Distance
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Me llamo Kousuke Miura. Soy un novelista de veinticuatro años amante de su trabajo, de la buena literatura y de los paseos nocturnos. Vivo en un bloque de apartamentos bastante decente, donde los vecinos mas mayores son extremadamente paternales conmigo y se respira un aura afable que no cambiaría por nada.
Los días en el hogar eran tranquilos, y podía dedicarme a escribir si ninguna interrupción durante horas, haciendo pausas muy cortas para comer lo que amablemente me habían preparado las señoras del piso de abajo.
En cierto modo, no puedo quejarme de la vida que llevo. Es productiva, satisfactoria y tranquila...O lo era.
-¿¡Como has podido hacerme esto!? ¿¡Cuanto tiempo me has estado engañando!? ¡Eres un idiota!
Los gritos me llegaron mucho antes de que terminase de subir la escalera. Insultos de una mujer enfurecida, seguido de golpes y mas gritos coléricos. Con un tono mas desinteresado, la vocecilla de un hombre se escuchaba entre medias.
Suspiré y me coloqué mis gafas cuadradas de montura negra, resignándome a pasar por esto otra vez mas, llegando por fin a mi piso y viendo la puerta contigua a la mía abierta de par en par, mientras una chica pelirroja en ropa interior se vestía en medio del pasillo, gritando a su interlocutor.
Maldecí profundamente que mi puerta quedara la segunda junto a las escaleras, porque tendría que pasar por delante de aquella incómoda escena; y cuando al fin saqué la llave para poder entrar, la mujer se había desahogado y, dejando perdido el pasillo de zapatos y ropa, marchado a zancadas.
Y volví a suspirar. Últimamente es lo que mas hago.
Hace seis meses y medio tenía unos vecinos muy agradables. Un matrimonio que tenía un hijo encantador y muy educado. Pero a causa del trabajo del esposo tuvieron que mudarse; y es cuando los problemas comenzaron, ya que el siguiente vecino no fue tan encantador...
Caminé a la puerta de al lado, recogiendo las cosas que estaban esparcidas por todos lados (entre ellas un lubricante) y me asomé. El salón se veía perfectamente desde la puerta, donde podía apreciarse el caro sillón italiano y la inmensa televisión de última generación a un lado. Sería una visión agradable, pero perdiéndose por un pasillo de la izquierda había un caminito de trastos, ropa, mas zapatos y mas juguetitos puramente sexuales.
Era algo para hacerte subir los colores...
-¿Morinaga? -Me aventuré a poner un pié dentro del recibidor. Al poco, salia mi vecino, desnudo y rascándose la cabeza, como si estuviera mortalmente aburrido.
-Ah, que fallo, esta es la segunda vez que me pasa...-Murmuraba, hasta que se detuvo y me vio-. Eh, ¿que pasa, Koi?
Y aquí está, señores. El tipo mas desvergonzado y mujeriego que jamás he conocido. En estos meses he aprendido que para Morinaga Ren no hay nada que no se pueda sortear. Es un chico dos años menor que yo, con una visión de la vida que se resume a
“Diviértete y disfruta” ; donde al parecer viene incluido el no sorprenderse por nada, mantener siempre una calma abrumadora y tener menos vergüenza que nadie.
-No me llames Koi-. Dije, desviando un poco la vista de su cuerpo bronceado y escultural, o de esos ojos teñidos de lujuria que siempre tiene-.¿Te han vuelto a dejar? ¿Que has hecho esta vez? -me quité los zapatos, cerré la puerta y entré para dejar todo lo que había recogido sobre la mesa del salón. Morinaga seguía ahí en medio, sin ropa y con cara de resignado. Siempre tiene cara de resignado.
-Nada importante. Solo se me escapó el nombre de Emi mientras follaba con...con ella- señaló la entrada para aclarar que se refería a la mujer que se acababa de ir.
¿Y eso no era importante?
-No sabes su nombre, ¿verdad?-lo miré con sospecha-.¿Estabas saliendo con ella y no sabías su nombre?
-Eh, que empecé a salir con ella hace dos meses. Keiko...Reiko...algo así-dijo, como si con eso pudiera exculparse.
-Oh, pero hace dos días estabas con una que no era esa -le recordé.
-¡Esa era Emi! -sonrió. ¡No sonrías, tonto!
-¿Y la de la semana pasada? -insistí, para ver si se daba cuenta de a donde quería llegar.
-Miki...creo. ¿O era Yoko? -se quedó pensativo, mientras yo ya lo daba por perdido y recogía la sábana que colgaba del sillón para echársela por encima.
-Siempre lo mismo. No quiero ni preguntar que ha pasado con todas esas pobres mujeres...
-La mayoría se ha enterado que me lío con otras. ¿Que quieres que haga con esto? -me mostró la sábana.
-¡Que te tapes, obviamente! -Dios, a veces agota mi paciencia- Morinaga, debes dejar de hacer esto o saldrás mal parado. Ya te lo he dicho las otras veces que los gritos de una mujer me han hecho venir hasta aquí. Un día de estos te encontraré con una bala atravesando tu frente.
-¡No te preocupes, Koi! -Se colgó la sábana al hombro, sin dignarse a hacerme caso- Estoy bien, a cada fallo aprendo cosas nuevas. Iré a darme una ducha, ¿te importa recoger todo esto?
Se le veía venir...que predecible.
-No, tengo trabajo. La fecha de entrega es...
-¡Venga! -ronroneó como un infante, mientras me daba la espalda y me guiñaba un ojo- Es el precio que tienes que pagar por verme desnudo. ¿O quieres irte a casa porque se te ha levantado? Oh, que dura es la soledad del gay...
-Que si, que si, ya lo hago. Lárgate de una vez.
Sonrió triunfante y se metió en el baño.
Pues si, soy gay. Y normalmente lo suelo esconder a la gente con la que no tengo confianza. Pero Morinaga me pilló
in fraganti besando en el recibidor a un chico con el que salía; y que por culpa de su profesión tuvo que viajar lejos de Japón. Recuerdo que fue el momento mas incómodo de toda mi vida, y cuando por fin nos quedamos solos, no podía ni mirarle a la cara, deseando que desapareciera y no tuviera que volver a verle. Por desgracia, me quedé helado cuando lo vi entrar en el apartamento de al lado; viniendo poco después para “saludar”.
“¿Eres gay? Soy Morinaga Ren y viviré aquí a partir de ahora, así que intenta no enamorarte de mi porque soy completamente hetero, ¿vale? ¡Un placer!”
Por su forma de hablar y de comportarse, se veía al instante que no decía nada con mala intención. Aún así, fue la presentación mas rara que me habían hecho. Menos de una semana después, pasé de “Kousuke” a “Koi”. Un juego de palabras bastante provocador...
Desde que llegó mis momentos tranquilos se han reducido considerablemente. Para colmo, solo yo tengo que aguantarle, ya que soy su único vecino por ser la suya la última puerta.
Gemidos, quejidos, frases obscenas, los gritos de una pelea, mas gemidos...Este chico no para, es un Sex symbol.
Considero que la mayor estupidez que puede cometer un gay es enamorarse de un hetero; es algo que tengo presente todos los días de mi vida, sobre todo en los momentos en los que Morinaga decide que “no es problema andar desnudo delante de las visitas”. También tengo solucionado lo de los gemidos...Bueno, me cuesta acostumbrarme a sus horarios tan impredecibles, pero nada que un largo paseo o unos auriculares bien altos no solucione.
Pero aún con todo, se dan este tipo de situaciones...
> ¡Ahh, Ren! ¡Reen!
> ¿Que tal? ¿Te gusta por aquí...?
...Morinaga es un pervertido. Un pervertido de los grandes; de esos que te atan a la cama y te torturan con pecaminoso placer hasta que le tienes que suplicar.
Son las doce de la noche pasadas, y empezaron a las nueve... Y seguramente será otra chica distinta, como si lo viera.
Cuando empezaron a escucharse ruidos sospechosos tras las paredes salí a dar un paseo. Cené fuera y volví. Subiendo la escalera ya los podía oír retozando, así que me volví a marchar. Bebí una copa en el bar de ambiente donde conocí a mi último amante y regresé de nuevo. Cuando entré en casa los escuché...¿Cuanta energía tiene Morinaga? Y ya no digamos Morinaga, ¿que pasa con esa mujer? Me pregunto quién de los dos será el insaciable...
El caso es que, después de que los paseos y los auriculares no funcionases, me fui a dar una ducha...Y ahora estoy sentado dentro de la bañera con el agua al cuello y una erección que ya me está doliendo...
¿¡Que demonios me puede atraer de escuchar a una pareja heterosexual haciéndolo!?
> ¿La quieres mas adentro? No creo que quepa toda...
...Vale, ese es un ejemplo de lo que me atrae. Bastante gráfico, Morinaga...
La última vez que lo hice fue la noche anterior a que mi amante me dejara. Fue una noche increíblemente pasional, pero después de tantos meses, siento que las necesidades me abordan de nuevo...¡No, no! ¿Por que con Morinaga?
Hundí la mano en la agua y la posé en mi muslo derecho...
Ya había decidido que él estaba muy fuera de mi alcance. No soy tan idiota como para enamorarme, es sólo que necesito descargarme para no cometer locuras.
Deslicé esa mano haciendo zig zags hasta mi bajo vientre...
¿Descargarme? ¡Sueno como alguien que se lo monta con cualquiera! O peor...¡Sueno como Morinaga! ¡Vuelve en ti, Kousuke!
-¡Ah...! -Temblé cuando aquella mano con vida propia había envuelto mi miembro despierto; y solo me faltó la varonil voz de Morinaga tras la pared para empezar a moverla, frotando despacio e incrementando el vaivén mientras abría las piernas todo lo que la bañera me permitía. Me llevé un dedo a la boca para no gemir mas de la cuenta, ya que las paredes son finas para ambos lados.
La voz de Morinaga me venía a la mente como si estuviese hablándome desde la puerta del baño...
“¿Te gusta, Koi? ¿Que tal por aquí?”
-Mhfu...Ah... -Cerré fuertemente los ojos para recrear esa imagen de un Morinaga completamente sexy, entregado a esas cosas que nunca me haría...
“¿Quieres que te la meta? Seré delicado para no romperte...”
-Hum...Si... -Imaginando esa sonrisa y esos ojos que pone, llenos de incansable lujuria y poder de convicción. El dedo que antes mordía se a escabullido también debajo del agua para entrar en mi en un pobre simulacro de sexo con Morinaga.
“Kousuke, voy a...”
-Mori... Ah, ¡Ahh! -Me estremecí y me arqueé hacia delante, casi tocando la superficie del agua con la nariz. Me acababa de sacudir un orgasmo increíble...Supongo que será por estar tanto sin hacer absolutamente nada.
Ah, no podré mirar a Morinaga a la cara en un tiempo... Espero que esto no se repita...
Dicho y hecho. Allí estaba Morinaga.
Al principio pensé que aún estaba fantaseando, ya que estaba sin camisa y tenía una expresión increíblemente adorable. Luego me dije que era una grandísima tontería que las fantasías fuesen tan realistas, sobretodo cuando el calentón del momento había pasado.
-Vaya, lo siento, Koi...-Se llevó la mano a la nuca y se rascó la cabeza, mirando al suelo-. Es que cuando salí a despedir a...a una chica, escuché un grito y pensé que te había pasado algo.
Puso los brazos en jarras y avanzó hasta la bañera para agacharse junto a ella y mirarme, como si nada acabase de pasar...Espera, ¿desde cuando estaba ahí? Me parece que se me escapó su nombre...Ah, creo que me estoy mareando...
-Koi, ¿tienes cerveza? En casa no queda y...¿Koi?
Lo último que vi fue la superficie del agua estampándose contra mis narices...
Mientras estaba (tontamente) desmayado por la impresión, me vinieron a la cabeza muchas cosas... Una de ellas era el por qué tenía tan poco aguante y me había desmayado así, por las buenas. Lo otro eran reproches por haberme masturbado pensando en un vecino que, curiosamente, se había convertido en uno de mis mejores amigos. Después me preguntaba incesantemente por qué no había cerrado la puerta con llave...
Y ya por último todo se volvió confuso. Lo sé porque unos consoladores con forma de Morinaga me perseguían hasta arrinconarme en un callejón oscuro...
-¡Eh! -me zarandearon- ¡Tío, despierta!-me volvieron a zarandear hasta que tuve que despertarme, temiendo marearme mas con tanto movimiento.
Nada mas verme, completamente desnudo sobre el sofá del salón, cogí uno de los cojines y me tapé, encogiéndome en una esquina mientras Morinaga sonreía con esa expresión infantil.
-¡Hombre, que mal rato! Casi te me ahogas en la bañera, ¿estás bien?
-Bien...si. Gracias... -Como suponía, no puedo mirarle. ¿Me habrá oído?
Contrario de lo que me esperaba, posó su gran mano en mi cabeza y me despeinó el pelo aún mojado, como si aquí el mayor fuese él.
-¡Venga, no le des tanta importancia! Todos nos masturbamos alguna vez, ¡es sano!
-¿Ah? -¿a que viene ese sermón? Ni que fuera un adolescente virgen...
-Si tanto te preocupa, te diré que no vi nada. Llegué cuando terminabas -Y lo dice así, sonriendo como si el hecho de encontrar a un vecino gay haciéndoselo en la bañera fuese parte de su rutina diaria.
Espero seriamente que no una cabos y descubra por qué lo estaba haciendo...Pero el saber que no escuchó nada comprometedor de alguna forma me ha quitado un peso de encima.
-Vale, olvidemoslo -dije, aún hecho una bola en un costado del sillón y tapándome con el cojín. Empiezo a tener frío.
Morinaga extendió mas su sonrisa, se coló en mi cocina y asaltó la nevera.
-Entonces, ¿tienes cervezas?
-Al fondo tienes un pack de seis, puedes llevártelas-me levanté, ya sin ningún complejo importante y me fui al baño a por el albornoz. No es que sea como Morinaga respecto a exhibirme, pero si ambos somos hombres no hay que preocuparse demasiado (claro que Morinaga tiene este concepto mucho mas suelto).
-¿Por qué compras cervezas si apenas bebes? -me preguntó, con el pack de latas bajo el brazo.
-Porque sé que vendrás a pedírmelas -me sequé el pelo con la toalla.
-¡Pues gracias, Koi! -volvió a sonreír, dándome una palmada en la espalda tan fuerte que casi me voy de narices. Me sorprende que, con la nula capacidad que tiene de controlar su fuerza, las mujeres quieran seguir acostándose con él...
¿Como de salvaje será en la cama?
…
Maldita conciencia, ¡cállate!
A la mañana siguiente recibí la visita inesperada de mi editor, el cual se solía pasar por mi casa una vez cada dos semanas para ver la evolución del trabajo. Pero por las nefastas circunstancias sexuales de mi actual vecino, no suelo dejarle pasar mas de cinco minutos. Simplemente cuando viene, recojo todo lo hecho hasta ahora de la novela y vamos a una cafetería.
El editor es extremadamente estricto en cuanto se refiere a el lugar de trabajo y las condiciones de los escritores. A causa de ello, unos cuantos novelistas a su cargo tuvieron que mudarse a lugares mas tranquilos porque, según el editor, “un escenario en malas condiciones hacía que la mente del escritor se distrajera”...O algo así.
Por nada del mundo quiero que escuche a mi vecino y a una mujer desconocida retozando como conejos...Me mandaría a una isla desierta con la excusa de “buscar la tranquilidad”.
-Noto mucha pasión en esta escena -dijo, ojeando una de las paginas mientras sorbía algo de café-. ¿En que estabas pensando ese día? ¿Algún ser querido? ¿Alguien del pasado? -Me miró por encima del folio, escrutándome.
-¿Por qué lo dice?-Me empezó un tic en la ceja que me encargué de detener antes de que se diera cuenta. Nos habíamos metido en la pastelería francesa dos calles mas abajo.
El editor volvió la vista a la hoja, dejó su café sobre el plato y leyó:
-”Entrelazaron las manos, sintiendo el pulso desenfrenado en la punta de sus dedos. Se miraron, como si no tuvieran futuras ocasiones para hacerlo, demandando silenciosamente el amor del otro entre las ráfagas tibias de otoño. Quizás aquel día quedase grabado como una página mas de un diario; un día en el que sentir tristeza y nostalgia por un amor que has perdido.”
Me limité a escucharle mientras pinchaba con el tenedor la fresa sobre mi trozo de pastel. Esa era la escena que tenía pensada para el final de la novela, pero la escribí antes porque me vino a la mente y me resultó buena.
-¿Aún piensas en Kakei? -me preguntó, y a mi se me resbaló el tenedor de entre los dedos.
-No...-volví a recogerlo y lo coloqué a un lado-. Es decir, han pasado casi ocho meses desde que se fue, estoy bien.
Si, mi editor sabía de mis inclinaciones, y al parecer eso le hacía ser mas sobreprotector. Cuando mi último amante se fue por trabajo, él fue quien me apoyó en todo momento.
-Se que lo estás. Tus historias siempre reflejan tu estado de ánimo en cada momento. Miura-sensei, sé por ellos que nada te perturba, pero...aquí parece que te sentiste muy solo -me mostró la página que acababa de leer-. Si el sensei quiere compañía, yo puedo intentar dársela.
Este chico, a pesar de tener solo cuatro años mas que yo, es realmente maduro.
-¡Vamos, vamos! -sonreí para aligerar la tensión- ¡No tienes que preocuparte! Voy bien para el plazo de entrega, ¿no?
-En realidad no tanto -Ah, acaba de pasar de modo “hermano mayor” al de “trabajo” en un segundo. Se acabó lo que se daba...-. El horario de hoy le exige desplazarse hasta el centro comercial central para una firma de libros, luego tenemos que ir a la editorial, ya que el presidente personalmente quiere reunirse con usted. Además tiene que revisar las ilustraciones de esta novela y elegir el encuadernado; a parte de que el plazo de entrega se le está viniendo encima y tiene el lujo de permitirse estar aquí comiendo dulces.
-Me...¡Me das miedo...! -me encogí.
-Lo siento, pero tenga miedo en su tiempo libre. Ahora hay que irse- y con la misma me cogió de la camisa y me arrastró fuera, mientras la camarera nos recordaba que no habíamos pagado la cuenta.
Normalmente, los días de trabajo de cara el público suelen ser así de ajetreados. Sobretodo si hablamos de una firma de libros. Los de la editorial suelen hacer dos eventos por novela (cuando sale a la venta y tres meses después), y el número de fans parece que se incrementa de uno a otro.
Estar sentado en una mesa en medio de una multitud de seguidores no es cosa de broma...
También están las reuniones con el presidente. Es un hombre sabio, bueno, alegre...vamos, un prototipo de padre perfecto. Pero es tan indiscreto preguntando cosas personales que no hay ni una sola ocasión en la que no salga sonrojado de su despacho.
Luego mas de lo mismo; encuadernado, ilustraciones (la chica que las hace está en mi misma acera y me gusta mucho hablar con ella, porque es un sol) y ya, completamente desfallecido, puedo volver a casa arrastrándome, mientras el cielo se tiñe de naranja y los cuervos parecen insultarme con sus graznidos.
-No puedo mas... Necesito tumbarme y no moverme hasta mañana... -me dije, casi terminando de subir el último tramo de escaleras (¿Por qué sigo subiendo por aquí habiendo ascensor?).
-¡Eres un cerdo machista! ¿¡Te diviertes haciendo esto!?
Oh, no...Hoy no, por favor...
Después de un par de gritos mas, el sonido de una bofetada. Luego una carrerilla de tacones y la mujer en cuestión bajando de dos en dos los escalones.
Cuando por fin desapareció, me despegué de la pared y llegué a mi piso, donde por suerte esta vez no había nada regado por el pasillo.
Me iba a asomar a la puerta cuando una segunda figura se levantó frente a la mía, después de haber estado sentado junto a una gran maleta de viaje.
Sentí a mi corazón golpearme tan fuerte que pensé que se pararía. El cansancio de mi cuerpo me abandono, al igual que las ganas de “consolar” a Morinaga por su nueva ruptura. El tiempo avanzaba demasiado lento para mi gusto...
-Ah, Koi...-la voz de Morinaga me traspasó como una brisa de viento repentina. Di unos pasos torpes hacia el frente, mientras aquella otra persona avanzaba a pasos largos hasta a mi, no frenándose hasta abrazarme fuertemente entre unos brazos que había echado demasiado de menos...
-He vuelto, Kousuke -Una voz que añoraba mas que a otra cosa, una calidez que reavivaba estos fríos sentimientos abandonados. Sentí un nudo en la garganta que me impedía decir algo, preguntar o gritarle.
Aferrándome a él, solo me salió la frase que había esperado decir durante toda aquella espera:
-Bienvenido a casa...Kakei.
El concepto de tiempo fue lo que menos me preocupó esa noche. Y mucho menos todo lo que había a mi alrededor. Un anhelado peso me oprimía el cuerpo contra la cama, las sutiles caricias impregnadas de deseo paseándose por mi piel receptiva y aquel ritmo enérgico y gentil, mientras ahogaba mis gemidos entre besos desesperados por mostrar amor.
Sin tregua, susurrando, gritando mutuos sentimientos; mi cuerpo se estremecía mientras le abrazaba, como si todo aquello fuese un espejismo mas de mi subconsciente.
La noche se hizo día, y mis lágrimas lograron expresar todo aquello que con palabras no podía.
[…]
Abrí los ojos al día siguiente con un extraño sentimiento de satisfacción. Miré a la ventana, por donde entraba el sol y tuve una nítida reconstrucción de la noche anterior. Rápidamente, miré a mi lado, esperando estar compartiendo la cama con Kakei.
Pero estaba vacío.
¿Es posible que hubiese sido un sueño?
-¿Kakei? -me levanté, y me vi a mi mismo sin ropa, con marcas claras que lo acontecido había sido real. Pero aún me inquietaba. ¿Y si se había vuelto a ir?
Apreté las sábanas que parcialmente me cubrían, intentando no derrumbarme ante esa posibilidad; y cuando quise volver a llamarle apareció en la puerta, vestido solo con sus vaqueros de ayer y cargando una bandeja.
-Buenos días, Kousuke. ¿Te he despertado? -Avanzó hacia mi, dejando la bandeja a mi lado para luego acercarse y besarme la frente.
Sin mayor miramiento, le rodeé el cuello con mis brazos y le besé, como si aún no me creyera que fuese real. Kakei imitó mi gesto y compartimos caricias superficiales un rato mas antes de desayunar.
Mientras comía me contó sobre sus trabajos y los últimos destinos visitados. Kakei es un fotógrafo bastante reconocido por sus capturas de paisajes y su extenso repertorio de “las maravillas del mundo”. De alguna forma al ver sus fotos tienes una extraña sensación de humildad...
-Te hubiese encantado Roma, Kousuke -contó con entusiasmo-.Tiene mucha historia e infinidad de obras de arte. Hice una foto del Vaticano solo para ti, tienes que verla.
-¿Entonces tenías la intención de volver? -pregunté, con al mente menos nublada que anoche-¿Por qué no me lo dijiste?
-¿Me hubieras esperado?-sonrió amargamente. Yo boqueé y no dije nada- No quería que te restringieras esperando a un hombre que ni siquiera sabías si volvería. Pero en este último viaje me ha dado tiempo a pensar en algo...
-Te quiero, Kakei -bajé la cabeza de nuevo a las sábanas-. Te hubiese esperado el tiempo que hiciera falta si me jurases que al volver sería para siempre.
-Kousuke...-susurró, casi amargamente, antes de continuar con algo que me hizo recordar cierta escena en el baño-.Entonces, ¿no has vuelto a salir con nadie?
¿Es normal preguntar eso después de hacer el amor por horas?
-Claro que no...
-¿Y que hay de ese chico de al lado? -preguntó, y mi gesto de alzar el rostro para mirarle se congeló al notarme las mejillas ardiendo. La maldita escenita del baño era demasiado reciente...
-Es solo un chico que...se mudó hace poco. Además, es un hetero adorador de las mujeres.
-¿Y a que venía lo de “Koi”? -Oh, así que escuchó eso...Que raro, porque yo apenas me acuerdo.
Algo mas calmado, le miré. Kakei era increíblemente atractivo. Tenía el pelo corto y negro azabache, con unas facciones adultas y bien proporcionadas. Era casi tan alto como Morinaga, pero no tenía tanta musculatura como él. Siendo así, lo que me extraña es que él no haya salido con nadie desde que me dejó.
-Es solo un apodo-aclaré antes de preguntar:- ¿Y tu? ¿Has salido con alguien?
-He hecho mucho el idiota, pero nunca era nada serio. Al único que quiero de verdad eres tu, Kousuke-me atrajo hacia él y me abrazó, como pidiéndome perdón por sofocar sus necesidades masculinas con otros.
...De hecho, no puedo reprocharle nada, porque en primer lugar en ese tiempo no éramos amantes y en segundo lugar yo también he fantaseado con alguien que no era él, así que estamos a mano.
Volvió a besarme, y se me quedó mirando mientras pegaba su frente a la mía y me acariciaba el pelo. En esos momentos poseía esa mirada de determinación que me indicaba que tenía algo serio entre manos. Y cuando quiere decir algo serio, siempre me coge de los hombros antes, como creyendo que voy a escapar...Justo como lo está haciendo ahora.
-Kousuke, lo he estado pensando mucho y...
Me quedé quieto, sin apartar mis ojos de él, escuchando hasta el final su propuesta.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
-No sé como lo llamareis vosotras, pero para mi está claro.
-Es un auténtico machista presumido.
La música resonaba tan alto que a penas podían oír las palabras de quien tenían en frente. De modo confidencial, apartaron las bebidas de la mesa para apiñarse y poder seguir con la conversación.
-¿Cuándo empezó contigo?
-El mes pasado.
-¡Conmigo hace dos meses! -dijo con un tono mas duro que el resto, a lo que su interlocutora respondió con una mirada de rencor.
-¡Eh, de nada servirá que nos peleemos entre nosotras! ¡El culpable es él! ¿Vais a perder el tiempo discutiendo por quién se lo queda o vais a uniros a esto? Pensé que estábamos todas de acuerdo con el plan...
Ambas mujeres se miraron antes de asentir, como si se hubiesen dado cuenta del motivo que las había impulsado a reunirse.
La mujer que había logrado radicar la paz, sacó de su bolso de piel una agenda y la dejó en el centro de la mesa, abierta por los inicios del año.
-Según he revisado, desde que comenzó el año ha estado saliendo con ocho mujeres. Si sumamos los ligues de una noche y demases, hacen un total demasiado grande como para perdonarle.
-¿Ocho? ¿Dónde están las otras tres?-preguntó una al ver que solo eran cinco sentadas a la mesa.
-Una de ellas trabajando. Y a las otras dos como que no les interesaba mucho todo esto.
-Pasando de ellas pues, ¿como lo haremos? No puede sospechar...
-No habrá ningún error. Os contaré lo que he pensado... -La mujer que había expuesto la agenda comenzó a hablar, mientras las otras se esforzaban por oírla entre la música del Club.
[…]
Morinaga Ren era un chico liberal, sin prejuicios. No tenía ningún problema con aquellas personas que no fueran iguales que el resto, o que no fueran del todo normales. Le gustaba tener amigos de todo tipo, llevarse bien con mucha gente diferente...
Por eso no entendía aquel sentimiento de abandono que le invadió cuando su vecino pasó de largo su puerta por primera vez en seis meses para ir a encontrarse con aquel hombre que le esperaba con los brazos abiertos.
Es verdad, su vecino era de “ese tipo”, y no iba a ser menos que él... También tendría sus ligues y sus amantes; lo cual estaba bien. Claro que estaba bien. Y le parecía justo no interrumpir aquella noche de pasión desenfrenada, ya que era su vecino el que le aguantaba todas las suyas sin quejarse.
Así que había salido a dar un largo y grato paseo, para luego meterse en el primer Club que vio y engatusar a una chica cualquiera para poder pasar la noche en otra parte que no fuese su casa.
Era lo justo.
Pero de eso había pasado ya una semana, y dicho vecino no daba señales de vida. Incluso después de ir a su casa, ya preocupado, y verse de frente con el que se suponía era su amante, siguió sin poder tener constancia de que estaba bien.
“Kousuke está muy ocupado trabajando” -Le decía siempre.
Morinaga se había acostumbrado a verle aparecer por la puerta cada vez que una chica le abandonaba entre gritos e insultos, y ahora solo podía oírle a través de las paredes de salón.
De hecho, ese día estaba sentado en su sofá cubierto de ropa, esperando a su cita de la tarde. Mientras observaba la tele enmudecida, trataba de recordar el nombre de la chica en cuestión. A todas las llamaba por el mismo mote, así que muchas veces le resultaba difícil llevar la lista de nombres...
Divagando en esa cuestión estaba cuando llamaron a la puerta.
Al abrir, vio que era aquella mujer, unos años mayor que él, y que le recordaba la gran técnica que poseía. La dejó pasar y, mirando discretamente a la puerta de al lado, entró también.
Yoko (como descubrió que se llamaba un rato después) era una mujer detallista y hermosa, con gran elegancia, pero muy impredecible. Cosa que descubrió después de terminar la botella de champán que había traído especialmente para aquella noche.
Con su cuerpo pesado y su mente obnubilada, se dejó caer en la cama mientras se dejaba hacer por Yoko. Estremeciéndose cada vez mas por cada pequeño roce, notando la piel ardiendo y su entrepierna reaccionando antes que de costumbre. ¿Su técnica era tan buena?
Escuchó un chasquido que no debería estar en la escena, y al entreabrir sus párpados pesados, la mujer terminaba de colocarle unos grilletes de cuero a modo de pulseras, mostrandole la llave luego con sonrisa juguetona antes de dejarla sobre la mesa de noche.
-¿Que haces? -preguntó, y los labios le temblaron, como ansiosos por atrapar algo entre ellos. Notaba el aliento caliente y la sangre agolpándose en niveles alternativos entre su cara y sus bajos.
-Estaba pensando en un juego-dijo la chica, y se bajó de encima suya, cogiendo su bolso dejado en la cómoda y sacando lo que parecía una cinta del pelo blanca y una caja púrpura-.Te gustan los juegos, ¿verdad? Sobre todo los que implican a muchas concursantes.
-¿De que estás hablando? -Morinaga comenzó a sudar, y el cuerpo le pesaba tanto que no podía ni siquiera pretender liberarse-.¿Que has hecho?
La sonrisa de la mujer no le auguró una respuesta amable. Y menos cuando salió de la habitación y al momento escuchó mas voces en su salón. Al poco, cinco de sus novias le observaban, cruzadas de brazos o haciéndose crujir los nudillos con miradas vengativas.
Una vez más quiso preguntar que estaba pasando, pero la chica pelirroja al frente de su cama le mostró una cápsula gruesa y azul.
-Acabas de ingerir cinco de estas. Una por cada una de nosotras.
-También había estimulante en el champán. Sumado a los afrodisíacos...¿Como te sientes, Ren?
Morigana cerró los ojos, intentando despejarse y sobrellevar la situación fríamente.
-Que...¿Que queréis? ¿Una disculpa? Pues vale, lo siento, pero gran parte de la responsabilidad la tenéis vosotras...
Dadas las expresiones de las cinco mujeres, aquello no debió haber salido de sus pensamientos.
-Sigues siendo un imbécil. No cambiarás nunca; no habrá mujer que te soporte.
Dos de las mujeres forcejearon con su pantalón hasta que fue abandonado en el suelo. De la caja púrpura salió algo parecido a una pelota de pin pong unido por un cable a un aparato. Yoko lo zarandeó con sonrisa socarrona antes de acercarse peligrosamente a él, siendo respaldada por el grupo.
No sabía que es lo que pretendían; y con lo que fuera que le habían hecho tomar ralentizandole, solo pudo esperar y sentir toda aquella tortura durante un momento que le pareció muy largo. La necesidad de descargarse, de poder descargarse, se bloqueó tan de repente que se quedó un aire. Algo frío y viscoso resbalaba por lugares prohibidos, y un punzante dolor le hizo arquearse.
Pero aquel estupor no se iba.
Cuando aquel mar de chicas se alejó de la cama, vio fuertemente atada a su hinchada erección la cinta del pelo blanca de Yoko. También el cable con el aparato, con la pelota de pin pong desaparecida en su interior.
-El problema es que te crees mas listo que las mujeres, capullo -fue la última frase que escuchó antes de que el controlador de intensidad de las vibraciones pasara de cero a diez de golpe.
Gritó al techo, con una sensación incómoda agitándole el cuerpo, mientras aquel grupo de demonios vengadores hacían planes de usar su casa durante toda la noche, cerrando la puerta de la habitación y olvidándose completamente de él.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Aquella mañana hacía mas calor que de costumbre. Las temperaturas subían a un ritmo alarmante y eso, a la hora de estar sentado en tu casa escribiendo, era muy incómodo.
Ahora mismo no recuerdo si mi aire acondicionado estaba en óptimas condiciones...
Salí de la pastelería con mi desayuno en la bolsa y me marché a casa. Hacía unas pocas horas que me había levantado con el antojo de un buen trozo de pastel de moras, así que salí a por el antes de empezar mi próximo manuscrito.
Creo que tengo las emociones necesarias para ello, así que aprovecharé esta inspiración mientras pueda. Así, yo...
-¡Ah, discúlpeme!-dijo una chica al chocarse contra mi al terminar de subir las escaleras. Aseguré mi bolsa y sonreí, mientras tres mujeres más salían del apartamento de Morinaga y se apiñaban en torno a la escalera.
-¿Donde está Yoko?
-En seguida viene, estaba “despidiéndose”-carcajearon, antes de ponerse a mirarme y regalarme piropos de borracho. Apuesto a que han estado de juerga toda la noche.
-¡Yoko, nos vamos! -gritó una, y la mujer en cuestión salió poniéndose un zapato también del apartamento de Morinaga. Después de despedirse y lanzarme besos como si fuera algún tipo de celebridad, se marcharon armando alboroto por las escaleras.
Me encogí de hombros, decidido a ignorar los hábitos sexuales de Morinaga, cuando me detuve en medio del pasillo y fruncí las cejas.
-¿Yoko? -me dije a mi mismo, recordándola como la mujer que en su día dejó a Morinaga. Lo recuerdo, porque fue el día en el que volvió Kakei...
Suspiré, tratando de centrarme en este tema, y también recordando a algunas de las mujeres del grupo como otras que también habían dejado a Morinaga entre insultos y gritos.
¿Habían vuelto con él? ¿La dignidad era algo desconocido para las mujeres de hoy o que?
...Como voy a saberlo, no me gustan las mujeres.
La puerta de Morinaga estaba entreabierta a causa del cuello largo de una botella de vino. Imaginándome como iba a encontrar la casa, me resigné, me acerqué y empujé la puerta. El tintineo de las botellas fue solo el principio del desastre.
Toda una colección de botellas y latas iban desde la entrada al salón. Sobre la mesa del centro y el sillón habían cajas de comida rápida y ropa por todas partes.
Cogiendo unas zapatillas prestadas de la zapatera, avancé entre aquel océano de inmundicia. La televisión estaba encendida, el equipo de música también y la estantería de los CDs estaba tan desordenada que preferí no seguir mirándola.
-¿Morinaga? -le llamé. Hasta era posible que estuviera enterrado debajo de toda esta basura.
Tras decidir que era mejor no mirar el estado de la cocina, y cerrando la puerta de un baño que no parecía un baño, toqué en la habitación de Morinaga. Tras un rato sin escuchar nada, me tomé la libertad de entrar.
Lo que vi no se pudo comparar con el resto de la casa.
Morinaga estaba tumbado en su cama, atado de manos a la cabecera y sudando tanto que asustaba. Tenía las mejillas encendidas y una mueca carente de raciocinio, mientras se mordía el labio inferior,ya hinchado. Y no era lo único...
Su desnudez me permitió ver el doloroso estado de su miembro. Se veía tan duro y marcado que pensé que explotaría de un momento a otro. De entre sus piernas, salía el cable de un vibrador.
Agradecí haber dejado la tarta en la entrada, o de la impresión se me hubiera caído al suelo.
-Mo... Mori... naga... -Balbuceé, notando también como la sangre se agolpaba en mi cara. Intentando superar aquel primer golpe, me acerqué a zancadas y le aparté el flequillo adherido al rostro por el sudor.
En su pecho, pintado con un lápiz de labios se leía “Soy una puta”, y la imagen de la tal Yoko me vino a la mente.
-¡Morinaga! ¡Eh, reacciona! -le dí unos golpes en la cara antes de lidiar con los grilletes.
-Kou-suke...-oí su débil voz entonces, ronca y seca.
-Si, soy yo. ¿Estás bien? ¿Que te ha...?
-Antes de eso... quítame...quítame esa cosa... Rápido.
“¿Esa cosa?” Miré hacia abajo y di con el problema. Respiré hondo y le miré una vez mas, como pidiendo permiso o disculpas por si tocaba mas de la cuenta. Agarré el controlador de intensidad y lo apagué; luego tiré del cable y aquella bola blanca salió.
Escuché a Morinaga soltar un suspiro de alivio y un quejido cuando deshice el nudo que le aprisionaba aquella enorme erección.
...Mierda, no es el momento de quedarse embobado, ¡concentrate!
Miré en derredor y dí con la llave. Terminé con un grillete y me puse con el otro. Morinada soltó una risita ahogada y carente de ganas.
-Ah...que mierda. No quería que Koi... me viera así.
-¿Eso tienes que decir? Suerte que fui yo y no algún familiar o conocido, se hubieran estado riendo de ti mas de un año-le solté el otro grillete-.Te dije que tuvieras cuidado con las mujeres. Entre todo el destrozo de fuera vi los botes de afrodisíaco vacíos, estas loco...
-Esas jodidas...zorras...
-Si, claro. Ahora es su culpa. Vamos, tienes que enfriarte un poco para que se te pase el efecto, levanta...
Es increíblemente vergonzoso estar en una situación así, por mas que ambos seamos hombres. Salí fuera y traje un balde con agua y un paño, dado que no podía llevarle al baño por como estaba. Una vez pudo sentarse en la cama, empecé por limpiarle las pintadas del pecho... Pero repito, esto es... Teniéndolo “apuntándome” con eso no ayudaba a que me diera prisa...
Mojé el paño y le empapé la cara. Abrió unos ojos brillantes y dilatados y me miró.
-Kousuke...
-¿Que? -ya me resultaba extraño que no me llamase por el mote.
-Hueles bien.
-¿Eh? -volví a empapar el paño y seguí con sus brazos-.Huelo a sudor, hoy a hecho un calor horrible...
-No...-lo escuché insistir, y de un movimiento firme me agarró la muñeca tan fuerte que me hizo soltar el trapo-.Es el olor de Kousuke...
-¿Morinaga? ¿Estás delirando? -Lo demás que fuera a decir se atascó en mi garganta. Sus ojos me miraban ahora con un brillo insano, desesperado, agresivo y lujurioso... Me arrastró por el brazo hasta que caí sobre el, cogiéndome por el pelo para llevarme hasta sus labios y besarme con una demanda que me asfixió. Podía notar el calor de su cuerpo incluso a través de mi ropa y sus violentos agarres me arrastraron boca abajo a la cama donde antes estaba tumbado, dejándome arrodillado en el suelo.
-¡Morinaga! ¡Espera, esto...! -me inmovilizó los brazos tras la espalda dolorosamente con una de sus grandes manos, no dignándose a controlar su fuerza mientras me aplastaba contra el colchón. Con la otra mano, me bajó el pantalón y la ropa interior de una vez lo justo para exponerle lo que estaba buscando: un lugar para desfogarse.
Cuando pude liberar uno de mis brazos, supe que no tendría ocasión para utilizarlo. Su dureza me atravesaba tan despiadadamente que solté un alarido de dolor y se me empañaron los ojos en lágrimas. Apreté las sábanas con mi mano libre, intentando hacer disminuir aquel dolor abrasador que me dejaba sin aliento...
-¡Mori-naga! ¡No...!-me embestía sin escuchar mis quejas, dejando caer su peso en mi espalda,
sujetándome las caderas para arremeter mas adentro, más rápido, antes de descargar toda su frustración líquida dentro de mi, soltando un gemido ronco y clavándome las uñas en la piel que tenía sujeta.
Cuando salió me dejé caer en el suelo. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y aquel dolor se acentuó mientras notaba su tibieza deslizarse hasta el suelo.
Pero no había terminado de reponerme cuando me volvió a empujar sin cuidado. Esta vez, mi espalda dio contra la cama mientras Morinaga se colaba entre mis piernas, sujetándome tan fuerte que temía que acabase rompiéndome.
-¿¡Qu-Que haces, Morinaga!? ¡Ya basta! -se abalanzó sobre mi y por un momento pensé que me golpearía, pero solo apoyó uno de sus gruesos y morenos brazos junto a mi rostro, haciéndome temblar igualmente.
Empapado en sudor y con aquella mirada profunda e incoherente, volvió a guiar su miembro insaciable hasta mi entrada, embistiendome de nuevo de una vez, aumentando el ritmo nada mas acostumbrarse a aquella postura.
-¡Me estás haciendo daño! ¡Morinaga! -intentaba empujarle, pero el se deshacía de mis delgados brazos de un manotazo, bajando a mi pecho para morder y sorber trozos de piel, chupando mis pezones hasta enrojecerlos dolorosamente y deslizándose hacia mi cuello para seguir mordiéndome sin compasión.
-Tienes que gemir, Kousuke...-me dijo al oído mientras sus embestidas eran cortas y profundas-. Estás acostumbrado a esto, ¿verdad? Vamos, gime para mi...
-No...esto...¡Me duele!-grité, ya no soportando las lágrimas-.Morinaga, déjame...¡Ah!
Ahogué un grito cuando me volvió a tirar del pelo y me besó, mordiéndome también el labio inferior y enroscando su lengua con la mía. Poco después volvió a coger el ritmo de arremetidas rápidas, alzándome los pies y apretando los dientes.
Antes de poder quejarme de nuevo, se corrió sobre mi, poniendo esa cara de placer extremo y gimiendo dentro de su mandíbula apretada...
[…]
No recuerdo cuanto tiempo fue. Pero si que estuve a punto de perder la conciencia entre aquella demostración de sexo tan brutal. Cuando pensaba que terminaba, todo volvía a empezar. El dolor, las embestidas, los mordiscos y los agarres... La sucesión de las mismas escenas una y otra vez, mientras seguía negándome y quejándome, incluso rogando que se detuviera.
Se me revolvió el estómago de la sensación de tener tantos orgasmos de Morinaga en mi interior...
-Lo siento...-murmuró quedamente cuando, tras una hora y media después me apoyé en una de las vigas de su cuarto tras mi inútil intento de sentarme. Había descargado mi estómago y me había dado un intenso baño (me dio igual el estado en el que se encontraba, lo necesitaba). El espejo me rebeló todas las marcas que Morinaga había dejado.
Y allí estaba el, de rodillas en el suelo y tapado con un albornoz, martirizándose y repitiendo disculpas una y otra vez.
-Morinaga...
-¡No! -me interrumpió- No digas nada. Todo es culpa mía y lo siento. Estaba desesperado, pero no tenía por qué descargarme contigo-se levantó y me miró fijamente-.De verdad que lo siento muchísimo, Ko...Kousuke-pareció rectificarse.
-Morinaga, no estoy enfadado.
-¡Pues enfádate! ¡Enfádate y pégame, solo así podré sentirme algo mejor!
-¿Que dices? No voy a pegarte...
-...Por favor. Lo prefiero antes de que actúes de un modo tan frío conmigo-apretó los puños. Era la primera vez que veía una expresión afligida en Morinaga-. Debes odiarme. Hacer todo esto cuando te has reencontrado con tu amante...
Lo miré, sorprendido.
-¿Como sabes eso?
-Solo os vi. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que ya os conocíais. Además...-desvió la mirada-.Por las noches, se oía...
De nuevo, la cara se me tiñó de rojo por un instante. ¡Mira que no recordar a los vecinos!
-No te odio...-desvié el tema.
-Pero las marcas...Y tu amante...
-No tengo un amante-esta vez, me tocó apartar la mirada a mi. Sentí una punzada de dolor en el pecho que eclipsó mi dolor físico.
-¿Kousuke? -Morinaga se me acercó- ¿Que pasa? -insistió, buscando mi mirada esquiva. Suavemente, cogió mi mentón y me alzó el rostro para encararme. Sorprendía saber que pudiera ser tan delicado...
Sus ojos llenos de preocupación e intriga me preguntaban en silencio lo sucedido. Y, como no pudiéndolo evitar, comencé a hablar.
-Es que...
-Kousuke, lo he estado pensando mucho y creo que deberías venir conmigo.
-¿Que? ¿A que te refieres?
-Acompáñame en mis viajes. Podrás ver mundo, visitar lugares que te gusten. Podremos estar juntos.
-Pero...Espera, no... No puedo irme por las buenas...
-¿Por que?
-”¿Por qué?” Kakei, no puedo dejar mi hogar atrás. Aquí tengo mi vida, tengo mi trabajo y mis amigos. Yo no...no podría...
-¿Es que tus amigos son mas importantes que yo? Siempre decías que tu hogar estaba donde estuviese lo que amas. ¿O es que tus sentimientos hacia mi han cambiado?
-¡No! Kakei, te amo. Muchísimo, pero...este cambio...es...es imposible. Tu eres del tipo de persona que podría instalarse en un lugar durante pocos días para después marcharse a otro, pero yo no podría soportarlo...Me gusta mi rutina.
-Kousuke, quiero estar contigo.
-Lo se. De verdad que lo se. Pero lo siento, no puedo...-...Kakei se fue anoche. Cogió todas sus cosas y me dejó una nota con su último “Adiós”. Era consciente de que no podría aguantar la espera, así que terminamos...-sin darme cuenta, silenciosamente comencé a llorar otra vez, mientras Morinaga me observaba- Supongo que estas cosas pasan...Me pregunto si debería... haberme ido con el...
-No...-habló despacio Morinaga-.No, creo que has hecho lo correcto. Además, te necesito por si mas mujeres quieren vengarse de mi-dijo, burlón, logrando sacarme una sonrisa.
Cogí la mano que me sostenía y se la aparté, limpiándome los ojos y dándole un golpecito en el pecho.
-Gracias, Morinaga. Estoy bien. Iré a descansar un rato a casa, tu deberías recoger todo esto...-me aparté de la viga dispuesto a salir del cuarto, cuando Morinaga me volvió a atrapar de la mano.
-Puedes llorar-me dijo, sin esperar que me girase a mirarlo-.Desahogate el tiempo que haga falta. Cuando te sientas mejor, saldremos a beber, ¿vale?
Sin decir nada, me apresuré hasta mi casa, olvidando por completo mi pastel o la hora que era. También que llevaba puesta ropa prestada de Morinaga. No me importó nada de eso. Me dejé caer en medio de mi salón y seguí el mejor consejo que me habían dado nunca.
Nadie en su sano juicio diría que, después de afrontar tiempos difíciles que pueden marcarte para toda una vida, podrías volver a tu rutina diaria.
Pero allí estaba yo, casi un mes después, sentado en mi escritorio con mi aire acondicionado al tope, terminando el tercer capítulo de mi novela.
Hace poco recibí una carta de Kakei, que está en Londres. El es el tipo de chico que quiere llevarse bien con todos, incluso con sus antiguos amantes. Aún no se que responderle. ¿Fue mi egoísmo el que me impidió seguirle? ¿O tal vez mi miedo al cambio? Sé que mis sentimientos por el eran auténticos, pero es posible que incluso yo tuviera un límite.
Creo que debería empezar por decirle todo lo que pienso, lo que he pensado de cuando se fue y como poco a poco podré incluso sacrificarme por la persona que ame en un futuro.
“Querido Kakei; fuiste el primer chico capaz de hacerme abrir mi corazón casi del todo. Seguro que lo has notado, pero me gusta que haya cierta distancia entre personas enamoradas, me pregunto por que será. Lo mas normal es querer ser uno, en cuerpo y alma, con tu ser querido, pero...”Escucho alboroto fuera, seguido de un insulto y un sonido inconfundible de bofetada.
Me ajusté las gafas al puente de mi nariz y me levanté, asomándome a la puerta de entrada mientras me quitaba el pañuelo que me apartaba el flequillo de los ojos.
Una chica rubia caminaba a zancadas hasta el ascensor, enfurruñada. En la puerta de al lado, Morinaga se sobaba la mejilla enrojecida.
-¿Que has hecho esta vez?-pregunté, y Morinaga se giró hacia mi con una sonrisa despreocupada.
-¡Buenas, Koi! ¿Has merendado? Te invito, he comprado tarta de moras, se que te gusta...
Con una visión de la tarta flotando en mi cabeza, no pude negarme.
Me extrañó ver la casa de Morinaga en perfecto estado, sin desorden o juguetes indecentes tirados por el salón.
-¿Te han vuelto a dejar? Veo que no has aprendido la lección...-dije, mientras Morinaga dejaba frente a mi la taza de té y una generosa porción de pastel. Con una cerveza en la mano y un poco de tarta, se sentó frente a mi.
-No, esta vez la he...dejado yo.
Casi escupo el té.
-¿¡En serio!? ¿Como? ¿¡Por qué!?
-Pues...-se está ruborizando...-.Me ha costado un poco, pero...He localizado a todas las chicas con las que he estado saliendo y les he contado todo. Luego me he disculpado y he roto con ellas. O ellas conmigo, realmente no lo se -y soltó una carcajada.
-Me sorprendes...Buen trabajo, Morinaga. Resulta que eres un buen chico-sonreí, y pareció detenerse a medio trago, mirándome con esa intensidad tan varonil que le distinguía.
-He decidido que quiero pasar mas tiempo contigo.
Ahora si, me atraganté con el trozo de pastel que me estaba comiendo. Tosí, mientras Morinaga me golpeaba la espalda y me ofrecía su cerveza. Después de unos tragos, volví a respirar.
-Espera...¿Que? ¿A que viene eso?
-Aún no lo sé, pero... Quiero estar contigo.
Otra vez mi cara se volvió granate. Que mala costumbre, por Dios...
-Pero tu eres hetero...-recalqué, como punto muy importante.
-Si, ya, ¿y que?-puso morros, como un niño pequeño ofendido-.Solo...Es la primera vez que estoy tan convencido de algo, así que...solo déjame estar a tu lado.
De repente me sentí relajado. Como si la “distancia” que buscaba en mi relación con Kakei se hubiera complementado estando con Morinaga aquí, en este preciso momento. Fue una sensación de paz, una sensación tan cómoda que deseé por un momento que aquella merienda durase para siempre.
Sonreí, continuando con el pastel.
-Eres un tipo extraño.
-¿Eso es un si?
-Has lo que quieras. Pero no me hago responsable si te enamoras de mi-dije, divertido. No pensé que Morinaga me contestara tan seriamente, con esa sonrisita de lado:
-Si me enamoro de ti te lo haré saber. Es ahí cuando te harás responsable.
-Haber si puedes convencerme.
“...Kakei, creo que tu y yo nos conocimos en unas circunstancias poco propicias, ya que desde el primer encuentro nos entregamos el uno al otro y después, con el tiempo, nos enamoramos. Pienso que hubiera sido distinto si nuestra relación hubiera empezado desde cero, como amigos. Creo que es el tipo de distancia que estaba buscando...”
-Oye Koi, ¿puedo besarte?
-No.
“Ninguno de los dos supimos sacrificarnos por el otro. Pero no te preocupes por mi. Esta vez estoy empezando desde cero, ganando confianza poco a poco para, llegado el momento, poder entregarme por completo. Muchas gracias por todo lo que has hecho por mi, no lo olvidaré.”
Puse punto y final a la carta, pensando en alguna frase final para darle un toque personal. Morinaga estaba en el salón, preparando la cena, mientras captaba mi mirada desde la habitación y sonreía.
-Estaba pensando, Koi...¿No puedes llamarme por mi nombre de pila?
-¿Es que quieres que gima tu nombre o algo así? -reí con picardía.
Pareció temblar durante un segundo. Luego volvió a mirarme, muy serio.
-¿Lo harías?
-Pues no, ¿pero a que casi te lo crees?
-Eres un demonio...-murmuró-Venga, ven. La cena ya está.
Me giré a la carta y, sin pensarlo mucho, le dí ese toque final que estaba buscando... Luego me levanté y salí al salón.
-No te enfades, Ren-recalqué su nombre-.Lo haré en cuanto me convenzas.
“PD- Sacrificarse por el verdadero amor es increíble, ¿no crees, Kakei?”