartarse a los tres vasallos, que ya preparaban una nueva tanda de objetos para seguir con aquel trabajo macabro-. Eres demasiado cabezota para ser el perro de Sanada. Salid, ya me encargo yo.

El prisionero miró con odio al hombre que tenía delante, escuchando de fondo el chirriar de las puertas al cerrarse. Ahora el silencio lo llenaban los pasos de su único acompañante, seguido del crepitar del fuego de las antorchas y el fogón. Las manos ajenas se deslizaron por su reciente quemadura hasta bajar hasta la cinta que bordeaba su cadera, manteniendo la hakama en su precario sitio, deshaciendola de un ligero movimiento para que esta cayese sin mayor problema al suelo.

-Veamos si con esto quieres hablar, Rokurô Unno~

[…]

Si la situación anterior a aquella había sido devastadora para su orgullo, la que le siguió ya había acabado de derrumbarlo. Mordiendo la mordaza que le habían puesto nada mas capturarle, apretó el ojo izquierdo, como si con ello pudiese tener algún tipo de alivio a lo que le estaba haciendo aquel hombre.

Su grueso y duro miembro le atravesaba sin piedad una y otra vez, manteniéndose colgado de las cuerdas del techo de manera dolorosa, quemandole las muñecas. Los incisivos de su atacante se clavaban en sus pezones hasta marcarlos, siguiendo un camino hasta su clavícula y su cuello, mientras le miraba con aquella expresión tan soberbia y ruín.

-Las tropas pronto llegarán al castillo -hablaba el otro con su voz atronadora, jadeando cuando embestía al desprotegido cuerpo de Rokurô, sujetándole las nalgas para separarlas y tener mas acceso a su maltrecha entrada-. Nos cargaremos a su amo y daremos comienzo a la guerra. ¿Que puede hacer la casa Sanada, si todos los guerreros que tiene son putas como tu? -rió por su propio comentario, antes de acallarse y salir de su interior, dejándolo frente a si con aquella camisa ceñida y desgarrada por los latigazos como única prenda.

Rokurô le lanzó al otro una mirada de odio extremo. Si pudiera deshacerse de la mordaza podría dejarlo fuera de combate con sus ondas de sonido... Miró a su alrededor con sutileza, intentando encontrar algo que pudiese usar para liberarse y hacer frente a aquel lunático sádico. Sin embargo, este se adelantó antes, tomándole del mentón con fuerza.

-Tienes una cara bonita. Y un cuerpo bonito. Es fácil deducir por que ese astuto de Sanada te quiere en su bando -estiró una sonrisa macabra, bajando para delinear su cuello mordido y marcado con sus dedos hasta sus pezones, los cuales golpeó. Saltándose todo el recorrido restante, dio un agresivo apretón a la hombría del mas joven, que se arqueó de dolor, gruñendo.

-¿Te la pone dura que te viole? Puede que en lugar de interrogarte te ofrezca unirte a nosotros a cambio de torturarte por la noche, ¿te gustaría? -lo masturbó sin delicadeza, para luego sacar la katana de su funda y colocársela al cuello- Se dice que el mejor afrodisíaco es el miedo. ¿Tienes miedo, Rokurô Unno? -coló la punta de la espada por los vendajes de su ojo derecho, aflojandolos antes de bajar-. No estoy seguro. ¿Debo sacártelo todo a base de gritos de dolor y angustia o con gemidos y súplicas?

De un movimiento rápido y certero, cortó la cuerda que le mantenía unido al techo, haciéndolo caer estrepitosamente al suelo. Antes de que pudiese recomponerse, lo levantó, lanzandolo contra el pozo de agua que utilizaban también para las torturas. Utilizando los restos de la cuerda, ató su cuello, dejandole las manos a la espalda. Apretándolo contra la fría piedra, se posicionó tras él, le abrió las piernas y le sujetó del pelo, irguiendole hasta que arqueó la espalda.

-Seguro que si Sanada se quedase sin su jueguetito se tomaría mas en serio todo esto -el filo de la katana tanteó peligrosamente la entrada del rehén-. ¿Tu que piensas? -la afilada punta parecía demasiado determinada en atravesar aquella carne. Sin embargo su propietario acabó incorporándose, enfundando y volviendo a sujetar las nalgas de Rokurô, abriendo su entrada todo lo que le era posible antes de volver a penetrarlo de una estocada.

-¡¡Ung...!! -la queja se escuchó a través de la mordaza, mientras sentía al otro llenarle entre embestidas brutales, sujetando la cuerda de su cuello y sus brazos para mantenerle erguido, asfixiandole mientras parecía reírse solo entre gruñidos de placer. Su cuerpo vibraba entre envite y envite, quedándose sin aire poco a poco. A aquellas alturas tenía el cuerpo entumecido, y ya no sabía que herida le dolía mas. Cuando al fin pudo dejar caer la cabeza e hizo intentos de toser y recuperar el aire, su reflejo en el agua le recordó su aspecto absolutamente deplorable. No podía presentarse así frente a su Señor, nunca...

-Tienes un culo perfecto para esto -escuchó un gruñido a sus espaldas, mientras el otro le levantaba una de las piernas y lo ladeaba, hundiéndose del todo en su revuelto interior-. Podría estarte follando siempre, chaval~ ¡Ngh!

Tras unos golpes de cadera, Rokurô sintió arder sus entrañas al sentir el semen ajeno llenandole por completo. Sus desgarres interiores se quejaron hasta hacerle temblar, frustrado y furioso; notando como el movimiento no cesó hasta momentos después, cuando parte del orgasmo se había rebosado
y recorría ahora sus muslos. Una vez salió, le dio la vuelta, dejando su espalda apoyada en el borde del pozo. Con una sonrisa, el albino le miró.

-Creo que he cambiado de idea. ¿No te gustaría unirte a las filas de Tokugawa? -el afamado “Dragón de un solo ojo” le miró de manera hambrienta y cruel, como si acabase de declarar una guerra de propio interés personal.

domingo, 18 de abril de 2010

Sacrificio 3

Sacrificio 3


Eesti:


Cuando una persona esta feliz asumes que le ha pasado algo bueno. Es normal pensar que está de buen humor porque algo agradable ha pasado, y a su vez te alegras por de que le vaya todo tan bien.

… Pero con Rusia eso no se aplica.
Su escala de felicidad mide considerablemente nuestro grado de infelicidad y agonía. Cuando la balanza pesa mas por su lado, nuestro lado de eleva y suben las probabilidades de que caigamos al vacío. Es algo desagradable de pensar.

Tras salir de la reunión y asegurar que no habrían mas hasta nuevo aviso, quiso volver de inmediato a Moscú. A pesar de que solía quedarse muchas veces en Estados Unidos un tiempo por sus tratados y alianzas, aquella vez pareció muy dispuesto a volver a casa. Tras las interminables horas de avión para volver a pisar las frías tierras Rusas, su sonrisa parecía mantenerse aún.

Toris tenía cara de resignación mientras deshacíamos las maletas. El Señor Rusia se había retirado a su despacho en el piso superior y pronto exigiría una taza de algo caliente o Vodka. Si era lo primero, tendría posibilidades de salir ileso. Si era lo segundo, por el contrario...

Me pregunto si debería contarle sobre Polonia... No, mejor no. Bastantes preocupaciones pueden atormentarlo en un día como para decirle que su mejor amigo sabe su secreto mas inconfesable. Solo lograría estresarle aún mas y no quiero.

Doblando la ropa de la maleta al cajón estaba cuando Toris se me acercó, ya terminando con lo suyo (siempre era mas rápido que yo ordenando).

-Raivis se ha dormido. Nunca ha soportado los viajes en avión, le agotan -comentó, sacando una camisa de cuadros para sacudirla y volverla a doblar.

-A decir verdad son un poco pesados, pero ya te acabas acostumbrando -yo por mi parte, seguía sacando y metiendo ropa en otro lado como mismo estaba- Creo que a las reuniones posteriores no tendremos que ir.

-Feliks... -sacó el tema. Paré en seco el chaleco beige que iba en el cajón de abajo y le miré de reojo, intentando adivinar que sería lo que le estaba rondando por la cabeza-. No he visto a Feliks desde aquella mañana en el hotel. Temo que le haya pasado algo o...

Me miró una cara que he acabado bautizando como “Cara No. 7: el lamento del cachorro”, por su gran expresividad a la hora de demostrar preocupación a través de sus increíbles ojos verdes.

-¿O...? -le insté a seguir, guardando el chaleco y viendo como Toris volvía a desdoblar la camisa de cuadros que tenía en las manos.

-Es que Rusia fue a buscarme al hotel -bajó la voz, mirando a su espalda por si el nombrado se aparecía-, y pasó... Ya sabes.

Y tanto que lo sé...

-¿Y Polonia lo vio? -pregunté. Si era así me quitaría un peso de encima, pero al mismo tiempo me daría una pena terrible.

-El había salido a coger el comunicado de la segunda reunión -explicó rápido-. Pero todo quedó... lleno de sangre. Quise cambiar las sábanas, pero Rusia prácticamente me arrastró fuera de la habitación. ¿Crees que habrá visto...?

Se está angustiando. Lo noto tan bien que es como si su angustia me subiera a mi por la garganta.
Me incliné hacia el, atrapandole un mechón castaño tras la oreja.

-Si no ha venido a dar contigo es probable que no lo haya visto -es la primera vez que hablo sin estar seguro de lo que digo-. Alguna de las trabajadoras del hotel habrá cambiado las sábanas en su rutina de limpieza.

-Ah, si -pareció aliviarse, y eso lo consiguió que me sintiese mal por mis palabras-. Si, será eso. Si no hubiera contactado conmigo...

Le quité la camisa de cuadros, que doblaba y desdoblada una y otra vez y la guardé en el cajón.

-Todo irá bien -debería callarme-. Ya sabes como es Polonia, a veces desaparece por estar haciendo cosas incomprensibles. Quizás esté pensando en cambiar de color su casa otra vez...

Toris rió levemente, mirando al suelo.

-Puede que si. El también tiene trabajo después de todo -su voz aún sonaba insegura, pero como si estuviera intentando convencerse de que efectivamente todo iba bien-. Lo siento Eduard. Creo que me preocupo por nada.

-No te preocupes. Entiendo como te sientes -no, no lo sé.

-Iré a hacer té -dijo mientras se retiraba a la cocina. Miré por encima del hombro como se alejaba, intentando volver a tener la energía de siempre. Era verdad. Yo tampoco había vuelto a ver a Polonia después de que descubriese lo de sus heridas. Y muy dentro de mi espero ingenuamente que en serio esté entretenido eligiendo color para las paredes de su casa....


Lietuva:

Creo que estoy pensando demasiado. Muchas veces Feliks ha desaparecido por días, y cuando por fin se dignaba a ponerse en contacto conmigo lo hacía como si nos hubiésemos visto el día anterior. Esa es la personalidad irresponsable de Feliks a la que estoy acostumbrado. Y aunque nuestra relación haya cambiado en los últimos meses no significa que el hecho de que me preocupe vaya a cambiar.

El silbido de la tetera me despertó de mis cavilaciones. La saqué del fuego y serví dos tazas, una de las cuales le dejé a Eduard sobre la mesita de su habitación. La otra la subí en una bandeja hacia el despacho de Rusia. Estaba tan metido en Feliks y estaba tan resignado ante el hecho de que en cualquier momento recibiría una paliza que simplemente llamé a la puerta, pasando tras su voz dándome permiso desde dentro.

-Señor, he hecho té -me acerqué a su mesa, parándome en seco frente a ella al ver a un lado la botella de vodka semi-vacía. Rusia dejaba el vaso grueso a un lado, haciendo tintinear los cubitos de hielo de dentro.

-Oh, Toris. A ti quería verte~ -se levantó de la silla al tiempo que me inclinaba un poco para dejar la bandeja. Cerré los ojos, aún asustado de las cosas que le pasaban por la mente. Apreté el puño, intentando que mi voz sonase lo mas serena posible.

-¿Que desea... Señor? -era una pregunta tonta. Ya lo sabía. Iba a...

-Gestiona ese papeleo de ahí -me señaló su mesa, donde había un montoncito de folios esparcidos a un lado-, y ponlo luego en la carpeta de subcategorías. Iré a dormir un rato, despiertame a las nueve.

Salió del despacho antes de que pudiera reaccionar. La puerta se cerró y quedó todo en silencio, mientras yo solo me limité a parpadear, tan asombrado que tuve que girarme y comprobar si realmente se había marchado. ¿Estaba tan cansado que me ha perdonado por esta vez?
Volví a mirar al frente, y mis ojos se encontraron con la botella de Vodka. Luego rodeé la mesa y revisé el papeleo, como ausente.

-... -supongo que tengo que estar aliviado de momento. A no ser que cuando vaya a despertarle haga lo que no ha hecho segundos antes. Rezaré en cualquiera de los casos.

[…]

A lo largo de esta pesada tarde a nevado. El frío es bastante común, y aquella nevada parecía inofensiva. Sin embargo no he podido tender la colada. El papeleo que Rusia me pidió archivar está hecho, la casa está limpia y Eduard me ha hecho el favor de salir a por los ingredientes de la cena. Raivis se ha despertado hace poco expresando sus ganas de comer un plato tradicional bien caliente para mitigar un poco el clima.

Tras picar unas verduras y dejarlas en un bol a la espera de Eduard, subí a la habitación de Rusia, tocando levemente en la puerta. No se si tenía algo importante que hacer a las nueve, pero en todo caso me había dicho de despertarle.

-Disculpe, Señor... -sin embargo, ya estaba despierto, sentado en la cama terminando de atarse las botas y levantándose luego para ponerse la gabardina-. ¿Va a salir? Hace un rato ha comenzado a nevar.

-Si, ya lo he visto -se acercó al ventanal, corriendo un poco la cortina para mirar fuera-.Así está bien, no empeorará de momento.

-¿Quiere que le prepare café o...?

-No, ahora tengo prisa -se enrolló la bufanda al cuello y caminó hacia mi con esos pasos pesados que me estremecían el cuerpo-. No se cuando volveré. Sed buenos~

Me pasó de largo, sonriendo como un niño que va a cometer una travesura. Una vez mas me dejaba escapar. Y una vez mas me quedé frío al salir ileso. Miré hacia atrás para verlo enfilar el pasillo hasta doblar la esquina y bajar por las escaleras.

Se iba...

No es que deseara que se ensañase conmigo como normalmente lo hace, pero no quería albergar la esperanza de que ya se había cansado de mi y no me volvería a tocar, porque sé que no es cierto.

-Ah... Me tiemblan las manos...


Rossìya:

¿Quien iba a decir que era divertido no molestar a Toris también? Aunque nada se puede comparar a sus expresiones de dolor y un resentimiento que intenta fingir.

Sintiéndolo por el, estoy demasiado impaciente por otro asunto como para prestarle atención. Tanto que apenas pude dormir al retirarme a mi habitación. Es la emoción de tener a alguien nuevo a quien hacer sufrir hasta la saciedad. Alguien que tiene que aguantar lo que sea por ser tan débil y no encontrar otra forma para proteger a los demás.

Ha pasado mucho tiempo desde que te humillé de verdad, Polonia...

Me lo encontré frente al hotel Marriott, en Tverskoy. Estaba tan cerca de casa que apenas me tomó mas de veinte minutos llegar. No salir de Moscú para nuestros encuentros garantiza, a parte de mi diversión, que Polonia coopere mucho mas si cabe en este juego.
Iba vestido de ciudadano corriente, y eso solo me hizo sonreír mas.

-¿Piensas que así puedes pasar desapercibido? -le pregunté, sonriendo, pasándolo de largo hasta cruzar y llegar a la recepción del hotel.

-No quiero oír eso de ti -su voz era un susurro de terror absoluto, como si se tratase de algún tipo de prostituta virgen. Eso solo hace que quiera verlo bañado en su propia sangre, gritando y retorciéndose.

No me costó demasiado conseguir una de las habitaciones mas altas, mientras el polaco parecía un crío perdido entre la multitud, siguiéndome como un animalillo al matadero. Subimos en uno de los ascensores con ambientación antigua del hotel, mientras el conserje que lo manejaba daba su ensayada bienvenida. Por desgracia, tuve que interrumpirle~

-Espero que estés preparado para lo que viene, Polonia -sonreí al rubio, que estaba lo mas alejado de mi que podía-. Estoy impaciente por dar de si ese culo tuyo~

Ante esto pareció crisparse. No solo porque sabía que lo haría, sino porque estaba anunciándolo frente a alguien mas. El chico que nos acompañaba me miró de reojo, sonrojado, mientras solo pude dedicarle una sonrisa.

-¿Podría pedir que no nos molestase nadie? -dije, confiando en la inteligencia del servicio.

-P-por supuesto, señor. Se le pondrá un aviso en la puerta.

-¡Perfecto~! -llegamos al piso, y Polonia pareció darse mucha prisa en salir del ascensor, como si estuviese asfixiándose dentro. No pasé por alto la mirada del conserje ante el cuerpo delgado y pequeño de este. Una idea me cruzó tan rápido la mente que no pude evitar exponerla abiertamente.

-Dejaré la puerta abierta esta noche -dije casualmente, mientras me perdía por el pasillo hasta la habitación donde pensaba quedarme lo justo y necesario.

En realidad un lugar mediocre estaría bien para domar a alguien como Polonia, pero en aquel hotel los ventanales mas grandes están en las suites de arriba, y no puedo desaprovecharlos. Algo como un simple cristal puede satisfacer muchos de mis deseos.

Nada mas abrir la puerta, empujé a Polonia dentro, cerrando tras de mi. El crío está temblando, como un ratoncito al que han acorralado en una esquina. Recuerdo las primeras veces de Toris y no eran tan patéticas como aquello...
Sin decir nada, avancé a zancadas hacia él, que por instinto intentó rehuirme. Le cogí del pelo y le obligué a encararme, pegándose a mi.

-Intenta no ponerte a llorar tan rápido o no será divertido~

-N-no estoy llorando -me miró con una cara que pretendía ser de desafío. Le tiré del pelo a un lado, haciéndole emitir un gruñido de queja. Me incliné y le mordí el cuello con saña, mientras aquel quejido se convertía en un grito. Cuando lo empujé contra el suelo quedó arrodillado en el, temblando.

-Veamos, ¿por dónde debería empezar a humillarte? -caminé hacia el mini-bar mientras me quitaba la bufanda y me sacaba la gabardina, dejándolas en un taburete. Saqué de entre el cinturón la tubería y jugueteé con ella entre mis dedos, sacando de paso una botella de vodka de la nevera.

-Perdona que no te ofrezca nada, pequeño Polonia -sonreí-. Bastante te voy a hacer tragar, así que~

Dí un largo trago, volviendo con él. Tras sujetar el cilindro por la curvatura de arriba, clavé la punta de rosca de abajo en su muslo.

-¡Ahh...! -sujetó la base de hierro, como queriendo sacársela de encima. Que sea rebelde aún estando aterrorizado es un punto a su favor y sus gritos, tan diferentes a los retenidos de Toris hacen que quiera oír mas...

Levanté la tubería de su pierna, viéndole encogerse. Caminé, despacio, hasta quedar a su espalda. Después de dar otro trago directamente de la botella le golpeé con el pié en la espalda hasta dejarle a gatas contra el suelo, alzando el hierro para darle otro golpe a un lado del muslo. Es mejor retener la fuerza por ahora. Si le rompo algo sería un verdadero problema.

-Ngh.... Uhg... -tembló mas ante la segunda y la tercera arremetida, apretando los puños, seguramente adolorido. Con una sonrisa en los labios le bajé el pantalón y la ropa interior con la curva en forma de gancho de mi “arma” hasta las rodillas, donde los pisé para que me sirviera de paso como retención por si intentaba huir.

-Vaya hombre, ¿te has desmayado ya? -pasé la punta del cilindro entre sus nalgas, y lo sentí tensarse- Te advierto que aunque te desmayes violaré tu cuerpo inerte hasta que te despiertes gritando.

Acaricié con el frío material entre sus piernas, delineando sus muslos y su pálido trasero. Tenía un cuerpo que parecía de porcelana, como si nadie lo hubiese tocado nunca. Eso de alguna manera me disgusta y a la vez me llena de regocijo. Pensar que seré yo quien le marque me emocionó tanto que enterré sin contenerme el cilindro dentro suyo, moviendolo en círculos sin ninguna delicadeza mientras daba otro trago.

-¡¡Ahh!! ¡Ahhg, espe-ra...! No tan... dentro... ¡Ahh-...! -se retorció en el suelo, arañando la madera.

Me pregunto cual es el límite... ¿Cuanto puedo entrar en el sin desgarrarle nada? Interesante cuestión. Aunque parece que no podré satisfacer mi curiosidad, puesto que el polaco parece a punto de vomitar o, en su defecto, mearme la alfombra. Saqué el cilindro, observando su entrada enrojecida mientras temblaba y sollozaba como una niña.

-Si pretendes remplazar a Toris tendrás que hacerlo mejor -alcé la botella y la vertí toda encima de el. Soltando un quejido de sorpresa, giró la cabeza para mirarme.

-¿Estás diciendo que no puedo... quejarme? -es demasiado arrogante. Pero esa mirada de desafío con la que intenta intimidarme es demasiado tentadora. Si. Dan ganas de desfigurarle por completo esa expresión a base de un dolor y una humillación suficientes como para que no vuelva a ser arrogante nunca mas.

-Por supuesto que no. Puedes quejarte todo lo que quieras, ahí está la gracia~ -agité la botella para terminar de rociarle con las últimas gotas del alcohol. Luego tiré la botella a un lado, haciéndola añicos contra el suelo-. De hecho, juguemos a algo...

Dejé de pisarle la ropa y me alejé de el, buscando entre tarareos un encendedor en los cajones del mini-bar. Cuando encontré uno con las siglas del hotel me giré hacia el, chasqueando la piedra y encendiéndolo, mostrandole la llama.

-¿Que tal llevas el calor, querido Polonia?

Creo que ha entendido el concepto. Lo sé, porque tras pensar el sentido de la pregunta a abierto los ojos de golpe, como dándose cuenta de que estaba empapado de vodka y yo tenía un mechero en la mano. Está tan blanco que en estos momentos le quedaría estupendo un decorado rojo hecho con su propia sangre~


Polska:

No puede hablar en serio...
Siempre pensé que Rusia no era de fiar y que daba un miedo de muerte, pero...

Liet... ¿que es lo que has estado aguantando durante tanto tiempo?

-Por tu cara diría que no soportas los lugares calientes, ¿verdad? -se me acercó, chasqueando la piedra del mechero una y otra vez, mientras mi instinto empujaba mi cuerpo lejos de él a cada paso que daba.

-¿Que... vas a hacer?

-Es obvio, ¿no? ¿Tu que crees? -sonrió, y tal y como estaban las cosas me pareció la expresión de un ser peor que un demonio. Mi mirada alternaba entre el y la diminuta llama del mechero mientras me arrastraba por el suelo, alejándome.

-N-no... -estoy temblando, y mi sentido de la razón se esfuma tan rápido que asusta- E-es imposible que hicieras cosas así... con Liet...

-No seas inocente -volvió a rebatir-. ¿Alguna vez dije que te haría exactamente lo mismo que a él? Tienes que aguantar cualquier cosa que pase por mi mente si quieres salvarle. El dolor, la agonía, la muerte...

Tiene que ser una broma...

-¡Eso no...!

-¿Ah? ¿Dices que lo darías todo por Lituania menos tu vida? -mi espalda chocó contra el bajo de la cama, y fue cuando aprovechó para inclinarse, cogerme del pelo y acercarse- Que mal amigo eres, Polonia~

Escuché por incontada vez el rasgar de la piedra. A un lado, la llama del mechero vibró, reflejándose en mis ojos aterrados. Supongo que solo con mi cara ya Rusia debe estar divirtiendose demasiado...
Solté un grito que salió desde lo mas profundo de mi garganta. Un grito de pavor, de frustración. No pensaba en que nadie pudiese venir y salvarme de la nada, soy mas realista. Comencé a llorar ante la presión en mi garganta, que apenas me dejaba respirar. Temblé mucho mas que antes, si eso era posible, esperando que todo acabase rápido...

¡No! ¡No quiero acabar así! Liet... ¡Quiero ver a...!

-Solo bromeaba~

-... - se me cortó la respiración, y mi cuerpo no reaccionó durante un rato. Todo a mi alrededor pareció quedar en silencio, mientras veía como Rusia lanzaba el encendedor a la otra punta del cuarto, tirándome del pelo hasta apoyar mi pecho sobre la cama y dejarme de rodillas en el suelo.

-¿Pensabas que follarme cadáveres calcinados era uno de mis hobbys? -y lo dice sonriendo...- Tenéis una idea de mi de lo mas divertida~

Me quedé paralizado, y parecía haber perdido toda la fuerza de golpe. De fondo, el tintinear del cinturón de Rusia y el bajar de la cremallera del pantalón. Solo cuando lo tuve prácticamente encima desperté de mi atontamiento, y mis músculos parecían reaccionar del entumecimiento propio de un susto como el de esperar tu propia muerte.

-¡Ah...! -pude coger aire antes de que me embistiese sin contemplaciones, empujándome contra la cama- ¡¡Ahhhhg!! ¡Ngh!

Siento perfectamente como mi interior se desgarra. Duele... ¡Duele! Mientras sale y entra, algo tibio recorre mis muslos, y no hace falta mirar para ver que estoy sangrando, conteniendo el llanto sobre la colcha.

-Como esperaba de alguien con un cuerpecillo así, estás tan estrecho que es hasta incómodo - lo oí decir antes de darme un golpe con la mano abierta en una de las nalgas. Sujetándolas luego las dos, me las separó-. No puedo entrar del todo, así que relájate.

Estoy seguro de que no ha dicho eso por mi. Después de todo, relajado o no sigue empujando, llenándome completamente a la fuerza. Tras pocos envites sentí sus dientes sobre mi espalda, como si quisiera arrancarme la piel.

-¡Ahh! ¡No...! -me contraía cada vez que apretaba o golpeaba brutalmente dentro de mi, sacándome mas y mas gemidos. Tenía el estómago tan revuelto que no me extrañaría nada que acabase vomitando.

-¿”No”? -repitió, retrocediendo y dando otra estocada- ¿Te vas a correr ya~? -tras la pregunta bajó una de las manos a mi miembro, apretándolo y frotándolo luego, ensañándose con la punta. Los golpes de su cadera contra mi trasero hacen un ruido espantoso, y su gruesa hombría no deja de atravesarme sin piedad. Cuando pienso que esto no ha hecho mas que empezar no puedo evitar pensar en Liet...

Tantas preguntas me pasaron por la mente para él que me marearon. ¿Cuanto tiempo ha sido? ¿Desde cuando pones esa falsa sonrisa en la cara y repites una y otra vez “todo está bien”? ¿Que lugares ha alcanzado en tu cuerpo la furia de Rusia? ¿Y en tu mente? ¿Por qué nunca has pedido ayuda...? Liet...

-¡¡Ahh!! ¡Unh! -no se si fue un orgasmo, o si acabé soltando todo lo que retenía mi vejiga tras las embestidas profundas del Ruso. Creo que me importa mas no perder el sentido en aquellos momentos o, en su defecto, correr al baño para vomitar...

-Vaya, parece que no te disgusta tanto como dices, Polonia~ -escuché de nuevo su voz, clavándome las uñas mientras jadeaba y seguía moviéndose. Maldita su asquerosa ironía... - Umn... Parece que yo también...

Se separó de mi y se levantó, dándome la vuelta e hincando una rodilla sobre la cama, alzándome la cabeza y dejándome en una postura muy incómoda, puesto que mi espalda se doblaba hacia atrás desde el suelo hasta la cama. Sujetándome de nuevo por el pelo me embistió la boca, y por tercera vez en aquel día me volví a quedar sin aire. Se me humedecieron los ojos, esta vez con una sensación desagradable subiéndome por la garganta, mientras aquel monstruo la atravesaba como si nada.

-¡¡Nghf!! ¡Ungh! -no puedo respirar...

-Vamos... -jadeó, mientras alguna gota de sudor se deslizaba desde su rostro hasta el mio-. Sé buen chico y tragatelo todo~

-¡¡!! -se vació completamente dentro de mi boca. Su semen atravesó mi garganta, sin posibilidad de escupirlo. Apretó mas mi pelo mientras su cuerpo enorme se agitaba con los espasmos de su orgasmo.

Bastardo enfermizo...

Liberando mi boca, se apartó, pudiendo dar una larga bocanada mientras los restos de aquel líquido asqueroso goteaban hasta mi pecho. No pudiéndolo evitar por mas tiempo, me incliné hacia delante y vomité.

-Oh, eso es muy desagradable, Polonia. Menuda una forma de cortar la pasión del momento~

Me pasó de largo mientras sonreía, y al poco escuché los muelles de la cama. Claro que estando mas centrado en vaciar mi estómago en la alfombra me importaban poco sus intenciones en ese momento. Tosí, con un sabor agrio inundándome el paladar.
Quiero darme un baño y volver a casa si eso ha sido todo por...

-¿Cuanto tiempo te vas a quedar ahí? -le escuché, girando la cabeza para verle acomodado en la cama, apoyado en el cabecero- Venga, te toca moverte a ti~

… Fui como que un poco ingenuo al pensar que me dejaría ir sin mas. No pudiendo huir ni negarme a causa de un trato que yo mismo hice, me limpié los labios y me levanté, subiendo a la cama mientras las piernas me temblaban. Fijándome ahora de cerca, vuelve a estar duro... O quizás aún no estaba satisfecho. ¿Cuándo demonios me dejará en paz...?

-Aún tengo para rato, pequeño Polonia -pareció leerme la mente-. Sube. Ahora quiero correrme dentro de ti, da~

No se si me da mas asco él por lo que hace o me lo doy a mi mismo por obedecerle. Mi único consuelo es que Liet no tendrá que hacerlo nunca mas.
Sujetándome a sus hombros, coloqué las piernas a ambos lados de su regazo, sentándome mientras él me guiaba hasta volver a embestirme de una sola vez.

-¡Ngh...!

-¿Te has acostumbrado? -preguntó, moviéndome en círculos antes de instarme a moverme, no dejando de poner de su parte- Estás tan caliente~

-O sea... cálla-te... -ya bastante tengo con mover las caderas para ti, aunque sea algo de mi propia elección.

Rusia se limitó a sonreír e inclinarse hacia delante, arrancándome la ropa que me quedaba para morderme los pezones hasta enrojecerlos completamente, sorbiendo, dejando chupones casi morados y marcas de dientes por todo mi pecho.

-¡Ah! ¡Ahhh! -me sorprendió cuando se acercó a besarme, pero no pude siquiera negarme cuando noté como mordisqueaba mi labio inferior, haciéndolo sangrar. Tuve suerte de que al apartarme no me arrancase un pedazo...

-Eres bastante fácil de manejar, Polonia -dijo-. Creo que no me cansaría nunca de violar un cuerpo tan patético como este.

-...

Nunca me paré a pensar en ello. ¿Me veré obligado a complacerle durante el resto de mi vida? Los tratos normalmente tienen fecha de espiración, pero... ¿Esto lo tenía? ¿Cuando tendré un momento para verle?

“Pero dime, ¿si follamos no le estarás siendo infiel? En tal caso eres tu el que le estaría haciendo daño...”

Esas palabras me cayeron encima como una enorme y pesada losa de piedra, sumando los remordimientos a mi lista de cargas.

-¡¡Ahh!! ¡Duele! - temblé cuando Rusia volvió a morder uno de mis pezones, tirando de el luego. Por supuesto me ignoró, apretando aún mas fuerte como castigo a la queja.

Alcé la cabeza al techo, mordiéndome el labio inferior, notando como volvía a correrse dentro de mi.

[…]

La verdad, no se cuantas horas han pasado, aunque si las suficientes como para que el Vodka se haya secado y mi cuerpo a penas me responda.

-Señor... ¿está bien que me corra dentro... otra vez?

-¿Lo preguntas después de hacerlo tres veces? -Rusia soltó una risita ante las palabras jadeantes del conserje, que me embestía con total libertad sobre la cama.

-Bueno, ya sabe... -pareció reírse también-. El cliente manda... ¡Ngh!

No tengo fuerzas para gritar. Me duele tanto todo el cuerpo que ya no se por que parte empezar a quejarme. El semen ya rebosa desde mi interior y es un milagro que no haya vuelto a vomitar.
Cuando el desconocido por fin se alejó me dejé caer a la cama, exhausto.

No se de lo que hablaron luego. Sus voces me llegaban como un murmullo extraño. Después oí la puerta. Se había ido. Creo que voy a desmayarme...

-¿Sigues vivo, pequeño Polonia? -la voz de Rusia se acercó a la cama- Me sorprende que tan poca cosa como tu haya aguantado tanto. ¿Que tal si te recompenso~?

Eso no me da buena espina... Y como para confirmar me levantó de la cama, arrastrándome hasta estamparme contra el gran ventanal de la habitación. Aún no había amanecido, pero eso no impedía que no se me viera desde fuera.

-N-no...

-¿A que hay buenas vistas desde aquí? Quería compartirlas contigo~ - te odio.

-¡Alguien podría...! ¡Haa! -gemí contra el cristal cuando se deslizó fácilmente dentro de mi, de nuevo...

-Ver como otro te la metía me la ha puesto dura -me susurró, comenzando a moverse, apartando mis manos para exponerme al exterior-. Disfruta de las vistas de Moscú mientras vuelves a correrte~

Ese primer día aprendí que Rusia no tiene un límite establecido en cuanto a maldad contra los demás. También que mi odio por el tampoco lo tiene...

viernes, 12 de febrero de 2010

Onmyōji

II



La mañana siguiente fue como todas las mañanas. Solo que con una pequeña diferencia: todos parecían haber trasnochado.
Mi madre estaba tan cansada que nada mas hacer el desayuno había ido a echarse una siesta. Mi padre se había ido al trabajo con una ojeras horribles y Matsuko había salido de casa después que yo. Eso si que era preocupante.

-¿Que os pasa a todos? ¿No habéis dormido?

-¿Es que tu si? -me preguntó antes de bostezar- Bueno, no me extraña. Una vez que te duermes no hay nadie que te despierte...

Bueno, eso era verdad, pero...

-¿Entonces?

Matsuko me miró, con una cara que pedía a gritos una cama y suspiró.

-Gatos.

-¿Gatos?

-Una manada de gatos se pasaron maullando toda la noche -hizo un gesto con las manos para recalcar que fue exactamente todo ese tiempo-. Ya sabes, ese maullido que parece el llanto de un bebé. Me ponen los pelos de punta. Muchos vecinos salieron para espantarlos, pero no lograron ver a ninguno...

Matsuko no era muy partidaria de los animales. Sin embargo era fan de los misterios. Considero que simplemente es atracción hacia cuentos y leyendas...

-Quizás no eran gatos -se me ocurrió decir, recordando al gato blanco de la tarde anterior.

-¿Y entonces que eran? ¿Una manada de bebés llorones? ¡Eso si da escalofríos! -se abrazó, frotándose la piel.

De verdad no había oído nada mas que aquel zumbido molesto en mi oído al dormirme ayer. Ya fueran gatos o no, lo que estuvo haciendo ruido anoche no me molestó.

-Bueno, puede que para esta noche no estén. Ah, disculpe -me aparté del camino de un hombre en kimono larguísimo, devolviendole la reverencia antes de volver con Matsuko-. Cuando volvamos podemos mirar, puede que estén sobre las ramas de los... ¿Que haces?

Matsu se había parado y me había puesto una mano en la frente, enarcando una ceja. Luego comparó temperaturas con la suya propia.

-¿Seguro que has dormido? -dio media vuelta y se alejó en una carrera- ¡Deja de hablar solo y vamos! No quiero volver a llegar tarde por tu culpa.

-¿Hablar solo...? -miré hacia atrás para ver al hombre doblar la esquina -¡Eh, esta vez ha sido culpa tuya! -la seguí momentos después.

Gracias a que llegamos diez minutos después de que las clases empezaran, pude librarme de la pelea matutina de Liliaden y Akiyoshi. Me estoy planteando llegar a esta hora todos los días... Sin embargo, y como compensándome por no haber pasado un mal rato a primeras horas del día, el chico nuevo me lanzó una mirada rara tras su manto de pelo brillante y liso.

Algo así no me hubiera molestado. Simplemente ignorarle habría bastado. Pero durante las primeras horas de clase, notaba sus ojos clavados en mi. Una mirada que me acosaba desde los asientos junto a las ventanas del pasillo.

Antes de la hora del almuerzo tuvimos que cambiarnos para la clase de gimnasia. Después de correr los cien metros me daba un sueño horrible... Tan solo de pensarlo ya estaba cabeceando mientras me cambiaba a mi propio ritmo. Y otra vez había sido una idea pésima.

-Te ves adorable incluso cambiándote de ropa, Darling -Ah, genial. Ya está aquí. Y como siempre, lo noto extremadamente pegado desde atrás...

-Me alagas, pero solo me estoy cambiando... -es por inercia que el tic en la ceja me aparezca nada mas oírle. Muchos han dicho que tengo un carácter muy pasivo en lo que se refiere a confianzas ajenas, y estoy de acuerdo. Solo quiero llevarme bien con todos y no causar problemas a mi vida común...

Claro que algunas veces había que tratar de imponerse un poco. Sobre todo cuando estás solo en un vestuario con un extranjero que te ha acorralado de cara a las taquillas y ha comenzado a meterte mano descaradamente.

-Esto... disculpa... -mi sonrisa parecía ya una mueca indefinida- Tenemos que ir a... ya sabes...

-¿No me la darás a mi, Yoshiyuki? -otra vez ponía aquella voz maliciosa, mientras su mano ascendía por mi estómago desnudo- Prometo que no te haré daño~

Sentí un cosquilleo en la nuca al tenerle susurrándome sobre ella. Su mano se deslizaba con toda confianza hasta mi pecho, mientras su cuerpo se pegaba a mi espalda.

-No... eh... No se de que hablas -aparté la mirada del espejo que me permitía verme a mi mismo y a la escena en la que me encontraba, avergonzado- ¿Puedes... separarte un poco, por favor?

-No tengas miedo -no tengo miedo... -.Lo haré despacio para que no duela -vale, ahora SI tengo miedo.

-Deja de bromear, Liliaden -comencé con mi plan de evasión-. Va-vamos a llegar tarde y no...

Fue cuando, entre nervios y un forcejeo que traté de no exagerar, vi en el espejo a una mujer. Una mujer con un pasador de pelo enorme, de ojos rasgados y apariencia hermosa. Era completamente cautivadora, pero se supone que estamos en el vestuario masculino.

Cuando me di la vuelta para mirarla (y usarla de paso como excusa para salir de la situación), la puerta del vestuario se abrió de golpe. Por un momento pensé que Akiyoshi había venido a dar guerra. De todas formas, ya estaba tardando.
Liliaden chascó la lengua y se separó de mi al ver como Kohaku Shiro lo miraba fijamente desde la entrada, vestido con el uniforme de deportes. Antes de irse, me dedicó una sonrisa y me lanzó un beso (que esquivé), saliendo sin prestarle la mas mínima atención a Kohaku.

Cuando volví en mi, miré a mi alrededor, no viendo a la mujer por ninguna parte. Miré de nuevo al espejo, pensando que quizás hubiera sido algún reflejo mal interpretado.

-¿Estás bien?

-¿Eh? -el alumno nuevo seguía en la puerta. Era la primera vez que lo escuchaba hablar- Ah, si. Gracias.

-... Ten cuidado -me dijo tras una larga pausa. Luego desapareció por el pasillo.

Tampoco hacía falta una advertencia tan seria. Liliaden solo tiene una forma particular de intimar con sus amigos... Eso creo. Durante el transcurso de la clase de gimnasia pude comprobar que era un completo playboy descarado. También que en algunos momentos se auto-ralentizaba para dar mas “efecto a su belleza”, según el. Muchos encuentran divertida esa parte de el. Claro que a ellos no los manosea...

Cuando llegó el turno de mi grupo para correr, nos colocamos en la pista, estirando, a la espera de la señal. Me fijé en el pequeño cúmulo de nubes que manchaba el cielo, y como de ellas salía una curiosa nube alargada que parecía moverse notablemente mas rápido que las demás.

-¿Hm? -ladeé la cabeza, entretenido con aquel fenómeno. Parecía una anguila retorciéndose en el agua. Cuando fui a dar constancia de aquello a uno de mis compañeros de al lado, vi que me había quedado solo en la meta.

-Yoshiyuki Rei, ¿durmiéndote otra vez? -el profesor me dio en la cabeza con la libreta de anotaciones, mientras que mis mas que acostumbrados compañeros reían ante aquel despiste.

No hay duda de que si que me dormiré nada mas pisar mi habitación. Aquel día había sido demasiado largo para mi gusto.
Hoy me tocaba volver solo a casa otra vez, puesto que Matsuko tenía actividades del club de tenis. No se como, pero pude irme sin que ningún incidente volviera a asaltarme. Liliaden no parecía estar cerca y Akiyoshi estaría en el club de kendo en esos momentos, por lo que pude dar un agradable y tranquilo paseo hasta mi casa. No esperaba verme frente a esta al hombre en kimono largo con el que tropecé esta mañana, haciéndome una reverencia lenta al pasar junto a el.

-Disculpe, ¿puedo ayudarle en algo?

El desconocido me miró con uno ojos diminutos, asintiendo lentamente. Ahora que lo veo bien, parece muy mayor. Miré a ambos lados del camino, buscando a alguien que lo estuviese acompañando. Cuando volví la vista a el señalaba con una mano huesuda hacia su derecha, justo donde acababa la zona residencial y empezaba el bosquecillo.

-¿Se ha perdido? -pregunté entonces, y volvió a asentir despacio. Sonreí, afable- No se preocupe, le acompañaré.

Me coloqué la maleta bajo el brazo y le hice un ademán para que se adelantase. Con pasos cortos y pacientes, comenzamos a alejarnos de casa y recorrer el camino. El cielo se había teñido de naranja poco después de emprender la marcha y el hombre que caminaba a mi lado no dijo una palabra. El estrecho cerco que surcaba el bosque desaparecía conforme entrábamos en el, y empecé a preguntarme que tipo de persona viviría por allí.

-¿Está seguro de que es por aquí? Si no lo recuerda puedo llevarle a la comisaría para que...

Se oyó un ruido espantoso, como de algo derritiéndose y desmoronándose luego, chocando contra la gravilla. Un olor metálico mezclado con barro me inundó la nariz, haciéndome toser. Miré al hombre que tenía delante, inmóvil, mientras lo que parecía estar goteando contra el suelo de tierra del bosque fuera su propia cara.

-¡! -dí un paso atrás, frunciendo las cejas mientras un escalofrío me subía por la espalda. Poco a poco, aquel desconocido, saliendo de su encorvamiento e irguiéndose, se había girado hasta mostrar una enorme boca que le surcaba todo el rostro, ahora ennegrecido.

Fue la cosa mas espantosa que había visto en la vida. Aquello no era ni de lejos una persona, y me di cuenta de que un animal también era poco probable. Las piernas me temblaban tanto que parecí haberme quedado clavado en el suelo, mientras aquella criatura babeaba algo que parecía lodo tóxico y humeante. La maleta del colegio se me escurrió de entre las manos cuando la cabeza pareció retorcerse de un modo imposible, sacando una enorme y gruesa lengua pringosa.

-Por fin... -habló, pareciendo mas un coro de voces que una sola- Comida. Comida. ¡Comida!

Se abalanzó contra mi con una rapidez sobrecogedora. Fue como si una sombra me tapase de repente. Apreté los ojos y levanté los brazos por instinto para cubrirme, aunque contra algo así fuera completamente inútil.

Fue cuando, tras mis párpados y mi llegada al suelo tras intentar retroceder, la oscuridad fue eclipsada por un destello cegador, seguido de un grito del coro de voces y un ruido como de agua chocando contra una piedra. Cuando entreabrí los ojos, la poca brisa que llegaba a aquella parte del bosque mecía un largo cabello albino. En mitad de la túnica blanca que llevaba aquella aparición, una cuerda entrelazada roja y un cascabel, que tintineaba.
Para acabar de hacerlo aún mas extraño, de entre la ropa le salía una cola partida en dos y a los lados de la melena unas orejas de animal.

Lo mas normal que pensaría alguien con cierta coherencia es que se trataba simplemente de dos frikis metiéndose mucho en el papel del cosplay. Pero cuando el de blanco me miró, con aquellos ojos grandes color ámbar y aquella expresión neutra tan familiar solo me vino un nombre a la cabeza.

-¿Kohaku... Shiro?

Onmyōji

Onmyōji


I



Recuerdo que cuando era pequeño, me preguntaba incesantemente sobre hechos sobrenaturales. Preguntas de niños como si existían los fantasmas o el monstruo de debajo de la cama. Por supuesto, si expones dudas así a la gente mayor que te rodeaba simplemente se limitaban a sonreír, acariciarte la cabeza y decir que “solo eran cuentos”.

Sin embargo, nunca dejé de hacerme ese tipo de preguntas. ¿Que pasa si están ahí, pasando a nuestro lado, mirándonos o amenazándonos de algún modo? ¿Que pasa si se enteran de nuestros secretos mas preciados? ¿Y si nos ven haciendo cualquier tipo de cosa que implique privacidad?
Cuando me planteé todo eso, me dio miedo... Mas que miedo, de repente me sentía observado, acosado. ¿Y si estaban ahí en ese mismo instante? Observándome y burlándose de mi impotencia infantil...

Debido a ello, dejé de pensar. Me convertí en alguien completamente escéptico a temas relacionados con fantasmas y espíritus. Las leyendas y los monstruos del folclore pasaron a ser invenciones para niños asustadizos y gente que se aburría mucho y creían en ellos.


-¡Rei! ¡Matsu-chan ha venido a buscarte!

-¡Estoy bajando!

Ya han pasado unos años desde que dejé ese mundo de preocupaciones absurdas. Ahora soy un estudiante medio de instituto como otro cualquiera, donde los días pasan entre el estudio, las salidas con los amigos y el intento fallido de algunos por conseguir una novia. Todo va bien así.

-¡Oye, Rei! ¡Eres un lento! -me gritó Matsuko a la entrada de mi casa una vez me vio salir, con la tostada aún colgando en la boca.

Es mi vecina y amiga de la infancia, con la cual he contado para muchas cosas. Vamos al mismo instituto aquí, en Sapporo, aunque no estamos en la misma clase.

-Lo siento. El despertador no ha sonado y... -no puede seguir hablando porque me dio con la maleta donde llevaba los libros.

-¡Seguro que te ha sonado, pero lo has vuelto a apagar! ¿O me equivoco? -efectivamente... -Demonios, ¿que voy a hacer contigo? Hoy tenemos que pasar a buscar a Akiyoshi-kun, date prisa, bobo.

-Eh, no me llames “bobo” solo porque me haya dormido.

-¡Deja de quejarte que te doy!

Cuando las mañanas empiezan así (que suele ser casi siempre, puesto que mi hábito de dormirme es bastante frecuente) me hace sentir que la vida es común. Me gusta mi vida común tal y como está. Me gusta recoger a mis amigos y estudiar juntos, o escaparnos de alguna clase para leer manga. A lo que otros llamarían aburrido, yo lo considero agradable.

El tiempo de hoy es especialmente agradable. Acabamos de empezar el nuevo curso escolar y pronto tendremos nuestra primera salida de estudio para los exámenes de primer trimestre. Por los pasillos de la escuela ya se nota el revuelo tratando de adivinar a donde habría que ir de viaje, con los consiguientes comentarios de espiar a las chicas en los baños...

-¡Yo-shi-yu-ki-saaaaan~!

Aquella desagradable voz me puso los pelos de punta. Cuando quise girarme a mirar, una bola de pelo rubia ya se había colgado de mi cuello, frotando su mejilla contra la mía mientra hacía ruidos raros.

-¡Mmna, Yoshiyuki! Good Morning! Hoy estás taaan guapo como siempre~ -su voz melosa me eriza la piel y su acento me sigue pareciendo raro, aunque lleve un año y medio escuchándolo.

-Eh... -intenté sonreír- Buenos días a ti también, Liliaden.

-¡Nnnh, que frío! -me cogió de la cintura e hizo uno de esos gestos de películas románticas pasados de moda- Dije que podías llamarme “Lily”

No pude disimular el tic en la ceja. Lo siento, me supera. Liliaden es un alumno de intercambio extranjero que se incorporó a la escuela hace casi dos años. En este curso me ha tocado tenerlo en la misma clase, para variar... Y la razón por la que lo llamo por el nombre es porque su apellido es absurdamente largo. Liliaden von no-se-qué. Aunque tenga un aspecto de mujer innegable, llamar a un hombre “Lily” es... escalofriante.

-¡Piérdete, Romeo! -intervino Akiyoshi entonces, con su voz grave- ¡No haces mas que manosear y manosear! ¡Estúpido Yanki indecente!

-¿¡A quien llamas indecente!? -se escandalizó el rubio- ¡Y no me compares con esos idiotas zampa-hamburguesas! Soy de la burocracia, pequeño... -otro gesto pasado de moda.

-¡En tus sueños!

Y ahí empezaba otra pelea por a saber que motivo. Yo mientras, como siempre, me escabullí dentro del aula para echar una cabezada en lo que el profesor llegaba. Ocupé mi sitio junto a la ventana, crucé los brazos sobre la mesa y me recosté. Mientras, en el pasillo, me llegaban mas insultos en inglés y mas ruidos de pelea...

-¿Has oído eso de que va a venir uno nuevo? -un grupo de compañeros hablaban dos mesas al frente.

-Pensé que el cupo de esta clase estaba lleno. Además, el curso empezó hace dos semanas.

-Quizás hayan aprovechado la plaza libre de Rika -Rika era una compañera que empezó el curso con nosotros, pero que se tuvo que retirar tres días después por enfermedad-. No es justo, ella puede volver.

-He oído que es un chico guapísimo -a esto le siguieron grititos de chica que solo me hicieron rodar los ojos.

-Bien, bien. A vuestros asientos, por favor -el profesor entró, quedando tras el atril, mientras el barullo desaparecía y los alumnos dejaban de comportarse como animales (lo digo por aquellas dos bestias del pasillo). Tras la reverencia y el saludo, el primer punto del día fue, efectivamente, el chico nuevo.

El nombre que escribió el profesor en la pizarra me pareció raro. Y no solo a mi, puesto que los cuchicheos de como deberían leer aquellos kanjis llenaron el aula. Después todo se quedó en un mortal silencio al aparecer por la puerta el mencionado.

Era un chico mas alto que el propio profesor, de figura estilizada, rostro perfecto y pelo largo y negro. Se veía tan sedoso que por un momento fruncí el ceño. Mi pelo era un mar de remolimos descontrolados, después de todo, tsk...

-¿? -vi como despegaba la vista del suelo y miraba al fondo de la clase, junto a la ventana, donde estaba yo sentado. Con aquel flequillo extremadamente largo, aquello me pareció una escena de película de miedo.

-Kohaku Shiro estará entre nosotros a partir de ahora. Tratadle bien.

¿Que le “tratemos bien”? Este chaval desprende hostilidad por todos sus perfectos e invisibles poros, sensei...

A la salida de clase, el tal “Shiro” ya tenía un club de fans apostado alrededor de su mesa. Las preguntas mas frecuentes de las chicas eran si salía con alguien, si tenía móvil, si le apetecía salir a algún sitio de camino a casa...
Sinceramente, lo mas que quiero saber yo de él es a que viene ese nombre. A parte de que es demasiado raro, no le pega para nada por lo siniestro que parece. Aunque en realidad me da igual. Solo espero que no se me peguen mas tíos raros...

-¡Rei! -Matsuko salía de la clase de al lado, corriendo hacia las escaleras para alcanzarme- Hoy no puedo volver a casa contigo, voy de compras con las chicas.

-No hay problema -le hice un gesto con la mano y sonreí. Cuando desapareció por el pasillo, me dispuse a bajar las escaleras. Mala idea.

-¿Te vas solo, Honey? -el acento de Liliaden me susurró al oído, mientras yo iba dándome cuenta de que casi me chocaba contra su pecho- ¿Quieres que te lleve en coche?

-No -me negué rápidamente, sonriendo como podía-. Vivo cerca, así que...

-¡Mmna, no seas modesto! -y tu no seas tan irritante, por favor...- ¡Lily te llevará al cielo~!

¿¡Ah!? ¿En que demonios está pensando ahora? Si hay algo que le caracteriza es, a parte de extravagante, tener unas manos hábiles capaces de moverse sin que apenas las veas. Parecía mentira que momentos antes estuviéramos a una distancia dudosa en un tramo de escaleras y que ahora me tuviera pegado a el acorralado en una esquina de la pared.

-E-espera un momento, Lilia-...

-¡No tengas miedo, Darling~! -canturreó, y cuando me alzó el mentón y lo encaré su expresión pareció haber cambiado completamente. De la de idiota playboy que tenía siempre a una serena y maliciosa- Esta vez, por fin me darás tu... ¡!

Se puso pálido un segundo y luego hizo una mueca de disgusto. Pegada a su mejilla, la punta de una espada de madera, usada en los entrenamientos intensivos de Kendo. Justo detrás, Akiyoshi, que amanaba un aura asesina mas espesa de lo normal.

-Tu... capullo... -voz pasivo-agresiva- ¿¡Que estás tratando de hacer!? ¡¡Quítale las manos de encima o te mato!!

-¡Serás bárbaro! ¿¡Como te atreves a interrumpir esta increíble love history!?

Me dio exactamente igual lo oportuno que había sido Akiyoshi en aquel momento, o si volvían a pelearse como esta mañana. Solo salí corriendo antes de que alguno de los dos se diera cuenta. Llegué al final del tramo, saltando los dos últimos escalones mientras escuchaba un tintineo peculiar emerger de alguna parte. Luego salí, alejándome todo lo posible para que aquellos dos no pudieran alcanzarme.

En serio, mi vida sería mucho mejor si no me acosasen. Recuerdo que ellos dos llegaron al mismo tiempo al instituto, empezando el trimestre del año pasado. Su presencia desde el primer día fue completamente cargante, ya que no se gustaron desde un principio y siempre discutían por cosas tontas. Poco después, y no se a santo de que, estaba metido entre sus disputas como si fuera un objeto que se estaban rifando...

-Ah. Me cansan de una forma demasiado absurda...

Cuando llegué a casa (en la cual no había nadie), subí a mi habitación, me cambié, intenté peinarme el pelo (fracasando de nuevo) y acabé durmiéndome sobre el tatami. Tuve un sueño donde solo se oía el sonido de un cascabel tintineando suavemente, mezclándose a destiempo con el maullido ronco y lejano de un gato.

Fue cuando sentí un escalofrío, como si tuviera a alguien gritándome al oído. Me levanté de golpe del suelo, nervioso y agitado. Me acaricié el oído, que me zumbaba y miré por la ventana al ver que aún no había anochecido.
Desde el alféizar, un gato blanco de ojos ámbar me devolvió la mirada antes de desaparecer, haciendo tintinear el cascabel que llevaba atado al cuello.

jueves, 4 de febrero de 2010

Jeg elsker dig

- Jeg elsker dig -

Fandom: Hetalia.
Pareja: Danmark x Sverige.
Género: Yaoi/drama.
(Traducciones al final)


I


El destello del frío acero que cortó el aire fue rápido.
El chirriar inquietante de dos armas del mismo material chocando llenó el lugar con un eco siniestro, mientras uno de los testigos mudos de la pelea miraba al cielo, deduciendo acertadamente que empezaría a llover dentro de nada. Levantándose del suelo, se sacudió el pantalón y miró con expresión aburrida a la escena que no dejaba de moverse ante sus ojos. Luego le lanzó una mirada al frailecillo que estaba a sus pies.

-Vamos a comer -dijo, simple, antes de echar a andar con la peculiar mascota siguiéndole con su paso incierto.

-¡Ah! Espe-... No puedes... ellos... -otro joven, de pelo claro y ojos llorosos imploraba un poco de ayuda para detener la situación antes de que fuera a mas.

-Dejales, ya se cansarán -dijo con voz seca su interlocutor, abriendo la puerta de la casa-. Vamos con Noruega antes de que se ponga a llover -dicho aquello se perdió dentro de la casa, dejando la puerta del recibidor abierta.

Finlandia miró alternativamente el punto donde había desaparecido su hermano y a los otros dos, que parecían absortos en su propia pelea.
Y es que, desde hacía mas de hora y media, el llamado Rey de los Nórdicos y el Antiguo León del Norte de Europa habían cruzado mas que armas. Las miradas de odio profundo y los insultos habían llenado aquella pacífica casa durante mucho tiempo. Aquel día la cosa había empezado como cualquier otro: con una simple mirada y una sobrepasada confianza de parte del danés, que había visto frustrado una vez mas su intento por “llevarse bien” con el Sueco.

Ahora, mostrando su sonrisa torcida, no daba tregua al hombre que tenía delante, el cual sangraba por un corte de hacha en el brazo izquierdo y tenía la cara magullada de los golpes que le habían llegado. Pensándolo bien, comparado con el estado de Dinamarca, Suecia parecía haberse llevado la peor parte; aunque aquello no era nada nuevo...

-Denne gang vil jeg dræbe dig, Sverige!! -rugió, apartando con el hacha la lanza de su contrincante, apretando el puño para hundirlo en su estómago con una brutalidad capaz de partirle los huesos a alguien.

Suecia apretó los dientes, soltando el poco aire que le quedaba en un jadeo, cayendo al suelo de rodillas junto con su arma. Las primeras gotas de lluvia cayeron sutilmente, mientras las nubes oscuras tapaban el sol de aquel atardecer intenso.

-¡Su...! -Finlandia, que se negaba a entrar en casa como si aquella pelea no tuviera importancia, estiró la mano desde su lugar a unos metros de los guerreros, pálido, mientras poco a poco se mojaba ante la llovizna, que se convertía en lluvia intensa. Sin embargo se quedó clavado al suelo ante la mirada y la expresión de uno de sus hermanos mayores.

Dinamarca, aún sujetando el hacha llena de sangre y desgastes de tantas batallas, levantó la mano enguantada hasta la cabeza de Suecia, al cual obligó a encararle de un tirón violento del pelo.

-No puedes conmigo y lo sabes. ¿Por que sigues insistiendo? Deja de caer tan bajo, Sverige.

El sueco le lanzó una mirada envenenada por encima de las gafas quebradas, mientras el agua arrastraba la sangre que emanaba de su nariz. Su mano buscó a tientas a su lado la lanza en un último intento por contraatacar, pero ambas fueron pisoteadas sin consideración por el danés, que volvió a golpearle con el dorso de la mano, tumbándolo a un lado.

-Eres patético -fue lo último que dijo ante el retumbar de un trueno tras las nubes. Se echó el hacha al hombro, escupiendo ante el sabor metálico que se le había quedado en el paladar. Luego dio media vuelta, como si desvalorara por completo a su adversario y desapareció dentro de la casa.

Finlandia pareció reaccionar ante la ausencia del aura asesina de Dinamarca, porque tan pronto se fue corrió en ayuda de Suecia, el cual se incorporaba, presionando la herida de su brazo mientras el uniforme se le adhería al cuerpo.

-Su, ¿estás bien...? -preguntó con voz queda, agachándose mientras dudaba si posar una mano en su espalda.

-Fin... -levantó la vista, pareciendo tan malhumorado como siempre- Te vas a mojar.


El chapoteo que se escuchaba en la moqueta al caminar sobre ella le dio a Noruega una idea muy precisa de quien caminaba por el pasillo del segundo piso.
De pié junto a la ventana, veía como Finlandia trataba de ayudar a Suecia a entrar en casa ofreciéndose como punto de apoyo. Otro trueno hizo brillar el cielo tras las nubes grises, mientras la lluvia se encargaba de imposibilitar la vista mas allá de la cerca del camino.

-¿Estás satisfecho? -preguntó con voz monótona, perdiendo de vista a los dos de fuera y mirando de reojo a Dinamarca, que se había parado frente a la puerta de aquella segunda sala de descanso. Con la cabeza gacha, el hacha sujeta a un lado de su cuerpo y la ropa goteandole, no se molestó en dedicarle una mirada a otro de sus hermanos menores. Siguió de largo hasta la habitación del fondo tras pasar el corto pasillo, cerrando una vez estuvo dentro.

El golpe estridente del hacha cayendo al suelo perduró unos largos segundos. Seguido del arma, las rodillas de Dinamarca chocaron contra el suelo, a la vez que sus puños golpeaban con violencia el parqué. Fue una manera de desahogar la frustración que parecía apretarle la garganta cada vez que una pelea con él terminaba...

-Imbécil... -masculló, y de su expresión orgullosa y cruel ya no quedaba nada.

Apretando los dientes y frunciendo las cejas, daba la sensación de que se echaría a llorar de un momento a otro. Levantó otra vez uno de los puños con la intención de volver a estamparlo contra el suelo, pero se quedó en el aire hasta que alzó la vista y lo miró.
Tenía los guantes llenos de tierra y sangre. Extendió los dedos, observando la palma de su mano mientras se incorporaba sobre sus rodillas. La misma mano con la que luego se cubrió un rostro completamente afligido.

-Berwald... -solo en la intimidad de su habitación podía decir ese nombre.



II

-El día que temíamos nos ha alcanzado por fin...

La gran sala, repleta de cuadros renacentistas, era iluminada por una gran araña de oro calada de piedras preciosas. Bajo ella, una gran mesa ovalada, donde solo habían sentadas tres personas. La lluvia, que no había dado tregua en toda la semana, seguía cayendo tras los cristales de la ventana, custodiada por cortinas de terciopelo rojas.

-El 78% de la población está en contra de una guerra -miraba los documentos el hombre que parecía mas viejo de los tres, rascándose apuradamente el mentón-. No les importa a quien pertenezca, solo quieren ser “Suecia”.

-Desgraciadamente eso no será posible si Suecia deja de existir -apeló con rudeza el hombre sentado dos sillas mas lejos, quitándose en monóculo para limpiarlo-. La gente no quiere cambios, pero al mismo tiempo quiere cambiar. Esto no tiene sentido.

-Finlandia está en una situación precaria ante las demandas Rusas -el hombre mas mayor, conocido como el primer ministro de Suecia, Göran Persson tras treinta y cuatro nombramientos al puesto, se ajustó las gafas, mirando sobre los gruesos documentos al chico de poco mas de veinte años que estaba sentado en la otra punta de la mesa.

Berwald Oxenstierna, Reino de Suecia, miraba ausentemente a algún punto de los papeles que tenia delante. Las estadísticas sobre encuestas en contra de los planes políticos le bajaban el poco ánimo que había aprendido a tener.
Lanzó una mirada feroz a la parte que mas le concernía de todo aquello. Se decía que Rusia quería el territorio de Finlandia, y no estaba dispuesto a permitir que ningún ejército Ruso pasara aquellas fronteras con intenciones hostiles. Por otra parte, se estaba elaborando un plan de emergencia en caso de que todo aquello fuera inevitable, y para eso el tendría que quitarse de en medio.

Otras posibilidades eran apaciguar a los altos cargos de Rusia (en caso de que fuera verdad) y evitar una guerra absurda y dejarse llevar por las leyes de los países nórdicos. En cualquier caso, desaparecería. Sería simplemente la caída de un Antiguo imperio mas.

-Finlandia conoce las intenciones de Rusia, pero quizás Rusia solo esté provocando -el otro hombre volvió a ponerse el monóculo-. Si rememoramos como acabaron los Rusos tras la batalla contra Finlandia...

-Iré hasta allí para comprobarlo – Berwald se levantó de la silla, ahogando el sonido sobre la gran alfombra que cubría parte de la sala. Se irguió, frunciendo el entrecejo mientras su vista se perdía en el incierto paisaje tras los cristales de la ventana.

-Lo mejor es concertar una reunión para terminar con los rumores que asedian este tema -Persson colocó los folios dando leves golpecitos en la mesa para fijarlos-. Después de eso es de máxima prioridad ver que es lo que hacemos respecto al futuro de Suecia. Esto se nos va de las manos cada vez mas.

-... -Berwald se inclinó hacia delante en una reverencia poco pronunciada. Luego dio media vuelta, esquivó la silla y salió por las grandes puertas de madera de la sala, cerrándolas para desaparecer de la vista de los dos hombres, que se miraron entre si.

-Comprendo como debe sentirse...

-Es imposible comprender algo así -saltó el hombre del monóculo, que suspiró, mirando también a la ventana-. Ellos no son “personas”, después de todo. Cosas como “morir” o símiles parecidos no les preocupa, aunque quizás si que tengan el orgullo que querer mantenerse en pié.


La citación con la Federación Rusa no había sido amena, tal y como esperaba. Tratar con el Ruso nunca resultaba del todo agradable, incluso teniendo buenas intenciones.
Miraba por la ventanilla del coche la capa de niebla que la lluvia había dejado tras parar por fin, recordando algunos retazos de un encuentro que al menos le confirmaba que los planes contra Finlandia no eran del todo verdad...


-Solo quería aumentar el comercio con Finlandia, no hay que alarmarse tan pronto. Aunque seamos vecinos son hay que desconfiar solo porque se esparzan rumores tan tontos.”- Que pareciera tan confiado indicaba que podría haber sido el mismo el que comenzó tal rumor intimidando a Finlandia en alguna reunión mundial.

-Respecto a el tema que solicité abordar...

-Sin embargo, he oído que estás al borde del precipicio, Suecia~ -se le había acercado en algún momento, con aquella sonrisita infantil que te hacía desconfiar mas de el, ignorando por completo la conversación-. ¿Quieres que Rusia te preste ayuda? Si no acabarás cayendo en picado~

Aquella no era una buena idea... Ni siquiera para alguien desesperado.

-Mi situación no es tan precaria como piensas. Volvamos al tema...

-Vas a desaparecer~ -seguía insistiendo, sin separarse-. Y he oído que no lo sabe mucha gente, ¿es verdad? Aunque quizás salgas de esta con una suspensión temporal. ¿Estás seguro de que no quieres mi apoyo? Puedo respaldarte~

Suecia le había mirado con su acostumbrada aura antipática, frunciendo cada vez mas el ceño a cada interrupción. Sin embargo; antes de abrir la boca para seguir con los temas de importancia, Rusia se le adelantó.

-Un imperio que ha pasado a ser un lugar turístico no merece ser llamado “país” -tras aquellas palabras habían ganas enfermizas de diversión a costa de alguien-. Tu gente seguirá perfectamente sin sin, ya sabes~

-...


Ya lo sabía. Su punto fuerte era el turismo, su neutralidad y su economía ascendente, capaz de ayudar a países como Dinamarca. Pero igualmente, todo aquello funcionaría incluso no siendo un “país”. Recordaba que alguien dijo una vez que “el pueblo hace el reino, y de ahí emergía el Rey”. Pero incluso sin el Rey, el pueblo entero era capar de formar un Reino...

Quizás estaba pensando demasiado en ello...


Cuando atravesó los pasillos de la mansión y llegó a la sala de conferencias, repleta de personas, entre ellas los mas altos cargos de las veintiún provincias administrativas, los ministros, los inferiores a ellos, los Coroneles de las fuerzas armadas y miembros VIP de la prensa internacional, no pudo mas que suspirar internamente y afrontar la situación con estoicismo.

Hacía mas de medio mes que no veía a ninguno de sus hermanos entre viajes, reuniones y demás cosas que le tenían fatigado. Aún así ocupó su lugar en la tribuna, entre medio del ministro, los secretarios de estado y los demás de un rango moderadamente alto. Los flashes de las cámaras llenaron la sala una vez se dio el visto bueno para comenzar la rueda de prensa.

-No es un hecho aislado el que Suecia se encuentre ahora en un problema de posición en las Naciones unidas -El primer ministro tomó la palabra- A pesar de ser un país económicamente competitivo y ser uno de los recursos principales de los armamentos para las guerras de distintos países del mundo hay poca aceptación ante el hecho de considerarnos una democracia independiente.

Berwald ignoraba las cámaras y a la gente que tenía sentada al lado. Miraba fijamente el frente, a algún punto muerto, escuchando las palabras que se oían sobre el, frunciendo el ceño ante lo que estaba seguro que vendría ahora.

-Sin embargo, se ha mostrado, por gran mayoría, que el rendimiento del país favorecería a muchos mas vecinos, e incluso a si mismo, si dejase de considerarse una potencia mundial. Así mismo muchas de las potencias principales se han visto de acuerdo con este plan de renovación. Por ello, y hasta que los líderes democráticos de Suecia avances hasta los pasos finales de este tratado, se suspenden las actividades del Reino Sueco como país.

Los flashes de la cámara brillaron tan intensamente que Berwald entrecerró los ojos, intentando mantenerse digno ante todas las preguntas a cerca de aquello que le asediaron de pronto.




III

Cuando Dinamarca se acercaba, todo el mundo era consciente de que era el. Las pesadas botas chocando contra la alfombra roja y el tintinear de las cadenas que llevaba enganchadas al cinturón indicaban que venía con prisa, a zancadas y dejando bien marcado algún tipo de molestia que pronto expresaría en forma de grito.

-¿¡Que significa todo esto!? -aporreó la puerta de la sala de juntas, entrando con el hacha en el hombro.

Muchos asientos estaban por llenarse, pero al menos había gente que pudiera responder a su pregunta, aparentemente, sin sentido.

-Que sorpresa, si tu nunca vienes a estas cosas -lo señaló América, dignándose a sacarse la hamburguesa de la boca antes de hablar.

-¿¡Como no iba a venir después de enterarme!? -rugió, golpeando el suelo con la parte superior del hacha- Es mentira que Suecia ya no es un país, ¿verdad?

Ante el golpe, Italia se había escondido tras Alemania, que se palpaba la sien. China miró al danés, parpadeando, mientras Rusia se limitaba a sonreír. Lituania y Polonia, situados cerca de uno de los ventanales, habían interrumpido su conversación ante la pregunta. Incluso España, que parecía estar perdido en un mundo lejano, se quedó serio.

-¡Contestadme algo, maldita sea!

-Ha sido suspendido. Ya no tiene derechos como país -dijo una voz que entraba por la puerta. Inglaterra apareció en la sala cargando una carpeta gruesa color pastel, mientras ocupaba su sitio al frente de la mesa.

-¿Que significa eso...? -Dinamarca parecía estar digiriendo lo escuchado.

-En el tema de hoy trataremos como afectará la suspensión de Suecia, así como las votaciones a favor y...

-¡¡Deja de ignorarme!! -Dinamarca volvió a sobresaltar a los presentes con un golpe en la mesa- ¡Esto es una ridiculez! ¿¡Por que iba a ceder Sverige ante esta tontería!? ¡No puedo...!

-Los propios superiores de Suecia han anunciado este plan de renovación -intervino Alemania esta vez-. Solo falta que se apruebe el censo.

-Pero si se desacredita como país, entonces...

-Es obvio -interrumpió de nueva cuenta Alemania, como cansado de explicar algo que ya se sabía-. “Suecia” desaparecerá.

Aquello era lo que nadie parecía querer decir. La “desaparición” de un país solía ser bastante poco frecuente en aquella época en la que solo emergían nuevos gracias a las independencias. Cuando una “persona” tomaba consciencia de País podría considerarse que “nacía”. Sin embargo, la muerte implicaba algo mucho mas enigmático...

-¡Me niego! -se llevó el hacha al hombro, dando media vuelta- Es imposible que alguien como el se resigne a morir...

-Espera, ¿no te quedas a la reun-...? -América se quedó con la palabra en la boca, puesto que Dinamarca había vuelvo a recorrer el pasillo a zancadas, saliendo del edificio con mirada decidida.


Como había pasado en otras ocasiones, el “Rey” tenía sus métodos para hacer las cosas; ya fuera hablar, gritar o echar en cara y sin ningún problema las cuatro verdades que parecía no poder retener solo en su mente.
Desde el momento en el que pisó territorio sueco los pelos se le pusieron de punta, como un gato rabioso que bufa para demostrar su inconformidad. Era consciente de que, con todo lo que pasaba, era imposible que estuviera jugando a las casitas con Finlandia, así que solo podía estar en un lugar...

-Disculpe Señor, no puede entrar aqu-...

-¡Apartaos! ¿Quien os creéis que soy? -se adelantó por el pasillo del segundo piso de la sede parlamentaria Sueca, donde los asistentes a reuniones se quedaban muchas veces a terminar largas reuniones o trabajos que concernían a muchísimos mas grupos.

-Sverige!! -rugió en medio del pasillo, dando una vuelta sobre si mismo, armando escándalo suficiente como para que se interrumpieran las reuniones de las salas colindantes.

-Señor, por favor -insistía el presidente de la guardia del lugar-. Debe concertar una cita si quiere reunirse con algun-...

-Sverige! Vis dig selv! -Volvió a ignorarle por completo, enseñando los colmillos como la bestia escandinava que era- Sve-...!

Se interrumpió al detectar por el rabillo del ojo al mencionado, que caminaba por el pasillo de la sala de enfrente, con las gafas brillandole a causa de los rayos del sol de la tarde. Llevaba el uniforme carente del gorro ceremonial, pero caminaba a zancadas sujetando la lanza a un lado. De la sala de donde había salido se asomaban su ministro de defensa y los representantes de las provincias administrativas.

-Min herre, no se preocupe, la guardia hará algo al respecto -intentó disculparse el presidente de la guardia-. Lamento profundamente todo esto.

-Nej -La mirada que le lanzó Suecia a Dinamarca fue una cansada y completamente oscura-. Me corresponde sacar la basura.

Hizo girar la lanza del metal con extremada agilidad en su mano antes de dar un decisivo paso, impulsándose hacia delante en una carrera dispuesto a embestir al danés. Un destello que pocos pudieron seguir con la vista cortó el aire antes de golpear con la base de acero del hacha, que había reaccionado igual de rápido ante el ataque.

-¡Por fin te muestras! ¿Estabas llorando por las esquinas, cretino? -escupió nada mas tenerlo delante, haciendo una considerable fuerza para hacer retroceder el Sueco, que se mantuvo firme, lanza al frente, sin decir una palabra.

El balanceo de las enormes armas, sumado a la envergadura de aquellos dos imparables guerreros hicieron que muchos abandonasen aquella planta. La guardia, dispuesta a reducir al no invitado, fue detenida por el primer ministro de Suecia que, lanzando una mirada a la joven personificación de su país se limitó a decir un “Dejadle tranquilo...”.

Un secretario despistado esquivó por poco la lluvia de cristales y madera de uno de los ventanales antes de salir corriendo a trompicones escaleras abajo. Dinamarca agitó la lanza, furioso, sacándola de la metralla de escombros del boquete que había abierto ante un golpe que, de haber cogido al Sueco, lo habría partido en dos; continuando parando golpes, usando sus largas piernas para desviar alguno o asestar algún que otro fuera de los modismos de una pelea decente.

Acabando al final del pasillo, frente a la sala de juntas de donde Suecia había emergido momentos antes, Dinamarca había aprovechado la curvatura sin filo de su enorme hacha para atrapar la base de la lanza, entrecruzándola de tal modo que las manos cedieran para poder arrebatársela. Una vez logrado, se sostuvo en una sola pierna, dando una vuelta sobre su eje para hundirle la que había quedado alzada en el estómago.
Suecia atravesó la puerta, golpeándose contra una de las partes sin abrir, cayendo estrepitosamente contra las sillas que rodeaban la mesa ovalada de reuniones.

-¿Te has cansado ya? -habló Dinamarca, soltando con jadeo sonoro ante la intensa acción de la pelea, cerrando la puerta con el pié para evitar miradas curiosas- Parece que estás acabado, Sverige.

Ante la poca predisposición a contestarle algo, el danés frunció las cejas, dando tres zancadas hacia el para levantarle por la pechera de la camisa, de dedicándole una mirada de algo similar al odio.

-¿¡Que demonios te pasa!? -gritó- ¿A que viene que estés de acuerdo con morir? ¿Tan rápido te resignas? ¡Me da vergüenza pensar que alguien tan cobarde haya sido mi rival por siglos! -al ver que ni siquiera le miraba, añadió en un tono mas fuerte:- ¡¡Contestame!!

-No es asunto tuyo -gruño simplemente el Sueco, levantando la mano para sujetar la que le agarraba, empujándola hasta apartarla-. No me toques.

Ante la pasividad con la que se tomaba sus palabras, Dinamarca tembló de ira. Pero fue una ira retenida, como si temiera ponerse a llorar en mitad de la discusión. De repente se sintió terriblemente frustrado, y Suecia no daba signos de apaciguar su ansiedad.

-¿Que pasará con Finlandia? -su tono era mucho mas bajo, y ya no le miraba- ¿Que pasará con el orgullo de tu gente? ¿Como se te ocurre siquiera pensar en...? -se cortó, mordiéndose el labio.

Suecia se limpió la sangre que le escurría del labio, mirando al lado contrario.

-No es de tu incumbencia nada de lo que yo haga. -dejó claro una vez mas, dispuesto a finalizar con aquella pelea aunque no tuviera armas. Sin embargo, Dinamarca no le dejó moverse de su lugar. Utilizando el extremo del hacha sin la hoz, le propinó un fuerte golpe en el pómulo, dejándolo contra la mesa, sangrando.

-Ya veo, no “es de mi incumbencia” -soltó su gran arma a un lado, acercándose para sujetarle del pelo y estrellarle la cabeza contra la mesa, dejandole mareado unos instantes-. Has perdido tu propio orgullo. Te has rebajado al nivel de un vulgar perro que hace lo que dicen los demás.

Forcejeó con su uniforme arrancándole prácticamente la chaqueta, demostrando su nivel extremo de enfado, enredando las mangas a modo de retención para los brazos, siguiendo con el pantalón. No parecía tener consideración ni duda alguna alguna de lo que estaba apunto de hacer.

-Seré yo, Sverige... -susurró con voz tan ansiosa que apenas se le entendía-. Seré yo quien te despoje de tu humanidad y de la poca dignidad que te queda.



IV

-Ahh...

La sangre que goteaba en la mesa se mezclaba con saliva. Ante el movimiento de su cuerpo, el tintinear de su cinturón al dar contra el borde de la mesa era lo único que se oía en la sala a parte de los jadeos y los gemidos ocasionales.

La situación se había tornado en algo incomprensible. Dinamarca había cogido las riendas de la acción como si solo le correspondiera a el pensar por ambas partes, propinándole mas de un golpe en la cabeza al sueco contra la superficie de la mesa antes de comenzar a violarle.
Era consciente de que le humillaba hasta un extremo peligroso, era consciente que después de aquello le odiaría, si cabe, aún mas. Pero no pudo contener sus emociones. El simple hecho de que al otro le diera igual desaparecer de su vista, dando por finalizadas tantas épocas de batallas y conflictos como si no le importase le había costado el autocontrol.

Dinamarca se hundía una y otra vez en el estrecho interior de Suecia, apoyándose en ocasiones en la mesa a ambos lados de su cuerpo o sujetándole la cintura cubierta de las marcas de sus uñas y dedos. La espalda pálida que tenia debajo, surcada por incontables cicatrices, estaba enrojecida por los mordiscos que le había propinado momentos antes, mientras el otro aún se resistía.

Ahora, con el pecho recargado en la mesa al igual que su frente, mientras tenía los brazos dolorosamente retorcidos a la espalda con su propio uniforme, estaba inmóvil.

-Si quieres una razón para sentirse vivo... -habló con voz quebrada el danés ante el silencio asfixiante de la sala-. Si necesitas una razón, entonces vive para matarme...

El sueco abrió los ojos ante aquellas palabras. Un fuerte dolor de cabeza le amenazaba con perder la consciencia, pero al parecer aún le quedaba orgullo suficiente como para resistir.

-No te lo creas tanto... -su voz también sonó ronca, como si no hubiese hablado en años-. No eres el centro de mi vida... -se retuvo un gruñido ante en envite que le propinó el otro.

-¡Pues elije cualquier otra razón! -gritó, parándose al embestirle una vez mas- Ya sea por mi, o por Finlandia, o cualquier otra cosa. ¡Olvídate de una vez de la absurda idea de que vas a desaparecer sin mas!

-Que te importará a ti...

Ante aquella frase, Dinamarca no respondió. Tampoco dio signos de volver a moverse, aunque Suecia sentía perfectamente su cuerpo acoplado al suyo. Giró la cabeza a un lado, elevando la frente de la mesa para lanzarle una mirada por el rabillo del ojo. Lo que alcanzó a ver fue inmediatamente interrumpido por la mano de Dinamarca, que volvió a empujarle contra la superficie de madera, tapándole parte de la cara.

-Quiero que vivas, Sverige -Pronunció con voz casi nasal-. Quiero... Quiero que vivas por mi. ¿Que pasa si quiero eso? ¡Me da igual lo que pienses! -las lágrimas habían acabado por ceder ante la gran pelota de su garganta, cayendo en cascada por sus mejillas- ¿Por que tienes que desaparecer? ¡No te consiento que me dejes!

Se inclinó hacia delante, pasando las manos bajo su pecho y sus hombros en un abrazo. Sabía que no tendría que estar mostrándose débil, que tenía que apelar a los sentidos del sueco y desafiarle, hacerle hervir la sangre de tal forma que tuviera el objetivo marcado de perseguirle eternamente.

Pero también sabia que él no le seguiría...
Sabía que él le detestaba...
Sabía todo eso.

-Olvídalo... -susurró, apartándose y volviendo a su tarea principal de humillación-sumisión -Si mueres despídete de tus tierras, me las quedaré yo. Todo lo que fuiste “tu” tiempo atrás me pertenecerá. Serás mío.

-¿Como dices...? -gruñó con voz fría, mientras le lanzaba una mirada de desprecio. Acto que lo costó otro golpe sobre la mesa.

-Ya no tienes derecho a decir nada... -jadeó el danés, moviendo las caderas contra las del sueco con mas violencia que antes, entrecerrando los ojos ante en inevitable placer físico que estaba sintiendo-. Ya no eres nadie. Húndete tu solo en tus propias desgracias si quieres...

Dejó de hablar, dedicándose por completo a lo que estaba haciendo. Le resultaba increíblemente duro tener que echarle las cosas en cara. Poco a poco la sala solo hizo eco a los gemidos de Dinamarca y las maldiciones y gruñidos de Suecia, que forcejeaba cuando tenía oportunidad de hacerlo. Sus pantalones cayeron al suelo con un ruido sordo tras deslizarse por sus piernas ante el incremento del ritmo, donde el Rey Nórdico clavaba las uñas en su espalda antes de descargar su orgasmo en su interior, arqueando la espalda y emitiendo un gruñido entre dientes.

Su expresión desolada y completamente abatida observó el techo alto en forma de bóveda de la sala.



VI

No es que estuviera esperando un milagro.
Había tomado por la fuerza al que consideraba su familia con la esperanza de que recapacitara y tomara consciencia de su propia existencia, aunque fuera una existencia dedicada a perseguirle para vengarse.

Dinamarca no pudo evitar pensar que todo lo que había acontecido hacía ya dos días no había sido mas que una excusa para dar rienda suelta a sus deseos mas ocultos. Tras sentir el contacto de la piel de Berwald contra la suya propia, o el calor que emanaba su cuerpo no podía evitar que el suyo reaccionase, teniendo que volver a descargarse en la soledad de su habitación. Pero aquello no le servía para sentirse mejor.

No sabía que mas hacer para terminar con todo aquello. Se sentía frustrado como nunca, incapaz de asistir a la reunión organizada para finalizar cualquier papeleo pendiente respecto a la “renovación Sueca”.

-¿Estás seguro de no querer venir? -le había preguntado uno de sus superiores antes de subirse a uno de los lujosos mercedes que esperaban tras salir del palacio de Christiansborg- Las provincias escandinavas en las que se convertirá Suecia serán en parte responsabilidad de Dinamarca. Al ser los únicos que no compartimos fronteras nos han puesto como país de apoyo. ¿No es lo que siempre has querido ver?

Pensándolo, era verdad. Siempre quiso que Suecia fuera suyo, aunque con el paso del tiempo hubiera cambiado el modo en el que quería que lo fuera. Había cometido el error de no sincerarse del todo hace dos días...

Los cascotes de dos caballos le sacaron de su ensimismamiento, seguido de las sonoras voces de los policías montados. La guardia real, que custodiaba parte del edificio le pasaron con su peculiar formación, alzando los fusiles M16 ante todo aquel tumulto.
Dinamarca se echó el hacha al hombro, caminando hacia el semicírculo que habían creado los hombres uniformados para cumplir con parte de su trabajo.


-No ha venido.

-Era de vital importancia para los presentes que asistiera a esta última reunión. Aunque no le culpo -el ministro, Göran Persson, hablaba con su secretario en voz baja en pié frente a la tribuna principal de las naciones unidas. Su lugar entre los demás países estaba completamente vacío. Los últimos representantes ocupaban sus asientos, mientras el Presidente de Estados Unidos daba comienzo con la reunión.

Cuando Persson tuvo la palabra, colocó con un golpecito sus informes y se acercó al micro.

-Como ya se sabe, esta reunión se ha llevado a cabo con motivo de la aprobación para la disolución del Reino Sueco -carraspeó-. Se ha acordado que el mando de las nuevas provincias corra a cargo de los representantes de las veintiún provincias administrativas, así como de un alcalde para llevar la palabra del pueblo.

Se interrumpió y miró a sus oyentes, que murmuraban ante el primer punto del día. Persson se pasó la lengua por los labios y cogió aire.

-Dinamarca se ha ofrecido como País representante, y tras la votación se ha aceptado el acuerdo. Así mismo recordar que la completa neutralidad de Suecia se sigue manteniendo en las provincias que emergerán de él.

La disolución de un país por voluntad propia era algo digno de verse. Y muchos de los presentes vieron en ello un trozo de tierra mas que poder conquistar.


-¡No disparéis!

Muchos curiosos se habían detenido a mirar, desde la distancia, el revuelo que había frente al palacio. Ante el grito del danés, uno de los caballos retrocedió, siendo controlado por el hombre que tenía encima mediante tirones de riendas.

La guardia real apuntaba, todos a una a la supuesta amenaza que había aparecido, armada con una lanza, frente al edificio, amenazando claramente al País. Tras haber ignorado los dos primeros avisos de depositar las armas en el suelo y entregarse pacíficamente, continuó donde mismo estaba, mientras Dinamarca lo enfrentaba, sin creerse aún que lo tenía delante.

-¿Por que has venido aquí, Sverige? -torció la boca en una sonrisa, a pesar de que no tenía ganas de reírse- ¿No deberías estar lamiendo los zapatos de alguien para rogarle que no te desaparezca del mapa?

Berwald no dijo nada. Solo se quedó en su sitio, vestido con ropa de ciudadano común mientras le miraba, desafiante como siempre.

-Me gustan esos ojos -dijo, desbotonándose la larga gabardina para quitársela y tirarla un lado, cogiendo el hacha con las dos manos- ¿Vienes a que te mate? Admítelo, solo estar conmigo te hace sentir vivo...

El sueco levantó la lanza, y fue cuando incluso la policía montada sacó de las carcasas sus pistolas reglamentarias para apuntarle.

-¡Que nadie dispare! -miró en derredor antes de volver la vista al frente- Que nadie interrumpa este momento...

Berwald afirmó su lanza antes pretender correr hacia el. No pudo dar dos pasos antes de que la bala le alcanzase la pierna, atravesándola y haciéndole caer de rodillas al suelo con un quejido de dolor.

-¡Alto el fuego! -gritó, furioso, Dinamarca, mirando a la guardia real, que formaba un perfecto y mortal muro ante la amenaza que se les presentaba- ¡He dicho que no disparéis!

Volvió a mirar al otro, que aún sangrando y mascullando entre dientes, clavó la punta de la lanza en el suelo y la utilizó de apoyo para levantarse. La mirada correspondiente a un vikingo salvaje adornaba en todo su esplendor su rostro.

-Te demostraré que incluso a las puertas de la muerte... soy capaz de vencerte -dijo entre gruñidos, apoyando al pierna en el suelo para hacer un segundo intento de embestir contra su némesis, dejando un reguero de sangre a su espalda.

-¡Espera, Berwa-...! -el sonido de un nuevo disparo opacó sus palabras un momento antes de que el mencionado se arqueara de dolor ante un nuevo balazo en el hombro- ¡¡Berwald!!

Jadeó, apoyándose en su desgastada lanza, mirándola, sin estar dispuesto a darle aquel último uso. Se levantaría, se sostendría por si mismo y cumpliría su última voluntad.

-Tu... -la voz que le dedicó a Dinamarca, que se había acercado para prestarle ayuda, era descompasada, como si pretendiese ocultar su dolor-. No te atrevas a tocarme... No sabes hasta que punto te odio.

Dinamarca le miró, frunciendo las cejas y apretando los labios ante el efecto de aquellas palabras. Sin embargo, no dijo nada.

-¿A quien llamas “vulgar perro”... que hace lo que dicen los demás? -se quedó sin voz- Tu, que mataste sin motivo a mi gente... A mis nobles y has mancillado mi propio orgullo... Maldito, no sabes cuanto te...

Tosió, dándole un manotazo para alejarle. Dinamarca frunció las cejas y se mordió el labio interiormente, aceptando todas y cada una de sus culpas.

-Me da asco el solo mirarte... -siguió el otro, viendo como la sangre le manchaba la ropa-. Te detesto. Por eso me encargaré de hacer que no me olvides jamás...

Ante aquello, el danés se sorprendió.

-¿Berwald...?

-Grabaré mi existencia en ti por la fuerza -levantó una mirada tan intensa que incluso Dinamarca hizo un ademán de alejarse- ¿¡Me estás oyendo, bastardo!? -estalló en toses de nuevo, notando borrosa la vista unos instantes- Haré que lleves a cuestas todo el dolor de un País...

-¡Señor, apártese!

-¡No abráis fuego! -repitió.

-No puedo acatar esa orden.

-¡¡No se os ocurra disparar!!

-¡Le ruego que se aparte, Señor!

Ante los gritos del policía y el danés, Berwald desclavó la lanza del suelo al tiempo que sujetaba la pechera de la camisa del que tenía delante, dispuesto a atravesarle de un golpe certero el cuello. O al menos eso es lo que le pareció a los guardias que, ignorando las advertencias, dispararon contra el que sin duda se había vuelto el enemigo.

-¡No! ¡¡Quietos!! -la voz de Dinamarca no pudo superar al estallido de las detonaciones. El tintinear de los cartuchos vacíos al caer al suelo fue lo que se oyó tras la lluvia de balas calculada al milímetro.

El cuerpo de Suecia, el cual había recibido siete certeros aciertos en el pecho, costado y cabeza se tambaleó, cubierto de sangre, antes de caer hacia delante, cediendo ante el peso muerto de sus rodillas. Dinamarca cerró los brazos en torno a el, consternado, acompañándolo en su camino al suelo.

Se hizo el silencio, mientras el danés se quedaba pálido y con los ojos claros muy abiertos. El corazón le golpeaba dolorosamente el pecho y el cuerpo le temblaba mientras, de rodillas, sujetaba el cadáver del hombre que había estado siguiendo por siglos.
Cuando fue verdaderamente consciente de ello, le apretó contra su pecho, lanzando un grito ronco y estremecedor, mientras el charco de sangre se extendía por el suelo de piedra de la calle.


-Gracias por todo. Se levanta la sesión -finalizó la reunión, mientras algunos lanzaban una última mirada a un lugar que no volvería a ocupar nadie.



V


La bandera azul con la cruz amarilla solo podía verse ondear en aquel lugar. Bajo ella, un lecho de flores color naranja, que se movían con la brisa fría de aquella mañana.

Dinamarca se había hecho con los derechos de la antigua Suecia gracias a la unión que les proporcionaba el punte Oresund, que conectaba la capital danesa Copenhague y Malmö, una ciudad Sueca. A pesar de que se trataba de provincias de ámbito independiente mas allá de los territorios escandinavos, poco después obtuvo el sobrenombre de “Dinamarca Norte”. La bandera que ahora se exponía en aquel viejo territorio era una mezcla de dos países que tiempo atrás no se podían ni ver.

-Si vieras lo que han hecho -murmuró-. Te entrarían ganas de quemarla, seguro.

Dinamarca sonrió como un niño travieso, girando el cuerpo, que encaraba un brillante lago, hacia el gran árbol donde la bandera original Sueca ondeaba amarrada de una de las ramas mas altas.
Aquel lugar, alejado del ruido e inundado del olor de las flores le hacía sentirse tranquilo. El pequeño lago, casi conectado al mar por muy poco, describió ondas en el agua ante el viento.

-Esperaré el paso de los siglos con impaciencia hasta que reaparezcas -habló, desde su posición, al gran roble que tenía detrás-. Como si pudiera olvidar una existencia como la tuya, Sverige.

-Oye, ¿que haces ahí todavía? -La voz de Noruega le llegó desde lo alto de aquella pequeña pendiente. Islandia se asomó también, manteniendo su habitual expresión de aburrimiento- Muévete, tenemos que ir a buscar a Finlandia.

-¡Que frío eres con tu hermano mayor! -mostró una fingida expresión dolida mientras levantaba el puño, dándole la espalda al lago-. ¡Puedes fingir que me quieres, al menos!

-Es que no puedo ni fingirlo -fue la respuesta-. Andando o nos iremos sin ti.

Cumplió el ultimátum mientras desaparecía al otro lado de la pendiente junto con Islandia, que llevaba en la cabeza al frailecillo.

-¡Eh, esperad! -se dio prisa en ir a recoger el hacha que había dejado apoyada en el tronco del árbol, cargándola al hombro y alzando la vista hacia la bandera- Soy un poco idiota, así que la próxima vez recuerdame que te lo diga, ¿vale?

Acarició la superficie rugosa antes de salir corriendo a alcanzar a sus hermanos. El viento frío dio un empujón a las ramas del árbol, llevándose por los aires parte de las hojas superiores.
En las faldas del tronco, a una altura pensada para que pudiera llegar fácilmente alguien de poca estatura, había una inscripción torpe dividida en tres partes lo suficientemente clara como para que pudiese leerse.

“ Jeg elsker dig “




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·Jeg elsker dig - "Te amo"

·Denne gang vil jeg dræbe dig, Sverige!! - "¡Esta vez te mataré, Suecia!"

·Vis dig selv! - "¡Da la cara!"

·Min herre - "Mi señor".

·Nej - "No".

El palacio de Christiansborg, en el centro de Copenhague,
es la sede del Parlamento danés, el Folketing.

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